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10.09.2009

Extremadura, frontera (2009)



"En el pensamiento económico y espacial es hoy una obviedad que las fronteras políticas han constituido un serio obstáculo para el desarrollo económico, suponiendo barreras artificiales a la racionalidad de la organización económica y a la complementariedad potencial de las zonas fronterizas. Pero es una obviedad que hay que repetir una y otra vez porque la realidad social, económica y espacial (tanto en términos físicos como virtuales) de Extremadura ha estado durante siglos marcada por la frontera y está en la actualidad -y aún lo estará en mayor medida en el futuro- marcada por la no-frontera.Los elementos que ayudan a la construcción de esa enorme barrera económica y cultural son diversos: el historial bélico constituye el primer depresor de cualquier tipo de gran inversión productiva, fácilmente devastada o rapiñada por el enemigo potencial; las grandes distancias relativas a los centros nacionales son otro elemento disuasorio del desarrollo y, además, las fronteras suelen coincidir con accidentes geográficos insoslayables sin cuantiosas inversiones en infraestructuras, que se constituyen en auténtica tierra de nadie. En consecuencia, las redes de transporte suelen ser trazadas en paralelo a la frontera, siendo competitivas en lugar de complementarias, con lo que aún se alejan más las posibilidades de interacción social y económica. La propia Economía se ha ocupado escasamente de estos espacios, hasta que las fronteras han empezado a entrar en crisis por una razón muy simple: la Economía siempre ha estado interesada porlas causas que producen riqueza antes que por las que producen pobreza.Así era la frontera entre España y Portugal en 1985, cuando ambos países entraron a formar parte de la Unión Europea en 1985, sólo un año antes de la firma del Acta Única Europea. Hasta entonces, y durante muchos siglos, ambos países habían permanecido espalda contra espalda"


Referencia:

Baigorri, A., Cortés, G. (2009), "Extremadura, frontera", en Alvarado, E., coord. Atlas de Extremadura, Asamblea de Extremadura, Mérida, 2009, pp. 306-310

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3.23.2000

Badajoz: introducción a una mesópolis (2000)



Conferencia inaugural, el 22 de marzo de 2.000, en el ciclo sobre Economía de la ciudad de Badajoz celebrado en la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Badajoz. La ponencia se basa en otras exposiciones previas, desde 1996, así como en parte de mi tesis, leída en 1999.

"Mi intervención pretende situar la ciudad sobre la que se va a centrar la reflexiónen este ciclo, en un marco general. Intentaré caracterizar a esta ciudad, la mayor deExtremadura y de la frontera hispano-portuguesa, en sus componentes fundamenta-les, y sobre todo pretendo que la contemplemos a gran escala, como núcleo de unárea metropolitana -mesopolitana me gusta decir, ya que está articulada por unaciudad de tamaño medio-, y en el marco del nuevo ecosistema territorial europeo.
(...)
Hablamos, en suma, de un tipo muy particular de ciudad, que cumple funcionesclaramente metropolitanas (o mesopolitanas) tanto respecto a su hinterlandtradicional como hacia un nuevo hinterland transfronterizo.
(...)
Badajoz se ha dejado caer, fascinada por el crecimiento económico, en los brazosdel mercado, sin asumir la iniciativa y el protagonismo en nada. Sin embargo, elmercado tan sólo es un buen regidor municipal cuando las cosas van bien; es decir,cuando no hace falta un regidor sino un administrativo. En Badajoz, por el contrario,aunque a las clases medias les va relativamente bien, a muchos miles de ciudadanosno les va nada bien. Y, sobre todo, la mera acción del mercado no conseguirá: a) una ciudad articulada; b) una ciudad significativa en la red urbana peninsular y europea; c) una ciudad tecnológicamente avanzada"

Referencia:
Baigorri,A. (2000), "Badajoz, introducción a una mesópolis", Ciclo de Conferencias sobre la Economía de Bdajoz, Sociedad Económica de Amigos del País



10.09.1999

La red urbana ibérica (1999)





"Hemos visto cómo uno de los elementos de la globalización, no el más estudiado, es el surgimiento de una dimensión de la ciudad que supera los perfiles de lo físico.
Hemos hablado así de urbe global, utilizando la denominación de global no en referencia a tamaños individuales -como hace la 'escuela' de Friedmann desde una perspectiva territorialista, o la de Sassen desde una perspectiva productiva-, ni siquiera exactamente desde la perspectiva formalista de Doxiadis, sino para designar un proceso por el que los aspectos físicos y morales de la ciudad se extienden a todos los rincones del universo, civi-lizándolo.Hay pues una urbe global que se superpone a la territorialidad de las ciudades físicas, modificando su conformación territorial. Todavía podemos distinguir fácilmente cómo los nudos de la urbe global, más o menos importantes demográficamente, más o menos influyentes económica, política o culturalmente, siguen correspondiéndose en parte con centros históricos, para los que conservamos la rudimentaria definición de ciudades, aunque ahora las llamemos megalópolis o incluso ciudades-mundo. Pero se hace cada vez más difícil una correspondencia directa entre esos espacios sociales y los lugares físicos en los que las ciudades surgieron y se han desarrollado. Debemos hablar por tanto también de centralidades virtuales, que en parte pueden corresponderse con perímetros administrativos diferenciados, pero también con un conjunto de posiciones sociales interconectadas espacialmente y ubicados en lugares físicos a veces muy alejados entre sí.(...)Por otra parte, la influencia de los nuevos centros virtuales, así como la modificación de la tecnología de las comunicaciones, está a su vez determinando desplazamientos virtuales de determinadas localizaciones físicas, que por lo demás no parecen responder al criterio de centralización jerárquica implícito en el paradigma de las ciudades-mundo. En este sentido hemos planteado el 'cambio de posición' que un lugar físico (en nuestro caso hemos estudiado la ciudad de Badajoz, a la que hemos definido como mesópolis transfronteriza), adopta por efecto de un conjunto de cambios tanto físicos -maduración de planes de regadío, mejora de las comunicacones terrestres...- como virtuales -desaparición de las fronteras de la UE, internacionalización de la Economía, conexión a la red mundial de telecomunicaciones...-. 'Moviéndose', en tanto que lugar, de una posición, como capital -a su vez excéntrica- de una provincia de 600.000 habitantes, periférica y situada en un fondo de saco -el telón de corcho-, a una posición central en un espacio poblado por más de doce millones de habitantes, articulado por tres metrópolis: Madrid, Lisboa y Sevilla Es decir, la posición de una ciudad puede sin embargo modificarse, como efecto de los cambios que se producen en su entorno. Creo que este fenómeno se está produciendo ahora en general respecto a las ciudades de Extremadura y Alentejo, y más concretamente respecto de la mesópolis de Badajoz. Veamos cómo, al nivel de modelos abstractos, se concreta esta interpretación espacial.Es un fenómeno de notable importancia en la dinámica territorial peninsular, que se produce asimismo en la mesópolis transfronteriza de San Sebastián/Bayona. Pero..."

Referencia:

Baigorri, A. (1999): "La red urbana ibérica", en L. de la Macorra y M. Brandâo, eds., La economía ibérica: una fértil apuesta de futuro, Editora Regional de Extremadura, Mérida, 1999, pp. 261-289

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8.11.1998

Regadío, territorio y desarrollo socioeconómico de Extremadura (1998)



Ponencia presentada en las Jornadas celebradas en Noviembre de 1996, sobre el Regadío y las Aguas del Suroeste Peninsular. 


"Hemos defendido siempre la tesis de que el Regadío no se improvisa. Un sistema de producción tan complejo requiere de un ambiente social que sólo puede ser producto de una lenta acumulación de capital, no sólo económico, sino también cultural. Ahora bien, la transformación planificada ha permitido acelerar los plazos de adaptación en el caso de Extremadura, y puede decirse que, siquiera en esos ejes de desarrollo más dinámicos ya señalados, está madurando una cultura de regadío. Cuando esto ocurre, se ponen en marcha mecanismos de retroalimentación que conducen a una expansión permanente de la superficie
transformada, hasta alcanzar los limites ecológicos y económicos. Es lo que viene ocurriendo en La Rioja, Aragón, Navarra o Levante desde hace siglos y lo que empieza a detectarse en Extremadura.
 
En el caso de Extremadura ha sido particularmente virulento el freno impuesto a la expansión del regadío a partir de los años '70. Hasta 1974 venia manteniendo un ritmo de crecimiento claramente por encima de la media nacional. Pero desde 1975 se rompe esta tendencia. El abandono de los grandes planes de transformación y la generalización de la "moda" de los pequeños regadíos actuó en detrimento de Extremadura frente a otras regiones de mayor tradición, en las que existe no sólo un conocimiento local de las posibilidades de transformación, sino asimismo una demanda permanente (y a veces secular) desde esos niveles locales. En una región como Extremadura la extraña pareja formada por la moda micro y la planificación hidrológica altamente tecnocrática y centralizada es muy peligrosa; provocando fenómenos curiosos, como la transformación en lugares donde no existía tradición ni demanda (regadíos locales de Malpartida de Plasencia, por ejemplo), con serias dificultades culturales para su puesta en riego, o en áreas de rentabilidad dudosa, mientras queda permanentemente postergado el pantano y la ampliación de los regadíos de La Codosera, una vega con tradición de siglos y altamente productiva, que por falta de ordenación
y mejoras empieza a decaer."
REFERENCIA
Baigorri, A. (1996), "Regadío, territortio y desarrollo socioeconómico de Extremadura" en Rodriguez, M., Torres, G., Baigorri, A. dir., Actas de las Jornadas Internacionales sobre el regadío y las aguas del Suroeste Peninsular, ADERCO, Badajoz, pp. 197-220
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7.14.1998

Hacia la urbe global. ¿El fín de las jerarquías territoriales? (1998)

Era mi primer congreso internacional, y con la inscripción hecha, los billetes comprados..., una estúpida caída de tres escalones me deshizo un brazo. A cambio, durante la recuperación me hice mi primera página web. Creo que gané en difusión y creación de redes, que es para lo que (dicen) sirven los congresos. Mi comunicación la presentó un colega (menos mal que la había presentado en el comité de Estudios de Futuro y no en Sociología Urbana), y quedó recogida al menos en Sociological Abstracts. 
  


"RESUMEN 

Esta comunicación plantea una reflexión sobre las comunidades urbanas y sus interacciones en el marco de la urbe global, concepto que caracteriza las tendencias de futuro de la urbanización 

La imagen de la ecumenópolis oteada por Toybnee, sobre la base de las aportaciones de Gottman y Doxiadis, no es ya una formulación del futuro sino una realidad palpable, a la que preferimos denominar la urbe global por cuanto no la entendemos como aquellos autores tanto como plasmación del gigantismo de las grandes urbes, sino como red que penetra la totalidad del territorio, hasta hacer desaparecer, incluso, la tradicional dicotomía rural/urbano. 

Esta visión es crecientemente aceptada, con el desarrollo del llamado paradigma de las ciudades-mundo que tiene un remoto origen en Geddes, fue articulado por Hall en el ambiente de las obras de Doxiadis, y se encuentra definitivamente formulado en Friedmann. Sin embargo, su utilización en teorías de alcance medio, como la de Sassen o las desarrolladas por el propio Friedmann, sigue anclada en los estereotipos de la sociedad industrial, caracterizada en términos territoriales por una estructura jerárquica, y sobre todo jerarquizante. 

Lo que tiene de nuevo la conformación de la urbe global en términos de hipótesis es que supone la ruptura de las jerarquías. Hasta finales del siglo XX se ha venido dando una fuerte identificación entre los estados nacionales y las grandes urbes, las cuales como ciudades-mundo han articulado -y en buena parte todavía articulan en la red global de flujos- los intereses 'nacionales'. Pero hoy esa identidad se rompe, por efecto de varios fenómenos: 

a) La disgregación del estado-nación, que otorga a los espacios regionales la capacidad
de competir explícitamente, tomando como punta de lanza de esa competencia a sus principales ciudades; ciudades medias o intermediarias que compiten con los nodos 'ordenadores' -las grandes urbes- con estrategias de supervivencia propias, y con atractivos para la vida humana que no ofrecen las grandes metrópolis. 

b) El relajamiento de los instrumentos de dominio político de tendencia vertical, con una mayor democratización de las decisiones -la planificación territorial no puede hacerse ya tan fácilmente únicamente en función de los intereses de los grandes centros decisorios-. 

c) La dilución de las fronteras en los países desarrollados -UE, Nafta, Cono Sur...- provoca que ciudades medias se articulen como mesópolis o metrópolis transfronterizas que ya no pueden reflejar -o no únicamente- los intereses o necesidades de un estadonación. 

El resultado, desde nuestra perspectiva, es una red compleja -tridimensional si pretendemos representarla- en la que las posiciones de las comunidades urbanas se plantean en términos de acelerada variabilidad, y en las que las sucesivas posiciones verticales (no jerárquicas en un sentido formal, sino en términos de estratificación entendida, como la estratificación social, con relación a la producción -clases- y al consumo -status- de bienes) no vienen determinadas por un solo elemento (sea el tecnomarketing -Castells y Hall-, sea la posición geoestratégica centro/periferia -Sassen-, sea la sostenibilidad medioambiental), sino más bien por un conjunto de variables -incluidas las anteriores- que debemos empezar a estimar, sin olvidar la influencia del azar y de otros presupuestos de la teoría del caos, particularmente interesante para el análisis de la dinámica futura de las ciudades -no olvidando con ello la tendencia natural de las sociedades humanas a fijar estructuras estables de dominio, que suelen basarse en organizaciones desiguales, con el objetivo de evitar la caída de los sistemas en la entropía. (...)"

Referencia:
Baigorri, A. (1998), "Hacia la urbe global. ¿El fín de las jerarquías territoriales?", XIV Congreso Mundial de Sociología de la ISA, RC07 Future Research Session, Montreal, Julio 1998  (recogido en Sociological Abstracts, Jyly 1998, 98S33604)

3.07.1996

Regadío, territorio y desarrollo socioeconómico de Extremadura (1996)




El artículo repasa la situación actual, y las perspectivas de futuro de1 regadío. Sin una fuerte tradición, el regadío se implanta en Extremadura con el Plan Badajoz, aunque en los años '80 se inició un proceso de transformaciones de iniciativa privada. Hoy las zonas de rcgatdío, ocupando una pequeña parte de la superficie de la rrgión, concentran casi la mitad de la producción agraria, así como a la mayor parte de la población y de la riqueza extremeñas, articulando en suma el territorio.

Se propone por tanto su consideración como infraestructura básica para el desarrollo, señalándose los frenos tanto internos (estructura de la propiedad, conservadurismo ambientalista, falta de una cultura del agua ... ) como externos (intereses de otras regiones y naciones) que hoy limitan, más que los condicionantes "naturales", el desarrollo de los regadíos en el Sur de España. 

De lo expuesto se deriva la necesidad del aumento de la superiicie regable en Extremadura, en tanto la agricultura moderna de regadío es -en esta región- la base del desarrollo industrial, del terciario, e incluso en parte del cuaternario, y posibilita incluso -desde una perspectiva ecosocial- la liberación de tierras de agricultura marginal para su devolución a la superficie boscosa.

(Extremadura; regadlos; desarrollo; ecologia; orientación del territorio; sociologia rural; politica hidraúlica;
ejes).


Referencia y enlace al texto

Baigorri, A. (1996), "Regadío, territorio y desarrollo socioeconñómico de Extremadura", en Rodriguez, M., Torres, G. y Baigorri, A., Actas de las Jornadas Internacionales sobre el Regadío y el Agua en el Suroeste Peninsular, Aderco, Olivenza


10.05.1995

Comarcalización en Extremadura. Materiales para el debate (1995)

En 1995 los de IU organizaron en Cáceres unas Jornadas de Ordenación del Territorio. Escuchaban entonces todo tipo de voces, y me invitaron a exponer mi posición sobre el tema.  

"En mi opinión el territorio, o por decirlo con más exactitud el ecosistema humano, en absoluto puede considerarse como un conjunto de unidades de información que podamos tomar analíticamente como si de elementos químicos se tratase, para formularlos y reformularlos a nuestro antojo. Ocurre exactamente igual que con el hombre: hoy estamos ya en disposición de tomar sus elementos físico-químicos constitutivos, su ADN, y reconstruirlo a nuestro antojo, produciendo una criatura teóricamente superior. El problema estriba en que el animal resultante ya no será un hombre, sino un monstruo; puede que adecuado para la vida en un mundo hecho a su medida, pero incapaz seguramente de insertarse en las sociedades realmente existentes.

En los países y regiones menos desarrollados hemos asistido en las últimas décadas a proyectos de ordenación territorial de este tipo, que indefectiblemente han conducido al fracaso y al conflicto social. Uno de los casos nacionales más conocidos es el de Mozambique, donde una planificación cuadriculada intentó imponerse a la fuerza a la sociedad tribal existente, mediante una política de creación de ciudades nuevas en las que se concentraba a las diversas tribus. La consecuencia ha sido una revolución social que ha causado miles de muertos. (...)

Ese análisis de la realidad debe llevarnos también, forzosamente, a hacernos algunas reflexiones políticas, por cuanto al fin y al cabo estamos tratando de conceptos que conllevan una organización política. Sin definirme a priori ni como comarcalista ni como anticomarcalista, sí que considero importante sin embargo el contraponer el concepto de mancomunidad funcional, que teniendo un origen predemocrático supone sin embargo una estructuración de abajo arriba, desde la base que en este caso son los municipios, a la comarca administrativo-política como estructura impuesta de arriba a abajo, desde el poder regional al municipal. Del mismo modo que, en términos sociológicos, cabría considerar la cuestión, todavía no superada plenamente en España, del caciquismo, y del impacto que esta estructura de poder podría tener superpuesta a una estructura políticoadministrativa comarcal. (...)

En cualquier caso, puestos a definirse en un sentido u otro, personalmente me inclinaría, eso sí sin demasiada convicción antes de realizar un estudio monográfico, por la división de la región en cuatro provincias: las capitales de las dos nuevas provincias serían Plasencia y Villa-Benito (...)"

Acceso al texto completo

Ref:  Baigorri, A. (1995), "Comarcalización en Extremadura. Materiales para el Debate", I Jornadas de Ordenación del Territorio, Izquierda Unida, Cáceres.

7.17.1994

Regadíos, ecología y desarrollo económico en Extremadura (1994)



Se trata de un texto que preparé a petición de la Cámara de Comercio de Industria de Cáceres, para un volumen  de 'Estudios de Economía Extremeña' correspondiente a 1994. La verdad es que no sé si llegó a publicarse. Resumía y afinaba otros  trabajos previos sobre el  tema. De las conclusiones:


"Si definimos el espacio protegido como aquel fragmento del territorio que contiene elementos ambientales (bien sea un ecosistema completo, una especie endémica en vías de extinción, una masa forestal autóctona importante...) dignos de ser preservados para las generaciones futuras, estamos aplicando una noción estática de la Ecología, y en general de la vida. Por el contrario, la superficie del planeta que hoy conocemos es la consecuencia de millones de cambios climáticos, geológicos y ambientales a lo largo de otros tantos millones de años. Y si en base a la definición propuesta se pretende, con la protección, que el estado que algunos ecosistemas interesantes presentan en un momento dado se preserve, estamos tomando en cierto modo una decisión antiecológica, pues la Ecología implica cambio y mutación permanente. De ahí que, para algunos, el simple proteccionismo esté en cierta manera tan distante ideológicamente del Ecologismo. Este pretende no tanto practicar la arqueología como asegurar a las generaciones futuras que también ellos podrán seguir usando, gozando, y sobre todo haciendo producir, este planeta. En realidad, esa capacidad de producción es la esencia de los espacios protegidos, o a proteger. Salvo quizás las selvas amazónicas y otros territorios despoblados (y aún éstos sólo en parte, pues no conocemos la actividad humana que pudieron soportar hace diez mil años), en el resto de los casos se trata de espacios cuya conformación y estructura ecológica actual responde a las interacciones desarrolladas con las comunidades humanas que los han habitado y explotado durante cientos o miles de años. Unicamente unidades muy concretas como los manglares o los atolones coralinos podrían sustrarse de esta concepción. Hace ya muchos años, antes de que existiésemos los ecologistas, el profesor Monserrat, del Centro de Investigaciones del CSIC en Jaca, demostró que los bosques son el producto de los pueblos que los han habitado, y que han procedido a una progresiva y continuada selección de especies y una ordenación territorial no planificada, en función de sus necesidades ganaderas y forestales. Esencialmente podemos decir lo mismo de la Dehesa. Naturalmete, cuando esos bosques dejan de responder a la función que los ha generado es cuando se transforman en espacios frágiles. Pasan a cumplir una función para la que no han sido diseñados, como puedan ser el ocio y el turismo, y lo más probable es que acaben siendo pasto de las llamas. El nuevo bosque que surja (suponiendo que surja, es decir, que la erosión no acabe con la capa vegetal), cincuenta o cien años más tarde será distinto, y dependerá su conformación del uso y función a que se destine por sus moradores o vecinos.
Lo dicho puede aplicarse a los miles de kilómetros de sotos y vegetación de ribera destruídos en los últimos años en los ríos españoles. Durante siglos han suministrado madera a los pueblos vecinos, caza menor, han protegido de las inundaciones periódicas.
Mientras ello era así, los habitantes de los pueblos vecinos los conservaban, los vigilaban incluso, quedando recuerdo de numerosas ordenanzas municipales de protección de estos espacios altamente productivos y funcionales. Mas la regulación aguas arriba de los ríos, la introducción de otras formas de calefacción, y otros cambios en la civilización, casi los hace innecesarios a los ojos de sus habitantes. Como además eran a menudo espacios insalubres y focos de infección, se apartan de ellos, se quiebra el control social. Llegan quienes se hacen cargo y los reconvierten en choperas, o pasan a ser pasto de turistas y domingueros, que en poco tiempo acaban con ellos.
En suma, cada modelo de producción, cada sistema productivo, además de ser determinado por la infraestructura ecológica, precisa a su vez de una Naturaleza funcionalmente adaptada a sus necesidades. La Naturaleza no es algo externo al Hombre y sus sociedades, sino que se encuentra estrechamente interrelacionada. Y en consecuencia los espacios protegidos, o a proteger, no son sino el fruto de las actividades humanas en su interior. Los espacios que hoy consideramos de interés lo son porque los han conservado sus pobladores. Con usos que, en el periodo histórico en que fueron diseñados, debieron causar un fuerte impacto ambiental; eran lo que ahora llamamos tecnologías punta.
Naturalmente, estamos haciendo un análisis materialista de las cuestiones ecológicas.
Hacer otro tipo de consideraciones es puro romanticismo, apto para las movilizaciones ambientalistas pero inservible para el análisis social.
Partiendo de estas consideraciones, siempre he insistido en que la consideración de espacios protegibles no debe limitarse a los denominados espacios naturales, sino que debe extenderse a todos los espacios que, producidos por la acción humana o por la interacción entre hombre y Naturaleza, se ofrecen hoy como ecosistemas complejos y a la vez frágiles, dignos de ser conservados no sólo por sus valores ecológicos sino por su importante función productiva. Es el caso, en el que siempre he hecho especial hincapié, de las huertas milenarias que ocupan miles de hectáreas de muchos pueblos y ciudades españoles. Quizás habría que considerar todo el territorio como espacio protegido, en unos casos para su conservación, en otros para su transformación y mejora ecológica. 

Y no hay que olvidar que el hombre necesita tanto de unas áreas útiles para la satisfacción de sus necesidades materiales, como de otras, o de todas ellas simultáneamente, para la satisfacción de otro tipo de necesidades del espíritu. El problema del capitalismo es justamente que conduce a los hombres a considerar sólo la función productiva del territorio, y aún ésta únicamente en términos de rentabilidad mercantil. De ahí que el puro conservacionismo conduzca a menudo a callejones sin salida, al olvidar las bases de funcionamiento real de la economía y la sociedad. Sólo la superación de las contradicciones básicas del capitalismo posibilitaria, en este sentido, una auténtica gestión ecológica del territorio (ahí está la clave diferencial entre el conservacionismo y el ecosocialismo), aunque únicamente pueda plantearse en términos de utopía tendencial. Y ubicándonos en un utilitarismo bien entendido, sólo el mantenimiento de la función productiva (entendida no con la simple lógica del beneficio) puede facilitar la auténtica conservación. En este sentido, la relación entre regadío y ecología me ha preocupado especialmente desde hace años (...)"


Texto Completo

Baigorri, A. (1994) Regadíos, ecología y desarrollo económico en Extremadura, Estudios de Economía Extremeña 

11.16.1993

Próxima parada, Extremadura (1993)



Entre que lo escaneo en condiciones y no, pego del fichero en WordPerfect que encuentro, no parece la última versión que envié al periódico, pues el título es distinto y es más largo, y tiene unos párrafos dirigidos explícitamente a las gentes del PSOE, que finalmente no aparecen en el publicado. No creo que "censurados", porque nunca me recortaron un artículo de opinión, otra cosa es que yo lo acortase por alguna otra razón que no recuerdo. Teniendo en cuenta que apenas llevaba 8 años viviendo en Extremadura, aunque tres lustros viniendo por aquí, quizás fuese un ppoco pretencioso el planteamiento. Pero lo leo décadas más tarde (cuando ya se me puede considerar siquiera extre-maño, para complicar aún más en mis descendientes mis "ocho apellidos vascos", en realidad navarrros de la Baja Navarra francesa) y lo encuentro muy acertado, mal está que yo lo diga.


"LA DIVISION SOCIALISTA Y LA UNIDAD REGIONAL

Artemio Baigorri


En los últimos meses, hemos asistido a un cierto renacimiento del secular enfrentamiento interprovincial (o más exactamente, provinciano) entre Cáceres y Badajoz -o viceversa-. No son pocos los acontecimientos que avalan esta hipótesis: desde el grave conflicto placentino, que en cierto modo recuerda peligrosamene el estilo de las Ligas italianas, al más reciente surgido por el torpe olvido del MOPTMA hacia el tramo Cáceres-Plasencia de la autovia de la Plata, los hitos son numerosos, y a cual más lacerante. Si demasiado a menudo la reivindicación procede del Norte de la región, no siempre es así, y basta recordar cómo en estos meses han abundado las propuestas, desde Badajoz, de dividir la UEX en dos universidades, o cómo se ha insistido ladinamente, desde ciertos ámbitos, en que la mayor parte de los proyectos de la Corporación Empresarial se localizan en el Norte de la región. Sería ridículo, en este sentido, buscar culpables, aunque es inobjetable que hay ciertos especialistas del agravio comparativo, a veces incluso con nombre, apellidos y cargo político.

El propio conflicto surgido en el Partido Socialista en estos últimos días es, a mi modo de ver, no otra cosa que una refriega más en la larga guerra interprovincial. Es obvio que, si el asunto ha preocupado tan seriamente a las fuerzas vivas de la región, y en general a todos quienes de una u otra forma nos preocupamos por el desarrollo de Extremadura, no es tanto por su apariencia de enfrentamiento felipistas-guerristas, sino porque pone en entredicho una unidad regional duramente conseguida a lo largo de la pasada década. Porque ese es el problema de fondo. El resto de los partidos han funcionado tradicionalmente en las dos provincias como partidos plenamente separados, a veces incluso con estrategias contrapuestas (algunos incluso son de hecho uniprovinciales, como ocurre con los grupos regionalistas), mientras que el PSOE, y algo habrá influído en ello la gestión de Rodríguez Ibarra, ha sabido mantener una estrategia unitaria por encima de las evidentes diferencias ideológicas y personalistas de sus distintas familias. Con ello no sólo se ha conseguido un partido auténticamente regional, sino que a través del control de la Administración se ha conseguido la instauración de un sentimiento de región en la inmensa mayoría de los extremeños. Y lo que muchos nos tememos ahora es que, si el PSOE se rompe, o se rompe siquiera su unidad de acción, Extremadura como concepto también se romperá. Es decir, la contradicción que subyace a las noticias que han llenado las primeras páginas de los periódicos regionales en los últimos días no es de tipo superestructural (un conflicto entre personas, ni siquiera entre concepciones ideológicas), sino de carácter estructural y territorial.

Por ello sería un error que, desde dentro del propio partido, los socialistas se quedasen en su análisis al mero nivel de la lucha interna de tendencias, pues de hecho las tendencias neoliberal y socialdemócrata están tan presentes en Cáceres como en Badajoz, como lo están con mayor o menor fuerza, en ambas provincias, otras tendencias menores. Y no sería menor la torpeza de los partidos de la oposición si se alegrasen de este tropiezo del PSOE, olvidando la advertencia del viejo aforismo sobre las barbas propias y las del vecino.

El problema que subyace a la rebelión cacereña es el eterno problema: la biprovincialidad de esta región. La bipolaridad es la causa de todos los grandes conflictos sociales, como la ha sido durante décadas de los conflictos internacionales, porque la bipolaridad nunca es equipolaridad. La existencia de una provincia en la que se asienta más del 60 % de la población regional, conduce irremisiblemente a la concentración de inversiones, y a que en la otra provincia se abone un sentimiento de marginación, o cuando menos de discriminación. No es un problema de diferencias étnicas (que las hay, y muy profundas, como en todas las regiones españolas), sino un mero problema de matemáticas. Que los oliventinos no tienen nada que ver con los veratos es una obviedad, pero del mismo modo que las gentes de las Vegas Bajas en poco se parecen ya a las de La Siberia o las de Sierra Morena. Dentro de cada una de las dos provincias podemos hallar profundas diferencias antropológicas. El primer problema es que siempre habrá que hacer 1,6 puentes en Badajoz por cada puente en Cáceres, si se desea ser justos; y si con ese puente no se satisfacen las necesidades de Cáceres el sentimiento de insatisfacción se situará por encima de la razón. El segundo problema es que no hay otros ámbitos con los que contrastar las desigualdades, porque sólo hay dos comensales alrededor de la mesa.

Cuando hay bipolaridad la justicia no es posible. Los sociólogos y psicólogos sociales lo han estudiado en profundidad en relación a los microgrupos humanos, y las provincias no son sino abstracciones orgánicamente equiparables a personas. Por muy artificiales y recientes que, en términos históricos, sean. El presidente Ibarra ha venido haciendo un indudable encaje de bolillos entre las provincias para conformar el gobierno regional, tanto a nivel de consejeros como de directores generales, y es de suponer que en su partido habrá venido haciendo algo parecido. Pero el problema es irresoluble, porque se parte de una realidad desigual. Por eso el actual conflicto interno del PSOE reaparecerá cualquiera que sea la forma en que, por ahora, se solucione. Ayer fue desde la izquierda del partido, hoy desde la derecha, y mañana será desde cualquier otra opción que permita racionalizar en términos ideológicos un enfrentamiento que tiene raíces mucho más profundas, estructurales según he señalado. 

De ahí que, si es cierto que no hay mal que por bien no venga, estos acontecimientos debieran servir para plantear las cosas, definitivamente, en términos realistas, y no desde la mistificación racionalizada. Y desde esos planteamientos realistas, la única opción que se les puede aparecer como viable a largo plazo a los socialistas extremeños, si quieren seguir unidos, es la única viable asimismo para la región: la ruptura de la biprovincialidad.

Naturalmente, las soluciones son siempre más complejas, y conflictivas, que los apaños. Exigen de principio un debate previo, mientras que en el enfrentamiento visceral y bipolar no es necesario, basta con la discusión. Pero las soluciones son, cuando menos, duraderas, mientras que los apaños son sólo circunstanciales.

Personalmente he tenido ocasión de manifestarme contrario a la mayoría de las propuestas de comarcalización que se han hecho hasta el momento, algunas de las cuales llegan a ser auténticos delirios liliputienses. Es una cuestión conceptual, de base, que no voy a alargarme en explicar aquí. Pero la necesidad de romper los conceptos de Badajoz-provincia y Cáceres-provincia es ineludible, y por eso me he mostrado partidario de partir de un instrumento administrativo-territorial ya probado, conocido y suficientemente eficaz como es la provincia (por más que sea una figura actualmente en revisión, especialmente en lo que hace al papel de las Diputaciones, ello no le quita funcionalidad), y aplicarlo como medicina para romper la bipolaridad. En este sentido, no me cabe ninguna duda de que una nueva organización territorial, basada en la existencia de cuatro provincias, diluiría la división actual y potenciaría el sentimiento de región. Y para ello no hace falta extraños y rimbombantes experimentos de laboratorio: bastaría dividir la provincia de Cáceres en dos para, además, solucionar de paso el secular irredentismo placentino; mientras que hacer lo propio con la de Badajoz aportaría racionalidad territorial a esta demasiado extensa provincia, además de permitir posiblemente la definitiva unificación del continuum urbano Villa Benito, que se constituiría en capital de esa cuarta provincia, y tercera ciudad de la región. El caso de Mérida requiere sin duda una reflexión más detenida, pues hay tantos pros como contras en su posible consideración como distrito federal.


La política de Rodríguez Ibarra ha logrado hasta el momento tres o cuatro grandes activos, por señalar algunos en los que la inmensa mayoría de los extremeños estaremos de acuerdo: ha frenado la decadencia acelerada de esta región, que hace poco más de diez años iba camino de la nada, por más que la crisis enturbie hoy este logro; ha enraizado el sentimiento regional en pueblos muy distintos -y distantes- entre sí; ha conseguido que los extremeños, además de sentirse como tales, se sientan orgullosos de serlo, sin que con ello se haya generado ningún tipo de chovinismo insolidario (al contrario de lo que ha ocurrido en otras regiones del Estado); ha conseguido que Extremadura, o al menos su presidente, sea una interlocutora más en el concierto de los pueblos de España, a nivel de igualdad por lo menos a la hora de hablar. Otros logros pueden ser discutibles para algunos, y habrá quien crea que son más los errores que los aciertos, pero los señalados son incontestables en su obviedad.

Ahora bien, la obra quedará a medias si Extremadura no se dota de una estructura político-territorial que facilite con mayor eficacia la acción sinérgica de todas las fuerzas de la región en beneficio, equilibradamente redistribuído, de todos. Si el equilibrio intraregional queda para siempre al arbitrio del presidente, o del secretario regional de turno del partido que en cada momento ostente el poder, esta tierra será para siempre una jaula de grillos, de dos únicos grillos eternamente enemistados. Si hoy están permanentemente en pie de guerra, con razón en ocasiones, sin razón en otras, los del Norte, mañana pueden estarlo los del Sur. La solución es sin duda compleja, y conlleva cambios legislativos, tanto a nivel regional como nacional, importantes. La solución no puede ser inmediata. La solución puede ser dura para las dos principales ciudades de la región. Pero, sobre todo, la solución es única. No hay vías alternativas.

Estoy seguro de que Rodríguez Ibarra conseguirá, con su intuición y su habilidad táctica, coser siquiera provisionalmente las heridas de su partido, de cara al congreso nacional del PSOE. Sobre todo sus militantes, pero también todos quienes simpatizamos con su proyecto progresista, e incluso quienes no simpatizando con él desean una estabilidad política en la región, nos sentiremos aliviados. Pero todo se quedará en un respiro momentáneo si no se apresta a enfrentarse al auténtico desafio. El gran desafío, ya lo he dicho, es el de solucionar definitivamente el problema territorial que, recurrentemente, como esos virus traidores, infecta a la sociedad extremeña: el biprovincialismo. O dicho más crudamente, en términos que no me he atrevido a utilizar para titular estas reflexiones, el cainismo provinciano. Si Rodríguez Ibarra se va, sin antes intentar al menos resolver definitivamente esta contradicción estructural, le quedará siempre la duda de si no habría algo de cierto en esas acusaciones de cesarismo que, injustamente sin duda, desde ciertos sectores se le han hecho. Cuando Ibarra se vaya no puede dejar a su sucesor sentado a la mesa con Caín y Abel, aunque estos intercambien de tanto en tanto sus papeles, sino sentado frente a un único interlocutor: Extremadura."



Referencia: Baigorri, A. (1993) "Próxima parada, Extremadura. Del biprovincialismo como conflicto estructural", El Periódico de Extremadura, 1/12/1993



4.17.1990

Espacios naturales y ordenación del territorio (1990)

Es una conferencia conferencia pronunciada en la Universidad de Zaragoza en abril de 1990, en el marco de unas Jornadas de Divulgación Ecológica. Una de mis tres únicas intervenciones en Aragón desde que emigré. En ella resumí todo lo que hasta ese momento había reflexionado en torno a la Ordenación del Territorio y la Urbanística.

"La primera parte plantea una introducción a las Ciencias del Territorio, bajo el paradigma de la Síntesis Ecológica. La finalidad principal de este tipo de conocimiento de la realidad física consiste en la ordenación equilibrada del medio físico en
que se desenvuelve la vida del Hombre, en función de las necesidades a corto, medio y
largo plazo de éste como especie histórica. La segunda parte pretende un acercamiento,
desde esta perspectiva, al caso de la comarca natural del Moncayo.
Como las 'Jornadas de divulgación ecológica' van dirigidas a un público compuesto
básicamente de estudiantes universitarios, he incluído mediante notas a pie de página
algunas referencias bibliográficas que les permitan ampliar sus lecturas sobre el tema.
(...)
El Ecologismo, como la Reforma en los siglos XVI y XVII, la Ilustración en el siglo
XVIII, o el Socialismo en los siglos XIX y XX, va a ser el paradigma no ya de este último cuarto de siglo que estamos viviendo, sino sobre todo del siglo XXI. A su vez,
como ha ocurrido con esos otros modelos civilizatorios, el Ecologismo sólo será paradigma de nuevas formas de civilización si, como aquéllos otros, consigue ofrecer una nueva síntesis que contenga, junto a las nuevas perspectivas que ofrece, todo lo que de progreso contienen los paradigmas precedentes. Unicamente en este sentido puede
hablarse de Síntesis Ecológica, y sólo por esta vía pueden superarse las aparentes contradicciones entre Progreso y Medio Ambiente, entre crecimiento económico y Calidad de Vida. No es extraño así que los sociólogos integradores descubran, al analizar las características del nuevo paradigma, "un cierto paralelo con ideas e ideologías políticas del pasado" (1) Por supuesto, estos planteamientos parten de una concepción positiva y dialéctica del progreso humano.
(...)
En realidad, la cita de Reclús que acabamos de leer es la mejor síntesis que nunca haya
leído del objeto de lo que hoy conocemos como Ordenación de Territorio, que en realidad no es mucho. Hablar de O.T. es hablar de conceptos muy diversos, y a veces incluso divergentes, según la perspectiva que tomemos. "Ocurre con ellas, como con otras cuestiones, que su conocimiento es más intuitivo que discursivo, pues se adaptan más a una noción que a una definición" (6). Desgraciadamente está por desarrollar una Ciencia del Territorio, autónoma en su metodología y conceptos, y hasta que tal ciencia haya adquirido carta de naturaleza seguiremos navegando en disquisiciones más o menos interdisciplinarias, o más exactamente en peleas entre disciplinas que se acercan al territorio, a menudo, desde presupuestos y con objetivos diametralmente opuestos. Algún día saldrán de esta misma Universidad los diplomados en Ciencias del Territorio, sea por la rama de Urbanismo, sea por la de Ruralismo (7), o sea por la de Ambientalismo y Paisaje; esperemos que no los llamen 'ingenieros urbanistas', 'ingenieros territoriales', 'ingenieros en sistemas ambientales' o algún otro pretencioso término tecnocrático.
Por ahora, y en tanto construímos esa nueva ciencia, conformémonos en definir de qué
modo se acercan a eso tan vago de la Ordenación Territorial los diversos agentes que de
una u otra forma intervienen en su gestión.
(...)
Vamos a centrarnos en un aspecto de la Ordenación Territorial que nos permita hilvanar, al ir bajando de lo general a lo particular, con la última parte de esta sesión, que
dedicaremos al Moncayo. Hacia 1977 iniciamos una rudimentaria reflexión sobre la
competencia por el uso del suelo, con un análisis sobre el espacio agrario en el Alfoz de
Burgos dentro de los trabajos previos a su Plan Director Territorial; luego he podido
repetir el análisis más a fondo en áreas muy diversas como las ciudades de Alicante,
Puerto de Santa María o Badajoz, la región de La Rioja o el Area Metropolitana de Madrid. Lo que en un principio entendíamos básicamente como un aspecto más de la tradicional oposición campo-ciudad, he venido intuyendo después que se trata de algo más, de una competencia en realidad multifactorial; a medida que he percibido cómo desaparecía la oposición campo-ciudad, al estructurarse el territorio de los países desarrollados en un contínuum crecientemente isomórfo (por encima de las diferencias paisajísticas derivadas de la diversidad bioclimática y geológica) directamente al servicio de la red de ciudades, he venido llegando a la conclusión de que ahora mismo los protagonistas de la competencia no son los campesinos frente a los urbanitas, sino una especie de todos contra todos. Y no hace falta acudir al básico ejemplo de los ecologistas urbanos que compiten, pretendiendo un uso biológico-estético de ciertos suelos caracterizados como 'espacios naturales', con los domingueros (que los desean para un uso recreativoresidencial), las grandes corporaciones industriales (que los precisan para instalar sus plantas de producción) o el Estado (que en ocasiones los precisa para situar sobre ellos grandes infraestructuras). Hay otras muchas competencias, que se dan dentro incluso de lo que podríamos llamar el bloque histórico productivista: los promotores inmobiliarios y turísticos compiten por ejemplo con las grandes factorías potencialmente contaminantes; unos y otros con las explotaciones mineras; los propios usos infraestructurales, dirigidos funcionalmente en beneficio de la maquinaria productiva, pueden hallarse en competencia con otros usos productivos agrarios, industriales o inmobiliarios. En cualquier caso, estas competencias no debemos olvidar que se dan en el marco de un sistema económico determinado, el capitalismo.
(...)
La primera consideración que hay que hacer cuando nos acercamos al Moncayo desde
las Ciencias del Territorio, la Ordenación Territorial o como lo queramos llamar, es que
constituye la mayor altura y la mayor masa frondosa que en un radio de 100 kms pueden encontrar al menos un millón de habitantes del área metropolitana del Ebro, entre
Zaragoza y Alfaro. De éstos, al menos 500.000 tienen una necesidad real de disponer de
un espacio como este para relajarse del estréss urbano. En este sentido, el Moncayo debe ser considerado como un parque metropolitano. Lógicamente aquí tenemos un primer punto de competencia por el uso del suelo: las grandes ciudades del valle lo necesitan para el ocio, mientras que los pequeños pueblos de la zona lo necesitan para seguir desarrollando su agricultura, su ganadería, su caza, su explotación forestal, como siempre lo han venido haciendo. Y, por esas contradicciones de las sociedades modernas, nos encontramos con que en términos democráticos no pueden prevalecer, sin más, los intereses de 1.200 almas que debe haber en la comarca, sobre el millón del área metropolitana"


Ref.
Baigorri, A. (1990), 'Espacios naturales y ordenación del territorio', Conferencia en la Universidad de Zaragoza
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2.20.1990

Propuesta para unas Directrices de Gestión urbanística de los pueblos del Moncayo (1990)

Este documento forma parte del extenso Currículum de Fracasos que salpica este repositorio (y no están, ni mucho menos, todas las propuestas infaustas).



A finales de la década de 1980, la recuperación económica volvió a hacer apetecibles determinados proyectos de turistización de espacios naturales que, iniciados a finales de la de 1960, la larga crisis económica derivada de la del petróleo (1973) paralizaría. Uno de los espacios objeto de intervención fue la Sierra del Moncayo. Situado a apenas 80 kms de Zaragoza, y 30 de Tudela, era una alternativa de más rápido acceso que el Pirineo, y más asequible a las clases medias bajas, por lo que se pusieron en marcha varios proyectos de urbanización. De forma aislada se venían produciendo conflictos, como el que desencadenó que la Diputación de Zaragoza nos rescindiese, a finales de la década de 1970, el contrato al equipo que realizábamos unas Normas Subsidiarias Comarcales, por nuestra oposición a que un alto mando del ejército se construyese un chalet en la misma puerta del convento de Veruela, junto a la Cruz de Becquer. Curiosamente el abogado que defendía el atentado urbanístico y ambiental, Emilio Gastón, que arrastraba un gran prestigio entre la progresía local, sería luego Defensor del Pueblo regional. Así que el coronel hizo su chalet, y encima bendecido jurídicamente por uno de los popes de la progresía zaragozana. Así que ahí sigue el chalet, y a nosotros simplemente nos echaron.





Pero, decía, a finales de los 80 nuevos proyectos de turistización generan conflictos en la comarca. Si una década atrás pudierámos decir que las fuerzas vivas de la zona se levantaron contra el planeamiento (hay que decir que el militar del chalet había "ayudado" en la mili a numerosos reclutas de Vera del Moncayo, lo que provocó un movimiento de apoyo al chalet), esta vez surgieron plataformas y organizaciones de oposición a la urbanización que se proyectó, en 1987, primero en Añón y luego en Alcalá de Moncayo.


La aparición, entre los actores, de un nuevo grupo ecologista  de Zaragoza (formado por antiguos militantes del PTE reconvertidos al ecologismo) que intenta adoptar a nivel local los métodos del entonces emergente a nivel global Greenpeace (los llamados Ecofontaneros), realizando diversas acciones en las obras, va a suponer un altavoz importante. Entre 1988 (he recogido algunos elementos claves de este conflicto en mi trabajo Notas y Materiales sobre el Conflicto Social en el Marco de la Urbe Global de 1995) y 1991 se extenderá este conflicto socioambiental. Todavía vinculado a la zona porque aún pasaba buena parte del verano entre Gallur y Mallén, participé entonces activamente, aunque a distancia, entre 1989 y 1990; publicando varios artículos (alguno en verso, uno de los pocos artículos de opinión en verso que se habrán publicado) sobre el tema en el periódico El Día de Aragón, e impartiendo una conferencia en la Universidad de Zaragoza.
Para enfrentar, o difuminar el conflicto, el gobierno de Aragón convocó un concurso para la elaboración de unas Directrices de Gestión Urbanística para la zona. Osea, las NNSS Comarcales que nos habían rescindido una década antes (aunque las competencias entonces las tenía la Diputación Provincial, eran los mismos). Lógicamente, y aunque me enteré de chiripa, presentamos una propuesta... que lógicamente no ganó el concurso. Porque el concurso lo ganó la propuesta de un arquitecto sobrino del Presidente de Aragón. Ese presidente era el asturiano Hipólito Gómez de las Roces, que ya había sido presidente de la Diputación de Zaragoza por la gracia de Franco. Como anécdota, llevábamos en el equipo a Ramón Fernández Durán. Algunos elementos de la propuesta los discutiría con él, pues en esa época me quedaba a menudo en su casa, los fines de semana en que iba a Madrid a la UPSAM, donde cursaba CCPP y Sociología a distancia.

Me admiro ahora de lo que lograba hacer con aquel rudimentario First Publisher (que no sé cómo conseguiría, en algún disquette de los que venían en las revistas de Informática) con el que enredaba haciendo autoedición ¡en MSDOS!. La leche (la memoria en sí va seguramente en WP 5.0)


"HIPÓTESIS A: La gestión debe ser mancomunada 
Hace unos diez años tuvirros ocasión de equivacarnos al plantear la conveniencia de crear una Mancomunidad de Municipios del Moncayo -el redactor de esta propuesta tuvo bastante protagonisrro en ello. No varros a extendernos aquí en repetir los planteamientos desarrollados en aquel momento, pero no dedemos ocultar que fue justamente esa cuestión, junto al intento de protección de ciertos espacios de interés, lo que determinaría el fracaso de un intento de planeamiento comarcal que en la distancia
debemos juzgar como precipitado y falto de base socio-política -sin perjuicio de que consideremos que las soluciones que lo reemplazaron fueron aún más erróneas.
En cualquier caso, a lo largo de la pasada década se han desarrollado profundos cambios tanto a nivel estatal, corro regional e incluso corrarcal, en lo que a esta cuestión se refiere. Herros visto surgir Mancorrunidades tanto en Aragón como en otras regiones españolas, tanto de índole específica (el mantenimiento de un servicio) como de propósito general. El desarrollo del autogobierno regional ha influído sin duda en la aparición de actitudes favorables, y capacidades políticas y adrninistrativas para la
extensión de ciertos niveles de autogobierno a un nivel comarcal, incluyéndose en este punto las nuevas perspectivas abiertas con la Ley de Bases de Régimen Local. En el propio Sorrontano del Moncayo han cambiado también las cosas al respecto, al menos en buen número de mmicipios: la prolongación de la sangría derrográfica a que vienen siendo sometidos desde los años '60 ha llevado a pensar, a amplios sectores de la población. en la conveniencia de aunar esfuerzos.
La Mancommidad es de hecho la mejor forna institucional que la Ley prevé para atender a problerras corro el que nos ocupa; más aún si tenerros en cuenta que ello permite la participación colegiada de órganos superiores de la Adrninistración local/regional, con el soporte técnico y (...)"



Ref:
Baigorri, A. (1990), Propuesta para unas Directrices de Gestión Urbanística del Moncayo, TESYT

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1.09.1990

Urbanismo, medio ambiente y ordenación del territorio (1990)

Este texto es una propuesta de reordenación de las competencias en esas temáticas, que hice en Extremadura, cuando apenas llevaba cuatro años residiendo (aunque una década desde mi primer contacto), pero ya había decidido hacer de esta tierra la mía de adopción. Hacíamos mucho urbanismo y ordenación del territorio entonces, y Teresiano Rodriguezme aguantaba unos artículos de página completa en el HOY que hoy no me tolerarían.

El texto debió de circular antes de publicarse el artículo. No lo recuerdo, porque andaba uno gestionando una consultora, estudiando, movilizando vecinos contra los proyectos urbanísticos municipales y co-criando la prole, mucho jaleo; pero debió de circular porque tengo una carta de Ibarra (que incluyo en el fichero, no creo faltar a ninguna reserva cuando tiene publicadas sus memorias) en la que me responde, pero la carta es de fecha anterior a la de publicación del artículo. Me responde básicamente que mi propuesta no es viable.


Lo interesante es que, veinte años más tarde, ¿saben cómo se llama la Consejería correspondiente, dónde está ubicado el Medio Ambiente, el Urbanismo y la Ordenación del Territorio? Pues justamente ahí, en la que yo proponía con esos tres contenidos, más algunos añadidos: se llama, no sé desde cuándo, Consejería de Medio Ambiente y Rural, Políticas Agrarias y Territorio. Al menos hoy. Quizás en dos meses haya cambiado. Pero hoy es la Consejería que yo propuse como imprescindible para la región hace dos décadas. Si responde o no a los objetivos para los que fue propuesta, ya corresponde a otros decirlo.







¿Vamos a ver cómo llega desde el Wordstar, a través del recuperado WordPerfect 6?...Alehop, con aceptos y todo! Como en el fichero había un par de versiones, no sé si es siquiera la última publicada. 

"VERSION  2ª


     URBANISMO, MEDIO AMBIENTE Y ORDENACION DEL TERRITORIO
                       Artemio Baigorri

     Como nada sé de los entresijos de la Junta de Extremadura

ni de los apaños internos del PSOE, ignoro qué va a hacer Rafael
Olea, el ya ex-director general de Urbanismo, Medio Ambiente y
Ordenación del Territorio, en Madrid de diputado. Me alegro por
él si le eso le apetece, pero es una pérdida, por ejemplo, para
quienes intentamos hacer un Urbanismo humano y pensado en y para
Extremadura. Olea lo ha hecho bastante bien, al menos en lo que
al Urbanismo y la O.T. se refiere, y desde luego Juan Serna
acertó plenamente cuando se lo llevó de director general. En
cuanto al Medio Ambiente, tal vez no lo haya hecho mejor, pero
tampoco peor que el buen amigo Jesús Garzón.
     Mas dicho esto hay que decir también que no se está haciendo
un buen Urbanismo en Extremadura, y no creo que haya un buen
profesional que se atreva a desmentirlo (y allá él si lo hace,
pues las falsas alabanzas envilecen al que las hace y ensucian
al que las recibe). Al igual que no está funcionando la
Ordenación Territorial, y el Medio Ambiente no deja de degradarse
día a día. 
     ¿Qué ocurre pues para que habiendo habido buenas ideas e
intenciones en los dos extremos, de un lado un Director General
honesto e incluso a ratos utopista, de otro lado buenos
profesionales ilusionados e imaginativos, y voluntariosos
ecologistas, no termine de funcionar el asunto? ¿Acaso los
demonios de aviesas intenciones andarían comiéndose las migas que
vamos dejando por el camino, para inducirnos al extravío? Es
mucho más sencillo: Extremadura está creciendo. Ni tan deprisa
como algunos desean y prometen, ni tan despacio como otros
desearían y mienten. Simplemente crece, lo que no es poco, y
cuando hay crecimiento, cualquier indicador en el camino es
considerado un freno; cualquier consejo de variar el rumbo una
zancadilla; cualquier aviso una traición.
     Alguna vez he intentado razonar que Extremadura estaría
dando un salto en el vacío desde una sociedad agraria tradicional
y profunda a una sociedad postindustrial y 'ligera', casi sin
solución de continuidad. Naturalmente es una hipérbole, que
pretende apoyar la idea, crecientemente aceptada en la región,
de que no es preciso pasar por un estadio de industrialización
'a cualquier precio' para alcanzar un buen nivel de vida.
     Sin embargo, el sustrato de esa nueva sociedad extremeña
'nopobre' (aunque nunca podrá ser rica, tal y como hoy podemos
entender la riqueza de las regiones), crecientemente informada,
relajada y cómoda, está constituído de alguna manera por esos
tres elementos que dan título a la Dirección General que acaba
de abandonar Olea: el Medio Ambiente, el Territorio humanizado
y el Urbanismo. Sobre este sustrato se levanta la riqueza de la
región (desde la agricultura al turismo, pasando por la propia
industria), y se extienden los pueblos y ciudades donde
habitamos.
     Pero tantos años de espera de un industrialismo, que ni ha
llegado ni llegará, ha creado en las élites del poder económico
y político, a todos los niveles, una especie de reflejo
condicionado. Entrenados para abrir puertas a la industria, de
ello ha quedado una actitud que podríamos condensar en una frase
:"¡Que nos contaminen!". Se ha llegado a identificar contami-
nación y destrucción de los recursos naturales o patrimoniales
con creación de riqueza.
     Y sin embargo es completamente al contrario. Aunque a muchos
cueste creerlo, sólo una estricta conservación de todos los
valores regionales físicos (ambientales, territoriales,
urbanísticos, arquitectónicos) puede garantizar la consecución
de esa nueva sociedad extremeña basada en la calidad de vida.
Porque para 'lo otro' cualquier otra región española (hasta
nuestra vecina Castilla-La Mancha) está mucho mejor preparada y
mejor situada. El futuro de Extremadura sólo puede estar
fundamentado en mantener férreamente ese sustrato, porque es lo
mejor que podemos ofrecer en términos de economía de mercado:
unos pocos recursos limpios que ya no se encuentran en otras
regiones; un territorio despejado y cómodo para el que quiera
huir, con su centro productor al hombro, de la morralla y el
fango de las grandes ciudades; un millón de nuevos consumidores
con unas pesetas -pocas, desde luego- recién llegadas al
bolsillo; una posición relativamente buena, cara al '92, en el
triángulo Madrid-Lisboa-Sevilla; y sobre todo un paisaje todavía
virgen y variadísimo, unos pueblos y ciudades todavía cómodos y
de milagro aún hermosos, un cielo y un clima como pocos pueden
ofrecer. Poco, pero suficiente para dotar de un honorable nivel
de vida al millón de gentes que habitamos esta región.
     En estas circunstancias, mantener una Dirección general de
Ordenación del Territorio, Urbanismo y Medio Ambiente, ahí
perdida, casi como adorno, es un contrasentido. Y un error que
Extremadura puede pagar muy caro a veinte o treinta años vista.
Eso, independientemente de que la dirección general esté adscrita
a una Consejería inversora que, como tal, está obligada a no
pararse en minucias. Pero por otro lado la repetida propuesta de
las organizaciones ecologistas, en el sentido de crear una
Agencia de Medio Ambiente, separada del Urbanismo y la Ordenación
del Territorio, no parece tampoco adecuada en esta región, que
ni tiene el nivel cultural de Madrid ni la potencia económica y
extensión de Andalucía. Si bien podría quedar muy bien a niveles
propagandísticos, y sería un complemento decorativo ideal para
el Presidente, la solución no parece muy práctica (y de hecho ni
en Madrid ni casi en Andalucía se está mostrando como una buena
idea). Sólo un organismo con fuerza suficiente, de una parte para
imponer sus criterios a los organismos (y agentes privados) de
rango inferior, y de otra parte con capacidad suficiente para
enfrentar criterios a los de las Consejerías que por su propia
naturaleza se ven obligadas a hacer caso omiso del sustrato eco-
urbano-territorial, podría garantizar tanto la necesaria
independencia para el gestor de estos temas, como la atención y
el apoyo suficientes a los que desde fuera trabajan en ello.
     De ahí que sea un buen momento, este en que la Dirección
General está sin cubrir, para extinguir la plaza. Y crear una
Consejería de Ordenación del Territorio, Urbanismo y Medio
Ambiente. Ello obligaría de principio al resto de los órganos de
la Administración regional a asumir que estos temas deben estar
mucho mejor dotados presupuestariamente. Pues aunque el gasto en
este caso no siempre genere un producto visible a corto plazo
(salvo en algunas inversiones medioambientales), a largo plazo
su acción es determinante (más o menos como ocurre con Educación
y Cultura). Y dotaría de capacidad al gestor para acometer
medidas de alcance, que en este campo deben ser a menudo
legislativas (a corto/medio plazo se hacen imprescindibles para
la supervivencia del sustrato de la región al menos tres
documentos legales: una Ley del Suelo y de Armonización del
Desarrollo Urbano que adapte a las particularidades extremeñas
la legislación del suelo vigente o de pronta aprobación para el
Estado; una Ley de Directrices de Ordenación Territorial; y una
Ley General de Protección y Mejora y del Medio Ambiente
extremeño). Además de mayor autoridad moral y política -ya que
no legal- sobre los Ayuntamientos.
     Esa Consejería debería tener tres direcciones generales. La
de Ordenación, Planificación, y Prospectiva Territorial tendría
más funciones que las de hacer estudios comarcales: de un lado,
estructurar la masa de información que al más bajo nivel se
recoge a través de la realización del planeamiento urbano y
territorial, y convertir esa información en utilizable y
filtrable al resto de órganos de la Administración (a menudo los
desaguisados se cometen simplemente porque falta información, y
se tiende entonces a suplirla con el orgullo torero de 'la
acción'); de otra parte racionalizar el gasto en cartografía en
la región (pocos se hacen idea de las veces que se contratan los
mismos planos, para negocio de las empresas cartográficas de
Madrid y despilfarro del erario público), atendiendo a las
necesidades de todas las Consejerías y compartiendo con otras
Administraciones; en fin, diseñar unas directrices esenciales de
desarrollo armonizando los diversos intereses, en función de las
posibilidades del territorio.
     La D. G. de Urbanismo vendría a hacer lo que hacía hasta
ahora, aunque de la mayor especialización se seguiría lógicamente
una mayor capacidad de acción. Básicamente, tutelar (o realizar
subsidiariamente) el planeamiento urbanístico de nuestros pueblos
y ciudades, y sobre todo hacer cumplir la Ley (primero la estatal
y luego, cuando esté desarrollada, la regional) sin miramiento
de colores ni credos. En este sentido, cuando la cultura popular
ha desaparecido sin ser sustituída por una nueva cultura
urbanístico-arquitectónica positiva, sólo cabe cierta forma de
despotismo ilustrado como una fase provisional que a la larga
todos los municipios y ciudadanos agradecerían. Además de la
normal infraestructura administrativa debería disponer de agentes
ejecutivos con capacidad de imponer sanciones, e incluso de
iniciar procesos judiciales para proteger la legalidad
urbanística.
     En cuanto a la D.G. de Medio Ambiente, el simple hecho de
estar dentro de una Consejería específica la dotaría de los
recursos y capacidades de que ahora no dispone. Tal vez -en
cualquier caso deberían opinar los ecologistas- retomando algunas
competencias que erróneamente quedaron en Agricultura (como es
el tema de tratamientos fitosanitarios), y contando con su propio
centro de investigaciones biológicas.
     Evidentemente todo este programa global no puede hacerse
desde una Dirección General marginada, mal escuchada y peor
presupuestada, como hoy ocurre. Algunos opinarán que hablamos de
lujos, prohibitivos en una región en crecimiento. Pero es justo
ahora, en pleno desarrollo, cuando podemos y debemos distraer
parte de nuestro esfuerzo y aplicarlo a conservar el sustrato que
ha hecho posible el propio crecimiento. Es precisamente el
sustrato eco-urbano-territorial extremeño un lujo que hay que
cuidar como oro en paño. En realidad el único lujo que tenemos,
y en no pocos lugares puede decirse, ya, "que teníamos". "


Referencia y enlace al fichero


Baigorri, A. (1990), "Urbanismo, medio ambiente y ordenación del territorio", Diario HOY (9/1/1990), p.10


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