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8.09.1995

Sobre nacionalismo (1995)

Uno de tantos textos que se quedó en nada. Incluye un par de artículos publicados en prensa, y otras notas que en su momento se utilizaron en trabajos académicos, o en la licenciatura o en el doctorado, que debí plantearme ampliar en un momento dado pero que las vicisitudes diarias llevaron a que se quedasen en el "cajón" virtual.


"Como dijera Toynbee años antes de que estallase la Segunda Guerra Mundial, "la Historia está de nuevo en marcha". Apenas dos años después de que el torpe asesor reaganiano Francis Fukuyama proclamase el fin de la Historia, Europa se encuentra no ya haciendo Historia, sino incluso en tris de situarse, al finalizar el siglo XX, en la misma tesitura con que acabó el XIX: el Imperio Ruso de Yeltsin I planteando un expansionismo peligroso; las potencias exteriores promoviendo estados títeres en el Báltico; los Balcanes a punto de estallar; otros pequeños Estados emergentes, como Georgia, con líderes que exaltan a su población diciéndoles que "no está lejos el día en que el país será todo un ejemplo de grandeza para el mundo entero" (estamos hablando de la patria de Stalin)... Y Alemania, la Gran Alemania que no podía soportar estar dividida, apoyando subrepticiamente la desmembración de los Estados más débiles de su entorno.
Como siempre, no hay que preguntar '¿por qué?', sino '¿quién se benefi cia?', es decir, en términos funcionales a qué intereses materiales responde este fenómeno sociocultural. Por supuesto que la nación alemana, siempre Alemania, parece la gran beneficiada. ¿Para cuándo el IV Reich, cuánto tardará el volk en hacer de las suyas?. Pero aún en mayor medida se benefician los Estados Unidos, que mantienen así una Europa desunida. Tal vez los asesores de Bush se han creído las hipótesis de Jean Gimpel, que hablaban hace unos pocos años de una Gran Europa dirigida por una Rusia democrática.
(...)
Por todo esto, y algo más, la próxima guerra no derivará del enfrentamien to entre Socialismo y Capitalismo, entre el Este y el Oeste, ni tampoco entre el Norte y el Sur. La próxima guerra va a ser tan vulgar como casi todas las grandes guerras anteriores: el ansia expansionista de los nacionalismos
(...)
Por lo demás, este cúmulo de acontecimientos debería llevarnos a reflexio nar sobre si el camino elegido por España, hacia la plena integración en Occidente, ha sido el más apropiado. Sin comerlo ni beberlo (ahí está nuestro paseo por Irak y el que hemos estado a punto de hacer por Yugoeslavia) este país se está viendo envuelto en una dinámica internacional ciertamente peligrosa, de la que para bien o para mal llevábamos siglo y medio a buen recaudo. Y sin embargo (y el '92 debería ser una auténtica oportunidad) está todavía abierto el camino que podría convertir a España en líder del resto de países de habla hispana. Unos países que han heredado del nuestro un espíritu que no es aislacionista sino neutralista. Ese es el auténtico occidente de España, cuando vemos a dónde nos lleva nuestro norte oriental. A escoger entre serbios y croatas, entre rusos y lituanos, entre ingleses y alemanes... Por esta vía da igual de dónde, pero nos acabarán llegando los tiros de algún sitio.
(...)
por cuanto sistemáticamente en todas las elecciones de ámbito supraregio nal son las formaciones estatales las que obtienen la mayoría de los votos en Catalunya. Es decir, la mayor parte de la población censada en Catalunya opta por partidos que, en primer o segundo apellido, explícita o implícitamente, llevan el calificativo de español. Cuando los xarnegos pasan de la política, en las elecciones regionales, tan sólo los nacionalistas obtienen mayoría. Lo que de paso indica que algo no funciona en esa autonomía en la que millones de votantes pertenecientes a las etnias aragonesa, extremeña, riojana, navarra, andaluza, manchega... estiman que las elecciones regionales no van con ellos. Y, desde luego, algo muy similar a lo descrito en el párrafo anterior podría decirse del País Vasco (la particularidad de los gudaris y otros gamberrismos juveniles es justamente una de las esencias seculares vascas, forma parte de los ritos de paso en la cultura vasca, y no iba a terminar con ello el Estado de las autonomías; tan sólo decenios de paz democráti ca y modernización cultural pueden acabar con esas y otras salvajes muestras del folklore regional).
¿Qué ocurre, entonces, para que, en pleno desmelenamiento nacionalista de la periferia de Europa, las fuerzas hegemónicas del nacionalismo catalán y vasco destapen la caja de los truenos, y nos suelten a sus cancerveros, asustando al personal?
(...)
Es preciso serenarse. Porque si hay una xenofobia antiespañola (es decir, que afecta a todas las etnias españolas distintas de la vasca o la catalana) en vascos y catalanes, es avestrucil ignorar que por mucho Estado de las autonomías que nos ate no deja de haber mucha xenofobia anticatalana en otras muchas regiones españolas (los vascos caen mejor, pero la gente está demasiado harta de la condes cendencia nacional de Euzkadi para con los asesinos). Levantar las espadas no puede ser bueno para nadie, y mucho menos para catalanes y vascos que, como siempre ocurre a los ricos, tienen mucho que perder. Al fin y al cabo, ¿quién sino catalanes y vascos impidieron durante décadas la apertura de la economía española al exterior, para beneficio de sus obsoletas y cutres fábricas, obligándonos a pagar elevados precios por infinidad de productos que hubiésemos podido adquirir mucho más baratos en el exterior, y acusando encima secularmente a la España interior de ofrecer una débil demanda?. ¿Quién, en mayor medida que los vascos y catalanes del último siglo y medio, ha hecho a España tal y como hoy es?. Si no les gusta España, a nosotros tampoco. Pero aquí, desde hace cinco siglos, se está a las duras y a las maduras.
(...)
Razonemos con lógica. Resulta ridículo que el Gobierno se ponga nervioso, resulta grotesco que algunos intenten poner nerviosos a los militares, y resulta lamentable que todos nos pongamos nerviosos porque los militares se pongan nerviosos, es decir que sigamos teniéndoles tanto miedo. Primero, porque los militares lo único que tienen que hacer en estas cuestiones es callarse y obedecer al Gobierno, que para eso les pagamos (alucino cada año cuando hago la declaración de la renta y compruebo la cantidad de miles de pesetas que he pagado a los militares) entretanto nos ponemos el mundo de acuerdo y les buscamos otro oficio más productivo. Segundo, porque aún cuando llegase a darse el hipotético caso de plantear la autodeterminación de esas regiones, tanto los maquetos como los charnegos se encargarían de tirar por tierra los planes segregacionistas con sus votos. Y en consecuencia, resulta no ya ridículo sino antisocial que algunos irresponsables vascos y catalanes anden jugando a las adivinanzas, alentando con ello a que nuevos jóvenes guerreros incultos y sedientos de aventura y litrona se incorporen a las guerrillas.
Razonemos con lógica. Durante años, yo mismo he considerado que lo del País Vasco en realidad no me incumbía. Era una guerra sucia entre dos ejércitos y para mí ninguno de los dos tenía razón (por supuesto que antes pasé la viruela de defender a los abertzales, como todo progre que se precie en esta tierra [Aragón], y tuve por ello mis pequeños disgustos). Sufría, eso sí, aunque a alguno le suene a cursi, porque tres o cuatro de mis apellidos conocidos son vascones. Y algo tiene, rediez, ese pueblo, para que aún pasadas tal vez veinte o treinta generaciones en La Ribera, viaje uno a la Euskadi rural y sienta algo especial, indefinible pero real. En cualquier caso, al final el sentido común me ha obligado a entender que aquéllo me afecta. Y que uno no puede pasar, dando pábulo a la idea generalizada, entre ciertos sectores aberztales, de que cuentan con una cierta comprensión por parte de la izquierda más progresista en el resto del Estado. Si algún filósofo obtiene beneficio personal del hecho de apoyar a los guerrilleros carlistas, con su pan o su ego se lo coma. Pero si estimamos lógicos los puntos anteriores no es razonable que sigamos jugando a los modernos. ¿Cómo puede haber por tanto gentes que envían faxes a China, o apoyen la caída de las 'dictaduras' socialistas, a la par que defienden a los guerrilleros carlistas del Norte o el Este de la península? ¿Es acaso la lucha contra el Estado? ¿Pero no contra los Estados vasco o catalán?"




Referencia
Baigorri, A. (1995), Sobre nacionalismo, Inédito


Enlace al texto completo

9.03.1993

Notas sobre el pare Colom (1993)

Angel Colom es un listo. Sobre cómo las gasta, y qué bien encaminado andaba yo en mis reflexiones de 1993 sobre el individuo, hay aquí una buena referencia. Sólo es uno más, uno de tantos, de los que tirando de fondos públicos, viviendo del cuento identitario, encima se permiten de vez en cuando acusar a quienes sí que viven (mal) de su trabajo, de sangrar a los pobres catalanes. 
Una de esas vomitonas intelectuales que de tanto en tanto sueltan, desde hace medio siglo, los que ahora sabemos listos del 3% ("el Sur vive del trabajo de Cataluña") me estimularon a escribir un artículo. Tomé unas notas para hacerlo, pero como tantas veces (ese dictum de mi abuela que me trae de cabeza, el que mucho abarca poco aprieta) luego no encontré tiempo para completarlo, liado con los estudios de Sociología, el trabajo, los niños, las batallas urbanas y demás.... Creo que, cambiando el nombre del prota, podría terminarlo y publicarlo ahora mismo, y seguiría plenamente vigente. 


"    El problema del pare Colom, me da la impresión, es que siempre ha vivido a la sopa boba. Tal vez me equivoque, pero intuyo que pasó de vivir de los padres a vivir de los curas, y acto seguido a vivir de la política. ¿Se le conoce algún oficio, o beneficio?. Si mi hipótesis es cierta, ello explicaría su desconocimiento de conceptos como "trabajar", "producir" o "vivir de", y esas tonterías que dice sobre que "el Sur vive del trabajo de Cataluña", o algo así. 
Naturalmente, el hecho de que, a pesar de que al menos tres millones de españoles se viesen obligados a emigrar a Cataluña entre 1950 y 1980, haya muchos más millones que nunca han vivido en aquélla región, unido al fuerte peso del lobby catalán en los medios de comunicación españoles, hace que mucha gente quede confundida. Si a ello unimos la máxima goebellsiana de que una mentira mil veces repetida termina por convertirse en verdad, tendremos los elementos necesarios para comprender la omnipresencia de esa idea falsa de que Cataluña nos da de comer a los pueblos menos afortunados de España. 
Yo he tenido la suerte de vivir varios años en Cataluña. Por esas cosas de las desigualdades, en mi región de origen no estaban implantados los estudios de Periodismo que quería cursar (el Sur incluía a buena parte del Norte de España hasta hace cuatro días), y casualmente en Barcelona los había implantado el Ministerio de Educación y Ciencia franquista. Como además no había medios, un pariente emigrado me buscó trabajo en su oficina, en una importante gasolinera. Vivía en la propia gasolinera, en unas minúsculas habitaciones con vistas a patio de luces deprimente que alquilaban a los camioneros, sobre un bar en el que por la noche pasaba de todo. 
Aquélla empresa era un auténtico paradigma de la estructura social moderna de Cataluña. El dueño, que hacía las veces de gerente, había obtenido la concesión en los años postbélicos del estraperlo; creo que había sido falangista. Llegaba el primero, efectivamente, pero pasaba toda la mañana sin otro quehacer que observar cómo trabajábamos los demás. Era una mezcla de patrón, padre y dios. Tenía un socio que casi nunca aparecía por allí, un yuppie en términos actuales, que llevaba un deportivo, y entre fiestas, inauguraciones de exposiciones y desfiles de modas atendía las necesidades financieras de la empresa pues tenía muy buenas relaciones con la alta burguesía. Por debajo del jefe, al frente de la contabilidad, había un joven aplicado que iba en vespa, perito mercantil y que por las noches estudiaba Económicas. Era catalán del interior, muy serio, pero conmigo siempre hablaba en castellano. Una vez me lo encontré en una manifestación por lo de Puig Antich, y con aquéllo y algunas frases suyas mi mente adolescente dedujo que debía pertenecer por lo menos al PSUC. Por debajo de aquél estaba mi primo, el charnego, plenamente integrado, feliz en Barcelona pero siempre añorante de sus tierras del Ebro. Llevaba el peso del trabajo en aquella oficina, y el dueño lo mimaba con pequeños privilegios, como el de colocar a su sobrino. Venía luego en el escalafón el hijo del dueño. La teoría era que debía recorrer todos los puestos antes de que llegase el momento de hacerse cargo de la empresa, y cuando lo contaban así en los primeros días uno se acordaba del tópico de los catalanes trabajadores. 
La realidad era que el niño estudiaba Económicas, y al cabo del día no eran más de tres o cuatro horas las que pasaba en la oficina. La realidad era que además figuraba en nómina a jornada completa, y era una ayudita para rebajar los beneficios contables, y en consecuencia los impuestos. "Tengo examen, papá..." le decía al jefe, y estaba tres o cuatro días sin venir. No recuerdo ya su nombre, pero sí que me repetía que si yo estudiaba y trabajaba en Cataluña tendría que aprender el catalán, "...eh?". 
Y por debajo estaba yo, el otro charnego, cariñosamente tratado por el jefe porque costearse los estudios trabajando de ocho a tres tenía su mérito, a su entender. "Así se consiguen las cosas, decía..." (Així s'arriba, amb treball, amb treball...). Pero como yo no podía faltar al trabajo por más exámenes que tuviese (y hay que decir que además no me perdía una película, un recital, una mani...), me dejé un par de asignaturas aquel primer año; lo que me hizo comprender que así sólo conseguían las cosas algunos, por ejemplo el hijo del jefe, pero no quienes debíamos trabajar para sacar adelante tanto nuestra vida como sus beneficios, para que el niño pudiese permitirse no trabajar "cuando exámenes".  
Corría el año 73. Franco se moría, pero no acababa. Las paredes aún chorreaban sangre de vez en cuando. Acudir al Fossar de Moreres era muy peligroso. Todo era muy peligroso, aunque no tanto como algunos pretenden. 
Colom no se inspira en las Ligas italianas, como se dice por ahí. Colom se inspira en los frailucos carlistones del XIX, y ese es su problema. Nuestro problema. Como en aquéllos, lo esencial de algunos nacionalistas de hoy es que niegan la legitimidad del régimen, y a partir de ahí no es posible el diálogo, sino la bravata, el desafío, el pulso, y cuando se sienten fuertes la violencia. Nunca el pacto. A algunos nos avergüenza que incluyan el nomitativo esquerra en el nombre de algunos partidos, pero tampoco debe extrañarnos. Ya el faccioso Cabrera, que a mediados del XIX sembraba el terror carlista en la Cataluña septentrional, anduvo aliado con el seudorevolucionario Atmeller. 
¡...Y aún hay a quien le resulta extraño que, en el centro de Europa, haya guerras tribales a un paso del siglo XXI!.   "

Sobre quién es este individuo, ahora bastante olvidado (aunque sigue viviendo de lo mismo) del que en 1993, cuando no existía Internet, no tenía tanta información:




REFERENCIA:
Baigorri, A. (1993), "Notas sobre el pere Colom", inédito, 2-9-1993, recuperado de http://textosdeartemiobaigorri.blogspot.com.es/1993/09/notas-sobre-el-pare-colom-1993.html


7.21.1993

Abjasia (1993)




Es un nombre hermoso, sonoro, luminoso, y dicen que así es esa tierra, en la orillas del mar Negro, en los confines de Europa. Suena a país de cuento fantástico, esos reinos de fábula donde los magos vuelan sobre alfombras, los príncipes se enfrentan a dragones, las doncellas se entregan a los corazones nobles, y los bienes de la tierra se derraman por doquier. Los georgianos dicen que Abjasia es así, más o menos, y hasta tal punto es así que durante décadas allí han afluído el resto de los georgianos, armenios, turcos, rusos... Tan sólo uno, de cada cinco de sus actuales habitantes, es abjaso de origen.
Pero Abjasia es mucho más que todo eso. Para mí es hoy, más que ningún otro lugar en el mundo, el símbolo de los nacionalismos modernos (la masacre yugoeslava es un símbolo de los nacionalismos antiguos, étnicos y religosos). 
De un lado está la cuestión de la escalada gregaria. Si Georgia reivindicó su independencia respecto del estado soviético (disgregado justo con la misma edad que tenía otro estado federal, los EEUU, cuando allí se plantearon diversos intentos secesionistas), ¿por qué razón no iba a hacerlo Abjasia respecto de Georgia, si tiene personalidad propia y considera que cuenta con recursos económicos que garantizan su independencia?. Y cuando Abjasia lo consiga, ¿no plantearán reivindicaciones similares sus principales comarcas? ¿Dónde termina la rueda?.
Y de otra parte, la cuestión de fondo. ¿Sería Abjasia la rica región que hoy es, sin el aporte de medios, de recursos económicos y humanos, suministrados tanto por el conjunto de Georgia como, sobre todo, por el conjunto de la ex-URSS?. ¿Le interesaría en tal caso su independencia?. Un periodista extrae la clave, de lo que hoy ocurre allí, de labios de un georgiano, para quien la única consecuencia lógica es la guerra: "¿Qué hacer cuando te quitan la mejor habitación?".
El nacionalismo moderno utiliza como arma ideológica los eslóganes del nacionalismo antiguo, porque el egoismo utilitarista no vende en los medios de comunicación (salvo que estén controlados por los propios nacionalistas); pero no persigue la pureza étnica, ni mucho menos el derecho de los pueblos a su identidad, sino la apropiación egoísta de una parte de los recursos limitados, osea la riqueza. En Abjasia tenemos un buen ejemplo de los nacionalismos modernos en acción. Más cerca de nosotros tenemos otros ejemplos agazapados, pero dispuestos a hacer, de forma más sutil, todo por la pasta.
14/VII/93

Referencia:
Baigorri, A. (1993), "Abjasia", EL Periódico de Extremadura, 21/7/1993, pag. 5

2.28.1993

RH-, o el Cromagnon revisitado (1993)


(Febrero, 1993. Publicado en EL PERIÓDICO de EXTREMADURA)
De siete apellidos que me conozco, la mayoría son vasco-franceses. Tengo RH negativo, como mi padre y mi abuelo, y como ellos el cráneo "un poco más recto", al decir de Arzallus. Me asaltan oleadas de sentimientos cuando atravieso las montañas vascas, y en el hayedo milenario de Urbasa siempre me emociono. Me he criado en una familia de corte matriarcal. Estuve en jesuítas (se empeñaron en que aprendiese vasco, pero pronto lo olvidé). En la pubertad quise ser misionero, como Ignacio de Loyola. Y el Eusko Gudariak me pone carne de gallina. Aunque no me gusta el fútbol, y prefiero las reuniones con mujeres a las de hombres solos, pasaría una prueba de pureza étnica con mayor facilidad que buena parte de los carlistones dinamiteros de HB, o que sus abuelos y primos pijos del PNV.
Sin embargo, nací en un pueblo entre el Moncayo y el Ebro, alejado de Euskal Herria. Un pueblo hoy aragonés fronterizo con Navarra, y durante milenios fronterizo entre etnias, tribus, clanes y reinos. Allí nacieron mis padres, abuelos, y así hasta donde en mi familia se recuerda. Como nacieron los antecesores de tantos otros paisanos que llevan apellidos vascones más o menos castellanizados: Zaldívar, Cembrano, Larralde, Yoldi, Aristizábal, Espeleta, Gascón... Junto a ellos, en mi pueblo y quizás en mi persona, conviven en armonía costumbres y apellidos castellanos, aragoneses o navarros.
No estoy seguro de por qué aquellas familias, de origen vasco y de allende los Pirineos, arraigaron en mi pueblo. En la Reconquista, Alfonso el Batallador echó a los moros de las huertas del Ebro, ayudado por las huestes de pastores hambrientos del noble francés Gastón de Bearn. Hacia el siglo XVI, las hambrunas arrojaron a miles de familias de las montañas vascas a buscar el cocido en las tierras llanas del Ebro. Sea cual sea la explicación, la evidencia es que procedo, como la mayoría de mis paisanos, de una familia de inmigrantes, de maketos al revés.
Por mi aspecto, me han tomado por francés, por inglés, hasta por ruso, pero nunca por vasco. Por mi parte, no sabría distinguir a un vasco de un soriano o un riojano (las mujeres de Tafalla 'para arriba' me parecen menos atractivas que las de la Ribera del Ebro; pero no sabría decir si es una percepción meramente cultural, o si ya mis ancestros huyeron de las montañas buscando compañeras más hermosas que las de los caseríos). Me siento vagamente español, me declaro extremeño, y siempre perteneceré a las huertas bruscas, sensuales y liberales de La Ribera, como pregona mi acento. Y si en mi sangre hay mucho RH negativo, de esas tierras oscuras y violentas allende Urbasa, está mezclado con sangre castellana y aragonesa, tal vez incluso con gotas de sangre judía y mudéjar. Gracias a las mezclas el hombre de Cromagnon está cada vez más perdido y olvidado entre las espirales de mi ADN.
Sin embargo, por desgracia otros muchos han quedado, al parecer, atrapados por sus genes. Tal vez sean los descendientes de aquéllos que obligaron a mis ancestros a salir de sus montañas para poder comer. Temen incluso que puedan venir, de fuera, a perturbar el reinado de aquel mediohombre que no alcanzó a sustituir la garrota y el garrotazo por la dialéctica y el pacto. Sólo pueden darnos pena aquéllos que, como Xavier Arzallus, sienten orgullo por estar más cerca de un estadio inferior de la evolución humana.14-27/II/93

Ref:
Baigorri, A. (1993), "RH-, o el Cromagnon revisitado", El Periódico de Extremadura, 28 de Febrero, Pag. 3

11.02.1992

Solidaridad o independencia. Panfleto contra el todo... y contra el 15 (1992)


































SOLIDARIDAD... O INDEPENDENCIA

Panfleto contra el Todo... y contra el 15

Artemio Baigorri


"Sólo la propuesta de aquellas acciones
que proceden de móviles desinteresados
puede inspirar respeto por parte de los hombres
hacia aquel que las propone"
Inmanuel Kant (1794)


Si la defensa que pujolanes y leguileños han hecho del rapto de las sardinas ha sido tan débil como la generalidad de las intervenciones extremeñas, podemos estar tranquilos. Y de hecho, poco he leído tan ridículo (y poco digno de respeto, en los términos del apotegma kantiano que nos ilumina) como la pretensión de Leguina de convencernos de que tras la cesión vendríamos a recibir más dinero... ¿Nos creen tontos, son tontos, o lo hacen sólo por joder?. Tal vez Leguina precise releer al Tom Wolfe de "La izquierda exquisita" (digo releer porque es muy culto), aquel que dice: "Desde un principio era absurdo dudar de la sinceridad de la Izquierda Exquisita. Pero la idea funcionaba a dos niveles. En el primero...bueno, uno siente un sincero interés por el pobre y el desheredado, y una honesta ira por la discriminación. Nuestro corazón clama...bastante espontáneamente... Por otro lado, es decir al segundo nivel mental, se siente también un sincero interés por mantener un estilo de vida propio del East Side dentro de la sociedad neoyorquina. Y este interés es tan sincero como el primero, e igualmente profundo. El Izquierdismo Exquisito, a fin de cuentas, es sólo de izquierdas en el estilo; en el fondo forma parte de la buena sociedad y de sus tradiciones." O simplemente leer a un viejo catalán al que volveremos a citar, Almirall: "Mientras exista una peseta en España, Madrid podrá seguir presentándose con su disfraz de gran capital y reinar en medio de un desierto de miseria y de privaciones (...) Madrid tiene un recurso especial: vive de la política, gracias a lo cual se adjudica una parte sustanciosa del presupuesto de la nación".

En nuestro caso, salvo el artículo de Ibarra, que aporta elementos interesantes sobre el impacto de una fiscalidad progresiva en la distribución territorial del impuesto sobre la renta, casi todo lo que se ha visto ha sido, cuando no peloteo descarnado al presi, elucubra­ción historicista ("ya en tiempos de los iberos...", ha empezado alguien por ahí) o, lo que es más grave, lastímeros exordios que rara vez alcanzan a llegar a la exposición que, en buena oratoria, debe seguirle. Con muy buena voluntad en casi todos los casos, eso sí, y por primera vez con un cierto sentimiento de unidad, como hacen ellos. Pero no es suficiente.

Y es que, básicamente se han utilizado dos líneas de argumentación. De un lado se ha reciclado el concepto de Extremadura Saqueada que algunos hicimos popular en todo el país hace tres lustros; pero se confunde quien ha practicado el historicismo a partir de aquel concepto: el que la explicación del saqueo extremeño tenga orígenes históricos no quiere decir, ni mucho menos, que Extremadura haya sido saqueada por todo Dios, desde tiempos de los iberos (y es que hay quien hasta copiar lo hace mal). Mérida era una de las mayores ciudades del globo cuando Barcelona no existía. El reino aftasí de Badajoz se extendía hasta las orillas del Duero cuando el Condado de Barcelona era un pequeño reducto montañés. Y una cuadrilla de aventureros extremeños se hicieron, como quien no quiere la cosa, con medio continente americano... Extremadura, como todos los pueblos del planeta en uno u otro momento de su historia, ha sido saqueada y saqueadora, y no se trata ahora de pillarles manía a los italianos por haberse cargado a Viriato.

La segunda línea de argumentación no es menos nefasta. Se trata de una cierta utilización del concepto de solidaridad. Un concepto muy complejo que admite esencialmente dos interpretaciones. Una tiene origen religioso y aristocrático, organicista, y lleva ineludible­mente al concepto anejo de caridad. Los que tal argumentan buscarían que los nacionalistas, que empiezan con la glosa de Fichte, "Yo soy yo, y todo lo que está fuera de mí son artículos de consumo", hiciesen caso del seny e, inspirados por las excursiones piadosas a Montserrat, fuesen solidarios con nosotros, del mismo modo que organi­zan excursiones de cooperantes a los países del Tercer Mundo.

Aceptar, en defensa de la región, tales conceptos de saqueo y solidaridad, nos podría llevar a pensar, en términos casi racistas, en un pueblo incapaz de proteger lo propio, condenado a vivir de la limosna pública. Por eso es necesaria esta crítica de la crítica, para que sepamos dónde estamos y dónde no estamos. Y entre tanto que callen los maulladores a la luna, pues el ruido de sus llantinas no nos deja pensar.

El concepto de solidaridad que debe ser aplicado en el debate sobre la financiación de las autonomías no tiene nada que ver con la caridad. Es un concepto ampliamente desarrollado por la filosofía política, especialmente desde que Ibn Khaldun escribiese, en el siglo XIV, sobre la solidaridad social entendida como actividad cooperadora, y estableció el criterio de que cuanto más adverso es el medio en el cual se desenvuelve la vida de un grupo, más fuerte es la solidaridad entre sus miembros (tal vez ello explique la escasa solidaridad que se da hoy en la España rica). En el siglo XVIII los enciclopedis­tas retomarían y desarrollarían ese concepto, y Durkheim lo elevaría a categoría científica al hablar de la solidaridad orgánica, contractual, como instrumento de cohesión social en las sociedades avanzadas. Por ahondar más en las características reales y democráticas del concepto, digamos que la palabra viene del latín insolidum, una expresión jurídica indicativa de una relación tal entre varios individuos, que lo decidido o realizado por cualquiera de ellos obliga automáticamente a cada uno de los demás. Este concepto de solidaridad es utilizado, de hecho, como sinónimo de unión, colaboración, adhesión, y está muy relacionado con el concepto de solidez.

Una solidaridad, por tanto, muy distinta, que no implica en absoluto la necesidad, o bonhomía, de ayudar a los pobres. Primero, en nuestro caso, porque Extremadura ya no es pobre, sensu strictu; y segundo porque, aunque quienes tienen mayores niveles de renta per cápita la considerasen pobre, en tal caso podrían aplicar con razón y legitimidad lo que decía un estúpido catalán en una conocida tertulia radiofónica: "Yo prefiero ayudar a un somalí que a un cacereño". Y, efectivamente, es mejor que las limosnas se las envíen a Somalia.


SOLIDARIDAD... O INDEPENDENCIA (y II) 

Artemio Baigorri 

  "El nacionalismo refleja todos los intereses inimaginables. No es nada y es todo, es simplemente la envoltura ideológica; lo importante es determinar en cada momento su núcleo" Rosa Luxemburg (1918) 

La solidaridad que justifica nuestra indignación contra los nacionalpujolistas y su compañero de viaje Leguina es reflejo de un a modo de contrato social entre los pueblos; en el caso de España, tal y como se acordó en su día al unirse las coronas de Aragón y Castilla, en un proceso que se ha ratificado de contínuo, bien por la fuerza o por el consenso (Constitución). Un contrato por el que las partes se comprometen a beneficiarse mutuamente, por lo que mientras ello ocurre de este modo no puede hablarse de saqueo. Pero cuando, al decir de Maquiave­lo, no hay un beneficio mutuo sino que sólo estamos haciendo poderoso a un vecino/socio, entonces nos estamos hundiendo a nosotros mismos, pues pasado el tiempo nunca aquél reconocerá de dónde le vino su poder. Es ahora cuando surge el saqueo, y de él somos entonces nosotros los únicos culpables, especialmente si seguimos consintien­do cuando hay instrumentos jurídico/políticos para evitarlo. Pues como dice el que sin duda es el autor no catalán preferido de Pujol, "No se debe jamás dejar subsistir un desorden para evitar una guerra, pues no se la evita; lo que se hace es diferirla con grave perjuicio para el que tal hace".

Efectivamente, la irregular distribución en el territorio nacional de los recursos físicos aconsejó en su día la concentración de inversiones infraestructurales e industriales en una serie de puntos del Estado español, en la creencia de que las economías de escala permitirían un crecimiento más rápido y sostenido, del que indefectiblemente se beneficiaría el conjunto. Aunque los Polos de Desarrollo apareciesen en el franquismo, el proceso es muy anterior. No en vano Tuñón de Lara (catalanista aunque no catalán) dice que "habría que señalar los saneados negocios de la industria textil catalana gracias a la política proteccionista combinada con el monopolio, de hecho, en las colonias", y Angel Viñas habla de la "fuerte discrecionali­dad de la asignación geográfica y sectorial de la inversión industrial", o de la agricultura de las regiones del interior como "fuente de mano de obra y también mercado para la industria". Lamentable­mente, como aquí los sabios son como son, no se ha emprendido ninguna investigación en nuestra Universidad sobre disparidades regionales, en la que por ejemplo se contabilizasen las inversiones públicas en las distintas provincias españolas al menos desde 1850, la distribución de aportaciones impositivas al menos también desde el siglo XVIII y XIX, y la evolución del ahorro regional desde que existen instituciones de crédito. Sería sin duda sería muy interesante. Miren lo que pensaba nada menos que Valentí Almirall, fundador, con Pi y Margall, del movimiento federalista catalán, sobre las grandes fortunas de Barcelona: "En medio de la miseria general se alzan, orgullosas, las cabezas de varios ricachones, que recuerdan a las pirámides imponentes pero estúpidas que se ven en mitad del desierto egipcio (...) Todos esos cresos, todos, oídlo bien, han hecho sus capitales en tratos con el Estado, ya sea prestándole dinero, ya como contratistas de los servicios de la Administración general (...) Los que explotaban el trabajo de los negros en las colonias de América, y algunos arribistas de la Bolsa, son dueños de la mayoría o, mejor dicho, de la casi totalidad, de los suntuosos edificios de la ciudad de Barcelona".

Naturalmente, los beneficiados desmemoriados contra los que advertía Maquiavelo son hoy los nacionalistas catalanes. Como lo han sido repetidas veces a lo largo de los últimos cien años. Ahora que somos la once o doceava potencia económica del mundo, ahora que toca el reparto del capital acumulado, ahora la ideología nacionalista es utilizada para embadurnar la voluntad de estafar a los socios. Los escorzos de Pujol intentando llegar a lo alto del micrófono son un tararí que te ví, un lanzarnos que han sido muy aplicados y nosotros vagos y maleantes (no otra cosa que maleantes son los defraudadores). Y es que ya lo decía Ganivet en el 98: "He estado tres veces en Cataluña, y después de alegrarme la prosperidad de que goza, me ha disgustado la ingratitud con que juzga a España la juventud intelectual nacida en este periodo de Renacimiento. Y sin embargo, el renacimiento catalán ha sido obra no sólo de los catalanes, sino de España entera, que ha secundado gustosamente sus esfuerzos". ¿Puede decirse algo más claro y sintético cien años después?.

La cuestión es mucho más seria que todo lo que se está planteando, sobre todo a partir del momento en el que los pujolistas han lanzado su último farol. Contraria­mente a lo que podamos creer por los titulares de los periódicos ("Pujol se queda solo"), ahora es cuando empieza el problema. Al pedir la cesión de la totalidad del IRPF, el ex-banquero Pujol ha conseguido que partidos como el PP o IU hablen de no aceptar todo, pero sí parte. En esos partidos, evidentemente, el chantaje ha surtido efecto (aunque, afortunadamente no tienen responsabili­dades de gobierno).

La cuestión de fondo es mucho más seria, pero también mucho más simple, y por ello creo que debe descubrirse con valentía y frialdad. Se trata, efectivamente, como ha expuesto Ibarra, de una preferencia explícita por un modelo de asociación que rompe claramente el concepto de solidaridad que ha mantenido unido a este Estado desde el siglo XV, para bien o para mal. Hay un núcleo importante (muy importante, tanto cualitativa y cuantitativamente, y no sólo en CiU sino también en el PSC) de catalanes que consideran qua ya no necesitan del resto de España (que no vengan con tonterías de hechos diferenciales, porque aquí tenemos a esos pueblos de Gata que son tan raros que hasta hablan en gallego, y se sienten extremeños como cualquier otro pueblo). A su vez, esas actitudes están generando, en muchos de los restantes españoles, una actitud de rechazo hacia Cataluña, y por otro lado no me cabe duda de que en estas semanas las minorías étnicas (extremeños, andaluces...) deben estar soportando ciertas presiones en Cataluña.

Por ello, y para no seguir emponzoñando la vida del Estado durante décadas, como viene sucediendo práctica­mente desde la Primera República, el problema sólo puede resolverse también de una forma valiente y decidida: mediante dos referéndums. El primero, en Cataluña, con una pregunta clara y concisa: "¿Quiere usted la independencia de Cataluña, sabiendo que si sigue mantiendo sus lazos solidarios y contractuales con el Estado español, a Cataluña va a tocarle ahora dar más de lo que recibe?". Y el segundo, en el resto del Estado, con una pregunta no menos concreta: "¿Quiere usted seguir soportando por los siglos a los catalanes, o no le importa que se queden los muebles y aún la cuenta corriente, pero que se vayan de una vez a hacer puñetas?". Así de simple, crudo y solidario, porque la cuestión es doble: saber si los catalanes quieren seguir siendo españoles, y saber si al resto de los españoles nos interesa que lo sean.

Algunos ganarían con todo esto, incluso aunque se materializase el supuestamen­te peor escenario imaginable. Por ejemplo, saldrían ganando las minorías étnicas (andaluces, extremeños, aragoneses...), que se encontrarían con mayor libertad de la que hoy tienen para defender sus derechos en Cataluña, tanto en lo que al idioma se refiere como, en general, al respeto de su cultura. Tal vez entonces la embajada española pudiese hacer por ellos más de lo que hoy puede hacer el Ministerio de Educación y Cultura.

Fuese el que fuese el resultado, no cabe duda de que todos descansaríamos en paz. Por supuesto, creo que en Cataluña el resultado sería contrario a la independencia (en el resto de España ya no estoy tan seguro del resultado), y los pujolanes se lo pensarían mucho desde entonces antes de querer meter la mano en el bolsillo de España.

Pero entretanto nos atrevemos a devolver el farol con un farolazo, lo que hay que hacer en esta tierra son dos cosas: en primer lugar, no dejar de revindicar lo que es nuestro, no porque nos lo hayan quitado, o porque merezcamos una limosna, sino simplemente porque ahora nos toca a nosotros. Y en segundo lugar controlar a dónde se van nuestros dineros, no sólo los recaudados por el Estado. ¿Cúal es el destino de los ahorros extremeños que las instituciones financieras de la región se resisten a invertir en Extremadura, a prestar a los extremeños? Debemos saber dónde y en qué se invierte el ahorro extremeño, pues ese es un IRPF que la banca distribuye a su santo capricho.

Y por si acaso, los creyentes que recen a los santos de su devoción, pues no quiero pensar hasta dónde pueden llevarnos esos lituanos, antes polacos, tal vez mañana croatas, siempre fenicios...




Referencia:
Baigorri, A. (1992), "Solidaridad o independencia.Panfleto contra el todo...y contra el 15", Diario El Periódico de Extremadura (2y3/11/1992)