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12.10.1999

Actividad agraria y regadío en Extremadura (1999)


Informe realizado mediante un convenio con la agrupación de cooperativas del campo ACOREX. Está recuperado a partir de un fichero de WordPerfect, que ya no es operativo, importado a través de Libreoffice, por lo que los gráficos se han perdido. Si alguien los necesita con el tiempo se pueden escanear de la copia impresa.


"   Atendiendo al paradójico repunte en la ocupación agraria en los últimos dos años, debemos hacer referencia a las previsiones que, en los últimos años, se han hecho respecto a las necesidades objetivas de fuerza de trabajo en la agricultura. 
A pesar del descenso evidente de la población activa agraria, sin embargo los restos del baby-boom de los años '50 extienden todavía sus efectos en las zonas rurales, donde en ciertas áreas la llegada de nuevas generaciones amplias todavía es un factor de presión (por el lado de la oferta) en el mercado de trabajo, al contrario de lo que ocurre en otros países de Europa.Sin embargo, todos los análisis realizados sobre esta cuestión han coinci­dido en todo momento en señalar que, en términos globales, el sector agrario no podía ofrecer más puestos de trabajo. "Las mayores posibili­dades de fijación de empleo están relacionadas en muchas regiones con la creación de cooperativas y empresas dedicadas a la comercia­lización y primera transformación de los alimentos"1; es decir, se ha seguido esperando el trasvase intersec­torial, aunque ya no tanto el territorial. Comienza a ser ya tradicional hablar de la conservación de la naturaleza, protección del medio ambiente y agroturismo, como fuentes alternativas de empleo para los excedentes laborales del campo. 
Lo cierto es que en los últimos veinte años hemos asistido a la mecanización de buena parte de los cultivos intensivos de la agricultura española, al menos en sus fases de recolección. Productos míticos calificados de cultivos sociales, como era el caso de la remola­cha, se han transformado en intensamente mecanizados y es escasa la mano de obra que precisan en la actualidad. La mecaniza­ción ha sido también completa en la recolección de la patata, el algodón, e incluso algunas hortalizas2. Parcialmente también se ha mecanizado la recogida de la aceituna. Las nuevas técnicas de cultivo de los frutales han reducido asimismo de forma notable las necesidades de mano de obra, y además los sistemas de riego se han automati­zado en algunas zonas3. 
En conjunto, los analistas vienen haciendo previsiones desde mediados de los años '80 en el sentido de estructurarse unos espacios (normalmente se proponía La Rioja, Navarra y Cataluña) en los que se profundizaría el déficit de mano de obra agraria, complementados por otros espacios que les suministrarían, mediante migraciones tempora­les de sus exceden­tes, la fuerza de trabajo necesaria 4. La realidad ha mostrado un poco esquemáticas tales previsiones, pues han surgido espacios (no previstos por los análisis macro) con déficits no previstos inicial­mente (como es el caso de Aragón, especial­mente en la Ribera del Ebro, e incluso de algunas zonas agronómicamente importan­tes de Extre­madura). 
Lamentablemente, hasta dentro de varios años no dispondremos de datos del Censo Agrario que se está realizando en 1999, y las Encuestas de Estructuras no permiten un cálculo definitivo de estas variables. Sin embargo, los análisis que han contrastado los datos del último Censo de 1989, respecto de los anteriores, muestran que algunas de las tendencias decrecientes se han ralentizado, e incluso se han contradi­cho muchas de las opiniones más estereoti­pa­das5, aunque sigue siendo evidente que el conjunto de la agricultura española ofrecía menos trabajo en 1989 que en 1982, año del Censo anterior6. 
En menos de una década (en siete años de periodo intercensal), y atendiendo en este punto a los datos del Censo Agrario, se asistió a la destrucción del equivalente a 250.000 empleos7 en la agricul­tura española. En términos absolutos el descenso más impor­tante se habría dado entre los titulares (más de 110.000 UTAs) y la ayuda familiar (90.000 UTAs), pero el descenso porcentual es mucho más importante en el empleo asalariado fijo (más de 30.000 UTAs, lo que significa un 25,6 % de descen­so). Aunque el número real de trabaja­do­res agrarios por cuenta ajena (afiliados al REASS) ha aumentado de hecho en los años ‘80 (por el influjo del PER), podemos afirmar que estamos asistiendo a un proceso palpable de mayor precariza­ción del empleo agrario, pues ese aumento en el número de trabajadores por cuenta ajena se refiere a trabaja­do­res eventua­les8. 
Diversos autores, por otro lado, han coincidido en los últimos años en las perspec­tivas generales señaladas, de la tendencia a una mayor pérdida de empleos agrarios en los próximos años. Así, Velarde Fuertes afirmaba que "incluso ahora es posible esperar, a pesar de la rapidísima caída de nuestra población agraria -la mayor, histórica­mente, de Europa-, que ésta se profundice más aún, con lo que las alteraciones en la función de producción en el campo español, que ya se han producido con mucha hondura, se incrementarán más todavía"9. En general, se insiste en la solicitud secular de disminuir la población activa agraria. Lamo,­ Sumpsi y Tío repiten la ya secular advertencia: "apunta un gran problema del futuro en la economía española: la necesidad de disminuir la pobla­ción activa agraria"10.Sin embargo, los datos que hemos apuntado, de incremento reciente en la ocupación, muestra que han sido más acertados los análisis que dudaban de la verosimilitud de ese vaciado absoluto, atendiendo sobre todo al marco comunitario en el que desde hace una década nos venimos moviendo. No hay seguridad en torno a los excedentes de mano de obra, por cuanto a medio plazo la reducción en la natalidad, ya operada años atrás, va a ser un elemento coadyu­vante a tener en cuenta; y además existe una cierta convicción en la existencia de oportuni­dades de empleo fuera de la agricultura, por cuanto la activi­dad estrictamente agrícola precisará menos fuerza de trabajo, especial­mente en las áreas con tasas elevadas de población activa agraria, como es la extremeña.  
En suma, parece que el descenso en la ocupación agraria ha tocado fondo en España. Incluso aún cuando pueda considerarse una cierta reducción, en algunas zonas, del empleo agrario, no es previsible que se reduzca el conjunto del empleo rural."



REFERENCIA:
Baigorri, A., dir. (1999), Actividad agraria y regadío en Extremadura, Informe de investigación, Universidad de Extremadura/ACOREX, Badajoz
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12.02.1999

De la naturaleza social de la Naturaleza (1997-1999)

Unificando los textos de algunos debates periodísticos en años anteriores, este texto fue primero una comunicación en el I Encuentro de Sociología del Medio Ambiente de la Federación Española de Sociología, organizado por la entonces profesora de la Universidad Pública de Navarra, Mercedes Pardo, y celebrado en Pamplona en Noviembre de 1997. Después algunas de las comunicaciones presentadas, entre ellas esta (aunque no era la que yo hubiese preferido dar a la luz), se recogieron en el libro Sociología y Medio Ambiente. Estado de la cuestión, publicado por la Fundación de los Ríos en 1999.

      


"Más allá de los determinantes ecológicos de las estructuras y los hechos sociales, la Ecología se constituye en una ideología con rostros muy diversos, tal y como históricamente ha ocurrido con otros constructos ideológicos. Una de sus derivaciones la constituye la ecotecnocracia, que sobre bases cientifistas pretende imponer ciertas condiciones de enfrentamiento entre los derechos de la Naturaleza y los Derechos Humanos.
Desde nuestra posición, sin embargo, la Naturaleza es, en términos históricos, una construcción social. De ahí que en esta comunicación se desarrolle justamente la necesidad de una Ordenación del Territorio, y en particular una pollítica de protección ambiental, que, sin olvidar las ciencias ambientales, parta de la consideración del mismo como un hecho social. Para ello se utiliza como objeto de análisis el regadío, convertido en los últimos años, por parte de las ideologías ecotecnocráticas, en una de las bestias negras del ambientalismo, tras haber sido considerado, durante siglos, el más bello paradigma del jardín del Edén.

1. EL ESPACIO PROTE­GIDO. ¿NACE O SE HACE?

Podemos definir el espacio protegido como aquél fragmento del territorio que contiene elementos ambientales (bien sea un ecosistema completo, una especie endémica en vías de extinción, una masa forestal autóctona importante...) dignos de ser preservados para las generacio­nes futuras. Pero ello implica una noción estática de la Ecología, y en general de la vida. La superficie del planeta que hoy conocemos es la consecuencia de millones de cambios climáticos, geológicos y ambientales a lo largo de otros tantos millones de años. Y si en base a la definición propuesta se pretende, con la protec­ción, que el estado que algunos ecosiste­mas intere­santes presentan en un momento dado se preserve, estamos tomando en cierto modo una decisión antiecológica, pues la Ecología implica cambio y muta­ción perma­nente. De ahí que, para algunos, el simple protec­cionismo esté en cierta manera tan distante ideológicamente del Ecologismo. Este pretende no tanto practicar la arqueología como asegurar a las genera­ciones futuras que también ellos podrán seguir usando, gozando, y sobre todo haciendo producir, este plane­ta. ­

En realidad, esa capacidad de producción es la esencia de los espacios protegidos, o a proteger. Salvo quizás las selvas amazónicas y otros territorios despo­blados (y aún éstos sólo en parte, pues no conocemos la actividad humana que pudieron soportar hace diez mil años), en el resto de los casos se trata de espacios cuya conformación y estructura ecológica actual responde a las interacciones desarro­lladas con las comunidades humanas que los han habitado y explotado durante cientos o miles de años. Unica­mente unidades muy concretas como los manglares o los atolones corali­nos podrían sustrarse de esta concepción.

Pensemos por ejemplo en el caso de los bosques pirenáicos, que a los visitantes les parecen hoy prodigio de la Madre Natura. Hace ya muchos años, antes de que existiésemos los ecologistas, el profesor Monserrat, del Centro de Investigaciones del CSIC en Jaca, demostró que esos bosques son el producto de los montañeses que los han habitado, y que han procedido a una progresi­va y continuada selección de especies y una ordenación territorial no planeada, ­en función de sus necesidades ganaderas y forestales. El padre avant la lettre de la Ecología Social en España, Mario Gaviria, gustaba de utilizar ese ejemplo en los años '70. Y, esencial­mente, podemos decir hoy lo mismo de la Dehesa y de cualquier otro de los supuestos espacios naturales de la Península.

Naturalmen­te, cuando esos bosques dejan de responder a la función que los ha generado es cuando se transforman en espacios frágiles. Pasan a cumplir una función para la que no han sido diseñados, como puedan ser el ocio y el turismo, y lo más probable es que acaben siendo pasto de las llamas. El nuevo bosque que surja (suponien­do que surja, es decir, que la erosión no acabe con la capa vegetal), cincuenta o cien años más tarde será distinto, y dependerá su conforma­ción del uso y función a que se destine por sus moradores o vecinos.

Lo dicho puede aplicarse también a los miles de kilómetros de sotos y vegeta­ción de ribera destruídos en los últimos años en todos los ríos españoles. Durante siglos han suministrado madera a los pueblos veci­nos, caza menor, han protegido de las inundaciones periódicas. Mientras ello era así, los habitantes de los pueblos vecinos los conservaban, los vigilaban incluso, quedando recuerdo de numerosas ordenanzas municipa­les de protec­ción de estos espacios altamente productivos y funcionales. Mas la regulación aguas arriba de los ríos, la intro­ducción de otras formas de calefacción, y otros cambios en la civilización de su entorno los hizo casi innecesarios a los ojos de sus habitantes. Como además eran espacios insalubres y focos de infección, se apartan de ellos, y se difumina el control social. Llegan quienes se hacen cargo y los reconvierten en choperas. O, como en el caso de los bosques, pasan a ser pasto de turistas y domingueros, que en poco tiempo acaban con ellos.

Por supuesto puede argumentarse que el cambio de función no tiene por qué implicar la destrucción, pues el recreo y el ocio también precisan de espacios 'naturales'. Es posible en teoría, pero empíricamente está demostra­do que el ocio y el turismo no pueden desarro­llarse en espacios auténtica­mente naturales, sino que deben ser previamente adaptados a esta nueva función. Salvo en casos muy concretos y minoritarios, representados por el turismo ecológico, que deja de ser un artificio.

En suma, y es lo que me gustaría destacar en este punto, cada modelo de producción, cada sistema productivo, precisa de una Naturaleza funcionalmente adaptada a sus necesidades. La Naturaleza no es algo externo al Hombre y sus sociedades, sino que es en sí misma un producto social. Y en consecuencia los espacios protegi­dos, o a proteger, no son sino el fruto de las actividades humanas en su interior.

Los espacios que hoy los 'conservacionis­tas' clasifican de interés lo son porque los han conservado sus pobladores, con unos hábitos que, eso es cierto, coincidirían con lo que ahora se conoce como agricultura, ganadería o gestión forestal ecológicas. Pero esos hábitos, en el periodo histórico que fueron diseñados, causaron sin duda un fuerte impacto ambiental, pues de hecho equivalían a lo que ahora llamamos tecnologías punta. Naturalmente, estamos haciendo un análisis materialista de las cuestiones ecológicas. Hacer otro tipo de consideraciones es puro romanticis­mo, apto para las movilizaciones ambientalistas pero inservible para el análisis social.

Partiendo de las consideraciones que he expuesto, personalmente he insistido desde hace dos décadas en que la consideración de espacios protegi­bles no debe por tanto limitarse a lo que los ambientalistas denomi­nan espacios naturales, sino que debe extenderse a todos los espacios que, producidos por la acción humana o por la interac­ción entre el hombre y la Naturale­za, se ofrecen hoy como ecosistemas complejos y a la vez frágiles, dignos de ser conserva­dos no tanto -o no sólo- por sus valores ecológi­cos, sino también y sobre todo por su importante función productiva. Es el caso, en el que siempre he hecho especial hincapié, de las huertas milenarias que ocupan miles de hectáreas de muchos pueblos y ciudades españoles. Y, aún más allá, en realidad habría que considerar a la totalidad del territorio como espacio protegido. En unos casos esta protección puede implicar conservación, en otros transformación y mejora ecológica.

Por otra parte, no hay que olvidar que el hombre necesita de todo el territorio. No sólo de unas áreas útiles para la satisfacción de sus necesidades materiales, sino también de otras, o de todas ellas simultáneamente, para la satisfac­ción de otro tipo de necesidades del espíritu. El problema del capitalis­mo consiste justamente en que conduce a los hombres a considerar tan sólo la función productiva del territorio, y aún ésta se mide sólo en términos de rentabilidad mercantil. De ahí que el puro conservacio­nis­mo conduzca a menudo a callejones sin salida, porque olvida las bases del funcionamiento real de la economía y de la sociedad. En términos estrictos, tan sólo la superación de las contradicciones básicas del capitalismo, empezando con la consideración del beneficio como único motor del desarrollo, puede permitir plantear una auténtica gestión ecológica.

2. ¿PROTECCION U ORDENACION DEL TERRITORIO?

Si se está de acuerdo con lo dicho, se concluirá que en modo alguno la protección puede ser sinónimo de abandono productivo o bloqueo de actividades. Debemos ubicarnos en un utilitarismo bien entendido, pues es un hecho que, en la mayoría de los casos, el abandono productivo de un espacio para facilitar su con­serva­ción conducirá ineludiblemente a su degradación ecológica y a la entropía destructiva. Sólo el mantenimiento de su función productiva (por supuesto que entendida en términos distintos de la simple lógica del beneficio) puede facilitar la auténtica conserva­ción.

Por otro lado, hemos visto cómo la protección en modo alguno puede limitarse a los espacios considerados naturales, sino que debe extenderse a otros muchos territorios que ofrecen valores de la misma o mayor importan­cia, como es el caso citado de las huertas, o de áreas periurbanas que si bien no son de gran riqueza naturalística, cumplen una importantísima función desintoxicante para las ciudades; y, en cierto, modo a la totalidad del territorio.

De lo que se trata, por tanto, es de diseñar una ordenación que, por decirlo de forma sencilla, ponga cada cosa en sitio. Esa es la función que debería cumplir la Ordenación del Territorio en el marco del planea­miento urbanístico. Hasta hoy éste se ha limitado a actuar en los cascos urbanos, sin duda por deformación profesional de los arquitectos, que en cierto modo han secuestrado el tema durante décadas al resto de los profesionales interesados (sociólogos, geógrafos, biólogos, economistas, agrónomos...), a pesar de que en todo momento la legislación (y más especial­mente las mejores elaboraciones teóricas que se han realizado sobre Urbanismo y Ordenación del Territorio) han aconsejado con toda nitidez que la ordena­ción urbanística afecta a la totalidad del término municipal. En los últimos años, el planeamiento urbanísti­co municipal camina en creciente medida en esta dirección, a medida que se ha acentuado su carácter inter­disciplinario, y diversas comunidades autónomas han desarrollado o están empezando a desarrollar directrices de ordenación cada vez más pormenorizadas -a veces demasiado-.

Este tipo de Ordenación Territorial debe fijar aquéllas áreas de interés en las que cualquier tipo de actuación (incluídas la agricultura, la ganadería o la explotación forestal en ciertos casos) deba realizarse bajo estrictas medidas de control. Por supuesto que siempre con un sentido de progreso bien entendido1.

En este sentido, hablaremos para los espacios protegidos, y en general para todos los territorios con valores de cualquier tipo, de actividades eco-compatibles, pero siempre en dos direcciones: compatibles con el ambiente, con el paisaje, y al par compatibles con su función productiva. Porque en ningún momento debe olvidarse que el hombre debe seguir alimentándose, y avanzando para hacer posible la acumulación de capital social que justamente facilita los progra­mas de conservación. Y ello implica ciertas intensidades de uso, máxime en un país como el nuestro, que tendrá unos 50 millones de habitantes en el año 2.000 -por supuesto, si fuésemos 10 millones, como a finales del siglo XVIII, la cuestión sería muy distinta-.

Así, centrándonos en la agricultura, la ganadería o la explotación forestal, en el caso de los espacios protegidos de mayor interés deberían plantearse las actuaciones en términos en cierto modo similares a como se plantean las artesanías. Con sus sistemas de producción tradiciona­les, pero asumiendo que esos sistemas de producción tienen un coste añadido (se carge directamen­te al consumidor, como ocurrirá en países de mercado asilvestra­do, o indirecta­mente vía fiscalidad y presupues­tos públicos en aquéllos países en los que se aplica al mercado un correctivo social y de planificación), y que paralelamente desde otras áreas de la industria se mantiene una producción más masiva y estandarizada de bienes de consumo. Ese es justamente el caso de la agricultura ecológica. En realidad, y aunque parezca una contradic­ción, si esa agricultura es hoy posible es porque existen excedentes2. Y para que pueda extenderse en mayor medida, y puedan además liberarse extensos territorios para una función paisajística o ambiental, es preciso mantener en otras áreas una agricultura de elevadas productividades. Se trata pues de complemetar agricultura dura y agricultura ecológica3.

Es precisa­mente esa comple­mentariedad e interrela­ción dinámica la base de los ecosiste­mas, y esa debería ser también la base de funciona­miento del ecosiste­ma humano por excelencia: la Economía. Desgraciadamente, aunque este planeta pueda y deba regirse por unos criterios más ecológicos de los que impone el capitalismo salvaje, una población de 5.000 millones de habitantes no permite ser alimentada con agricultura ecológica, ni satisfechas sus necesidades de bienes de consumo con la artesanía. Ni estaríamos dispuestos a ello los habitantes de los países más desarrollados, ni mucho menos lo estarían los habitantes de los países menos desarrolla­dos, salvo que les fuese en ello la vida (la suya, no la del planeta).

Todo ello exige, en fin, para las actuaciones en este tipo de espacios protegibles, proyectos muy definidos, no sólo en lo concerniente al previo análisis del impacto ambiental de la actividad, sino en todo lo que sea control y seguimien­to de las interacciones ecológicas derivadas no previstas.

Todo ello nos llevará a permitir o promover, según los casos, actividades muy diversas según el tipo de espacio protegido. Puede tratarse de una explotación forestal controlada, que mejore el bosque y lo protega de los riesgos de incendio (que no sólo afecta a los pinos). Puede ser también la explotación (incluso cultivo) de plantas aromáti­cas y/o medicinales. Puede tratarse en otras ocasiones de sistemas de ganadería extensiva combinada con otras actividades. En otros, en fin, puede darse una recupe­ración de la hortelanía tradicional... En suma, siempre se ha de tratar de mantener las actividades, pues la presencia del agricultor, del ganadero, del leñador o el hortelano, es siempre la mejor defensa frente a las agresiones exteriores al ecosistema a proteger. Y, por supuesto, esa ordenación urbanístico-territorial ha de prever y definir normativamente el resto de actividades compatibles con la actividad primaria: el tipo de edificios admisibles, la tolerancia o no de áreas de ocio (residenciales o no residenciales), las condiciones para la apertura de vías de comunicación (en cuanto a movimientos de tierras, etc), la ubicación de las plantas de transformación industrial, y un largo etcétera de cuestio­nes que unos pocos equipos de urbanismo hemos venido introduciendo en España a lo largo de las dos últimas décadas, para sorpresa y espanto, a menudo, de las propias Administraciones que habían encargado o debían gestionar a posteriori el planeamiento.

Pero personalmente creo que puede y debe irse mucho más lejos. He explica­do mi concepto de los espacios protegidos como fruto de las actividades humanas, y acabamos de citar la posibilidad de liberar de la producción agroindus­trial extensos territorios que a pesar de los elevados inputs energéticos no obtienen altas productividades, como es el caso de cientos de miles de hectáreas de secanos malos en España. Así, creo que la con­fluencia de actividades ecológicas puede facilitar el surgimiento de nuevos espacios de interés ambiental, esto es la transformación de ecosistemas pobres en ecosistemas ricos. En la Comunidad de Madrid tuvimos ocasión hace años de proponer todo un programa de recuperación de los terrenos del Sur del Area Metropoli­ta­na, de ínfima calidad agronómica y totalmente deforestados, mediante la acción sinérgica de distintas actuaciones: recuperación de los resíduos sólidos orgánicos para la creación de capa vegetal, utilización de las aguas residuales para superar los déficits hídricos, repoblaciones forestales de función diversa (masivas en los cerros, lineales de frutales en todos los caminos, cauces públicos y vías de comunicación, islas recreativas), creación de polígonos de huertos familiares de ocio...4 Tan sólo el programa de huertos familiares fue puesto en práctica, de forma muy tímida, a mediados de los años '80. Pero este programa ha mostrado cómo unas doscientas hectáreas de la Vega del Henares, anterior­mente degradas, podían reconvertir­se en un complejo ecosiste­ma, artificial pero perdura­ble. Esta experiencia tiene el valor añadido de ser justamente la primera vez en España en que la agricultura ecológica se impone como obligatoria (aunque los huertos eran de ocio, no profesionales). A menudo hemos propuesto también, en el marco del planeamien­to, a diversos Ayuntamientos de puntos muy distintos del Estado, el abandono del cultivo en parte de las tierras comunales de secano y su transforma­ción en lotes forestales que inicialmente serían de ocio y cesión temporal a particula­res, bajo el compromiso de la plantación y cuidado de un arbolado variado. Hasta hoy no han tenido mucho éxito este tipo de propuestas, pero posiblemente las veamos implantarse a medida que se desarrolle la Nueva Política Agraria de la Unión Europea.

Resumiendo esta primera parte, creo que los llamados espacios protegidos pueden permitir la coexistencia de no pocas actividades agrícolas, ganaderas o forestales, siempre que éstas sean eco-compatibles. Pero, más allá de esta consideración, creo además que la agricultura, la ganadería y la gestión forestal eco-compatibles, complementadas con otras acciones ecológicas, pueden permitir la mejora territorial y la multiplica­ción de los espacios de interés ambiental. Como en tantos otros órdenes de la actividad humana, lo que fundamental­mente hace falta, previamente o más allá del desarrollo de técnicas, o de la recuperación de técnicas olvida­das, es la apertura a la imaginación.

1El progreso no es un movimiento unidireccional sin retorno. Esa concepción es la que conduce a la aniquilación del planeta. Al contrario, el progreso es un proceso contínuo e inacabable de acumulación de ensayos, ideas, intuiciones, fracasos, imaginaciones, descubrimientos, técnicas y formas de organización. Es un proceso acumulativo. Todo lo realizado hasta hoy por el hombre está ahí, y puede echarse mano en un momento dado, para un caso concreto, de técnicas o formas organizativas ya ensayadas como exitosas en otros momentos históricos. Una buena imagen puede dárnosla el ajedrez, donde los jugadores no avanzan simplemente exterminando, hasta la meta. En un momento dado puede ser más conveniente dar un rodeo, y recupe­rar una pieza previamente retirada de la circu­lación por el contrincante, en lugar de avanzar ciegamente con un solo elemento hasta un rey enrocado.

2Sin olvidar la influencia de los nuevos modos de consumo 'natural', no habría lugar para la agricultura ecológica, si fuese deficitaria la producción de alimentos. En tal caso habría que seguir aplicando las técnicas de maximización productiva. La aparición de la agricul­tura ecológica permite reducir los excedentes traspasando de algún modo los costes al consumidor.

3Personalmente prefiero este término, más tradicional y sufientemente explicativo. No creo necesario utilizar términos nuevos, como el de agricultura eco-compatible, que pueden inducir a confusión.

4Estas propuestas están recogidas en el informe El espacio ignorado. Posibilidades de la agricultura en el Area Metropolita­na de Madrid, Comunidad de Madrid, 1986 (edición en offset), que recoge una síntesis del estudio realizado por A.Baigorri y M.Gaviria, con la colaboración de G.Ballesteros, E.Domingo, F.Gonzalez, B.Berlín y A.Sánchez."


(sigue... más abajo acceso al texto completo)


Referencia:

Baigorri, A. (1999), "De la naturaleza social de la Naturaleza", en M. Pardo, coord., Sociología y Medio Ambiente. Estado de la Cuestión. Fundación de los Ríos, Madrid, pp. 103-114

8.11.1998

Regadío, territorio y desarrollo socioeconómico de Extremadura (1998)



Ponencia presentada en las Jornadas celebradas en Noviembre de 1996, sobre el Regadío y las Aguas del Suroeste Peninsular. 


"Hemos defendido siempre la tesis de que el Regadío no se improvisa. Un sistema de producción tan complejo requiere de un ambiente social que sólo puede ser producto de una lenta acumulación de capital, no sólo económico, sino también cultural. Ahora bien, la transformación planificada ha permitido acelerar los plazos de adaptación en el caso de Extremadura, y puede decirse que, siquiera en esos ejes de desarrollo más dinámicos ya señalados, está madurando una cultura de regadío. Cuando esto ocurre, se ponen en marcha mecanismos de retroalimentación que conducen a una expansión permanente de la superficie
transformada, hasta alcanzar los limites ecológicos y económicos. Es lo que viene ocurriendo en La Rioja, Aragón, Navarra o Levante desde hace siglos y lo que empieza a detectarse en Extremadura.
 
En el caso de Extremadura ha sido particularmente virulento el freno impuesto a la expansión del regadío a partir de los años '70. Hasta 1974 venia manteniendo un ritmo de crecimiento claramente por encima de la media nacional. Pero desde 1975 se rompe esta tendencia. El abandono de los grandes planes de transformación y la generalización de la "moda" de los pequeños regadíos actuó en detrimento de Extremadura frente a otras regiones de mayor tradición, en las que existe no sólo un conocimiento local de las posibilidades de transformación, sino asimismo una demanda permanente (y a veces secular) desde esos niveles locales. En una región como Extremadura la extraña pareja formada por la moda micro y la planificación hidrológica altamente tecnocrática y centralizada es muy peligrosa; provocando fenómenos curiosos, como la transformación en lugares donde no existía tradición ni demanda (regadíos locales de Malpartida de Plasencia, por ejemplo), con serias dificultades culturales para su puesta en riego, o en áreas de rentabilidad dudosa, mientras queda permanentemente postergado el pantano y la ampliación de los regadíos de La Codosera, una vega con tradición de siglos y altamente productiva, que por falta de ordenación
y mejoras empieza a decaer."
REFERENCIA
Baigorri, A. (1996), "Regadío, territortio y desarrollo socioeconómico de Extremadura" en Rodriguez, M., Torres, G., Baigorri, A. dir., Actas de las Jornadas Internacionales sobre el regadío y las aguas del Suroeste Peninsular, ADERCO, Badajoz, pp. 197-220
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3.07.1996

Regadío, territorio y desarrollo socioeconómico de Extremadura (1996)




El artículo repasa la situación actual, y las perspectivas de futuro de1 regadío. Sin una fuerte tradición, el regadío se implanta en Extremadura con el Plan Badajoz, aunque en los años '80 se inició un proceso de transformaciones de iniciativa privada. Hoy las zonas de rcgatdío, ocupando una pequeña parte de la superficie de la rrgión, concentran casi la mitad de la producción agraria, así como a la mayor parte de la población y de la riqueza extremeñas, articulando en suma el territorio.

Se propone por tanto su consideración como infraestructura básica para el desarrollo, señalándose los frenos tanto internos (estructura de la propiedad, conservadurismo ambientalista, falta de una cultura del agua ... ) como externos (intereses de otras regiones y naciones) que hoy limitan, más que los condicionantes "naturales", el desarrollo de los regadíos en el Sur de España. 

De lo expuesto se deriva la necesidad del aumento de la superiicie regable en Extremadura, en tanto la agricultura moderna de regadío es -en esta región- la base del desarrollo industrial, del terciario, e incluso en parte del cuaternario, y posibilita incluso -desde una perspectiva ecosocial- la liberación de tierras de agricultura marginal para su devolución a la superficie boscosa.

(Extremadura; regadlos; desarrollo; ecologia; orientación del territorio; sociologia rural; politica hidraúlica;
ejes).


Referencia y enlace al texto

Baigorri, A. (1996), "Regadío, territorio y desarrollo socioeconñómico de Extremadura", en Rodriguez, M., Torres, G. y Baigorri, A., Actas de las Jornadas Internacionales sobre el Regadío y el Agua en el Suroeste Peninsular, Aderco, Olivenza


7.17.1994

Regadíos, ecología y desarrollo económico en Extremadura (1994)



Se trata de un texto que preparé a petición de la Cámara de Comercio de Industria de Cáceres, para un volumen  de 'Estudios de Economía Extremeña' correspondiente a 1994. La verdad es que no sé si llegó a publicarse. Resumía y afinaba otros  trabajos previos sobre el  tema. De las conclusiones:


"Si definimos el espacio protegido como aquel fragmento del territorio que contiene elementos ambientales (bien sea un ecosistema completo, una especie endémica en vías de extinción, una masa forestal autóctona importante...) dignos de ser preservados para las generaciones futuras, estamos aplicando una noción estática de la Ecología, y en general de la vida. Por el contrario, la superficie del planeta que hoy conocemos es la consecuencia de millones de cambios climáticos, geológicos y ambientales a lo largo de otros tantos millones de años. Y si en base a la definición propuesta se pretende, con la protección, que el estado que algunos ecosistemas interesantes presentan en un momento dado se preserve, estamos tomando en cierto modo una decisión antiecológica, pues la Ecología implica cambio y mutación permanente. De ahí que, para algunos, el simple proteccionismo esté en cierta manera tan distante ideológicamente del Ecologismo. Este pretende no tanto practicar la arqueología como asegurar a las generaciones futuras que también ellos podrán seguir usando, gozando, y sobre todo haciendo producir, este planeta. En realidad, esa capacidad de producción es la esencia de los espacios protegidos, o a proteger. Salvo quizás las selvas amazónicas y otros territorios despoblados (y aún éstos sólo en parte, pues no conocemos la actividad humana que pudieron soportar hace diez mil años), en el resto de los casos se trata de espacios cuya conformación y estructura ecológica actual responde a las interacciones desarrolladas con las comunidades humanas que los han habitado y explotado durante cientos o miles de años. Unicamente unidades muy concretas como los manglares o los atolones coralinos podrían sustrarse de esta concepción. Hace ya muchos años, antes de que existiésemos los ecologistas, el profesor Monserrat, del Centro de Investigaciones del CSIC en Jaca, demostró que los bosques son el producto de los pueblos que los han habitado, y que han procedido a una progresiva y continuada selección de especies y una ordenación territorial no planificada, en función de sus necesidades ganaderas y forestales. Esencialmente podemos decir lo mismo de la Dehesa. Naturalmete, cuando esos bosques dejan de responder a la función que los ha generado es cuando se transforman en espacios frágiles. Pasan a cumplir una función para la que no han sido diseñados, como puedan ser el ocio y el turismo, y lo más probable es que acaben siendo pasto de las llamas. El nuevo bosque que surja (suponiendo que surja, es decir, que la erosión no acabe con la capa vegetal), cincuenta o cien años más tarde será distinto, y dependerá su conformación del uso y función a que se destine por sus moradores o vecinos.
Lo dicho puede aplicarse a los miles de kilómetros de sotos y vegetación de ribera destruídos en los últimos años en los ríos españoles. Durante siglos han suministrado madera a los pueblos vecinos, caza menor, han protegido de las inundaciones periódicas.
Mientras ello era así, los habitantes de los pueblos vecinos los conservaban, los vigilaban incluso, quedando recuerdo de numerosas ordenanzas municipales de protección de estos espacios altamente productivos y funcionales. Mas la regulación aguas arriba de los ríos, la introducción de otras formas de calefacción, y otros cambios en la civilización, casi los hace innecesarios a los ojos de sus habitantes. Como además eran a menudo espacios insalubres y focos de infección, se apartan de ellos, se quiebra el control social. Llegan quienes se hacen cargo y los reconvierten en choperas, o pasan a ser pasto de turistas y domingueros, que en poco tiempo acaban con ellos.
En suma, cada modelo de producción, cada sistema productivo, además de ser determinado por la infraestructura ecológica, precisa a su vez de una Naturaleza funcionalmente adaptada a sus necesidades. La Naturaleza no es algo externo al Hombre y sus sociedades, sino que se encuentra estrechamente interrelacionada. Y en consecuencia los espacios protegidos, o a proteger, no son sino el fruto de las actividades humanas en su interior. Los espacios que hoy consideramos de interés lo son porque los han conservado sus pobladores. Con usos que, en el periodo histórico en que fueron diseñados, debieron causar un fuerte impacto ambiental; eran lo que ahora llamamos tecnologías punta.
Naturalmente, estamos haciendo un análisis materialista de las cuestiones ecológicas.
Hacer otro tipo de consideraciones es puro romanticismo, apto para las movilizaciones ambientalistas pero inservible para el análisis social.
Partiendo de estas consideraciones, siempre he insistido en que la consideración de espacios protegibles no debe limitarse a los denominados espacios naturales, sino que debe extenderse a todos los espacios que, producidos por la acción humana o por la interacción entre hombre y Naturaleza, se ofrecen hoy como ecosistemas complejos y a la vez frágiles, dignos de ser conservados no sólo por sus valores ecológicos sino por su importante función productiva. Es el caso, en el que siempre he hecho especial hincapié, de las huertas milenarias que ocupan miles de hectáreas de muchos pueblos y ciudades españoles. Quizás habría que considerar todo el territorio como espacio protegido, en unos casos para su conservación, en otros para su transformación y mejora ecológica. 

Y no hay que olvidar que el hombre necesita tanto de unas áreas útiles para la satisfacción de sus necesidades materiales, como de otras, o de todas ellas simultáneamente, para la satisfacción de otro tipo de necesidades del espíritu. El problema del capitalismo es justamente que conduce a los hombres a considerar sólo la función productiva del territorio, y aún ésta únicamente en términos de rentabilidad mercantil. De ahí que el puro conservacionismo conduzca a menudo a callejones sin salida, al olvidar las bases de funcionamiento real de la economía y la sociedad. Sólo la superación de las contradicciones básicas del capitalismo posibilitaria, en este sentido, una auténtica gestión ecológica del territorio (ahí está la clave diferencial entre el conservacionismo y el ecosocialismo), aunque únicamente pueda plantearse en términos de utopía tendencial. Y ubicándonos en un utilitarismo bien entendido, sólo el mantenimiento de la función productiva (entendida no con la simple lógica del beneficio) puede facilitar la auténtica conservación. En este sentido, la relación entre regadío y ecología me ha preocupado especialmente desde hace años (...)"


Texto Completo

Baigorri, A. (1994) Regadíos, ecología y desarrollo económico en Extremadura, Estudios de Economía Extremeña 

12.22.1993

Intervención Jornadas de Planificación Hidrológica en defensa de los regadíos (1993)

Texto de mi ponencia invitada en las Jornadas de debate sobre el borrador de Plan Hidrológico Nacional, organizadas por el Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, en Madrid.


"     Aunque no esté formulada una Sociología del Agua, o una Antropolo­gía del Agua, pese a las modestas aproximaciones que algunos hemos hecho, sin embargo una Política Hidraúlica (término que prefiero, por más exacto, al de planifica­ción) no puede basarse, si quiere ser eficiente, justa y perdurable, exclusivamen­te en criterios técnicos, económicos o aún jurídicos, sino también, en criterios sociales. No en vano el agua ha sido, como he insistido en repetidas ocasiones, la causa de los primeros conflictos sociales conocidos en España, que datan de la época de la colonización romana1. Y sigue siendo la causa de algu­nos de los más agudos conflictos sociales de las últimas décadas, sea por la ubicación de embalses, sea por el reparto de agua entre pueblos, sea por los trasvases intercuen­cas (...)
Tal vez lo que voy a decir parezca injusto para con un documento que, en otros aspectos, hace notables aportaciones, pero da la impresión de que los regadíos se hayan utilizado única y exclusiva­men­te como instrumento metodoló­gico para justificar los trasvases1. Los tecnocráti­cos y antiagra­rios Planes de Desarrollo, aún tra­tando una temática mucho más am­plia, eran mucho más generosos ­con el regadío que este documento, monográfi­ca­mente dedicado a un elemento del que, por casualidad, el regadío es el principal con­sumidor. Parece cual si los ingenieros del MOPT ahora lo fuesen sólo de Caminos y Puertos, y no de Canales, habida cuenta del poco aprecio que les tienen. 
(...)la contradicción evidente en que se cae en la memoria del Plan. Pues de un lado se reconoce que "el regadío permite una mayor diversifi­cación de cultivos, más capacidad de adaptación a los cambios en la de­manda, y aumento en la garantía en la producción", es decir elementos claramente positivos desde una perspecti­va ecosistémica; pero de otra parte, como ya empieza a ser aburridamente habitual, se utilizan argumen­tos bioecológi­cos como arma arrojadiza contra el regadío. Parece que el regadío, y no las industrias químicas, no las centrales nucleares, no los vertidos urbanos, fuese el principal culpable del lamentable estado en que se encuen­tran los ríos españoles. Se llega a decir, por ejemplo, que los acuíferos más degradados desde el punto de vista de la contaminación "se corresponden, como es lógico (cito textualmente), con sectores rurales de intensa explotación agrícola". Sin duda las petroquímicas, las explotaciones mineras, las grandes áreas metropoli­tanas, las parcelaciones de segunda residencia o las urbanizacio­nes del litoral no guardan relación con los acuíferos más contamina­dos, a juicio de los redactores de la memoria del Plan.(...)En primer lugar, las tendencias en la agricultura de los países ricos parecen ir ahora mismo hacia la con­centración. Concentración en la gestión, pues los agri­cul­tores necesitan cada vez más tierra y mayores pro­ducciones brutas para sobrevi­vir, dado el valor decre­ciente de la unidad de producto; y concentración en el territorio, promocionándose tanto en la UE como en los EEUU el aban­do­no de tierras marginales, pues simultáneamente y de forma contradictoria con lo anterior se exigen reducciones globales de la producción para evitar excedentes. El regadío es sin duda la mejor respuesta a este desafío, a esta reconver­sión, pues concen­tra in intenso, y no in extenso. Sólo sólo este tipo de concentra­ción puede permitir la extensifi­cación de la agri­cultura que hoy se desea: per­mite obtener más, y además sin aumentar pro­porcio­nalmente los inputs ener­gé­ticos (salvo que el regadío se base en sistemas antiecológicos(...)en términos científicos no es sostenible el calificar de ecosistema natural a la dehesa, que es una tecnología productiva determinada por el latifundio y la baja densidad demográfi­ca, y basada como todas las tecnologías agrarias en la selección artificial de especies, mientras se tacha de ecosistema artificial al regadío. Las huertas milenarias de los pequeños valles afluentes del Ebro, de muchos valles de Cataluña y el Levante, del Norte de Extremadura, de tantas otras zonas españolas, son ecológicamente mucho más ricas que algunos espacios supuestamente naturales mitificados por los que yo llamaría eco-4x4, en honor a los vehículos con los que les gusta patear el campo.(...)
En suma, se trata de encontrar un equilibrio entre los ecosistemas agrícolas tradicionales, más autorregulados, con menores necesidadades de energía externa, pero menos productivos, y los ecosistemas agrarios modernos, altamente productivos pero poco estables, poco autosostenibles, energéticamen­te poco eficientes y altamente contaminantes. ­Por ello he abogado repetida­men­te porque la transfor­mación en regadío debe plantearse no sólo en términos producti­vos, sino asimismo ecológicos. Y no pienso tanto en los estudios de impacto ambiental, que van orientados a aspectos de conservación muy particulares, como en una concep­ción mucho más rica del diseño. Yo no hablaría más de transfor­mación en regadío, sino de diseño de huertas. "


REFERENCIA:
Baigorri, A. (1993), Intervención en Jornadas de Planificación Hidrológica, Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, Madrid
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5.27.1987

De lo que hay, y de lo que se podría (1987)


Este documento recoge los dos libritos que el desaparecido periódico EL DÍA de ARAGÓN editó en 1987, dentro de su colección de promoción de la lectura “Pensamiento y Cultura”. Los librillos (más bien panfletos, pues cada uno de ellos tenía apenas 60 páginas), en los que se recogían los artículos de opinión que publiqué en ese periódico entre 1982 y 1986. A ellos les pareció interesante publicar aquello, y a mí, que acababa de instalarme en Extremadura, me sirvió para mantener durante algo más de tiempo mi conexión ‘virtual’ con la que hace ya muchos años considero mi ex-tierra. En varios de los artículos incluí en el libro addendas, o bien comentando su impacto, o hechos posteriores relacionados.

La temática es muy diversa: medio ambiente, regionalismo, luchas por el agua, conflictos sociales, nacionalismo, identidad, cambio social, educación, etc.

Aún duró un poco más esa conexión virtual, y por eso he añadido como anexo algunos de los pocos artículos publicados en EL DÍA después de 1986 relacionados con Aragón.






Del Epílogo, del poeta y novelista (y obviamente amigo, Angel Delgado)

"Si yo fuese director general de Educación de Aragón -o de la ONU, mejor- pondría este libro (y otros' trabajos de Artemio, Gaviria, Silber, Borao, Labordeta, Guarc, Lucía, etc.) como área -ahora se dice así, creo-- obligatoria. La llamaríamos «Preparando un mundo más feliz», así de simple y dificil. Mientras llego, a ver qué consejero se atreve a empezar por alguna escuela de barrio o universidadpopular. ¿...ve usted, amigo lector?, Artemio crea sueños. Y el sueño es un radical, porque es libre, y como no tiene miedos ve que pueden ganarse todas las batallas. Habrá que decirle que no sea tan libre, porque encima de volvemos locos de tanto hacemos pensar, no podemos etiquetarlo ni criticarlo (acaso metemos la pata), y además nos da envidia. ¿O a lo mejor hay que darle las gracias, por esto...? Quizás es también un poco duro. Puede ser influencia del cierzo o de la boira. O de la soledad.Artemio Baigorri pertenece a los llamados (entre 1970-80) «ideólogos de la libertad », o «sociólogos de la base, los currantes y los militantes». Se hizo en la «Ebro's University» y perfeccionó técnicas en la «People's Luchas School».Enlazaría con los distintos movimientos o escuelas -machacadas a través de los siglos- de utópicos que harían suya aquella frase de Hegel: «la historia es el desarrollo de la idea de libertad». El quitaría lo de «idea». Debido a esta trayectoria, frente a los tecnócratas de poco ha que nos imponían la siesta o el «échate a dormir», o frente a los burócratas actuales que nos proponen la modorra, A. Baigorri termina siempre, aunque él no lo pretenda, sugiriéndonos la utopía, el sueño realizable y concreto. ¿Lo hacemos...?"
Referencia:
Baigorri, A. (1987), De lo que hay (y lo que se podría). Artículos 1982-1986, Tomos 1 y 2, Ediciones del Valle, Zaragoza

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9.23.1985

El espacio ignorado. Huertos metropolitanos y agricultura periurbana en Madrid (1985)



Se trata del resumen amplio del estudio sobre agricultura periurbana en el Area Metropolitana de Madrid realizado en 1983-1984. 

Por su tamaño se subirá en fragmentos

Anexo 4: Los huertos metropolitanos en Europa
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REVISIÓN COMPLETA (28/12/2020)

Gracias al sociólogo David Prieto, entusiasta de estos temas, me entero a finales de 2020, casi cuatro décadas más tarde, de que la Comunidad de Madrid ha digitalizado no sólo este documento, sino el estudio completo, que tendrá su propia entrada. Lo que son las cosas: un Consejero del PSOE recién llegado del PCE, el arquitecto cuadriculado Eduardo Mangada que nos consideraba a los autores una panda de anarquistas pequeño-burgueses indignos de ser tomados en serio, trató de impedir por todos los medios la difusión del estudio. Impidió realizar un libro normal, y sólo consintió a regañadientes difundir unos pocos ejemplares de este resumen, y unos pocos más del resumen del resumen. Y es una administración del PP la que décadas más tarde difunde y pone al alcance de todo el mundo el trabajo.

Este documento, por tanto, es un resumen de un estudio, cuya generalogía es la siguiente. En 1982 participé como ponente (seguramente, no lo recuerdo pero es lo más lógico en aquella época, como sustituto porque Gaviria no quisiese ir) en un seminario sobre el Suelo No Urbanizable organizado por el Colegio de Arquitectos Balear. En el mismo coincidí con Ramón Fernández Durán, entonces en la cúpula de COPLACO (organismo dependiente del MOPU que gestionaba el área metropolitana de Madrid antes de desarrollarse el estado de las autonomías). Le había gustado mucho el trabajo que sobre huertos periurbanos clandestinos, y sobre todo presentándolos como una alternativa a la crisis, había publicado unos meses antes en El Viejo Topo. Además era un admirador del trabajo de Gaviria, de quien también se consideraba discípulo pues había seguido sus cursos de postgrado en la UPM. Y me planteó que, a partir de las tesis de mi artículo, se le había ocurrido que podíamos hacer una investigación en el Área Metropolitana de Madrid, y sobre todo una propuesta para el abordaje del que empezba a sentirse como un problema social: los huertos periurbanos ilegales.

Estábamos terminando entonces el estudio sobre la agricultura y el medio rural en La Rioja, y hubo que aparcar la idea un tiempo. Pero tras diversas reuniones, propuestas y contrapuestas, y sobre todo tras superar algunas limitaciones administrativas (había que tener una empresa que contratase, pues entonces funcionábamos de forma totalmente anárquica, más que anarquista), finalmente llegamos a un acuerdo con COPLACO y a principios de 1983 iniciamos el estudio, con un equipo formado por los sociólogos Gregorio Ballesteros (un sociólogo que habíamos conocido a través de RFD, y que como tenía licencia fiscal podía hacer de parte contratante, pues yo no tenía aún licencia fiscal y Mario se negó siempre a sacarse una, temía a Hacienda más que a una pedregada y no quería aparecer como "empresario"), Belén Berlín, Francisco González Sadurní y Arrixaca Sánchez, y la si no recuerdo mal bióloga Elena Domingo (los recuerdos se desdibujan y hace que la gente se olvidé de unos u otros, o de las circunstancias404 OOPS! La página que está buscando no existe o se ha movido, es normal con los años).

En enero de 1984 entregábamos el estudio, un documento de casi 1.000 páginas en 8 tomos, a la ya convertida en Consejería de OTMAV de Madrid, en la que generó un profundo debate pues los responsables políticos, o más bien el máximo responsable, el consejero Eduardo Mangada, recién llegado desde el PCE al gobierno regional de Joaquín Leguina, no quería saber nada del estudio. Para él todo lo que no fuese planificación cuadriculada y compromisos históricos con la burguesía (dicho en plata, convenios urbanísticos con los que hacer notar quién tenía el poder, a cambio de plusvalías) era peligroso anarquismo. 

Los arquitectos e ingenieros más críticos e inteligentes de su equipo consiguieron sin embargo que se autorizase la edición de un breve resumen del estudio

Un año más tarde las cosas empezaron a cambiar; alguien le hizo ver a Joaquín Leguina posibilidades en los huertos periurbanos como herramienta de lucha contra la pobreza urbana (de hecho llegó a promover inmediatamente después un polígono en San Fernando de Henares, cuyo primer director sería precisamente el sociólogo del equipo de nuestro estudio que había actuado como contratante), y también como herramienta urbanística (por ejemplo para legalizar determinadas actuaciones no en el Area Metropolitana, sino en las zonas rurales de Madrid). Entonces nos pidieron preparar una edición con la mayor parte del documento, excluyendo anexos, sábanas de datos, etc. Pero volvió a chocar con problemas y oscuridades a la hora de la edición definitiva, de forma que se limitaron a tirar unas docenas de ejemplares de unas 250 páginas, en edición ciclostilada, en 1986, con el título de "El espacio ignorado", que es el documento que aquí se recoge.

A pesar del silenciamiento, el trabajo tuvo cierto impacto. En 1987 la Casa de Velázquez organizó un coloquio hispano-francés sobre el tema con el Ministerio de Agricultura, que se publicó al año siguiente como libro. Pero la salida de la crisis económica hizo que el tema quedase olvidado. Nunca ya nadie preguntó nunca por la agricultura periurbana. Sólo con la emergencia de la crisis estos trabajos han empezado a recuperarse (gracias a su difusión en Internet) y han venido generando, en los últimos años, una cierta literatura sobre el tema, bien que a menudo un poco naïf, esto es inventando la rueda.

Afortunadamente, ya está accesible también el informe original. Que no sólo tiene interés por el tema de los huertos metropolitanos, o la agricultura periurbana, en sí, sino que también constituye hoy un documento fundamental para entender la evolución de la propia Área Metropolitana de Madrid, y fenómenos que actualmente son tan problemáticos como la famosa Cañada Real.

"    En un área metropolitana en plena crisis industrial, parece sorprendente que se proponga y recomiende un auténtico programa de desarrollo agrario a corto, medio y largo plazo. La realidad es que la tierra, el agua y la población activa metropolitanas están infraempleadas y que el desarrollo agrario propuesto permitiría algo tan sencillo como el incrementar el proceso de autoabastecimiento metropolitano madrileño y español. No hay que olvidar que mientras que se hace cada vez más difícil el aumentar las exportaciones Industriales, dadas la competencia y saturación del mercado mundial, se podrfa por el contrario disminuir las importaciones, especialmente de soja, maiz y quesos, a través del desarrollo en el A.M.F.M. de una agricultura intensiva.
Se señala, por el interés que para el lector pudiera tener, el contenido de los anexos. Se ha Incluido en este apartado un resumen de los estudios de la OCDE sobre la agricultura en la ordenación de las áreas periurbanas, asi como un resumen sobre la agricultura periurbana en Barcelona, el caso del Maresme. 
En lo relacionado con los "huertos metropolitanos", se ha resumido y comparado la documentación sobre la situación de los huertos en Barcelona, Italia, Francia, Colonia, Holanda, Zúrich, Viena, Helsinki y Gran Bretaña. 
Además de éso se pueden consultar algunos modelos o propuestas de normativas sobre "huertos metropolitanos", tales como en el caso de Barcelona, Italia, Francia (de este pais se Incluye también una bibliografía sobre "huertos metropolitanos"). 
Como todo resumen, el aquí realizado tiene como objetivo el introducir el tema, ver los elementos esenciales del trabajo y estimular al lector para que acuda a los 7 tomos originales, a los casi 1.000 folios que la tierra, el agua, los agricultores, los pastores y los hortelanos en precario del A.M.F.M. han inspirado."


Anoto en este índice mis aportaciones concretas, tanto las mías en exclusividad como las coautorías, bien con Gaviria, bien con el conjunto del equipo





Referencia:

Baigorri, A., Gaviria, M. Ballesteros, G., Domingo, E., Sánchez, A., Berlín, B., González, F. (1985). 
El espacio ignorado. COTMAV/Comunidad de Madrid

Enlace al texto completo (ojo, más de 100 Mb)
Enlace al repositorio: https://www.comunidad.madrid/servicios/urbanismo-medio-ambiente/biblioteca-centro-documentacion-medio-ambiente-ordenacion-territorio Luego buscar "Acceder al Catálogo", y en el catálogo buscar "Agricultura periurbana". No son enlaces permanentes, por lo que siempre hay que acceder a través del buscador interno.







Incidencia del estado de los ríos en el desarrollo lúdico-recreativo (1985)









Conferencia en las Jornadas de Debate del Plan Integral del Agua de Madrid, Comunidad de Madrid, 1985





REFERENCIA

Baigorri, A. (1985), "Incidencia del estado de los ríos en el desarrollo lúdico-recreativo", en PIAM (Plan Integral del Agua de Madrid), Tomo 11, Comunidad de Madrid, Madrid, pp. 227-248
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7.11.1984

Diez tesis sobre Bardenas (1984)






\h  (qué tierno, el código que pasó del Wordstar al Wordperfect, lo dejo de recuerdo)


     Parece ser, me cuentan, que las jornadas sobre Bardenas no  han respondido a las expectativas que en su torno se habían  levantado. Sinceramente, a uno le hubiese gustado que en esos  días de reflexión y debate hubiesen quedado removidos por comple to los frenos que impiden un desarrollo inteligente de Bardenas  II; pero si al menos han servido para reafirmarse en lo que ya  estaba asumido, valga con ello.

     De todas formas, en los años que llevo observando el conten cioso de Bardenas tampoco es que se hayan visto grandes avances  sobre el tema, al menos respecto a las propuestas que se hacían  en el «Informe sobre el estado del planeamiento urbano y territo rial» que con Gaviria elaboramos hace más de cuatro años, por  encargo del Ayuntamiento de Ejea. Hay que anotar el cambio de  actitud de la DGA, tras la entrada de los socialistas, así como  el de otras instituciones; lo que ha supuesto un refuerzo moral  (por ahora bastante etéreo) para los ayuntamientos que se oponen  lisa y llanamente a la expropiación de sus comunales por parte  del IRYDA.

     Tiene también su interés el estudio encargado a Gesplan por  los ayuntamientos de la zona, que venía a abundar en nuestra  tesis de que los ayuntamientos podrían ser capaces de asumir la  transformación en regadío, si bien no terminaba de resolver el  punto básico: ¿y luego qué?. Y hay que mencionar por supuesto las  experimentadas reflexiones que don Francisco de los Ríos ha  dejado caer aquí y allá.

     Poca cosa no obstante, en una tierra donde, para bien o para  mal, todos nos sentimos capacitados para hablar del agua o del  campo, en corrillos, cafés, colas y oficinas. Las jornadas de  Ejea deberían haber venido a paliar esta sequía de debates.

     Como me hubiese gustado asistir, y no me ha sido posible por  hallarme en Extremadura, no puedo evitar, aunque sea con prisa y  de lejos, participar con unas pinceladas en el debate bardenero.  Ojalá que las tesis que aquí se exponen hayan sido estudiadas en  las jornadas; seguro que así ha sido, e incluso se han tratado  con más profundidad. Y digo ojalá porque, friamente, no veo que  otra vía distinta que la que aquí se esboza pueda llevar a buen  fin el contencioso (salvo la eterna vía de la rueda de molino,  que nunca falla).

I. Una ley tapa otra ley, o cómo partir de cero

     Es fácil estar de acuerdo en que las cosas serían distintas  en Bardenas si el asunto se iniciase ahora. Un buen porcentaje de  culpa del «impasse» en que nos hallamos la tienen los decretos-  ley que han venido desarrollando esta actuación; por lo que la  mejor manera de arreglarlo es «fabricar» otro decreto-ley que  anule todos los anteriores y permita partir de cero. Lo comido  por lo bebido, la acequia de Sora sería un gracioso regalo a la  región como satisfacción por los disgustos que ha generado el  proyecto. Puesto que todo está parado, parémoslo del todo y  legalmente. Pensémoslo de nuevo, entre todos esta vez, y póngase  de nuevo en marcha el proceso de una forma más sensata.

II. La mejor manera de conservar mientras tanto la acequia es usarla

     De seguir las cosas por el camino que van, para cuando el  agua llegue a la acequia de Sora se estará cayendo a trozos. Lo  hemos visto en el Plan Zújar. la mejor manera de conservar un  canal de cemento parece ser tenerlo lleno de agua. De los Ríos  hacía una aguda sugerencia, cuando nos contaba en un artículo  cómo en Bardenas I hicieron un tramo de acequia de tierra, provi sional, mientras llegaba el cemento. ¿No podría hacerse algo  similar mientras se arregla el tramo VI?. Que corra el agua por  Sora sin control, en tanto se resuelven las pegas, y veremos dos  efectos: el canal se conservará en mejores condiciones, y la  gente empezará a regar enchufando tubos directamente al cauce.  Ahorraremos varios cientos de millones en reparaciones, y obten dremos otros tantos de producción regando a la brava 1.000 ó  2.000 Has (así se hizo en el Canal de Lodosa).


III. Cualquier medio es bueno para empezar a regar

     Ganaremos tiempo y dineros si la Confederación Hidrográfica  concede, siquiera en precario, al Ayuntamiento de tauste, una  concesión del agua sobrante del Arba (y sobrante es prácticamente  toda la que pasa por Tauste) para elevar y regar 1.000 ó 2.000  Has en el Saso de Mira. En un año se podría estar regando (ya hay  de hecho una elevación funcionando, instalada por particulares),  y cuando el agua llegase de la acequia de Sora podrían trasladar se las bombas elevadoras a la propia acequia, para regar más  comunales por encima de la cota dominada. Sólo son precisas dos  resoluciones: una firmada por Botella y la otra por Nadal.

IV. El propio IRYDA tiene ya mecanismos para evitar el expolio de los comunales de Bardenas

     Si el Estado se empecina en seguir adelante, pueden hallarse  fórmulas conciliadoras, como las que el propio IRYDA está ponien do en práctica ahora mismo en otras zonas del país. En el plan de  riegos de Valdecañas, en el Tajo, el IRYDA ha ofrecido a algún  ayuntamiento, al que previamente había expropiado comunales, la  posibilidad de adquirir, en las mismas condiciones que los colo nos, cierto número de lotes para uso discrecional del municipio  (en el caso que acabamos de conocer, les han expropiado 80 Has de  secano y les van a «vender» casi 150 Has de regadío, en condi ciones inmejorables). En el fondo esto es el equivalente a nues tra vieja propuesta de que transforme el IRYDA, que todavía sabe  hacerlo y sobre todo tiene los medios, y cobre a los ayuntamien tos el importe de la transformación. Conociendo el precedente de  Valdecañas, sería ridículo que el Instituto se siguiera negando a  una solución de este tipo.


V. No está claro que los ayuntamientos de Tauste y Ejea sean capaces de gestionar 20.000 Has de regadío

     En los años que venimos observando la cuestión, no hemos  podido comprobar en los ayuntamientos afectados la capacidad  necesaria para gestionar todo el proceso y administrar de una  forma socialmente aceptable (desde una perspectiva al menos re gional, y no sólo local) los regadíos; aunque a pesar de todo  seguimos creyendo que los comunales deben seguir siéndolo. Esta  aparente contradicción, entre lo necesario y lo posible, se  superaría con la creación de un Instituto Regional de Coloniza ción, cuya eficacia se probaría en Bardenas II y se desarrollaría  en Monegros y el Gran canal de la margen Derecha. Sería un orga nismo mucho más complejo e imaginativo, y mucho menos corporati vista que el IRYDA; que «colaboraría» con los ayuntamientos en la  gestión de comunales, tanto de regadío como de secano, acabando  de paso y de una vez con los sueños desamortizadores de algunos  terratenientes y desaprensivos.


VI. Puede aprovecharse el agua de Bardenas para algo más que para regar, ahorrando parte de los costes de transformación

     El agua no es sólo un líquido refrigerante de las plantas,  sino que tiene una fuerza motriz muy importante (véase Jánovas).  En Tauste hemos estimado que pueden instalarse al menos cuatro  minicentrales hidroeléctricas, en ríos y canales. Y lo hemos  comprobado, pues tan sólo unos días después de informar al ayun tamiento de tales posibilidades, una empresa privada iniciaba la  construcción de una minicentral en el Canal de Tauste (tan rápida  fue la cosa que incluso se saltaron el pequeño trámite de solici tar licencia de obras), la cual está ya funcionando en la actua lidad. Entre la nueva central de Yesa y las numerosas minicen trales que podrían instalarse en ríos y canales de la zona puede  amortizarse una parte importante de las inversiones a hacer en  riegos y nuevos poblamientos.


VII. Bardenas es el mejor punto para instalar el centro superior de estudios agrícolas que Aragón necesita

     Puede ser la esperada Escuela Superior de Ingenieros Agróno mos. En cualquier caso no es necesario que tenga carácter univer sitario. Bardenas es un lugar ideal para instalarlo: tendría  viejísimos, viejos, nuevos y novísimos regadíos, agroindustrias,  secanos productivos y secanos erosionados e improductivos, tie rras salinizadas o en peligro de salinización, una potentísima  ganadería, pueblos de colonización y en su entorno tres de las  regiones agrarias más poderosas del Estado: Aragón, Navarra y la  Rioja; a media hora de Zaragoza, los alumnos y enseñantes no se  aburrirán mucho más que las 700.000 personas que pueblan la  capital de Aragón.


VIII. Varios fenómenos recientes nos reafirman en nuestra idea de la inevitable colonización de Bardenas II

     De un lado la crisis de la construcción. Los constructores  locales, hambrientos de obras (las nuevas construcciones no debe rían ir a caer en manos de las grandes compañías) se encontrarían  con una buena inyección de trabajo. El Plan Trienal de viviendas  debería reformarse, desviando viviendas de los grandes centros  urbanos hacia las áreas de nuevos regadíos. de otra parte, la  crisis urbano-industrial ha llevado a ciertas instituciones polí ticas a asumir por fín algo que los ecologistas veníamos «predi cando» años atrás: la conveniencia de repoblar los campos con  jóvenes desocupados de las ciudades. Pero, salvo que así lo  quieran ellos previamente informados, no hay que mandar a los  jóvenes a magullarse en las tierras marginales de los pueblos  abandonados (que por algo están abandonados, no todo es culpa del  franquismo o las eléctricas), mientras haya buenas tierras de  regadío que colonizar.

     Propongo a las Juentudes Socialistas que, paralelamente a su  interesante campaña de repoblación de pueblos abandonados del  Alto Aragón, se planteen otra de colonización de nuevos regadíos  (lo que tiene la desventaja de que primero hay que conseguir que  se hagan los regadíos), en Bardenas, Monegros y bajo la cota 400  de la margen derecha del Ebro. 

     Por último, el proceso que se está iniciando en algunos de  los pueblos de colonización de la primera parte de Bardenas, en  los que la economía comienza a complejizarse, demuestra que,  salvando entre otros muchos errores el del pequeño tamaño de los  actuales poblados, la idea puede seguir funcionando a la perfec ción, dando habitabilidad a un territorio exageradamente extenso  y desértico.


IX. El Plan Bardenas, por desarrollarse en un país con tradición en la colonización agraria, con recursos técnicos y económicos, con un avanzado grado de desarrollo social, y con una no menos notable tradición en lo que a sueños y utopías se refiere, debería convertirse en un modelo experimental de colonización

     Es una oportunidad única para poner al día el estilo «nacio nal» de colonización que ha venido cuajando desde el siglo XVI al  XX, y que no ha avanzado nada desde los años 50 a pesar de los  muchos cambios habidos en la sociedad española. Todo ello tanto  en lo que se refiere a formas de poblamiento como a otras cues tiones. Respecto al poblamiento, habría que buscar la compatibi lización entre el poblamiento disperso en base a los cruces de  caminos que se propone en el PGOU de Ejea (estilo astur-galaico-  leonés-californiano, digamos), el poblamiento concentrado en  nuevos núcleos que se propone en el PGOU de Tauste (estilo Valle  del Ebro, con una concepción esencialmente distinta de los pue blos de Bardenas I), y otras formas poblamiento aislado (estilo  valenciano-murciano, estilo manchego-extremeño-andaluz, etc) que  puedan surgir.

     Junto al poblamiento, otra cuestión básica a replantear es  la de la propia agricultura que se vaya a practicar. De un lado  las formas de explotación, dominio y propiedad de las explota ciones, permitiendo formas diversas: agricultura familiar, co munal, en cooperativa, en comuna (para los pobladores jóvenes que  lo deseen experimentar), en forma de empresa pública, etc. De  otra parte, las formas de cultivo y los propios cultivos, por  cuanto en tan vasto espacio agrario caben nuevas alternativas de  cultivo biológico (con sus correspondientes estructuras propias  de transformación y comercialización), en tierras que todavía  están limpias de productos químicos y que se van a regar con  límpisimas aguas del Pirineo (algo que sólo puede conseguirse hoy  en España en reducidos y lejanos valles de alta montaña); junto a  formas tradicionales de agricultura química, nuevas formas de  explotación mixta agroganadera, etc.


X. Bardenas II debería convertirse en un paisaje hermoso

     Se trata básicamente de no reproducir el campo-fábrica en  que se están convirtiendo los regadíos actuales. En medio de la  casi general indiferencia, hemos venido denunciando en repetidas  ocasiones la desaparición de hermosos paisajes agrarios (no «na turales» y que como tales no movilizan a los conservacionistas  tradicionales), en beneficio de la cosechadora y de una falsa  idea de la productividad; la desaparición del arbolado disperso,  refrescante, protector de pájaros y rico en frutos; la transfor mación de miles de hectáreas de paradisíacas huertas, verdaderos  jardines agrarios, en páramos cerealistas en los que sólo se nota  que hay regadío por las altas producciones y porque hay acequias.  Un falso espíritu de progreso que ha hecho que en los nuevos  regadíos (basta recorrer el «desierto» que a estos efectos sigue  siendo Bardenas I) ni siquiera se haya planteado ya ese potencial  paisajístico que ofrece el agua.

     Es hora de reivindicar lo que queremos llamar agricultura  paisajística, sobre la que no vamos a extendernos aquí; baste  señalar cómo en la transformación de Bardenas II (como luego de  Monegros, o de las tierras regables de la margen derecha) debería  aplicarse este concepto, recuperando para el campo una de sus  funciones básicas: la de recrear y enriquecer el espíritu tanto  de sus habitantes como de sus visitantes. Y ello debe traducirse  en algo más, mucho más, que los tópicos «bosquetes» del IRYDA (de  pinos aquí, de eucaliptus en el Sur), y que debería llegar in cluso a aplicaciones como incluir acequias de tierra en las zonas  destinadas a huertos familiares, para facilitar la potenciación  de fauna y flora.

     Se trata de obtener un diseño meticuloso y amable del espa cio agrario, con plantaciones masivas de especies variadas (no  sólo de pinos, sino también encinas, higueras, acacias, almen dros...que tampoco necesitan regarse) en los espacios inútiles  para el cultivo y el riego (permitiéndonos incluso dedicar a  estos menesteres tierras no dominadas por el agua, aunque culti vables en secano); plantaciones en caminos, canales y acequias,  no sólo de pinos o feos y tristes cipreses (que además deprimen y  no es bueno en tierras de cierzo suicida) sino de todo tipo de  especies incluídas las frutales; mantenimiento e incluso mejora  de las balsas del monte, recrecidas y con agua abundante, pobla das con peces adecuados, forestadas sus riberas, como espacios de  recreo y humificación ambiental; diseño de prototipos arquitectó nicos para las construcciones (viviendas, granjas, almacenes,  transformadores eléctricos, silos...) que surjan en estos campos;  etc.

     Si nos limitamos a llevar agua por acequias y tuberías (que  la aspersión sería otro tema a replantear, al menos para las  zonas de suficiente capa vegetal, y sobre todo a largo plazo si  no hay problemas de agua), el paisaje bardenero tan sólo lo  habremos transformado en su mitad productiva, y sabido es que  conviene a las civilizaciones, para no caer en la barbarie, el  atender a otros aspectos que a su simple manutención.


     Evidentemente, todas las tesis aquí apuntadas parten de algo  que no es tesis sino evidencia: no es necesario esperar el recrecimiento de Yesa para ir transformando y empezar a regar en  Bardenas II. Que cuando ese agua de apoyo llegue, esté todo ya en  marcha.


11/12.VII.1984    Monfragüe (Extremadura)


                                                                  


ADDENDA (añadida en el libro "De lo que hay lo que se podría", publicado en 1987) : En los tres años transcurridos desde que escribí estas líneas (que respondían a varios años previos de preocupación y estudio del tema, a través de trabajos de planificación y ordenación urbana en Ejea y Tauste) he ido viendo con alegría cómo algunas de las propuestas se han venido haciendo realidad. No me preocupa especialmente saber si han tenido alguna influencia estos trabajos, o todo ha sido fruto de esas mentes tan lúcidas que siempre hemos tenido en el gobierno de la región. El caso es que se avance. 

     Pero en cualquier caso me da la sensación de que sigue faltando un criterio general y globalizador para actuaciones en operaciones como Bardenas II. Y faltan sobre todo ganas de experimentar, de salirse de lo trillado (trillado aquí o en otros países, es lo mismo) para ir más allá, siquiera dejándose llevar por la marea de los tiempos que llegan. Se sigue creyendo que transformar es sólo hacer la presa o el pocico, tirar la acequia o el tubo, hacer a lo sumo una cooperativa y a producir; y eso es aumentar la producción de un territorio, no transformarlo. ¿Por qué seguirá dando tanto miedo aplicar la imaginación al gobierno de los pueblos?.

Referencia:
Baigorri, A. (1984), "Diez tesis sobre Bardenas", El Día de Aragón, Miércoles 11 y jueves 12 de julio, pag. 3

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