SOLIDARIDAD...
O INDEPENDENCIA
Panfleto
contra el Todo... y contra el 15
Artemio
Baigorri
"Sólo
la propuesta de aquellas acciones
que
proceden de móviles desinteresados
puede
inspirar respeto por parte de los hombres
hacia
aquel que las propone"
Inmanuel
Kant (1794)
Si
la defensa que pujolanes y leguileños han hecho del rapto de las
sardinas ha sido tan débil como la generalidad de las intervenciones
extremeñas, podemos estar tranquilos. Y de hecho, poco he leído tan
ridículo (y poco digno de respeto, en los términos del apotegma
kantiano que nos ilumina) como la pretensión de Leguina de
convencernos de que tras la cesión vendríamos a recibir más
dinero... ¿Nos creen tontos, son tontos, o lo hacen sólo por
joder?. Tal vez Leguina precise releer al Tom Wolfe de "La
izquierda exquisita"
(digo releer porque es muy culto), aquel que dice: "Desde
un principio era absurdo dudar de la sinceridad de la Izquierda
Exquisita. Pero la idea funcionaba a dos niveles. En el
primero...bueno, uno siente
un sincero interés por el pobre y el desheredado, y una honesta ira
por la discriminación. Nuestro corazón clama...bastante
espontáneamente... Por otro lado, es decir al segundo nivel mental,
se siente también un sincero interés por mantener un estilo de vida
propio del East Side dentro de la sociedad neoyorquina. Y este
interés es tan sincero como el primero, e igualmente profundo. El
Izquierdismo Exquisito, a fin de cuentas, es sólo de izquierdas en
el estilo; en el fondo forma parte de la buena sociedad y de sus
tradiciones."
O simplemente leer a un viejo catalán al que volveremos a citar,
Almirall: "Mientras
exista una peseta en España, Madrid podrá seguir presentándose con
su disfraz de gran capital y reinar en medio de un desierto de
miseria y de privaciones (...) Madrid tiene un recurso especial: vive
de la política, gracias a lo cual se adjudica una parte sustanciosa
del presupuesto de la nación".
En
nuestro caso, salvo el artículo de Ibarra, que aporta elementos
interesantes sobre el impacto de una fiscalidad progresiva en la
distribución territorial del impuesto sobre la renta, casi todo lo
que se ha visto ha sido, cuando no peloteo descarnado al presi,
elucubración historicista ("ya
en tiempos de los iberos...",
ha empezado alguien por ahí) o, lo que es más grave, lastímeros
exordios que rara vez alcanzan a llegar a la exposición que, en
buena oratoria, debe seguirle. Con muy buena voluntad en casi todos
los casos, eso sí, y por primera vez con un cierto sentimiento de
unidad, como hacen ellos.
Pero no es suficiente.
Y
es que, básicamente se han utilizado dos líneas de argumentación.
De un lado se ha reciclado el concepto de Extremadura
Saqueada
que algunos hicimos popular en todo el país hace tres lustros; pero
se confunde quien ha practicado el historicismo a partir de aquel
concepto: el que la explicación del saqueo extremeño tenga orígenes
históricos no quiere decir, ni mucho menos, que Extremadura haya
sido saqueada por todo Dios, desde tiempos de los iberos (y es que
hay quien hasta copiar lo hace mal). Mérida era una de las mayores
ciudades del globo cuando Barcelona no existía. El reino aftasí de
Badajoz se extendía hasta las orillas del Duero cuando el Condado de
Barcelona era un pequeño reducto montañés. Y una cuadrilla de
aventureros extremeños se hicieron, como quien no quiere la cosa,
con medio continente americano... Extremadura, como todos los pueblos
del planeta en uno u otro momento de su historia, ha sido saqueada
y saqueadora,
y no se trata ahora de pillarles manía a los italianos por haberse
cargado a Viriato.
La
segunda línea de argumentación no es menos nefasta. Se trata de una
cierta utilización del concepto de solidaridad.
Un concepto muy complejo que admite esencialmente dos
interpretaciones. Una tiene origen religioso y aristocrático,
organicista, y lleva ineludiblemente al concepto anejo de
caridad. Los que tal argumentan buscarían que los nacionalistas, que
empiezan con la glosa de Fichte, "Yo
soy yo, y todo lo que está fuera de mí son artículos de consumo",
hiciesen caso del seny
e,
inspirados por las excursiones piadosas a Montserrat, fuesen
solidarios
con nosotros, del mismo modo que organizan excursiones de
cooperantes a los países del Tercer Mundo.
Aceptar,
en defensa de la región, tales conceptos de saqueo y solidaridad,
nos podría llevar a pensar, en términos casi racistas, en un pueblo
incapaz de proteger lo propio, condenado a vivir de la limosna
pública. Por eso es necesaria esta crítica
de la crítica,
para que sepamos dónde estamos y dónde no estamos. Y entre tanto
que callen los maulladores a la luna, pues el ruido de sus llantinas
no nos deja pensar.
El
concepto de solidaridad que debe ser aplicado en el debate sobre la
financiación de las autonomías no tiene nada que ver con la
caridad. Es un concepto ampliamente desarrollado por la filosofía
política, especialmente desde que Ibn Khaldun escribiese, en el
siglo XIV, sobre la solidaridad
social
entendida como actividad cooperadora, y estableció el criterio de
que cuanto más adverso es el medio en el cual se desenvuelve la vida
de un grupo, más fuerte es la solidaridad entre sus miembros (tal
vez ello explique la escasa solidaridad que se da hoy en la España
rica). En el siglo XVIII los enciclopedistas retomarían y
desarrollarían ese concepto, y Durkheim lo elevaría a categoría
científica al hablar de la solidaridad orgánica,
contractual, como instrumento de cohesión social en las sociedades
avanzadas. Por ahondar más en las características reales y
democráticas del concepto, digamos que la palabra viene del latín
insolidum,
una expresión jurídica indicativa de una relación tal entre varios
individuos, que lo decidido o realizado por cualquiera de ellos
obliga automáticamente a cada uno de los demás. Este concepto de
solidaridad es utilizado, de hecho, como sinónimo de unión,
colaboración, adhesión, y está muy relacionado con el concepto de
solidez.
Una
solidaridad, por tanto, muy distinta, que no implica en absoluto la
necesidad, o bonhomía, de ayudar
a los pobres.
Primero, en nuestro caso, porque Extremadura ya no es pobre, sensu
strictu;
y segundo porque, aunque quienes tienen mayores niveles de renta per
cápita la considerasen pobre, en tal caso podrían aplicar con razón
y legitimidad lo que decía un estúpido catalán en una conocida
tertulia radiofónica: "Yo
prefiero ayudar
a un somalí que a un cacereño".
Y, efectivamente, es mejor que las limosnas se las envíen a Somalia.
SOLIDARIDAD... O INDEPENDENCIA (y II)
Artemio Baigorri
"El nacionalismo refleja todos los intereses inimaginables. No es nada y es todo, es simplemente la envoltura ideológica; lo importante es determinar en cada momento su núcleo" Rosa Luxemburg (1918)
La
solidaridad que justifica nuestra indignación contra los
nacionalpujolistas y su compañero de viaje Leguina es reflejo de un
a modo de contrato social entre los pueblos; en el caso de España,
tal y como se acordó en su día al unirse las coronas de Aragón y
Castilla, en un proceso que se ha ratificado de contínuo, bien por
la fuerza o por el consenso (Constitución). Un contrato por el que
las partes se comprometen a beneficiarse mutuamente, por lo que
mientras ello ocurre de este modo no puede hablarse de saqueo. Pero
cuando, al decir de Maquiavelo, no hay un beneficio mutuo sino
que sólo estamos haciendo poderoso a un vecino/socio, entonces nos
estamos hundiendo a nosotros mismos, pues pasado el tiempo nunca
aquél reconocerá de dónde le vino su poder. Es ahora cuando surge
el saqueo, y de él somos entonces nosotros los únicos culpables,
especialmente si seguimos consintiendo cuando hay instrumentos
jurídico/políticos para evitarlo. Pues como dice el que sin duda es
el autor no catalán preferido de Pujol, "No
se debe jamás dejar subsistir un desorden para evitar una guerra,
pues no se la evita; lo que se hace es diferirla con grave perjuicio
para el que tal hace".
Efectivamente,
la irregular distribución en el territorio nacional de los recursos
físicos aconsejó en su día la concentración de inversiones
infraestructurales e industriales en una serie de puntos del Estado
español, en la creencia de que las economías de escala permitirían
un crecimiento más rápido y sostenido, del que indefectiblemente se
beneficiaría el conjunto. Aunque los Polos de Desarrollo apareciesen
en el franquismo, el proceso es muy anterior. No en vano Tuñón de
Lara (catalanista aunque no catalán) dice que "habría
que señalar los saneados negocios de la industria textil catalana
gracias a la política proteccionista combinada con el monopolio, de
hecho, en las colonias",
y Angel Viñas habla de la "fuerte
discrecionalidad de la asignación geográfica y sectorial de la
inversión industrial",
o de la agricultura de las regiones del interior como "fuente
de mano de obra y también mercado para la industria".
Lamentablemente, como aquí los sabios son como son, no se ha
emprendido ninguna investigación en nuestra Universidad sobre
disparidades regionales, en la que por ejemplo se contabilizasen las
inversiones públicas en las distintas provincias españolas al menos
desde 1850, la distribución de aportaciones impositivas al menos
también desde el siglo XVIII y XIX, y la evolución del ahorro
regional desde que existen instituciones de crédito. Sería sin duda
sería muy interesante. Miren lo que pensaba nada menos que Valentí
Almirall, fundador, con Pi y Margall, del movimiento federalista
catalán, sobre las grandes fortunas de Barcelona: "En
medio de la miseria general se alzan, orgullosas, las cabezas de
varios ricachones, que recuerdan a las pirámides imponentes pero
estúpidas que se ven en mitad del desierto egipcio (...) Todos esos
cresos, todos, oídlo bien, han hecho sus capitales en tratos con el
Estado, ya sea prestándole dinero, ya como contratistas de los
servicios de la Administración general (...) Los que explotaban el
trabajo de los negros en las colonias de América, y algunos
arribistas de la Bolsa, son dueños de la mayoría o, mejor dicho, de
la casi totalidad, de los suntuosos edificios de la ciudad de
Barcelona".
Naturalmente,
los beneficiados desmemoriados contra los que advertía Maquiavelo
son hoy los nacionalistas catalanes. Como lo han sido repetidas veces
a lo largo de los últimos cien años. Ahora que somos la once o
doceava potencia económica del mundo, ahora que toca el reparto del
capital acumulado, ahora la ideología nacionalista es utilizada para
embadurnar la voluntad de estafar a los socios. Los escorzos de Pujol
intentando llegar a lo alto del micrófono son un tararí que te ví,
un lanzarnos que han sido muy aplicados y nosotros vagos y maleantes
(no otra cosa que maleantes son los defraudadores). Y es que ya lo
decía Ganivet en el 98: "He
estado tres veces en Cataluña, y después de alegrarme la
prosperidad de que goza, me ha disgustado la ingratitud con que juzga
a España la juventud intelectual nacida en este periodo de
Renacimiento. Y sin embargo, el renacimiento catalán ha sido obra no
sólo de los catalanes, sino de España entera, que ha secundado
gustosamente sus esfuerzos".
¿Puede decirse algo más claro y sintético cien años después?.
La
cuestión es mucho más seria que todo lo que se está planteando,
sobre todo a partir del momento en el que los pujolistas han lanzado
su último farol. Contrariamente a lo que podamos creer por los
titulares de los periódicos ("Pujol
se queda solo"),
ahora es cuando empieza el problema. Al pedir la cesión de la
totalidad del IRPF, el ex-banquero Pujol ha conseguido que partidos
como el PP o IU hablen de no aceptar todo, pero sí parte. En esos
partidos, evidentemente, el chantaje ha surtido efecto (aunque,
afortunadamente no tienen responsabilidades de gobierno).
La
cuestión de fondo es mucho más seria, pero también mucho más
simple, y por ello creo que debe descubrirse con valentía y
frialdad. Se trata, efectivamente, como ha expuesto Ibarra, de una
preferencia explícita por un modelo de asociación que rompe
claramente el concepto de solidaridad que ha mantenido unido a este
Estado desde el siglo XV, para bien o para mal. Hay un núcleo
importante (muy importante, tanto cualitativa y cuantitativamente, y
no sólo en CiU sino también en el PSC) de catalanes que consideran
qua ya no necesitan del resto de España (que no vengan con tonterías
de hechos
diferenciales,
porque aquí tenemos a esos pueblos de Gata que son tan raros que
hasta hablan en gallego, y se sienten extremeños como cualquier otro
pueblo). A su vez, esas actitudes están generando, en muchos de los
restantes españoles, una actitud de rechazo hacia Cataluña, y por
otro lado no me cabe duda de que en estas semanas las minorías
étnicas (extremeños, andaluces...) deben estar soportando ciertas
presiones en Cataluña.
Por
ello, y para no seguir emponzoñando la vida del Estado durante
décadas, como viene sucediendo prácticamente desde la Primera
República, el problema sólo puede resolverse también de una forma
valiente y decidida: mediante dos referéndums. El primero, en
Cataluña, con una pregunta clara y concisa: "¿Quiere
usted la independencia de Cataluña, sabiendo que si sigue mantiendo
sus lazos solidarios y contractuales con el Estado español, a
Cataluña va a tocarle ahora dar más de lo que recibe?".
Y el segundo, en el resto del Estado, con una pregunta no menos
concreta: "¿Quiere
usted seguir soportando por los siglos a los catalanes, o no le
importa que se queden los muebles y aún la cuenta corriente, pero
que se vayan de una vez a hacer puñetas?".
Así de simple, crudo y solidario, porque la cuestión es doble:
saber si los catalanes quieren seguir siendo españoles, y saber si
al resto de los españoles nos interesa que lo sean.
Algunos
ganarían con todo esto, incluso aunque se materializase el
supuestamente peor escenario imaginable. Por ejemplo, saldrían
ganando las minorías étnicas (andaluces, extremeños,
aragoneses...), que se encontrarían con mayor libertad de la que hoy
tienen para defender sus derechos en Cataluña, tanto en lo que al
idioma se refiere como, en general, al respeto de su cultura. Tal vez
entonces la embajada española pudiese hacer por ellos más de lo que
hoy puede hacer el Ministerio de Educación y Cultura.
Fuese
el que fuese el resultado, no cabe duda de que todos descansaríamos
en paz. Por supuesto, creo que en Cataluña el resultado sería
contrario a la independencia (en el resto de España ya no estoy tan
seguro del resultado), y los pujolanes se lo pensarían mucho desde
entonces antes de querer meter la mano en el bolsillo de España.
Pero
entretanto nos atrevemos a devolver el farol con un farolazo, lo que
hay que hacer en esta tierra son dos cosas: en primer lugar, no dejar
de revindicar lo que es nuestro, no porque nos lo hayan quitado, o
porque merezcamos una limosna, sino simplemente porque ahora
nos toca a nosotros.
Y en segundo lugar controlar a dónde se van nuestros dineros, no
sólo los recaudados por el Estado. ¿Cúal es el destino de los
ahorros extremeños que las instituciones financieras de la región
se resisten a invertir en Extremadura, a prestar a los extremeños?
Debemos saber dónde y en qué se invierte el ahorro extremeño, pues
ese es un IRPF que la banca distribuye a su santo capricho.
Y
por si acaso, los creyentes que recen a los santos de su devoción,
pues no quiero pensar hasta dónde pueden llevarnos esos lituanos,
antes polacos, tal vez mañana croatas, siempre fenicios...
Referencia:
Baigorri, A. (1992), "Solidaridad o independencia.Panfleto contra el todo...y contra el 15", Diario El Periódico de Extremadura (2y3/11/1992)