7.15.1993

La ambición del César francés (1993)




"Me da pena Mitterand, al que he admirado, porque sus últimos años, tras una vida de dedicación a sí mismo, al Estado y al socialismo, van a estar sin duda cargados de amargura. 
Su gran sueño, la presidencia de Francia, acaba en pesadilla. Mal soportado por una derecha que ha llegado al Gobierno con la mayoría más absoluta que soñarse pueda, y criticado desde la izquierda (incluyendo a su partido) por su soberbia y su insaciable ansia de sillón.
Su gran obra, la unificación de los socialistas franceses, amenaza con venirse abajo. En los Estados Generales, que más que refundación son confesión, arrepentimiento y penitencia del PSF, la mención del nombre de Mitterand provoca un gélido silencio. Sólo una petición expresa de Mauroy, el fiel Mauroy, quien ya en 1971 le allanó el camino en el congreso de Epinay-sur-Seine, consiguió arrancar un escuálido aplauso. Lo que era un partido joven, ideológicamente rico, y capaz de aglutinar, poco a poco, a toda la izquierda francesa, quedó reducido a marioneta en manos de las pesadillas, caprichos y obsesiones de quien siempre creyó haber llegado al Palacio presidencial exclusivamente por sus propios méritos. El debate ideológico quedó sustituído por el clientelismo y el delfinato. No hay dedos para contar el número de ambiciosos que en algún momento fueron tocados con la varita mágica, con la etiqueta de sucesor, pero ninguno tiene hoy prisa en recoger la pesada herencia.
Mauroy, de nuevo maestro de ceremonias, no extiende hoy la alfombra a los pies de Mitterand, como en el congreso de Epinay-sur-Seine, sino de Michel Rocard, el otro, su querido enemigo desde hace décadas. Es insustancial saber quién está a la izquierda de quién, porque cuando uno se aferra al poder todos quedan a su izquierda.
         Aunque quienes simpatizamos con el socialismo democrático tenemos esperanzas en que el PSF conseguirá sobrevivir a la dèbacle, habrá que ver si Rocard ha aprendido la gran lección: en democracia sobran los césares, los dioses, los seres providenciales. Va a ser complicado, pues ya se ha presentado como salvador, con el big-bang como Santo Grial.
Pero si quiere sobrevivir deberá aprender que la contienda democrática no es contienda de titanes, duelo al sol en el Olimpo, sino contraste de ideas, programas, capacidades de organización. Contraste en suma de intereses, que a veces se ven obligados a la conciliación. Pretender representarlos a todos simultáneamente como un dios, como un padre, es enfermizo. La enfermedad, social, se llama organicismo, degenera en democracia orgánica, y tiene muy mal pronóstico. Habría que enseñarlo en las escuelas."

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