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12.09.2025

Los procesos sociales y culturales que configuran y extienden la placenta social modifican la conformación cerebral (2025)

No es la primera vez que me ocupo aquí del concepto de placenta social, pues tengo el blog salpicado de notas notas sobre el tema.  

Es un concepto, que cuando lo empecé a utilizar a finales de siglo, no existía, y de hecho sigue sin existir formalmente porque no me he ocupado de él  en un paper (¿tendré que hacerlo, con lo cansino que es y lo poco que aporta?) en una revista anglosajona Q1 [1]. Y sin embargo es un concepto esencial para entender algunos de los grandes cambios sociales contemporáneos. Tendré que darle en cualquier caso algo más de forma y colgarlo en SocArchiv y Zenodo.   

Empecé a reflexionar en torno al concepto de placenta social, al tener que ocuparme (aunque no era un tema que me atrajese) de temáticas relacionadas con la Juventud, primero con temas de empleo, luego con temas de ocio nocturno, aspectos educativos, adicciones, etc. Se sucedieron una serie de ensayos preparados para intervenciones en distintos foros, y luego me tocó desarrollar algunas investigaciones de cierto impacto sobre el asunto, primero en relación con un fenómeno nuevo de ocio nocturno, en cuya publicación resultante específiqué detalladamente el concepto de placenta social (Baigorri, Fernández et al, 2003), luego en relación con los problemas de la educación en Extremadura (Baigorri y Muñoz, 2005). El tema lo incorporé a mis materiales educativos tanto en la docencia de Introducción a la Sociología como en Sociología de la Educación. Su utilización me supuso incluso sufrir a principios de siglo una de las primeras cancelaciones conocidas en nuestro país de la Era Woke [2].

Recojo tal cual lo que escribí en el apartado dedicado al tema en (Baigorri, Fernández et al. 2003), texto en el que ya introducía el concepto de generaciones que hemos desarrollado ampliamente, desde 2013 en diversas publicaciones con Manuela Caballero:

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La evolución de los animales parece conducir (es la evidencia, nada más lejos que buscar una orientación teleológica) a una creciente y más larga dependencia de las criaturas. Frente a todas las especies más viejas, el embrión de los mamíferos se adaptó a un modo de vida “parasitario” (Barnett, 1966: 86). Tienen que alimentarse, durante su gestación, de la propia madre.

Pero hay grados. Los marsupiales pesan en torno a 1 gramo al nacer, pero aún ciegos son capaces de llegar por sí mismos a la bolsa marsupial, en el caso de los walaby siendo poco más que fetos. El ganado vacuno, con un periodo de gestación similar al humano, es capaz de ponerse de pie nada más nacer y caminar torpemente en busca de las mamas de su madre. Los seres humanos, hasta pasados unos meses, no podemos ni siquiera reptar, y tardamos un mínimo de un año en poder caminar.

La clave de esta aparente estupidez de la Naturaleza está en una paradoja de un calado enorme. Lo que nos permite a los humanos escribir este libro, leerlo o comentarlo on line con alguien que resida en Sidney es, entre otras cosas, el cerebro, que tiene la particularidad de ir aumentando a medida que el feto se va desarrollando, de forma que la mujer debe dar a luz en una fase temprana, para que la cabeza del niño pueda pasar por un conducto pélvico cada vez más estrecho.

Es producto de la evolución. Al contrario de lo que ocurre con la mujer moderna, la hembra del australopitecus daba a luz en una fase avanzada porque su cráneo menos grueso podía pasar perfectamente por su conducto pélvico que además era algo más ancho. Naturalmente, la necesidad de dar a luz en una fase temprana del desarrollo del feto requiere un periodo posterior prolongado de cuidados al recién nacido. En suma, los seres humanos requerimos un largo periodo de cuidados hasta que podemos empezar a reducir la dependencia de nuestros padres; o más exactamente de la sociedad, como se pone de manifiesto en los nacidos prematuros, cuidados no por su madre sino por técnicos especializados en esa tarea.

Por lo tanto, ese mismo cerebro que aporta a los seres humanos crecientes instrumentos de creatividad e independencia, les hace cada vez más dependientes de los otros seres humanos. La evolución de nuestra especie es por tanto, hasta hoy al menos, una evolución hacia lo social. La sociedad es cada vez más imprescindible para el individuo; es, para el desarrollo del individuo, como una prolongación exterior de la placenta materna, que en cierto sentido se desprende al alcanzar la madurez.

Tan sólo se plantea aquí una analogía organicista -no un salto cuántico-, lógica si consideramos que del mismo modo que la especie viene siguiendo biológicamente ese camino, no es improbable que un proceso semejante se esté dando en lo social. Partimos, en nuestra reflexión, de una evidencia irrefutable que nos aportan las ciencias de la vida: en términos generales, y aunque podamos encontrar excepciones, a medida que crece la complejidad de los organismos biológicos, su ciclo formativo, o periodo de inmadurez, se extiende.

Es en este sentido en el que planteábamos, desde una perspectiva teórico-epistemológica, la cuestión del límite superior. Como hemos puesto de manifiesto en otros trabajos (Baigorri, 1997, 1998, 1999), en la actualidad nos enfrentamos a un proceso de cambio social de carácter estructural, a una readaptación orgánica, en función del alargamiento de todos los ciclos vitales, y que por tanto influye entre otras cosas en un progresivo atraso del momento de incorporación al trabajo de los seres humanos. 

Consideremos, de una parte, que en nuestras sociedades ricas y tecnológicamente avanzadas las necesidades materiales básicas de cualquier familia están cubiertas, sea de forma autónoma o mediante ayudas públicas; son ya muy escasos los jóvenes que deben buscar trabajo de forma imperiosa para que su familia pueda comer, como ha ocurrido históricamente.

De otra parte, la cantidad de conocimientos, saberes y hábitos que el ser humano ha debido asimilar antes de enfrentarse a cualquier ocupación son crecientes: un niño de 8 años podía incorporarse hace cien años, o hace incluso unas pocas décadas, a buena parte de las tareas agrícolas, o a las minas... Hoy, a pesar de que en apariencia la tecnología simplifica nuestras vidas, los conocimientos que hay que dominar para ejercer cualquier oficio, e incluso para desenvolverse en la vida cotidiana, son mucho mayores [3]. 


No es extraño así que en todas las encuestas en las que se pregunta por el grado de acuerdo con el enunciado "Nuestra sociedad exige cada vez a los jóvenes los porcentajes de acuerdo sean muy altos". En la realizada por el INJUVE-CIS en 1997 entre jóvenes de entre 15 y 29 años, el 83 % de los propios jóvenes se mostraba de acuerdo con la misma (CIS, 1999). En la realizada en Extremadura en el año 2002, padres (con un 63,6 %) madres (con un 68,9 %) e hijos (con un 61,3 %) están de acuerdo con esa afirmación.

¿Qué tiene de particular que, así como los humanos, en tanto que mamíferos más evolucionados, somos los que más tardíamente nos convertimos en seres orgánicamente autosuficientes, asimismo la evolución conduzca a un periodo cada vez más amplio de preparación para la autosuficiencia social, como se expresa en el gráfico que resume el modelo?.

En este sentido, ya en (Baigorri, 1991) señalábamos la necesidad de incorporar al epígrafe de jóvenes, en todo lo que al mercado de trabajo se refiere, a los menores de 30 años, en consonancia con el retraso en la edad de la emancipación que se venía observando desde los años ‘80, y que en modo alguno puede atribuirse en exclusividad al paro o la carestía de la vivienda.

Desde hace más de una década se apuntan tendencias en esa dirección, aunque sin llegar a plantearse explícitamente. Así, el ya clásico estudio sobre la familia de C.C. Harris apuntaba a mediados de los ‘80, como tendencia histórica, el alargamiento de la estancia en el nido de los jóvenes (Harris, 1986). Por su parte, Roberts ya definía en la misma época lo que denominaba como un “nuevo modo de vida”, en el que los jóvenes pasaban una larga etapa dedicada a la formación, dependían más tiempo de sus familias y tenían una mayor inseguridad respecto de la vida adulta (Roberts, 1985). En la literatura sociológica española de la época se presta atención a ese fenómeno, pero no se termina de ver que el de hecho de que “la generación de los años ‘80 está dejando de ser joven sin que sus miembros logren insertarse plenamente como ‘adultos’ en la sociedad” (Zárraga, 1985: 385) no se debía únicamente al bloqueo del camino por parte de la llamada generación del 68 (algo que, por lo demás, era y es obvio), sino que se trataba también, y en mayor medida, de una tendencia general observaba en otras sociedades.

En los últimos años, sin embargo, parece que también en España hay entre los investigadores consciencia de esas tendencias. Así, (Pallarés, Feixa, 2000) consideran que las transformaciones en el mundo de los jóvenes vienen determinadas por: a) alargamiento de la edad de incorporación al trabajo y de abandonar el domicilio familiar; b) aumento de la dependencia familiar; c) ampliación del tiempo de escolarización; d) pérdida de peso demográfico; y e) diferencias en los contenidos y formas de socialización. Parece, por tanto, que hay una lenta pero creciente confluencia global, desde hace casi dos décadas, en el diagnóstico.

Y poco a poco los datos vienen corroborando en mayor medida el modelo. Según la encuesta más reciente del INJUVE el 74 % de los jóvenes vive en el domicilio familiar, por mucho que la mitad (50,8 %) dicen estar dispuestos a emanciparse. De hecho, y según datos procedentes de la Encuesta de Población Activa, a lo largo de la pasada década se ha venido reduciendo el número de hogares en los que la persona principal (cabeza de familia) es un joven entre 16 y 29 años, pasando e 591.600 hogares, en 1990, a 453.300 en 1997.

Algunos investigadores, como ocurre por ejemplo de forma sistemática en los informes sobre la juventud vasca, aún siguen creyendo que la razón de que la edad de emancipación se haya alargado en los últimos 25 años hay que buscarla "principalmente en la falta de ingresos y el elevado precio de la vivienda"; pero lo cierto es que, según la oleada del sondeo del INJUVE del cuarto trimestre del 2001, entre los jóvenes españoles de 15 a 29 años la vivienda (a pesar de su carestía objetiva, que ha alcanzado niveles propios de república bananera) sólo la incluyen entre sus dos principales preocupaciones el 4,4 % de los encuestados [4]; un porcentaje del 26,8 % incluyen los problemas relacionados con el trabajo o su búsqueda entre esos dos problemas que más les preocupan, pero lo cierto es que un porcentaje similar, un 26 % de los encuestados, dicen no tener ningún problema, o al menos ninguno importante. Y es que nuestros jóvenes están, en realidad, felices, y por eso les gusta divertirse ruidosamente. Volveremos a ello.

El sondeo a nivel europeo realizado en los quince países miembros durante la primavera del 2001 por el European Opinion Research Group, entre jóvenes de 15 a 24 años (nuevamente horquillas no coincidentes unas con otras) muestra que, aunque la mayoría de los entrevistados alega no tener los medios suficientes para independizarse, un 37 % declara no hacerlo simplemente porque prefieren el “confort sin responsabilidades” del domicilio familiar que la autonomía, y un 32 % que prefieren aprovechar las posibilidades del hogar familiar para acumular ahorros para prepararse unas buenas condiciones de salida, así como un 29 % declara simplemente que “cuanto más tarde se salga, mejor”. Un 28 % considera que el hecho de los padres sean menos estrictos es una buena razón para quedarse.

Naturalmente, bajo los presupuestos que he puesto de manifiesto, no podemos estar de acuerdo con la creencia, extendida entre algunos investigadores, de que “la juventud no se define tanto como un periodo de transición a la vida adulta, sino como una nueva etapa de la vida del individuo, plena y autónoma” (Casanovas, Coll, 1998). A la vista de los datos y conclusiones de numerosos estudios realizados en los últimos veinte años, parece evidente que sí se trata de una transición, que además cada vez se alarga más.

Volviendo a los límites, a tenor de lo visto parece razonable el situar el límite superior de la categoría de jóvenes en los 35 años. De hecho, aunque no hemos podido explotar los datos correspondientes al Censo de Población de 2001, una encuesta realizada por el INJUVE en 1996 mostraba que ya entonces un 27 % de los jóvenes de entre 30 a 34 años convivían todavía con sus padres, cifra que sin duda se ha incrementado sensiblemente en los últimos años.

En diversas ocasiones se ha propuesto, y parecía la solución sociológicamente más razonable, incluir como jóvenes a los comprendidos entre los 14 y los 30 años. De hecho, el INJUVE considera la horquilla de los 15 a los 29 en sus estudios desde la primera mitad de los años ‘90. Sin embargo, al día de hoy y habida cuenta de esa tendencia general que venimos explicando, seguramente habría que revisar esos límites operativos, y extenderlos desde los 14/15 a los 34/35 años[5].

En cualquier caso, hechas estas consideraciones, no hay que olvidar que tampoco podemos hacer un paquete indiferenciado con los jóvenes, consideremos una horquilla de edades u otra.

Por un lado, son evidentes las profundas diferencias que marca la edad a lo largo del proceso de transición de la infancia a la vida adulta. Podríamos hablar, al menos, de un estadio adolescencia (cuya duración probablemente se viene ampliando por arriba y por abajo) hasta los 16/17 años; un estadio de juventud estricta (hasta los 26/27); y un estadio de juventud funcional (hasta los 34/35). En realidad, esos límites intermedios, deberían ajustarse pensando en la eficiencia empírica, esto es, en la disponibilidad de fuentes primarias de información sobre cada tramo, puesto que es indiferente a efectos de programas de acción poner el límite un año arriba o abajo.

Otros muchos autores introducen otro tipo de diferenciación entre los jóvenes al utilizar el concepto de generaciones, sugerido por José Ortega y Gasset y Margaret Mead, manejado ampliamente por Julián Marías y convertido en concepto operativo para la Sociología por Nerina Jansen. Se trata de un concepto que intenta una especie de cuadratura del círculo entre los conceptos de cambio y permanencia, al considerar que "el Hombre no crea nuevos valores y normas, crea perspectivas sobre las normas y valores reinantes en un momento dado. Estas perspectivas, aunque difieren entre las generaciones coexistentes, a menudo sólo suponen ligeros cambios, sin implicar, normalmente, una ruptura radical con las perspectivas que existieron en el pasado" (Jansen, 1976, 158). En España el concepto de las generaciones ha sido y es ampliamente utilizado; pero sociólogos de perspectivas tan distintas como Karl Mannheim o David Riesman nos advirtieron de que "no es fácil decir cuándo termina una generación y empieza otra, porque las gentes no se producen en hornadas, como tortas, sino que nacen constantemente. Y sólo en ciertos países y en ciertas épocas los acontecimientos históricos, inconscientemente transmitidos de padres a hijos, conducen a un vacío entre generaciones" (Riesman, 1965: 341). Por lo que hay que manejarlo con sumo cuidado. 

Pero más importante me parece hacer otro tipo de distinciones al tratar de la juventud. A menudo, el concepto juventud no es sino una estratagema de la razón para ocultar, o disminuir la importancia, de otro tipo de divisiones sociales bastante más determinantes que la edad. Me es indiferente si otorgamos mucha o poca importancia al concepto de clase social, o preferimos utilizar categorías como el género, o los grupos de status... Lo importante es que, con independencia de que, desde una perspectiva psicológica, o incluso microsociológica, las distintas edades conlleven niveles de madurez distintos, problemas de interacción  distintos, sin embargo las grandes fracturas están no en la edad, sino en el acceso a los bienes, ya pensemos en el acceso a los medios de producción, o a aquellos bienes que hoy constituimos indicadores del bienestar y la riqueza. Las diferencias que repetidamente muestran los estudios sobre jóvenes nos alertan sobre la importancia de esas clasificaciones. 

¿Cómo vamos a hablar entonces del comportamiento, actitudes o necesidades de los jóvenes extremeños? ¿Qué tienen que ver los jóvenes de los barrios marginales con los de las zonas nobles de la ciudad, los hijos de jornaleros o empleados de comercio con los hijos de terratenientes o profesionales liberales?. Por supuesto que todos ellos tienen problemas de comunicación con sus padres, y un cierto toque de inseguridad; todos se enamoran y bajan entonces el rendimiento en los estudios. Sin duda alguna, pero ese es un problema que atañe a los psicólogos y psico-pedagogos. Pero a los sociólogos nos interesa más conocer las diferencias estrategias de integración en la sociedad (Casal, 1997), los distintos elementos utilizados para la construcción de su identidad (Ariza, Langa, 1998), los esquemas excluyentes de ocupación del espacio (Rathzel, 1998) que utilizan esos grupos sociales plenamente diferenciados, y a menudo enfrentados. En suma, nos interesa conocer qué persiguen, y qué capacidad de elección tienen para alcanzar lo que persiguen. Sobre todo, porque las estructuras sociales tienen bastante cerrado el campo de elección para muchos sectores de la población juvenil (Tepperman,Wilson, 1990)."

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 Bien. Pues lo interesante a fecha de hoy es que una amplia investigación sobre cambios en la configuración cerebral recientemente publicada (Kanakaraj P, et. al, 2025) confirma, sobre una base biológica, mi teoría de la placenta social. Como estoy perezoso, dejaré que Gemini ponga todo esto en limpio.

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"La teoría sociológica de la "placenta social" de Artemio Baigorri se alinea conceptualmente de forma notable con los hallazgos neurocientíficos sobre la prolongación de la maduración cerebral. 

La "placenta social" es el concepto utilizado por Baigorri para explicar cómo el desarrollo social (específicamente en la Sociedad Telemática o Postindustrial) conlleva un retraso sistemático en la incorporación de los nuevos miembros a las funciones adultas de la sociedad. 

Puntos de conexión entre ambas ideas:

Periodo de Dependencia Extendido: Baigorri argumenta que, en las sociedades avanzadas, el período de maduración efectiva se extiende. La edad de independencia (emancipación) se sitúa, según sus análisis sociológicos, entre los 25 y los 30 años, debido a factores económicos y sociales como la dificultad para encontrar trabajo fijo o acceder a una vivienda.

Correlación Neurobiológica: El estudio neurocientífico, al ubicar el punto de maduración cerebral máximo y el final de la adolescencia (en términos de plasticidad y desarrollo de la materia blanca) alrededor de los 32 años en países occidentales, proporciona un posible sustrato biológico o una correlación empírica a la observación sociológica de Baigorri.

Influencia del Entorno: Ambas perspectivas (sociológica y neurocientífica) convergen en la idea de que la maduración no es solo un proceso biológico interno e inmutable, sino que está profundamente influenciado por el entorno social y cultural en el que se desarrolla el individuo. La "placenta social" es el andamiaje (educación prolongada, dependencia económica) que retrasa la "incorporación" a la adultez. 

En resumen, los datos de la neurociencia y la teoría sociológica parecen ser caras de la misma moneda, describiendo cómo las estructuras sociales modernas están reconfigurando la trayectoria vital y el desarrollo humano, tanto a nivel social como (probablemente, por plasticidad) a nivel biológico."

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Me queda por encontrar demostración empírica y biológica (llegará), en el marco de los avances de la epigenética, de cómo todos esos cambios terminan generando "líneas" en el código genético de la especie, bien a nivel de especie o grupal. Pero esa es otra (aunque sea la misma) historia.


Bibliografía

Ariza, S., Langa, D. (1998). ‘Propuestas para la reflexión sobre la identidad social de los jóvenes'. VI Congreso Español de Sociología

Baigorri, A. (1999). 'Jóvenes en Extremadura. Pocos datos, y algunas reflexiones'. Curso de Gestión de Programas Juveniles. Escuela de Administración Pública de Extremadura

Baigorri, A. (1998). '¿Paro juvenil, o estrategias de retraso en la inserción laboral?'. VI Congreso Español de Sociología

Baigorri, A. (1997). 'Jóvenes y mercado de trabajo en Extremadura'. I Jornadas Transfronterizas sobre Empleo Juvenil. Secretaría Técnica del Plan Integral de la Juventud

Baigorri, A., dir. (1991). Paro, mercado de trabajo y formación ocupacional en Extremadura. Consejería de Economía y Hacienda de la Junta de Extremadura

Baigorri, A. Fernández, R. et al (2003). Botellón, un conflicto postmoderno. Icaria

Baigorri, A., Muñoz, B. eds. (2005). Análisis del debate educativo documento para la reflexión y el debate sobre la educación en Extremadura (Educación Secundaria). Consejería de Educación

Barnett, A. (1966), La especie humana. Fondo de Cultura Económica

Casal, J. (1998). ‘Recesión y emergencia de modalidades de transición a la vida adulta'- REIS. Num 75, pp. 295-317

Casanovas, J., Coll, J. (1998). ‘La nueva condición juvenil y las políticas de juventud'. VI Congreso Español de Sociología

Kanakaraj P, et. al. Lifespan Trajectories of Asymmetry in White Matter Tracts. bioRxiv [Preprint]. 2025 Sep 29:2025.09.29.678806. doi: 10.1101/2025.09.29.678806 

Harris, C.C. (1986), Familia y sociedad industrial. Península

Jansen, N. (1977), La teoría de las generaciones y el cambio social, Espasa-Calpe, Madrid

Pallarés, J., Feixa, C. (2000). 'Espacios e itinerarios para el ocio juvenil nocturno'. Revista de Estudios de Juventud. Num 50, pp. 23-41

Rathzel, N. (1998). ‘Young people of many cultures in the City. The appropiation of space and place'. XVI Congreso Mundial de Sociología. ISA

Riesman, D. (1965). Abundancia, ¿para qué?. Fondo de Cultura Económica

Roberts, K. (1985). 'Youth in the 1980s: a new way of life'. International Social Science Journal, nº 16, pp. 168-184

Tepperman, L., Wilson, S. (1990). Choices and Chances. Sociology for everyday life. Westwiew Press

Zárraga, J.L. de (1985). Informe Juventud en España. La inserción de los jóvenes en la sociedad. Instituto de la Juven­tud/Ministerio de Cultura




Notas

[1] La búsqueda del mismo nos dice mucho de cómo está funcionando la difusión de la Ciencia en estos momentos, y de cómo funciona la IA. Cuando pregunto a Google sobre el concepto, es capaz de inventarse un artículo que existe, pero en el que en absoluto se utiliza el concepto de "placenta social", ni se refiere a ella, sino que trata de la placenta biológica.


Sólo cuando le activo "Profundizar en modo IA" parece enterarse de qué estamos hablando, y entonces sí cita tanto el origen de quien tomé el término (Moreno lo utilizó circunstancialmente refiriéndose a la identidad familiar, para la que no es una denominación adecuada) como la utilización sociológica y antropológica que yo hago del mismo. Osea que ya vemos qué chapuza de la IA básica y del buscador, no hay que dejarse llevar nunca por la primera impresión.

 


[2] Durante varios años, la principal organización feminista de la región (no citaré su nombre por piedad, porque su acción sólo evidencia una incultura atroz) me invitó a participar (pro bono, por supuesto) en charlas y seminarios sobre temas relacionados con la mujer (sucesivamente con intervenciones sobre mujer y publicidad, situación de la mujer, hombres y mujeres, violencia de género, etc.). Pero en mi última intervención, no consigo recordar la naturaleza y temática del seminario, utilicé mi analogía de la placenta social para explicar algún aspecto que tampoco recuerdo. Y se montó la marimorena nada más y nada menos que por decir que nacíamos sin terminar de formar, al contrario de otros mamíferos, debido a la conformación del esqueleto de la hembra bípeda. No sé qué demonios entendieron algunas pero a la salida vinieron varias ofendidas, y por supuesto quedé cancelado para siempre, nunca me han vuelto a llamar enel cuarto de siglo siguiente.   

[3] Imaginemos uno de los empleos de más bajo status en nuestra sociedad: el de basurero. Hace apenas diez años el basurero se limitaba a arrojar sacos de basura o vaciar cubos en un remolque de tractor o incluso de caballería. Llevaba el remolque al vertedero y lo descargaba en bruto. Hoy el basurero -que habrá pasado algún tipo de examen- debe manejarse con eficiencia adaptando los contenedores al elevador hidráulico, y manejar una herramienta que envuelve y compacta con sumo cuidado para no sufrir accidentes; debe hacer una separación básica, distinguiendo al menos aquellos materiales que pueden dañar la máquina; incluso la fuerza que hay que desarrollar es superior, para manejarse con los grandes contenedores; debe moverse con soltura entre el complejo tráfico nocturno de las ciudades... en suma, la complejidad de las tareas de ese puesto aparentemente tan simple se ha multiplicado: un niño de 12 años no podría andar ayudando a su padre a recoger la basura por los barrios de una ciudad, como recordamos haberlos visto en nuestros pueblos.

[4] Otros informes de ámbito regional, como el más reciente sobre la juventud catalana, ponen el acento en que “si bien los costes de la vivienda pueden haber sido el principal factor a la hora de explicar el retardo de la emancipación durante la segunda mitad de los ochenta y la primera mitad de los noventa, hoy en día estos costos ya no son el principal obstáculo para la emancipación” (Serracant, 2001: 76). Señalándose como un factor mucho más importante, en la línea de la teoría que apuntamos, el alargamiento del periodo de formación. En suma, se habla también de una “estrategia de adaptación acomodándose a las posibilidades” (ibidem: 78), lo que -si tenemos en cuenta la perspectiva del individualismo metodológico que marca ese estudio- perfectamente podríamos conciliar con nuestro modelo evolutivo de carácter más ecológico-funcional.

[5] Aunque no servirá de mucho si no hay un consenso a nivel internacional; pues mientras España utiliza ya en casi todos sus estudios la horquilla 15-29, el Eurobarómetro sigue utilizando la horquilla 14-24.


12.04.2025

Generación Greta: menos lobos (2025)

 


"4. Conclusiones

Los sucesivos análisis empíricos que se vienen haciendo y el que nos ocu-
pa en la actualidad así lo evidencian también. Muestran la contradicción 
flagrante que existe entre los discursos generacionales, esto es las actitudes 
aparentemente mostradas por las distintas generaciones, y que los medios de 
comunicación reflejan continuamente faltando a la realidad, y sus hábitos y 
prácticas de consumo o vida.
A nuestro juicio el origen hipotético de esta decadencia generacional de 
los valores ambientales bien podría estar en lo que Baigorri (2012) plantea: 
el excesivo alarmismo ante las cuestiones ambientales. Lo que algunos de-
nominan apocalipsis en realidad desanima y desincentiva a la población del 
compromiso ambiental, por cuanto parece que no hay remedio y, por tanto, 
cabe aplicar el dictum clásico: carpe diem. Es decir, pasa de todo y disfruta 
mientras puedas."



Cita: Baigorri, A., Caballero, M. (2025): Generación Greta: menos lobos. en Gobernanza de riesgos desde los estudios socioambientales: desafíos y avances en el ámbito iberoamericano , Universitat d'Alacant. pp.195-206


4.20.2023

Informe Edades 2022 Extremadura (2023)

El Programa de Encuestas Domiciliarias sobre Alcohol y Drogas en España (EDADES) es un programa bienal de encuestas domiciliarias sobre consumo de drogas, promovido por la Delegación del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas en colaboración con las comunidades autónomas. En este informe se extraen los datos de Extremadura.

Referencia:

Baigorri, A.,  Caballero, M. , Centella, M., Chaves, M., Fernández, R. (2023) EDADES 2021/22. ANÁLISIS DE LA ENCUESTA SOBRE CONSUMO DE ALCOHOL Y DROGAS EN EXTREMADURA, Servicio Extremeño de salud.

Acceso

7.25.2021

Encuesta Edades 2019-2020 Extremadura (2021)

 




El alcohol sigue ocupando el primer lugar entre las sustancias psi-coactivas más consumida. Pero el tabaco, siendo la segunda droga en cuanto a extensión de su consumo, es la que ocupa la primera posición en el consumo Diario. Y en tercer lugar encontramos el cannabis, con niveles relativamente importantes de consumo experimental, esporádico, habi-tual e incluso diario, aunque en consumo diario es superado por los tran-quilizantes. El resto de las drogas muestran proporciones de consumidores habituales mucho más pequeñas.

Explotación de la muestra de Extremadura de la Encuesta del Plan Nacional de Drogas

Baigorri, A.,  Caballero, M. , Centella, M., Chaves, M., Fernández, R. (2021) EDADES 2019/20. ANÁLISIS DE LA ENCUESTA SOBRE CONSUMO DE ALCOHOL Y DROGAS EN EXTREMADURA, Servicio Extremeño de salud.

Enlace

6.06.2021

Prólogo a ¿Quién apaga la luz? Generaciones y medio ambiente (2020)

Prólogo escrito para el libro que recoge la tesis doctoral de la socióloga Manuela Caballero Guisado, que tuve la suerte de dirigir.



"En las sociedades avanzadas en las que vivimos, los valores y acti-tudes pro-ambientales forman parte de la vida cotidiana de grandes ca-pas de la población, traduciéndose generalmente en hábitos y compor-tamientos con efectos ambientales positivos. Así ocurre con la modera-ción en el consumo de determinados productos como la electricidad o los combustibles fósiles, el reciclaje y reutilización de materiales y pro-ductos como ropa, comida, muebles, etc. Tales comportamientos son pro-ambientales en la medida que se traducen en un uso más racional y eficiente de los recursos naturales de los que dependemos y nos abaste-cemos.

Estos comportamientos, no obstante, y a pesar de estar cada vez más extendidos, no están presentes de forma homogénea en todos los grupos sociales. Su presencia depende de diversos factores contextuales, sean de tipo sociodemográfico, sean culturales, sean ideológicos, lo que complica enormemente la elaboración de un modelo que explique en su totalidad por qué ocurren y, consecuentemente en lo que a la aplicabili-dad del conocimiento se refiere, cuándo son esperables.

A nuestro juicio, una buena parte de estos comportamientos pue-den ser explicados por las condiciones materiales de socialización en las que se desenvuelve la vida de los individuos durante su infancia y adoles-cencia. Si estas condiciones son de escasez, es más probable encontrar entre su repertorio de prácticas cotidianas comportamientos como la moderación en el consumo, o el reciclaje y la reutilización de productos y objetos, en un intento de maximizar los recursos a los que puede acce-der y con los que cuenta. 

Esta situación describe bien las condiciones de existencia de gran parte de los miembros de las generaciones de españoles que crecieron en las décadas de las décadas de los 30’ y 40’ del pasado siglo y que hoy, habiendo mejorado notablemente sus condiciones de vida, mantienen vivas esas prácticas de ahorro, reutilización y reciclaje. Es decir, estas (...)"

Acceso al fichero completo  (pronto enlace al libro completo, que es más interesante)

Referencia: Baigorri, A. (2020), "Prólogo" en Manuela Caballero, ¿Quién apaga la luz?. Generaciones y Medio Ambiente. Editamás/La Ciencia de la Sociedad. Badajoz, pp. 11-15

 

7.25.2018

Glocalising the theory of generations: The case of Spain (2018)



Es un artículo que enviamos a la RIS, en español, pues nuestra política es en lo posible publicar en español (también para ellos funcionan los traductores), y en revistas en español. Pero les pareció indigno de publicarse en esa revista, con informes demoledores de los evaluadores. De forma que para no perder más tiempo lo enviamos en inglés a una revista internacional, más especializada (osea, con mejor capacidad para evaluar este artículo) y con el triple factor de impacto que la RIS, y lo publicaron sin prácticamente ningún cambio, salvo alguna errata. 

Por curiosidad he echado un vistazo a las citas de los artículos publicados en el número de la RIS en el que más o menos habría salido nuestro artículo de ser aceptado, y del que hemos recibido (según Google Scholar) 19 citas hasta el momento (bueno, en enero de 2025 la cifra es ya de 27). Pues bien, este sin duda interesante artículo, sobre el impacto de la abstención sexual en Cuaresma, tiene 3 citas. Este tiene 8. Este 17. Este 12. Este 11. Este 13. Este 5. Este 6. Y este ni siquiera tiene al autor en GScholar, pero en Dialnet no tiene ninguna cita. Todos tienen a fecha de hoy menos (la mayoría muchas menos) citas que el nuestro. Sin comentarios. 

Osea, tiernos infantes, si no estáis en la pomada o cerca, y os rechazan un artículo que créeis bueno, y os dicen eso de "tenga en cuenta que tenemos muchos artículos. Hemos visto incrementada la recepción de artículos considerablemente, lo cual nos ha obligado a ser mucho más estrictos con la fase de publicación", comprended que no caben todos los artículos y que hay prioridades. En algunas revistas, las de lis amiguis y amiguis de amiguis. Simplemente enviadlo a una revista de más nivel. Ganaréis y ganará el artículo. Teniendo en cuenta que es una revista muy costosa, porque tira con pólvora del rey, osea de nuestros impuestos, quizás cabría hacer otro tipo de denuncias que estos desahogos, pero no vale la pena. Con nuestro pan se lo coman.

Se incluye el enlace al artículo en español tal y como lo enviamos a la RIS, y el enlace al DOI de Times & Society, donde no está en abierto porque nunca hemos pagado para publicar (faltaría más). Así que digo de la REIS lo que ya había dicho hace muchos años de la REIS, por el mismo tipo de historia (tras esto): never more (y tras decirlo la primera vez volví a picar porque la autora creía que las cosas funcionaban como es debido, pero ya never never more).

Abstract
This work poses difficulties in the use of the generation concept as a social research instrument, due to its complex and multidimensional nature. A complexity by which is not a concept widely used in a current Sociology that focuses more on the mathematisation. But some social processes cannot be reduced to algorithms. For the theoretical review we have used contributions from Sociology, Philosophy and History, because it is of a transversal disciplinary nature, and we have applied it to the identification of Spanish generations in the 20th century. Inspired by Ortega’s theses and Strauss and Howe empirical development implemented for American society, the resulting model presents six generations with different collective identities that reflect the social changes in the history of Spain during the last century. A model that, after being tested in sectorial investigations, may constitute a useful new tool for the analysis of social change.



10.20.2017

Generaciones y alcohol (2017)




Intervención en el Seminario "Exceso y ocio juvenil. La extraña pareja", organizado por la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción, en el Centro Reina Sofía de Estudios de Juventud de Madrid.


Artemio Baigorri
Generaciones y alcohol. Una perspectiva evolucionaria en el análisis del consumo
Centro Reina Sofía, Madrid, 29/3/2017
(transcripción de la conferencia)




Buenos días:

En primer lugar he de agradecer a la FAD, y en particular a Miguel Angel Rodriguez, la invitación para participar en este seminario.

Aunque la propuesta me llegó un poco por sorpresa, en lo que a plazos se refiere, no me he podido resistir porque la invitación me ha servido para espolear en una tarea en la que llevamos un tiempo trabajando, pero que últimamente andaba un poco ralentizada.

En los últimos años hemos dedicado bastante esfuerzo al desarrollo del concepto de generaciones como herramienta para el análisis del cambio social. Lo hemos aplicado al estudio de las actitudes y hábitos proambientales, en una espléndida tesis doctoral de mi colega Manuela Caballero, que está por ahí.  Y queríamos aplicarlo ahora al consumo de alcohol y drogas. Estábamos empezando la redacción de un artículo cuando llegó la invitación, así que, pese a las prisas, preparar la exposición ha sido un acicate para avanzar.

Supongo que se me sugirió una aportación más cuantitativa para compensar un poco la parte netamente cualitativa de los informes, ambos estupendos, que se presentan a continuación. Pero eso me ha planteado un problema porque, si bien es cierto que en los últimos años hemos trabajado bastante analizando las encuestas ESTUDES y EDADES, lo cierto es que a mí eso de lo cuanti y lo cuali me desorienta, porque en mis investigaciones practicamos más bien la metodología del exceso, por empezar a centrarnos en el término que nos reúne. Le damos a todo, como los jóvenes al ponerse el sol.


Modestamente creo que nuestro libro Botellón. Un conflicto postmoderno, algo añoso ya pero por lo que sigo viendo por ahí bastante vigente (2004), utilizamos todo tipo de técnicas, cualitativas, cuantitativas, participativas, de análisis web, etc. Porque los problemas sociales deben abordarse así, y cuanto más complejos y graves son, con mayor exceso metodológico (digo exceso, que no anar
quía).

¿Cómo abordar problemas como los que abordamos aquí sin entender y reflexionar sobre la extensión de la placenta social, la dimisión parental, o el papel político del lobby del alcohol? ¿Pero también cómo abordarlo sin preguntar, medir, cuánto alcohol consumen las personas, más allá o más acá de cómo lo justifiquen? ¿O cómo abordarlo sin entender cómo funcionan los contenidos en Internet, los mecanismos de las redes sociales y el papel de las TICs en general?

¿Cómo ubicar lo que las etnografías nos cuentan del exceso, por ejemplo, si no escuchamos también a los clásicos, lo que ya está dicho? Por ejemplo, la refinada elaboración de Maffesoli. Hace casi una década coincidí con él en un seminario, precisamente sobre los excesos del alcohol, en Francia, y descubrí que era algo más que las tribus. Yo no conocía entonces su libro La orgía, pero se lo recomiendo encarecidamente a los cualitativistas.


Pero decía que también es importante la perspectiva cuanti. En realidad, sólo la falta de cualificación suele explicar la preferencia radical por una u otra perspectiva.

En este caso es especialmente importante. Porque a mi juicio, por ejemplo, el exceso no es descontrol. En absoluto. Puede ser discutible qué es el exceso, dónde empieza, cómo medimos en las encuestas el exceso. Porque tiene una fuerte carga de subjetividad, incluso de biología individual: uno sabe cuándo se ha excedido, sabe que se ha pasado con dos, tres, cuatro, cinco copas… Pero hay que objetivarlo, para poder medir. ¿Cómo? Pues aceptando lo que nos dicen, fundamentalmente, los médicos. Nos adaptamos a una mera convención, como hacemos para medir el tiempo. Cuando sacamos el exceso de la subjetividad para poder medir, comparar, entender cambios, estamos aplicando una mera convención (en este caso médica, y que como tal puede cambiar, como cambian de tanto en tanto las convenciones médicas sobre la leche materna o el aceite de oliva). Una convención que señala el punto a partir del cual la Medicina conviene en que se puede poner en riesgo la salud del individuo. El exceso es por tanto controlable, medible, contrastable… cuantificable en suma.

Sin embargo el descontrol va más allá del exceso, a un territorio desconocido, tanto en su recorrido (el viaje) como en sus consecuencias finales, por el sujeto. Uno puede incluso prever qué va a pasar cuando se exceda. Y por lo mismo podemos prever qué puede ocurrirle a una población al hacerse mayor, si de joven se excede. Pero uno no puede prever, en modo alguno, qué puede pasar cuando pierda el control. Como no podemos prever qué puede pasar en una sociedad descontrolada.


En este sentido, la perspectiva generacional, que quiero apenas presentar, es una perspectiva también mixta, que debe medir, pero también definir identidades, es por tanto cuali/cuanti.

Creemos que es interesante aplicar esta perspectiva porque complementa el modelo tradicional, que es el del Ciclo de Vida, que se estructura en cohortes de edad, y tiene un componente fuertemente biológico, según el modelo de la naturaleza de nacimiento, crecimiento, desarrollo, decadencia y muerte. A ver si soy capaz de explicarles el por qué.


Es evidente, y muy importante analizarlo así, que los jóvenes tienen unos hábitos de consumo distintos que los mayores. SI observamos esta tabla, del último informe nacional sobre la encuesta EDADES de 2013, vemos que la proporción de quienes se emborrachan es mayor entre los más jóvenes que entre los más mayores. Eso es una constante. Ocurría en 1997, y seguía ocurriendo en 2013, porque es casi una “ley social”.

Incluso se mantienen cercanas las proporciones, igual en hombres que en mujeres. Entre las mujeres de 15 a 34 años la prevalencia de borracheras prácticamente mantiene el mismo multiplicador respecto a los de 35 a 64: es cinco veces más alta en 2013, y lo era en 1997.

Sin embargo en la tabla siguiente (extraída del mismo informe), veremos cosas sorprendentes, que chocan con esa constante del ciclo de vida.


Veamos primero la prevalencia de consumo de cannabis (en rojo), que cubre la serie completa. Los jóvenes de 2013 siguen consumiendo más que los mayores, es cierto. Pero mientras en 1995 la proporción era de casi cuatro veces, en 2013 ni siquiera es el doble. La prevalencia es más alta en todos los casos, pero la de los mayores de 2013 es incluso mayor que la de los jóvenes de 1995. Y en el caso del alcohol el cambio es mucho más significativo: sencillamente se ha invertido la relación. En 1997 la prevalencia de consumo de alcohol de los jóvenes era ligeramente superior a la de los mayores, mientras que en 2013 es la prevalencia de los mayores la más elevada. Y lo mismo ocurre en el tabaco.



¿Qué ha pasado? Pues que tenemos jóvenes y mayores, pero son otros jóvenes, y otros mayores. De hecho, éstos mayores de hoy son aquellos jóvenes de ayer. Aquellos jóvenes que bebían mucho, y muchos de ellos ya fumaban cánnabis… que siguen fumando de mayores.

Y es que a medida que las sociedades evolucionan nuestro ciclo de vida parece el mismo, pero no lo es en realidad. Reproducimos patrones y hacemos las cosas que a las edades correspondientes hacían nuestros padres o nuestros hermanos más mayores, pero las hacemos de forma muy distinta, porque pertenecemos a generaciones distintas, y pertenecer a una generación distinta es casi como pertenecer a otro país. Yo nunca he creído en el concepto de subcultura juvenil, pero sí que subculturas generacionales, porque cada generación construye no sólo sus creencias, valores, sino su forma de producir y consumir, específicas. Las hierbas del campo, los árboles, la fauna silvestre, sigue reproduciendo ahora los mismos ciclos que hace 5000 años, pero el ser humano trastoca los ciclos de la Naturaleza. El ciclo de la vida humana actual no tiene nada que ver con el de hace apenas un siglo: la duración media (la esperanza de vida) era la mitad, de 40 años. Hoy con una esperanza de vida de casi 85 años vivimos en realidad dos ciclos, o más.

De ahí el interés que tiene, a nuestro juicio, el concepto de generaciones, que debemos ubicar en un sentido general dentro de ese campo semántico-conceptual más amplio que incorpora la cohorte demográfica, el curso de vida (o curso vital) y el Ciclo de Vida, y que hay que reconocer tiene un largo recorrido lleno de sinsabores epistemológicos, porque es complejo de operativizar. 

Pues habrá quien diga con razón que ya prestamos toda la atención debida a los jóvenes, al flujo de jóvenes que cada vez son o hacen más esto o lo otro. O empiezan a fumar antes, o a beber menos, o a emborracharse más… ¿No es lo mismo que hablar de generaciones?

No, pues lo que hacemos no es análisis generacional, sino estudios de juventud, de problemáticas vinculadas a la Juventud como categoría social definida y diferenciada del resto de la población que constituye las sociedades. De hecho sólo muy  recientemente la mal llamada literatura sobre generaciones (que era más bien de cohortes) ha incorporado a los mayores.

En una sesión de reflexión rápida y divulgación no podemos detenernos a profundizar en la teoría de las generaciones, pero apuntaré al menos algunas notas.


Además del curso de la vida, del ciclo eterno de la naturaleza, hay un curso de vida que define en sus variaciones la evolución social, marcado por las particulares identidades y el hacer de las generaciones. Ha estado presente en la historia del pensamiento desde Platón al primer sociólogo y fundador del positivismo, Auguste Comte. Pero su operativización ha sido (y de hecho lo es aún) complicada. Ortega y Gasset planteó la aproximación más rica e imaginativa a la española, y Karl Mannhein intentó sociologizarla a la alemana, pero lo cierto es que los logros prácticos son escasos, más allá de su aplicación a la Historia de la Literatura o el Arte.

Hasta que dos historiadores norteamericanos, William Strauss y Neil Howe, se lanzaron a la tarea titánica de intentar explicar toda la Historia de su país aplicando un modelo generacional. Lo interesante del modelo de Strauss y Howe es que, amplificando el de Ortega, plantean un proceso cíclico (lo que permitiría integrar el modelo en una perspectiva evolucionaria) que en una especie de espiral (más que círculo) genera unos arquetipos generacionales que, en sus variaciones evolutivas, se repetirían hasta el fin de la Historia. Complejizan la idea orteguiana de que hay generaciones que conservan y generaciones que rompen, y plantean un modelo de ciclo o saeculum, de 80 ó 90 años, dividido en cuatro etapas o giros más constructivos, o imaginativos de novedades, o destructores/renovadores, en suma generaciones que responden a una serie de arquetipos (el profeta, el nómada, el héroe y el artista) que se suceden ininterrumpidamente. En el esquema vemos la aplicación del modelo que hacen al siglo XX, en el que nacen las generaciones vivas que hoy son contemporáneas.


El modelo de Strauss y Howe es particularmente útil porque, más allá de que los factores que definen a una generación (los hitos históricos, culturales, tecnológicos, que la marcan ideológica, actitudinalmente), sirve para intentar predecir algunos comportamientos.

Naturalmente, dada la dinámica histórica no podemos esperar una similitud exacta entre las estructuras generacionales de todas las culturas y países, aunque probablemente sí se esté empezando a dar ya en las últimas generaciones, y debamos hablar de generaciones globales en el caso de la llamada Generación Z, no sé si tanto en el caso de los millenials. En Holanda el sociólogo Henk Becker ha intentado aplicar un modelo generacional para analizar las dinámicas y conflictos en la gestión de las organizaciones. En nuestro caso, nuestro se ha centrado inicialmente en el análisis de las actitudes proambientales, y ahora trabajamos en intentar desentrañar y comprender mejor, con ayuda del modelo generacional, algunos de los cambios observados.


Para hacerlo disponemos de una herramienta muy buena, la encuesta EDADES. En primer lugar porque empieza a ser una serie larga, dos décadas; en egundo lugar porque tiene un tamaño de muestra que permite cruces sin una pérdida de calidad estadística; y en tercer lugar por incluir como universo a gran parte de la población.

Por supuesto que tiene limitaciones importantes. Una que sin duda nos ha dado muchos quebraderos de cabeza a quienes nos ha tocado analizar todas las series es que la formulación de algunas preguntas ha cambiado en ocasiones, o incluso han desaparecido algunas (es lógico que aparezcan nuevas, como las referidas al botellón, pero no es lógico que desaparezcan variables de plena actualidad)[1]. Otra es el retraso en la disponibilidad de los datos (con la 215 ya se están pasando) y la poca transparencia para que los investigadores no “conectados” puedan obtenerlos como con las encuestas del CIS y tantas del INE: con algo tan simple como un enlace a un formulario que automáticamente permitiese descargarlos, puesto que están suficientemente anonimizados.


Esas son limitaciones digamos genéricas, pero hay otras que se hacen precisamente evidentes cuando intentamos un análisis generacional. Sin duda la más importante, el rango del universo. Quizás pudiera defenderse un mínimo de 15 años en 1995, pero no desde que la encuesta alterna, ESTUDES, nos muestra edición tras edición que la edad de inicio en determinados consumos viene descendiendo sistemáticamente; por lo que debería ampliarse el rango hasta los 12 años. En cuanto al límite superior, ya fue un error fijarlo en 65 años en 1995, cuando la esperanza de vida, y por tanto los problemas derivados del consumo superaba los 75 años. Pero mantenerlo hoy es un error ya enorme. Actualmente la esperanza de vida supera los 80, casi 86 en el caso de las mujeres, y asistimos a un envejecimiento de calidad y activo en todos los sentidos (se amplía la edad de jubilación, se posibilita el trabajo como jubilado, la movilidad es enorme, los estilos de vida extremadamente diversos, etc), por lo que es absurdo limitarnos a los 65. Con esos límites absurdos se nos quedan fuera un par de generaciones. Un rango racional debería recoger a la población en disposición de responder de entre 12 y 85 años.

Para entender la importancia de ese cambio basta tener en cuenta que estamos llegando a esas edades los babyboomers, y llegarán enseguida los hoy señores y señoras X, es decir las generaciones que empezaron a tontear alocadamente con todo tipo de drogas, personas que en algunos casos llevan tres y aún cuatro décadas tomando drogas, en algunos casos muy duras. ¿Qué pasa con ellos? ¿Cómo es su vejez? ¿Qué podemos aprender de eso que pueda ser útil a las nuevas generaciones?. ¿Qué queda de sus valores y actitudes ante el alcohol y las drogas en las generaciones sucesivas?
Veamos algunos botones de muestra, teniendo en cuenta la dificultad que, como decía, plantean algunas serie de preguntas, que en unos casos desaparecen, y en otros se modifican sus categorías de forma que se hace casi imposible la comparación. Inicialmente hemos trabajado sólo tres momentos de la serie histórica, y he traído alguna variable relacionada con el alcohol.

Veamos primero esa variable que tanta preocupación nos viene generando, la edad de inicio en el consumo. Aunque debemos partir de 1997 (en el banco de datos de 1995 no aparece esa pregunta) vemos cómo la edad de inicio en el consumo se viene reduciendo sistemáticamente. Lo sabemos, nos preocupa.

Pero hay más cosas. ¿Qué pasa cuando aplicamos un análisis generacional? Pues descubrimos en primer lugar que la población reconstruye su biografía, seguramente para adaptarla a lo políticamente correcto en el momento.


¿Cómo lo hace? Retrasando esa fecha de inicio. Salvo la generación que llamamos franquista (no porque esa fuese su ideología), y en la última década los babyboomers, las siguientes generaciones (paradójicamente aquellas que por ser más jóvenes, deberían recordar mejor por tener más cerca ese momento de inicio) corrigen sensiblemente el dato: los de la generación X que en 1997 decían haberse iniciado a los 16,36 de media, en 2013 dicen que lo hicieron a los 17. Aunque el “olvido” más intenso, como vemos en el gráfico inferior, es el de los millenials, la generación que ahora está accediendo a posiciones de poder, que consecuentemente digamos que “limpia” su biografía, aumentando en más de un año la media de inicio.

Había preparado un par de variables más, pero anoche terminando de preparar la intervención fui consciente de que cometía exceso en el tiempo, así que para no caer en el descontrol lo dejaré aquí. Colgaré la presentación en el blog de mi grupo de investigación, por si alguien quiere consultarlo, aunque como decía espero que pronto tengamos un artículo en el que desarrollemos más extensamente esta propuesta metodológica.

Por supuesto puede discutirse si los cambios señalados son simplemente una cuestión de edad, efecto del simple ciclo de la vida, o si como creemos corresponden a las distintas identidades generacionales. En cualquier caso es una perspectiva analítica complementaria. Cuando las generaciones pueden durar de promedio no 40 sino 85 años, estamos ante un hecho nuevo que exige instrumentos nuevos. Hay que estudiar a los niños y a los ancianos, y hay que hacerlo teniendo en cuenta que esos ancianos son los niños décadas atrás. Tenemos que ver si es posible a partir de este modelo construir modelos cíclicos que nos permitan de alguna forma prever no el futuro, que no es previsible, pero sí tendencias futuras.

Por otra parte la perspectiva generacional puede ser útil desde el punto de vista de la prevención, para el diseño de programas de intercambio de experiencias intergeneracional, como hemos visto que ocurre con los valores proambientales.

Muchas gracias por su atención





©Artemio Baigorri, 2017, por el texto


[1] Salen cosas muy distintas según que se pregunte. Por ejemplo en el caso de cuántas bebidas diarias, no tienen nada que ver los resultados (2005 y 2013), que oscilan entre 1,84 y 3,2. Y si lo hacemos a partir del número de elementos (vino, champán, cañas, sidra, copas diversas…, etc (1995), que oscila entre 0,6 y 0,8 (hemos sumados todas las de diario, todas las de fin de semana, y hemos dividido por 7 días). Obviamente algo no cuadra, hay que ver cómo se pregunta, qué se pregunta… y mantenerlo.

12.25.2015

Encuesta EDADES 2013-14 (2015)


El Programa de Encuestas Domiciliarias sobre Alcohol y Drogas en España (EDADES) es un programa bienal de encuestas domiciliarias sobre consumo de drogas, promovido por la Delegación del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas en colaboración con las comunidades autónomas. En este informe se analizan los datos de la muestra poblacional de encuestados en Extremadura.

Explotación de la muestra de Extremadura de la Encuesta del Plan Nacional de Drogas


Baigorri, A.,  Caballero, M. , Centella, M., Fernández, R. (2015) EDADES 2013/14. ANÁLISIS DE LA ENCUESTA SOBRE CONSUMO DE ALCOHOL Y DROGAS EN EXTREMADURA, Servicio Extremeño de salud.

Enlace

2.25.2014

ESTUDES 2010 y EDADES 2011Análisis de las encuestas sobre consumo de alcohol y drogas en Extremadura (2014)

 



Baigorri, A.,  Caballero, M. , Centella, M., Chaves, M., Fernández, R. (2014) ESTUDES 2010 y EDADES 2011. ANÁLISIS DE LAS ENCUESTA SOBRE CONSUMO DE ALCOHOL Y DROGAS EN EXTREMADURA, Servicio Extremeño de salud.

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