5.04.1983
La urbanización dei mundo campesino. Usos y abusos en la modernización del medio rural (1983)
2.24.1983
«Vieja» y «nueva» agricultura. Bardenas, por ejemplo (1983)
" Hasta mediados del siglo XX, el desarrollo agrícola tenía en la población uno de sus pilares básicos. Baste señalar aquí cómo desde los ilustrados del XVIII hasta aquellos que pusieron en marcha los últimos grandes planes de riego en España, todos ellos por igual ponían el acento, no sólo en la reordenación de usos del suelo, sino también y sobre todo en la redistribución de la población, adaptando la ubicación de ésta al nuevo estado de los recursos.Había una premisa de partida, según la cual tan sólo el trabajo, la presencia humana, podrían permitir la multiplicación de las producciones agrícolas y el crecimiento de la riqueza nacional.De ahí que fuese tan importante el elemento colonizador como el de la propia transformación en regadío.La penetración del Capitalismo, y su hijo, el Desarrollismo, en la agricultura española a lo largo del último cuarto de siglo, hizo variar, sin embargo, tales presupuestos a los poderes técnicos establecidos, y por ende al poder político.El desarrollo de la agricultura química, la gran explotación capitalista, la mecanización y el mercado mundial, han relegado a segundo término el factor trabajo (y esto es algo ampliamente desarrollado y aceptado hace años para el resto de sectores productivos). Se ha pasado a considerar que era posiblela sustitución del factor trabajo por el actor capital, como intuyó Kautsky en los umbrales del siglo XX.(...)
Se abandona la colonización, e incluso en las últimas etapas postfranquistas (recordar los famosos créditos para transformación en regadío por iniciativa particular que se sucedieron entre 1976 y 1981, muy positivos por supuesto si los vemos desde otros ángulos) se llega a la cumbre en la aplicación práctica de esta ideología, al abandonar incluso, los grandes planes de transformación que requerían legalmentecierto porcentaje mínimo de expropiación y colonización, para pasar a limitarse a dar créditos a los empresarios privados que quisieran transformar en regadío. (...)
En primer lugar, que sucesivas crisis energéticas (de intensidad variable y carácter contradictorio, como se desprende de las recientes medidas en el seno de la OPEP) están poniendo en entredicho el actual sistema capitalista-industrial. La escasez y creciente carestía de la energía y de las materias primas que de ella se derivan, ponen en duda la validez de los mentados modelos de producción agrícola.(...)
despiertos ya del último sueño de la razón, nos encontramos con que las «nuevas formas de agricultura resultan obsoletas aún antes de terminar de desarrollarse, y ciertas "viejas" formas se ven hoy como "novedosas". A toda esta crisis corresponde un cambio de mentalidad en la sociedad que puede detectarse ya.(...)
en diversos trabajos y progresivamente hemos venidoviendo otras posibilidades para esos nuevos regadíos, teniendo en cuenta conceptos nuevos como ecodesarrollo, autosuficiencia, ahorro energético,agricultura dulce, autonomía municiapal, comunalismo, etc. En febrero de 1980 porponíamos al Ayuntamiento de Ejea, en un «Informe sobre la situación urbanística de Ejea de los Caballeros», realizado junto a Mariano Gavina, que, superando los errores planteados por el IRYDA en los ocho pueblosconstruidos en la primera parte de Bardenas (seis en Ejea y dos en Tauste), se estudiase la posible construcción de un nuevo pueblo al Este de Escorón, para poblar la segunda parte de Bardenas. Porque sólo la presencia de población, hace intensivo, rico y variado un espacio agrícola (como puede verse en la Ribera del Ebro, donde cada cinco kilómetros encontramos un poblamiento). Y en esa misma línea hemos defendido la necesidad de que fuesen los propios Ayuntamientos los que gestionasen la transformación y colonización de sus comunales, porque sólo así puede garantizarse cierto control al proceso de acumulación(...)
diversos estudios realizados en los últimos tiempos nos permiten suponer que podría plantearse en Bardenas una radical concepción nueva en la transformación, acometiendo un plan global que recogiese ordenación de cultivos y ganadería; repoblaciones arbóreas; implantación de nuevas energías; parte de agricultura biológica; nuevas formas de población y explotación (no sólo familiares sino también de grupo, en susmúltiples manifestaciones, desde la cooperativa hasta la comuna); repoblación demográfica, etc., lo que requeriría la actuación conjunta de Ayuntamientos, IRYDA, ICONA, MOPU, Ministerio de Industria, DGA, y otros organismos. Creemos que la aplicación práctica de todas esas nuevas concepcionessobre la agricultura y la producción, que cada vez más están calando en la sociedad, es ya no sólo posible sino urgente, más allá de las experiencias personales más o menos exitosas que se extienden ya por el país "
REFERENCIA:
Baigorri, A. (1983): "«Vieja» y «nueva» agricultura. Bardenas, por ejemplo", Andalán, Num. 374, pp. 31-32
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1.12.1983
Segunda deforestación de nuestros campos (1983)
ADDENDA (añadida para el libro "De lo que hay de lo que se podría", 1987): Recuerdo que la motivación primaria para escribir este artículo (sobre algunos de cuyos aspectos había estado trabajando en La Rioja y algunos pueblos de La Ribera) fue el arranque de los hermosos olmos que convertían casi en un túnel -fresquísimo en verano- la carretera de Mallén a Fréscano y Magallón. Y hay que decir que posteriormente la Diputación de Zaragoza sí que ha vuelto a plantar árboles en algún punto de esa carretera, y de otras. Que cunda... En cualquier caso, podemos confirmar ahora las previsiones que hacíamos respecto del Censo Agrario realizado en aquél año (1982). Efectivamente, frente a una densidad de 1,35 árboles frutales diseminados por Ha cultivada en Aragón en el Censo de 1972, el nuevo Censo ofrece un resultado de 0,42 árboles. En sólo diez años hemos talado más de dos tercios de este rico patrimonio. Que no cunda más esta masacre...
Referencia:
Baigorri,A.(1983), "Segunda deforestación de nuestros campos", El Día de Aragón, 12 de enero, pag. 9
12.28.1982
12.14.1982
Rústico versus no urbanizable (1982)
RÚSTICO VS. NO URBANIZABLE
Artemio Baigorri
El Día de Aragón, 14/XII/1982
Hace tan sólo unos días, un pequeño grupo de profesionales del urbanismo y la ordenación territorial de casi todos los países del Estado nos hemos reunido en Palma para reflexionar juntos, durante varias jornadas, sobre los problemas que plantea la ordenación territorial y especialmente el planeamiento en “el rural”. La inquietud del Colegio de Arquitectos de Baleares por el tema y la voluntad de algunos de sus miembros han hecho posible este congreso.
De entrada, si algo quedó claro y aceptado por todos fue precisamente la imposibilidad de encontrar fórmulas mágicas y remedios aplicables por igual en cualquier territorio. Las profundas diferencias entre los distintos países del Estado han impedido unas conclusiones globales generalizables a todos ellos. Cada uno de los ponentes pudimos extraer, con todo, conclusiones de interés para las diferentes áreas en que trabajamos. Y, por supuesto, unos cuantos puntos comunes,
Una ley del suelo incompleta
La conclusión básica, punto de partida de nuestra reflexión, fue sin duda el olvido en que se ha dejado, en las últimas décadas, la ordenación del suelo rústico y, en general, de “el rural”. La propia Ley del Suelo de 1975 abandona, en su redacción definitiva, el concepto de suelo rústico de la Ley de 1956, para ser sustituido por el de suelo no urbanizable, con lo que se define a estos espacios en términos negativos, como lo que no es ciudad, lo que sobra y no se sabe muy bien qué hacer con ello. Por supuesto que también ha contribuido a este abandono un cierto espíritu panarquitectónico (del que no poca culpa tiene el hecho legal de que sean solo arquitectos e ingenieros de caminos quienes puedan firmar planes de ordenación, frente a la tradición más liberal de otros países desarrollados como los USA), por el cual lo único que interesaba durante estos años era qué, dónde, cómo y cuándo se podía construir. Y lo peor es que el complejo social ha terminado por convencerse de que eso es lo único que importa en el planeamiento. Con estos presupuestos, se desprende lógica la incapacidad de la Ley del Suelo para llevar a cabo una ordenación general de actividades en el suelo rústico, tal y como se hace en el urbano. Y, por extensión, la incapacidad de la Ley para abordar el planeamiento, tanto del suelo urbano como del rústico, en el medio rural. Salta a la vista la necesidad de una nueva Ley, sustitutoria o complementaria, que resuelva estas contradicciones, y que podría traducirse, en el medio rural, más que en planes puramente urbanísticos, en planes de ordenación y desarrollo local.
Para la ordenación de estos territorios se convinieron como necesarias, de todo punto, normas de superior jerarquía con las que el poder local pueda evitar el desgaste que supone el continuo enfrentamiento, por problemas urbanísticos, con convecinos a los que están unidos por relaciones de vecindad, parentesco, laborales o incluso de tipo caciquil (baste recordar, a los conocedores del caso, las normas subsidiarias del Somontano Norte del Moncayo, donde pudo comprobarse en términos vivos esta problemática: las relaciones semi caciquiles existentes en algún núcleo hicieron caer a un equipo que intentó enfrentarse a una clara y grave infracción urbanística). Unas normas provinciales en permanente actualización, que delimiten muy estrictamente qué se puede y que no se puede hacer, como se está haciendo en Navarra y en el resto del País Vasco, o unas directrices de planeamiento del tipo de las elaboradas por COPLACO para el área metropolitana de Madrid, sería la pauta a seguir.
Proteger el suelo cultivable
La necesidad de proteger, por los medios que sea, el suelo agrícola útil, sobre todo el regadío, parece asumida por todos. Frente a una “invasión urbana” que se manifiesta no sólo a través de la ocupación de suelo con fines residenciales (principal o secundaria), sino asimismo mediante salpicaduras de infraestructuras y dotaciones (autopistas, variantes, aeropuertos, líneas de alta tensión, cárceles, clubs recreativos, colegios, instalaciones y campos militares, grandes factorías, embalses, etcétera) siempre al servicio de ciudad. Más aun en una época, como la que se inicia, en que el sistema productivo se inclina hacia sectores (energía, alimentación...) y modelos (informatización y telecomunicación, producción subterránea domiciliaria...) que permiten y aun en ciertos casos precisan de la dispersión y la descentralización espacial, Fue general el criterio, en estas jornadas, de que la calificación de no urbanizable especialmente protegido debería ser norma de obligado cumplimiento en los planes de ordenación para el regadío, e incluso, en una región como la nuestra con tantos planes de riego pendientes, en los secanos “expectantes”, susceptibles de ser puestos en riego algún día. Y parece tambiền conveniente la elaboración, para el suelo rústico tal y como se hace para los casos históricos, de planes especiales que recojan toda su complejidad de usos.
Pero la protección de las buenas tierras de cultivo no tiene por qué impedir, quedó claro, la satisfacción de ciertas necesidades sociales, típicamente aunque no exclusivamente urbanas, y profundamente sentidas, que en tantas ocasiones hemos defendido.
De un lado está lo que pudiéramos llamar la segunda residencia popular, puesto que las clases pudientes ya gozan de la misma, o tienen medios para conseguirla.De no satisfacer esta necesidad, y además de encontrarnos a corto plazo con el campo plagado de parcelaciones ilegales y chalébolas, las clases populares sufrirían una vez más ese “coitus interruptus del obrero hispano” de que habla a menudo, en otro sentido, Gaviria. En una lectura demagógica pero real de los hechos, las gentes más humildes vienen a encontrarse con que ahora que por fin pueden imitar a su jefe, hacerse la casita, los propios gobernantes municipales a los que han votado se lo impiden.
Parece que la solución pasa por la creación de suelo urbanizable (junto al suelo urbano cuando sea posible) de promoción pública, en malos terrenos y con una normativa muy detallada, así como un diseño e infraestructura extremadamente austeros. En todo caso, en contra del concepto de núcleo de población tan manido por culpa de la Ley del Suelo, siempre será mejor concentrar estas construcciones que dispersarlas por todo el territorio, contaminando el paisaje -y las aguas subterráneas- y haciendo desaparecer una mayor cantidad de suelo útil
Por fin, los ya famosos huertos familiares, de los que tanto se habla en los últimos meses. Cada vez más necesarios, para aliviar no solo la asfixia psicológica de la ciudad, sino también la asfixia económica del paro. Hay dos vías interesantes para desarrollarlos sin que se conviertan en camuflaje de segunda residencia.
La primera vía pasa indiscutiblemente por la promoción pública en terrenos de secano, transformables en regadío mediante pozos o elevaciones que para otras formas de explotación agrícola menos intensas no serían rentables. Los nuevos hortelanos ya se encargarían, con un poco de agua y tiempo, además de un breve cursillo en algunos casos, de convertir el erial en un vergel. Hay muchas fórmulas para la parcelación, adjudicación y control administrativo, y desde luego el Ayuntamiento puede incluso llegar a expropiar por fines sociales terrenos de secano de bajo precio, cuando no cuente con suelo público adecuado. Pero cabría incluso la promoción privada, con parcelaciones en base a la Ley de Reforma y Desarrollo Agrario, siempre que exista la posibilidad de mantener una adecuada vigilancia municipal para que las casetas de aperos de diez a quince metros cuadrados permisibles no se convirtieran en chalés. Convenios con los colegios notarial y de registradores de la propiedad permitirían que esas parcelas conservasen la vinculación a la prohibición de construir en ellas, con el fin de que el posible comprador conociese a la hora de la compra las cargas registrales, y no pudiera decirse engañado.
Después de estas jornadas, y con independencia de la necesidad de grandes reformas legislativas en este sentido, estoy aún más convencido de que vamos contando ya con suficientes instrumentos de planeamiento como para permitir a los ciudadanos el goce de la naturaleza sin que ello suponga su destrucción. Pero corresponde ahora a los políticos el poner en marcha esas medidas, que tanto beneficiarían a sus administrados.
Referencia:
Baigorri, A. (1982), "Rústico versus no urbanizable", EL día de Aragón, 14/XII/82, pag. 4
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