8.09.1992

La privatización (1992)

A partir de unas notas previas, pues el tema me venía interesando, lo completé como trabajo de curso de la asignatura Instituciones Políticas (deduzco por la carpeta en que encuentro el fichero WPD) de la Licenciatura en CCPP y Sociología que cursaba a distancia en la UPSAM. Sí, es un poco exagerado como trabajo de curso de una asignatura. Pues no fue el único. Y sin Internet.


"El objetivo de este ensayo es simplemente el de interpretar y autocomprender el origen de este proceso, sus proporciones y características. En la medida de lo posible se intentará asimismo proyectar las tendencias que se perciben, tanto entre los políticos como entre los científicos sociales que se ocupan del asunto (economistas, sociólogos, juristas, politólogos, administracionistas...). Con independencia de la ubicación ideológica del autor (que, como toda la buena Sociología ha mostrado, es inevitable que se deje siquiera atisbar a lo largo del discurso), se pretende un análisis desapasionado12 y científico del tema. Por ello no se establece ninguna hipótesis de partida a contrastar, ni se establecerán conclusiones normativas.
No obstante, si hubiese de establecerse alguna hipótesis, no para contrastar sino casi como ejercicio o divertimento, me inclinaría por pensar que el debate sobre la privatización es una estratagema ideológica para hurtar un debate más profundo y largo entre burócratas y tecnócratas. Privatizaciones las ha habido siempre, desde que existe el capitalismo13, y las habrá mientras este sistema sobreviva. Sucesivamente, a medida que la empresa privada ha sido capaz de gestionar áreas del mercado que anteriormente eran ofertadas por el Estado por su elevado coste, dispersión de la demanda y dificultad de gestión de inputs y outputs, se han venido dando estas llamadas privatizaciones, que no son sino la manifestación de la tendencia histórica del mercado a abarcarlo todo. El debate estaría entonces establecido, bajo las máscaras ideológicas, por el control de áreas de la actividad económica que implican elevadas tasas de poder político; y en este sentido es que se trataría, no exclusiva, pero sí notablemente, de un enfrentamiento entre la Burocracia y la Tecnocracia. Hace ya años que se ha demostrado empíricamente que la propiedad de los medios de producción y/o distribución no guarda una relación directa con el bienestar social de los pueblos. La cuestión está más en la regulación y en la política tributaria y social, en los Estados democráticos, que en las formas de titularidad14. Por eso es mucho más importante el debate sobre la desregularización que desde hace años acompaña soterradamente al de la privatización, y que precisaría en sí mismo mayor atención de la que se le presta.
En cualquier caso, no por ello dejaría de tener importancia para el científico social el estudio del fenómeno de la privatización. A ello me aplico pues en las páginas que siguen; si bien debe hacerse una última advertencia: aunque se recogen las aportaciones sobre la cuestión desde la Ciencia de la Administración, una comprensión del fenómeno de la privatización exige un acercamiento multidisciplinar, por lo que he acometido el trabajo también desde el punto de vista económico, sociológico y político."

Referencia
Baigorri, A. (1992) La privatización. Trabajo de Curso

Enlace al texto


3.09.1992

Extremadura. La Guía (1992)




Este libro es una de las más agradables experiencias editoriales que he tenido. En primer lugar, por los medios con los que trabajamos, tanto en la primera parte del proyecto (la investigación sobre recursos turísticos, recopilando todos, y digo todos, los recursos reales o potenciales de la totalidad de los municipios de la región), como en la segunda parte (la edición propiamente dicha). Era el '92. Había dinero para la promoción de una región que estaba perdida en recuerdos polvorientos y engañosos, totalmente desconocida para los españoles. El par de guías que existían entonces de la región prácticamente se limitaban a hablar de Mérida, Cáceres y Trujillo.

Era mi primer proyecto importante tras decidir escapar del Norte y la centralidad, y quedarme a vivir en Extremadura. Venía además de una experiencia traumática con ese tipo de trabajos, y no quería que se repitiese. Durante un par de años, entre 1984 y 1985, trabajamos en un proyecto precioso, a la sombra del programa Todo Bajo el Sol de la Secretaría de Estado de Turismo: hacer en las principales ciudades de playa españolas, simultáneamente, un análisis diagnóstico de los problemas de la ciudad, y una guía culta. Nada menos que una guía culta para turismo de playa. Yo trabajé las de Salou, Puerto de la Cruz y Maspalomas/San Bartolomé de Tirajana. Como idea (de Mario Gaviria) era muy buena, y el trabajo que al menos una parte del equipo hicimos, también lo fue. Pero luego nos estafaron , sobre todo intelectualmente. Los informes críticos no se difundieron, (aunque los Ayuntamientos de algunas de las ciudades analizadas fueron conscientes del esfuerzo y supieron aprovecharlo, como San Bartolomé de Tirajana/Maspalomas); yel programa Todo Bajo el Sol se fundió el presupuesto anticipadamente, y en vez de editar las guías, le regaló los textos a una editorial subsidiaria de Salvat, que los destrozó para hacer unas guías cutres y horteras en las que los textos salvados ni siquiera cuadraban, y para más inri nos robó la autoría, asignándosela a una colección de infames escritores de medio pelo dispuestos a refritar y apropiarse del trabajo ajeno. La de Salou la firmaban en español, una tal Lourdes Borrás y un tal Jordi Monner, que parece que ha seguido dedicado a hacer guías, espero que las siguientes fuesen realmente suyas (en la versión inglesa añadían a una tal Katherine Lauren, que supongo sería la traductora). Hicimos unos informes y unas guías de lujo, y nos convirtieron en negros de unos productos de consumo barato cutres y mal montados, a cargo de una tal Teresa Santiago. La de Maspalomas en español se la atribuyeron a Eduardo Chamorro, mientras que la versión en inglés desaparece el negrero Chamorro y aparecen otros: Arne Kasten, Paul Harsh y un tal Diego Talavera (supongo que el periodista local que encuentro aquí). La de Puerto de la Cruz se la atribuyen a un tal Carlos Pascual, luego especializado como Monner en guías (espero que realmente suyas, también en su caso). Están en la Biblioteca Nacional, publicados en 1987 por Novatex y otras seudoeditoriales extranjeras (para las ediciones en inglés, francés y sueco debieron poner como autores a los traductores). Un desastre, y había que jorobarse porque nuestro trabajo había sido comprado por el Ministerio, y podían hacer lo que quisieran (sobre todo entonces): como regalarlo, que es lo que hicieron. Tenían la desfachatez de ponerme, en alguna, como autor... de fotografías. En otras aparecía nuestra empresa como "Trabajo de campo" (en la de Maspalomas incluso atribuían el trabajo de campo a gente de la empresa y el entorno que no habían participado en nada). En unas atribuyen los mapas a quien los hizo en otras..., una chapuza como producto, como edición, y hoy sería susceptible de ser llevado a los tribunales por apropiación de propiedad intelectual y seguramente también prevaricación por parte de los gestores públicos del chanchullo. 

Entonces no había nada que hacer, pero no quería que volviese a pasar algo así. 

Y no pasó. La guía de Extremadura, construida a partir del trabajo de un gran equipo en un largo proceso de dos años, fue el mejor y más completo libro de viajes y de información turística sobre la región que se había escrito nunca, y creo que aún no se ha superado (tampoco mis propia guía posterior, por encargo de Everest, pudo superarlo, aún siendo, mal está que yo lo diga, también una buena guía). Se editaron nada menos que 25.000 ejemplares. Lamentablemente las batallitas internas y las habituales envidias hicieron que nunca se reeditase la guía tras el 92, a pesar de haber una gran demanda. Se plagió inmisericordemente, eso sí, en todo tipo de proyectos turísticos. No importa, porque era un recurso público, y para eso estaba.

Un cuarto de siglo después, puede serle de utilidad, aún, al viajero.



Referencia y acceso al texto 
Baigorri, A., dir (1992). Extremadura. La Guía. Barcelona. Folio

El texto se ha colgado incompleto. Se irá completando progresivamente hasta las 342 páginas que tiene el libro

2.20.1992

Apuntes para una Sociología del ruido (1992)

A veces ser segundo plato da para mucho. En 1992 me llamaron para preparar una conferencia sobre el ruido. Se reunía en Cáceres la Federación Española de Municipios y Provincias a hablar de actividades insalubres y peligrosas (aquel epígrafe de las ordenanzas de planeamiento) y querían contar con una reflexión sociológica sobre el ruido. Habían llamado a Gaviria, pero él les había dicho que mejor que me llamasen a mí que estaba ahí al lado. Y es que si hoy es una aventura venir a Extremadura, imagínense en 1992. O era venir para un mes como lo hicimos en los 70, o a quedarte como lo hice en los 80, o era un rollo... El caso es que ello me permitió dedicar dos semanas a elucubrar (que entonces no había Internet) y consultar las pocas fuentes consultables, para elaborar esa reflexión sobre el ruido como un hecho social. Aquella comunicación, que años después un poco castrada de aquí y de allá (eso es lo que hace la Academia) fue una comunicación en el Congreso de la FES en Granada (1995), tras la llegada de Internet fue difundiéndose y convirtiéndose en una referencia "obligada" (salvo para algunos sociólogos españoles) al hablar del ruido. Es de esos textos que te dan más satisfacciones cuanto más pasan los años.



"(...)
Pero a partir quizás de los años '50 se modifica la definición de ruido. Ahora lo entendemos como "un sonido carente de cualidades musicales agradables o un sonido que no es deseado por una persona determinada en un momento dado. Es un sonido irritante, perturbador, molesto y, algunas veces, en función de su intensidad, dañino para el oído". Era el boom de la Teoría de la Comunicación, y los semiólogos asimilaron al concepto de ruido todos aquéllos elementos que interfieren en la correcta transmisión del mensaje entre emisor y receptor. Incluso delimitaron dos conceptos distintos: el del ruido, en términos de interferencia, y el de redundancia, como exceso de elementos informacionales. Cuando hablemos de ruido, en lo sucesivo y en referencia a las ciudades, hablaremos por igual de ruido y de redundancia, unificando ambos conceptos al de ruido. De hecho, a menudo el ruido en las ciudades es más bien exceso de señales que interferencias. 
Ya no tenemos, o ya no únicamente, un problema de diseño industrial, sino un producto social; que cumple como tal una serie de funciones, y que genera conflictos que, por extensión, sólo pueden comprenderse, y resolverse, en el marco de la Acción Social. El ruido no es un efluente indeseado de la producción industrial, como la generalidad de los otros agentes contaminantes a que nos enfrentamos. Es un efluente de la propia vida social. 
Bien... Hasta aquí parecía claro el asunto, pero de pronto me encontré atrapado. Tras buscar a fondo, no he encontrado que los sociólogos se hayan ocupado de este asunto. Y observé que, en la práctica, aspectos fundamentales de la planificación social, como es el Urbanismo, no atienden a la problemática del ruido. Dedico buena parte de mi actividad profesional al Urbanismo, y desde luego, por muy minuciosamente que lean ustedes la Ley del Suelo o sus Reglamentos, instrumento fundamental del planeamiento urbanístico, no encontrarán ni una sola referencia al ruido. Hay, por supuesto, referencias genéricas a las Actividades Molestas y a las normativas que las regulan, y suelen incorporarse ciertos límites sonoros para actividades industriales en las Ordenanzas reguladoras. Pero rara vez se considera este importante problema en el análisis y el diseño urbano. 
Me encontré pues ante un dilema: o construir siquiera unos apuntes de Sociología del Ruido en sólo diez días, sin un andamiaje teórico previo en el que sustentarla, o ponerme enfermo. Un poco por sentido de la responsabilidad, y un poco por amor al riesgo, opté por aceptar el desafío. Espero que las reflexiones que he hilvanado, con toda la provisionalidad con que deben tomarse, les sean a ustedes de alguna utilidad en los próximos días. (...)"
Referencia
Baigorri, A. (1992), "Apuntes para una sociología del ruido",  I Jornadas sobre actividades molestas en los municipios. Federación española de Municipios y Provincias, Cáceres, 1992
Acceso al archivo



2.14.1992

Apuntes sobre un modelo de desarrollo para Extremadura (1992)

Este texto circuló a nivel interno entre profesores de la Universidad, técnicos, políticos y profesionales. No estoy seguro de si llegó a publicarse en prensa. Se plantean cuestiones tanto de política universitaria y de investigación, como metodológicas. El origen del texto es curioso, porque un (entonces joven) profesor de la Universidad de Extremadura, que casualmente estaba colaborando con todo su departamento en un proyecto liderado por nuestra empresa de consultoría (Estudio de Ordenación Territorial I), prácticamente venía a reivindicar que la Universidad era el único agente legítimo para hacer no ya investigación pura, sino investigación aplicada. El autor ha hecho ldesde entonces una gran carrera, ciertamente, en la investigación aplicada, con inmuerables convenios con distintas entidades públicas. Curiosamente unos años más tarde yo entraba en la Universidad, pero seguí, y sigo, pensando exactamente lo mismo que expresaba en este texto.


APUNTES SOBRE UN MODELO DE DESARROLLO PARA EXTREMADURA

Artemio Baigorri

Director del Taller de Estudios Sociales y Territoriales SL


El profesor de Geografía de la UNEX Julián Mora Aliseda acaba de publicar en estas páginas páginas un brillante trabajo sobre el desarrollo de Extremadura. No puedo por menos que estar de acuerdo en la mayor parte de sus planteamientos, aunque solo sea porque, esencialmente, coincide con lo que yo mismo vengo exponiendo desde hace bastantes años. Conceptos como desarrollo endógeno, iniciativas locales de empleo, desarrollo sostenido, economía social, etc, hoy de manejo corriente en el mundo académico, están bien asentados desde hace casi tres lustros en la materia gris tanto de la sociedad civil extremeña, como de los políticos que intentan llevarlos a la práctica (ver sin ir más lejos el reciente discurso de Rodriguez Ibarra).

No es menor la coincidencia (ahí están mis críticas públicas, desde hace años, a la escasez de medios que la mayor parte de los departamentos de la Junta de Extremadura asignan al análisis) en lo que hace a la necesidad de "conocer al más mínimo detalle la realidad (económica, social, ambiental, etc) del espacio sobre el que se pretende actuar". Quienes otrora hemos debido realizar análisis, de problemáticas esenciales de esa región, sin otra financiación que las suscripciones populares, sabemos bastante de estos problemas. Aunque

Tanta coincidencia no es casual, pues con el profesor Mora y sus compañeros del Departamento de Geografía coincidimos ahor amismo incluso en un interesante proyecto de planificación, y hasta coincidimos de vez en cuando tomando una copa, aunque luego no tengamos ocasión de coincidir en espacios de debate (y un servidor piensa, porque sigue siendo un hegeliano, que sólo de la contrastación dialéctica surgen las síntesis de acción que la sociedad precisa en cada momento).

Pero advertidas las coincidencias, quiero señalar, en esa línea de análisis dialéctico de la realidad, las contradicciones que detecto en el trabajo de Julián Mora. No tanto porque expresen su opinión (que sé que no es exactamente esa, aunque en el artículo se haya dejado llevar por la pasión juvenil), sino porque reflejan un cierto sentimiento que, en los últimos tiempos, se detecta aquí y allá en la Universidad de Extremadura.

Me refiero a dos cuestiones muy simples, que casi pasan desapercibidas pero que son de gran enjundia. De un lado, a su afirmación de que "es en la Universidad donde en mayor medida se concentra la materia gris de una sociedad; es decir, la gente altamente cualificada que trabaja para encontrar soluciones que desde la sociedad se le demandan". Y, de otra parte, al que con tales planteamientos resulta obligado (además de explícito) corolario: que sólo la Universidad puede, "de forma rigurosa, científica y objetiva, identificar tanto las potencialidades como los estrangulamientos".

En el primer enunciado considero que hay dos errores graves, que creo deben aclararse pronto porque de otro modo corremos el riesgo de que la Universidad acabe perdiendo los papeles (pues, insisto, la opinión expresada por Julián Mora está generalizándose demasiado en ciertos ámbitos universitarios). De un lado, si en general es indiscutible que en la Universidad se pule la materia gris de la sociedad, resulta un poco atrevido (e incluso insultante, si no supiera que no era esa la intención del autor) considerar que el millar de profesores de la UNEX concentra la materia gris del millón largo de extremeños. De otra parte, yo creía que "la gente altamente cualificada que trabaja para encontrar soluciones que desde la sociedad se le demandan" estaban en la Administración Pública (tanto en los ámbitos burocrático como político de la misma), y en el ejercicio libre de ciertas profesiones dedicadas justamente a eso (abogados, economistas, sociólogos, urbanistas, arquitectos, geógrafos, ingenieros, etc. Yo creía que en la Universidad estaba la gente altamente cualificada para solucionar la formación de cuadros y profesionales que desde la sociedad se le demandan (y que aún eso lo compartían con el cuerpo docente de Enseñanzas Medias). Por lo demás, también desde fuera de la UNEX se han construído en los últimos años grandes bases de datos, se han introducido en la investigación social y territorial tecnologías punta (obviamente, en este caso ello sólo ha sido posible detrayendo recursos exclusivamente de los beneficios empresariales), y se ha demostrado suficientemente la capacidad para analizar nuestra sociedad "de forma rigurosa, científica y objetiva"...y comprometida.

Me explico. Que yo sepa, la función de la Universidad es doble: formar al alumnado (sin duda la más importante, pues no existe otra institución que en niveles superiores pueda cumplir ese papel) e investigar (para lo cual, no obstante, además de la Universidad existen otro tipo de organismos públicos, vertebrados por el CSIC o integrados en otros ámbitos de la Administración, sin contar con la investigación privada). A esa doble función le conviene, qué duda cabe, que incluya formas mixtas de investigación aplicada, en las que la formación académica de los alumnos se complemente con proyectos de trabajo por encargo de empresas o instituciones, y que pueden realizarse bien directamente desde los Departamentos universitarios, bien en asociación con empresas especializadas (como es el caso de algunas experiencias interesantes que, en este sentido, se desarrollan ahora mismo). De esta forma los alumnos se preparan para aplicar luego, en su vida laboral, lo aprendido en la Universidad, y el profesorado refresca sus conocimientos y actualiza las teorías. Ello enriquece en todos los sentidos.

Sin embargo, si he entendido bien lo que el artículo de Julián Mora plantea (y creo haberlo entendido, pues esa es la impresión que detecto en algunos otros sectores de la UNEX), parecería que se estuviese proponiendo para la UNEX una función muy distinta, que perseguiría suplantar tanto a los órganos de análisis y reflexión de la propia Administración como, en lo que a otros nos toca, al libre mercado de la consultoría en casi todas las ramas del saber. Esto podría llevar (no digo que esté ocurriendo así, sino que es un riesgo, que perjudicaría sobre todo a la propia Universidad) a competir deslealmente con medios públicos, con alumnos utilizados como negros, utilizando como reclamo personal la competencia colectiva de la institución, y sobre todo rozando si no por lo legal sí por lo ilegítimo la legislación sobre incompatibilidades.

Y, vamos a ver si me explico con exactitud, no es que personalmente vea mal el aumento de la competencia, al contrario siempre bienvenida sea, y supongo que de forma similar pensarán cuantos en la región se dedican a lo que algunos llamamos el cuaternario. Lo que temo es que, tentados por la rentabilidad de unos encargos para los que no deben realizar inversiones (mano de obra barata, la infraestructura de la Universidad a plena disposición...), algunos de los pocos (pero no escasos) que han elegido la Universidad no tanto por vocación como por incapacidad para el desenvolvimiento en el libre mercado, desvíen sus esfuerzos tanto de la formación de sus alumnos como de la que debe ser la auténtica investigación universitaria: la investigación pura (que no inútil). Y ello, insisto, a quien únicamente perjudicaría sería a la propia Universidad (que supongo no esperará financiarse con el 10 ó el 15 % de peaje), y de rebote a la región (sabemos bastante en este país de lo que ocurre cuando se pretende cubrir, desde lo público, ámbitos para los que está capacitada la iniciativa privada).

En Extremadura no creo haya nadie a quien no interese potenciar la UNEX, de la que tienen que salir los futuros dirigentes, gestores, empresarios e intelectuales de la región. Personalmente creo que el cambio en el equipo rectoral se ha hecho notar positivamente, y la Universidad se ha lanzado de cabeza a implicarse más a fondo con la sociedad extremeña (naturalmente, para ese análisis previo necesario antes de diseñar su estrategia ha buscado una consultora independiente, como debe hacerse, y aún hubiese sido más perfecto si no se hubiese ido a buscarla fuera de Extremadura). En consecuencia, creo que la sociedad está respondiendo, si atendemos a la atención que le prestan los medios de comunicación, a las inyecciones económicas otorgadas por la Junta, y al compromiso de un número creciente de empresas locales. Pero, modestamente, creo que hay que traer a colación un dicho muy popular, que dice algo así como "¡Zapatero, a tus zapatos!".

No quiero terminar sin señalar un par de cuestiones de entidad menor con las que tampoco estoy de acuerdo, debo advertir que la necesidad del análisis de detalle (ese "pueblo a pueblo") no puede negar la validez del análisis comparativo. Sin duda Mora tendrá por cierto que, sin un marco de referencia nacional, continental o planetario, difícilmente puede construirse la teoría explicativa, y sin ella navegamos en la nada empírica.

La otra cuestión es también de ámbito teórico, en lo que se refiere a esa cierta insistencia en las disparidades intrarregionales, y epistemológico, en lo que hace al abuso que a veces hacemos de los índices. De un lado, salvo que partamos, si no de concepciones ideológicas colectivistas, al menos de 'ideas elemento' como la igualdad, no podemos plantearnos como objetivo, al diseñar un modelo de desarrollo territorial, la igualación en los niveles de desarrollo. Por otra parte, sabido es que los índices miden sólo ciertos aspectos de la realidad, es decir, en su acepción última, son tan sólo indicios, y no siempre parámetros. En suma, si para Extremadura estamos planteando un modelo, no de igualación con las regiones ricas en base a los índices económicos tradicionales (algo por otra parte imposible, fuera de la demagogia política), sino de nivelación en la calidad de vida de acuerdo con sus posibilidades objetivas; si estamos intentando utilizar para fijar la dirección del progreso, junto a los tradicionales, índices de bienestar que, como decía Jouvenel hace más de treinta años, no caben en el PNB, no vamos a pasar ahora a medir los índices de desarrollo (y aquí nuevamente habría que decir, ¿qué desarrollo?) intraregional nuevamente con el número de oficinas bancarias, kilómetros de carretera o licencias comerciales cada mil habitantes.

14/2/1992


1.29.1992

Reformar la Reforma. Apuntes para una Nueva Política Agraria en Extremadura (1992)






"(...)
Históricamente, cualquier RA ha perseguido fundamental­mente tres objetivos: mejorar el autoabas­tecimiento alimentario, adaptar las estructuras productivas a las estructuras sociales dominantes y mantener la paz social de resultas de una estructu­ra productiva más justa. 
(...)
Quien apruebe lo expuesto en las líneas precedentes coincidirá conmigo en la necesidad de plantear un nuevo modelo de Reforma Agraria para Extremadura, para la Extrema­dura de principios del siglo XXI, o si se quiere una 'reforma de la reforma'.        
La definición de ese modelo será compleja, y como todas las RAs posiblemente conflictiva, por lo que evito entrar en mayores detalles. Sin embargo, me permito apuntar lo que considero un elemento fundamental para su diseño: el núcleo simbólico que debe alentar dicho modelo, y que está siempre íntimamente relacionado con los paradigmas esenciales de cada estadio de la civilización. Las RA diseñadas por los romanos (primeras docu­mentadas) tuvieron como núcleo simbóli­co esencial el concepto de coloniza­ción. En el siglo XVIII, época de las primeras RA modernas, el núcleo simbólico es la liberaliza­ción ("remover los estorbos que retardan su progreso", decía Jovellanos). En el siglo XIX, fue la mecaniza­ción (las propias plantas se consideran artefactos mecánicos con la fertiliza­ción forzada), o al decir de Macías Picavea, "proveerse de máqui­nas, semillas y abonos". En fin, en el siglo XX asistimos a un primer bloque de RAs diseñadas a partir del núcleo simbólico del reparto ("la solución del problema, ya antiguo y en España tan agudizado, del latifundis­mo" escribía el padre de Peces-Barba en 1932), y a un segundo bloque cuyo núcleo era la produc­tividad (Ley de Reforma y Desarrollo Agrario, Ley de Fincas Mejorables, RAs regionales de los años '80, etc).

En el siglo XXI, y de acuerdo con el paradigma de equili­brio ecológico que va a caracterizar a este nuevo estadio de la Civiliza­ción (como lo social caracterizó el paradigma de justicia social en el siglo XX, o lo económico el paradigma de la productividad en el XX), el núcleo esencial que debe alentar las RAs será el de Ecolo­gía.
(...)
En más de una ocasión me he negado a emplazarme en la dicotomía conservacionismo vs. producción. Mi actitud procede tanto de convicciones ideológicas como de premisas científicas. Del productivismo y el crecimiento exponencial como motores sociales y económicos ya conocemos sus riesgos y limitaciones, y el conservacio­nismo a toda costa temo que nos llevaría a algo socialmente reprobable. Por otra parte, no considero que la quimicalización de la Agricultura deba analizarse en los términos esotéricos con que lo hacen algunos, ni siquiera únicamente como una degradación epistemológi­ca de la ciencia, en los términos en que lo hace mi buen amigo José Manuel Naredo (en su reciente libro sobre agricultura ecológica, compartido con Juan Serna, editado por el Banco de Crédito Agrícola). Me emplazo en un análisis más materialis­ta, y así considero que en el curso de la Civilización industrial los abonos químicos, los productos fitosani­tarios y la tecnología dura han ayudado a que la Agricultura cumpliese con la función que entonces le era esencial: alimentar a una población creciente en términos exponenciales. En ese estadio, no podía ser de otra manera, con una energía fósil abundante y barata.
Sin embargo, en la nueva Civilización en la que estamos entrando la Agricultura ha pasado a cumplir otras funciones incluso más esenciales, especialmente en los países ricos, como es la conservación del paisaje o, más radicalmente, de la Naturaleza. La mundialización de la Economía obliga a plantearse la cuestión del abastecimiento alimentario en términos más complejos que los derivados de las economías nacionales. Y las limitaciones energéti­cas convierten en una aventura descabellada la productividad para el excedente (el primer aniversario de la Guerra del Golfo debería ayudarnos a reflexionar sobre las consecuencias que puede tener una mala gestión energética mundial). Una de las contradicciones más sangrantes es justamente la existencia de excedentes en los países ricos, a costa de destruir su medio natural, mientras que los países pobres no pueden vender aquéllo que únicamente pueden ofrecer: alimentos. 
Esta contradicción puede resolverse de formas muy diversas, pero una de las vías de solución podría pasar por la radicalización de los conflictos Norte-Sur. Es decir, las condiciones materiales imperantes en el contexto mundial aconsejan la necesidad de modificar los esque­mas productivos de la Agricultura en los países ricos. Y cualquier modelo de RA local debe tener a la vista las interrelaciones con el sistema nacional, europeo y mundial.
Entrando en el fondo del asunto, la cuestión no sería por tanto enfren­tar las variables producción-conservación, sino alcanzar la máxima producción posible con la máxima eficiencia energética y absolutas garantías de conservación de un medio natural que, en Extremadura, constitu­ye ya un recurso en sí mismo que estructurará y dotará de contenido en las próximas décadas a un sector econó­mico nuevo.
En este marco, el modelo de RA extremeña del siglo XXI debe tener como motor esencial la agricultura y la ganadería ecológicas. Y si en el caso de la Ganadería el proceso se está dando de esa forma casi espontánea con que se dan algunas RAs, con la ayuda del mercado y de la propia Ley de la Dehesa (nadie apuesta ya en Extremadura por otro tipo de ganadería que la extensiva, combinada con una gestión eficiente de la dehesa), sin embargo en el caso de la Agricul­tu­ra va a ser necesaria la intervención desde la Administra­ción, ayudando a la adaptación de las estructuras y sistemas productivos a esas nuevas necesida­des sociales.
Tenemos, en Extremadura, las condiciones para abandonar el puesto de vagón de cola que hemos mantenido, también, en el sector Agrario, y pasar a convertir la región en la punta de lanza de ese nuevo modelo Agrario que va a extenderse en toda Europa durante las próximas décadas. Entre estas condiciones podemos citar:
·        La existencia de una enorme masa de población activa agraria que, en las actuales circunstancias, no halla acomodo en el sistema productivo (unos 25.000 de los cuales en permanente situación de paro y bajo riesgo de convertirse en parásitos sociales), y cuyo reciclaje hacia la agricultura ecológica no sería difícil.
·        Tierra abundante, no contami­nada por la agricultura química, susceptible de ser transforma­das en regadío (único input energético agrícola renovable, junto a la energía metabóli­ca)
·        Aguas poco contaminadas para atender los nuevos regadíos.
·        El más importante emporio de agricultura ecológica de España, y posiblemente de Europa.
·         Recursos científicos (Facultades de Biología y Química, Escuela de Ingenieros Agrícolas que deberá convertir­se a no tardar en superior, buen servicio de Investiga­ciones Agra­rias...) para el desarrollo y mejora de las viejas y nuevas técnicas (pues no se trata sólo de recuperar técnicas ancestrales de cultivo) tanto agronómicas como agroindus­triales.
Las cosas van en esta dirección. Que no es en absoluto una herencia de los 'hippies', como podría creer alguien al leer el delicioso ensayo de Serna que comparte libro con Naredo, sino la consecuencia directa de las transformaciones socioeco­nómicas y de la vida cotidiana (donde se inserta también la demanda de alimentos) en las últimas décadas. Podemos esperar a ver cómo nos lleva el mercado, a remol­que una vez más de otros territorios, pagando el precio de las contra­dicciones económicas y sociales que ello ha de generar (sin ir más lejos, la agricultura ecológica, por sus inferiores rendimientos, puede estar conculcan­do ahora mismo la vigente Ley del Regadío). Pero también podemos adelantar­nos, diseñan­do ya ese nuevo modelo de Reforma Agraria que Extrema­dura precisará en el siglo XXI. Este es, creo, uno de los próximos y más urgentes retos en la región, si queremos que el Sector Primario siga teniendo la importancia que, todavía, merece. "


Referencia:
Baigorri, A. (1992), "Reformar la Reforma. Apuntes para una Nueva Política Agraria en Extremadura", El Periódico de Extremadura, 28 y 29/1/1992, pags. 4