¿Medio Ambiente y Sociedad, o Sociología Ambiental?
Dilemas en un campo de investigación transdisciplinario.
Artemio Baigorri, Universidad de Extremadura
Texto de mi intervención en I Jornadas DEMOSPAIN. Democracia, Territorios e Identidades. Universidad Pablo Olavide, Sevilla, 20 de marzo de 2018
En primer lugar agradecer a José Manuel su invitación. En mi caso, más que hablar de algunos proyectos concretos, para ver las posibilidades de investigación en un campo o topic determinado, me ha parecido más interesante proponer algunas reflexiones e ideas fruto de mi ya larga experiencia con la cuestión ambiental, primero como activista, luego como consultor en urbanismo y ordenación del territorio, y finalmente como investigador, como homo academicus. Reflexiones que derivan tanto de proyectos realizados como de proyectos infaustos (o fallidos, fracasos en suma), a veces igual de importantes. Espero mostrar con esto algunas de las potencialidades de la Sociología en ese campo tan, tan, transdisciplinario, que casi empieza a ser atrás-disciplinario, pues la Sociología está perdiendo terreno (o no lo gana, que en estos asuntos, es lo mismo). Y tan importante como discutir sobre los potenciales, es tomar conciencia de las dificultades a las que la investigación se enfrenta.
Una larga introducción
¿Por qué me parece importante esa perspectiva, no centrada en un proyecto concreto? Con un par de ejemplos creo que lo entenderéis perfectamente. Uno, con el que quiero valorar los proyectos infaustos, es muy reciente; y el otro, sobre el potencial de la Sociología, es muy antiguo, así que empezaré por el más antiguo.
En 1981 un dirigente campesino, Antonio Aguirre, con quien habíamos compartido sesiones de debate y movilizaciones en defensa de los intereses de los agricultores, recién elegido presidente de la Cámara Provincial Agraria de La Rioja nos encargó la realización de un informe sobre la situación de los agricultores. Buscó financiación debajo de las piedras y, siguiendo la metodología del sociólogo Mario Gaviria, montamos un equipo mamotrético que yo tuve que coordinar y gestionar. Yo entonces ni siquiera me podía considerar sociólogo en términos estrictos; había abandonado el periodismo, y con el periodismo la carrera de Ciencias de la Información, atraído por la combinación de investigación comprometida y movilización ecologista que era Gaviria. Bien, el resultado de aquel trabajo, que duró casi un año, fue un gigantesco informe que se publicó en 1984 en dos tomos enormes, con el título de El Campo Riojano, que creo ha sido bastante útil a los investigadores riojanos en las siguientes décadas ( https://goo.gl/dzqa77 ).
Uno de los capítulos que yo realicé trataba sobre la competencia por el uso del suelo entre actores diversos, que estaba provocando el encarecimiento del precio de la tierra para los agricultores. Es un tema que acabábamos de descubrir meses atrás, analizando la problemática de lo que entonces se llamaba el Suelo Rústico, y luego No Urbanizable, para la revisión del Plan General de Alicante (1982) y antes aún en el Plan Comarcal del Alfoz de Burgos (1977).
Bastantes años más tarde, en 1999, ya sociólogo formalizado, en trance de convertirme en homo academicus, en un congreso de Sociología Ambiental al que asistí durante una estancia en Chicago, tuve ocasión de conocer a Ridley Dunlap, del que yo entonces no sabía nada, pero que enseguida descubrí era el Pope de la emergente Sociología Ambiental, y hoy lógicamente el gran patriarca global. Como la estancia la hacía precisamente para preparar los contenidos de una asignatura, Medio Ambiente y Sociedad, que iba a implantarse en una licenciatura nueva, Ciencias Ambientales, es decir para recopilar materiales y textos a los que aquí no tenía acceso o simplemente siempre desconocía, me apliqué a revisar todo lo que Dunlap había publicado, porque allí todo era accesible, y por supuesto me interesaban especialmente los primeros trabajos de aquella emergente Sociología Ambiental.
Pues bien, descubrí que en realidad esa rama había empezado a construirse en los Estados Unidos en la misma época, y exactamente con el mismo asunto (la competencia por el uso del suelo) en que lo habíamos tratado aquí. Llevábamos nosotros décadas hablando en prosa sin saberlo, como diría el poeta. Nos preocupaban los problemas ambientales, y preocupaban los problemas de los agricultores, e interesaban los problemas urbanísticos y de ordenación del territorio, y resulta que la interacción entre todos aquellos ámbitos de preocupación sobre los que habíamos trabajado entre 1977 en el Alfoz de Burgos, 1981 en el PGOU de Alicante, 1982 en La Rioja y 1984 en el Área Metropolitana de Madrid, constituía un topic sociológico importante, una de las fuentes de las que manaba la Sociología Ambiental…, en inglés, claro.
Lógicamente, con esto quiero decir dos cosas.
Una, a la que volveré, que conviene mirar hacia atrás cuando investigamos, más allá de lo que aparece en esa bibliografía reciente, o tópica, sobre un tema, que nos suele venir impuesta, y además hay que mirar fuera de la Academia, en la investigación aplicada, en los trabajos de consultoría, que a menudo son más interesantes que las publicaciones académicas de los journals.
La segunda, que los temas, los issues o topics de interés a la Sociología Ambiental están muy conectados con otras áreas o incluso disciplinas.
Respecto al interés de los proyectos infaustos, tengo un ejemplo que puede ser sugerente. Hace un par de años presentamos una propuesta al CIS, en la convocatoria para incorporar un módulo temático a una oleada del Barómetro. La trabajamos a fondo en mi grupo, y con la colaboración de colegas de otras universidades, porque teníamos una base previa importante en la revisión que habíamos hecho del histórico de preguntas del CIS para una investigación previa sobre actitudes hacia la energía nuclear en España que habíamos hecho para el anuario 2009 de la Fundación Encuentro. Habíamos observado el sepulcral silencio demoscópico del CIS sobre el cambio climático, por lo que nos parecía obvia la necesidad de ese módulo.
Lógicamente (la lógica la dedujimos después) el CIS no nos concedió el módulo, pues le pareció más urgente y acorde con los intereses nacionales un módulo sobre el dolor, casualmente propuesto desde el IESA-Andalucía. ¿Por qué digo “lógicamente”?. Porque la reflexión (que debe hacerse ante cada propuesta que fracasa) que hicimos a posteriori nos condujo a concluir que había una lógica. Sin duda no había sido un trato preferente a un centro digamos que mejor conectado, sino un comportamiento lógico, en la lógica de un gobierno que llegó al Poder negando el cambio climático, y que sigue teniendo entre sus apoyos económicos y sociales a no pocos negacionistas. Precisamente en el próximo número de Aposta Digital aparecerá un trabajo sobre el asunto, que puede interesaros leer. Bueno, no conseguimos el módulo, pero tenemos un artículo. El que no se consuela, es porque no quiere. Esperemos que cuando haya un gobierno más con menos negacionistas, el CIS se ocupe del que, junto al terrorismo, es considerado el principal problema global del planeta según datos del Pew Research.
Pero entremos en materia, en la materia que hemos propuesto. Estamos aquí para hablar de Medio Ambiente. Y lo hacemos en el marco de un programa de Sociología.
Por eso lo primero que tenemos que plantearnos es si tiene sentido que lo hagamos desde la Sociología.
Si uno se mira los planes de estudios que conformaron a los sociólogos realmente existentes, en absoluto. Es cierto que en tiempos existía una materia que se llamaba Ecología Humana (en algunas universidades Ecología Humana y Población iban unidas) pero en realidad no tenía nada que ver con el medio ambiente, de verdad. Sólo se refería a un paradigma concreto de la Sociología, desarrollado en las dos primeras décadas del siglo XX en Chicago, que intentaba aplicar los principios de la Ecología y los Ecosistemas (exactamente de lo que hoy es la Ecología de Poblaciones) al estudio de la ciudad. Nada más.
Luego en España se dio una de esas casualidades. Irrumpió el ecologismo, en plena Transición, y el gobierno de la UCD echó mano de su sociólogo de cabecera, Díez Nicolás, que había hecho creo que su tesis y su proyecto docente sobre la Escuela de Chicago, y explicaba aquella Ecología Humana. “A ver, tú estudias eso de la Ecología, pues a Medio Ambiente”, debieron decirle, por los datos que conocemos. Son esas casualidades, que hacen, sin ir más lejos, que la gestión de las primeras preocupaciones medioambientales de un gobierno en España (la Comisión Interministerial de Medio Ambiente) se encargase a un sociólogo[2].
Pero es más gracioso. Porque resulta que algunos de los sociólogos de la Escuela de Chicago menos conocidos (completamente desconocidos, más bien), despreciados incluso a tener de algunas reseñas de sus libros en la época, sí que son auténticos pioneros en el análisis de las interacciones entre Medio Ambiente y Sociedad. Cabe citar a Thomas, o Mukerjee, despreciados como lo había sido en Europa el gran Patrick Geddes, a quien vetaron para la primera plaza de profesor titular de Sociología en Londres, y que tuvo que “retirarse” a Edimburgo. Geddes fue el primero en intentar sistematizar sociológicamente la interacción medio ambiente/sociedad.
En un ensayo que venimos trabajando, en el que hemos avanzado bastante en la tesis doctoral de Manuela Caballero y paseado por algunos congresos, y que espero verá pronto la luz como artículo (yo preferiría un libro, pero el monstruo ANECA manda), desarrollamos una genealogía de la investigación sobre medio ambiente y sociedad desde una perspectiva sociológica, incorporando a tantos olvidados por los manuales al uso. Porque también esto es gracioso, pues a la vez nos encontramos con facilidad con uno de esos latiguillos que de pronto tienen éxito, y como los memes, o las fakes news, se difunden hasta el infinito: el fake dice que los padres de la Sociología no se ocuparon de la dialéctica medio ambiente y sociedad. ¿Pero de dónde sale eso? De alguien que se mueva con pocos padres, será, o que sólo haya leído extractos pre-digeridos, aquellos libros de readings o fotocopias de fragmentos que se distribuían antes de las Leyes de Protección de las Editoriales.
Ese, justamente, es uno de los campos más vírgenes de la Sociología Ambiental, en el que hay mucho por trabajar: la recuperación de tanto material generado por la Sociología antes de que se diese por nacida esta subdisciplina. Y especialmente en otras lenguas distintas del inglés.
Eso de la Transdisciplinariedad
Un problema importante vinculado a esta temática es que nos enfrentamos a algo “afectado” por ese palabro tan incómodo de decir y teclear: la transdisciplinariedad.
Al enfrentarnos a la cuestión ambiental, estamos tratando sobre interacciones entre medio ambiente y sociedad, en dos sentidos: de un lado observando el medio ambiente como factor co-determinante de la estructura y la organización social; y de otra parte analizando los efectos/impactos de la sociedad sobre ese medio ambiente.
Esto implica de partida una concepción o paradigma muy particular de la Sociedad, una concepción en sí misma ambientalista. Implica entender la Sociedad actual como el producto de la interacción entre diversos factores, siendo uno de ellos la Naturaleza. Pero también implica entender que eso que llamamos Naturaleza es el producto también de la sociedad, esto es una construcción social. Porque si no lo entendemos así lo tenemos complicado, ya que el principio nuclear de la Sociología es intentar explicar los hechos sociales con otros hechos sociales.
Eso de la transdisciplinariedad es un término, además de difícil de pronunciar y teclear, sujeto a mucha confusión. Entre otras cosas porque algunos lo han intentado conectar con metafilosofías que salen del ámbito de la Ciencia, y a menudo rozan lo que ahora llamamos seudociencias.
En realidad la transdisciplinariedad sólo se refiere a la necesidad de tener en cuenta conocimientos, fundamentos y paradigmas de otras ramas de la Ciencia para poder tener una perspectiva superadora de las limitaciones de algunos campos de especialización. Henry Lefebvre planteó la necesidad superar de forma transdisciplinaria esa barreras en el Urbanismo; Edgar Morin respecto de la comprensión de los problemas ambientales; son cada vez más las temáticas que no caben en los cajones limitados de los paradigmas disciplinarios: el género, la comunicación, la inteligencia artificial...
Hay como tres escalones en ese proceso de acercamiento, desde las Ciencias Sociales y en particular la Sociología, a esa dialéctica transdisciplinaria Medio Ambiente y Sociedad: la Ecología Social, el Ecologismo/Ambientalismo, y la Sociología Ambiental. Todo está relacionado, pero todo hay que saber manejarlo de forma diferenciada.
La Ecología Social
Algunos hablamos de Ecología Social para referirnos a lo que fue un lento proceso de construcción de un paradigma ecológico en el ámbito de las Ciencias Sociales, y que vendría marcado por estos cuatro componentes, que nos pueden inspirar muchas de nuestras investigaciones, y que nos conectan con otras disciplinas como la Antropología o la Geografía Humana, o lo que en términos más generales yo llamé las Ciencias del Territorio[3]:
1. Una tradición que podemos llamar ambientalista en la Historia del Pensamiento, que intenta enmarcar la acción humana en su medio, y que a mediados del siglo XIX toma forma científica en teorías como el organicismo sociológico de Spencer, el determinismo geográfico de Ratzel, etc. Una tradición que a través de autores como Reclus o Kropotkin, que desde la Geografía se adentran en la Antropología, llegaría a Patrick Geddes, quien como decía intenta la primera síntesis teórica socioambiental.
2. La Ecología Humana, la he citado, aunque no tiene nada que ver con la Sociología Ambiental, como primer intento de aplicar los principios de la Ecología al estudio de las relaciones entre los grupos humanos y su entorno social.
3. La tradición antropológica es un aporte muy rico, pues desborda el sociologismo con el que Durkheim lastró a la Sociología, esto es el citado dictum de explicar los hechos sociales sólo con otros hechos sociales. Las Ciencias Sociales se han venido enriqueciendo desde mediados del siglo pasado con los trabajos de Leslie White, Julian Steward, Marshall Shalins o Marvin Harris.
4. La Ecología Social propiamente dicha, autoproclamada, es un intento de encontrar la fusión transdisciplinaria de las distintas raíces de las ciencias sociales, y de los necesarios aspectos de las ciencias físico-naturales, en un corpus científico que sirva para explicar justamente las interacciones entre medio ambiente y sociedad. Es la propuesta analítico-normativa, con clara intencionalidad política, del anarquista Murray Bookchin, que por supuesto no tiene nada que ver con la Ecología Humana.
Ambientalismo y ecologismo
Ya tenemos un escalón recorrido, seguramente el que ha despertado nuestra inquietud por investigar cuestiones medioambientales. Pero hay otro escalón, aunque hay quien lo salta hasta el siguiente, y como veremos está en su derecho, es legítimo.
Me refiero al compromiso ambiental, o en otros términos al ecologismo. Es legítimo que un investigador socioambiental se lo salte en el sentido de no compartir las actitudes proambientales. Pero no es legítimo que desconozca su enorme influencia en la totalidad de los temas ambientales de interés para la Sociología.
Cualquier problema ambiental al que nos enfrentemos lo abordaremos más eficazmente si conocemos cómo han surgido las ideas, los movimientos, las organizaciones que le dan forma. Y es importante entender que hablar de problemas ambientales implica conocer bien las cuatro fases que, a lo largo de los últimos doscientos años (algo más de lo que normalmente se cree) lo han conformado:
1. Los antecedentes ideológicos y políticos de la preocupación ambiental, que se pierden en el romanticismo del primer tercio del siglo XIX.
2. La contestación ecologista primaria, que se configura a mediados del siglo XX pero madura a finales de los años ‘60 en un movimiento ecologista que rápidamente quedará entretejido con los nuevos movimientos sociales de carácter contestatario o incluso revolucionarios de la época. Esta fase del ambientalismo alcanzará su cénit en los años ‘70, para decaer profundamente en la siguiente década.
3. El conservacionismo, o ambientalismo es una respuesta que en realidad se desarrolla en paralelo de la contestación ecologista, pero que a partir de los años ‘80 se constituirá en ideología hegemónica en términos de ambientalismo integrado, en torno a conceptos como el desarrollo sostenible, que intentan demostrar la capacidad (frente a la crítica ecologista) del sistema capitalista para adaptarse al nuevo paradigma ecológico. El ambientalismo es el que, a partir de la primera Cumbre de la Tierra, marca la agenda internacional, y sobre todo marca los temas de investigación para los que (por ejemplo, y hablando en términos prácticos) se puede encontrar financiación, pública o privada.
4. Los límites del ambientalismo. En el marco de la globalización, el ambientalismo se muestra cada día más incapaz de responder a los más grandes y profundos desafíos que la cuestión ecológica plantea en nuestro planeta en el nuevo siglo. La propia conversión de los grupos conservacionistas en grandes corporaciones que responden a intereses materiales muy concretos, e incluso en multinacionales de la ecología que construyen la preocupación ambiental en función de sus propios intereses, son algunas de las principales limitaciones que se observan. Esto ha hecho que, en la última década especialmente, el ecologismo haya renacido de sus cenizas. Frente al ambientalismo integrado global, han renacido los ecologismos de dimensión local, a menudo de corte radical.
Elementos de Sociología Medioambiental: ¿hay algo específicamente nuestro?
Bien. Y en en este marco, ¿qué puede hacer la Sociología Ambiental como tal? Frente a la Ecología Social como intento transdisciplinario e incluso metacientífico de comprensión de los problemas de la sociedad y su entorno, la Sociología Ambiental intenta aplicar el instrumental analítico de la Sociología al estudio de las cuestiones ambientales, esto es desde la perspectiva de la especialización sociológica.
Y esto es importante tenerlo en cuenta. Hablamos de Sociología, ya no de Ciencias Sociales, porque además los presupuestos de abordaje van a depender precisamente de la base epistemológica, y los método y técnicas vinculadas, de los diversos paradigmas que encontramos en la Sociología. Es decir, no hay una forma sociológica de abordar problemas o cuestiones ambientales, sino diversas, según partamos del funcionalismo, el marxismo, el interacionismo simbólico y subsiguiente constructivismo social, etc. Yo, del mismo modo que soy profundamente desleal a las disciplinas, no tengo el más mínimo espíritu gregario (desgraciadamente, en cierto modo), por lo que practico el más sucio eclecticismo, tomo lo que me interesa de cada propuesta teórica según me resulte útil para explicar o aplicar. Pero lo habitual, en unas ciencias sociales cada vez más sectarias, es limitarse a uno de esos paradigmas.
Por lo demás, el número de temas posibles objeto de investigación desde la Sociología Ambiental es enorme, y lógicamente se ensancha a medida que los problemas ambientales se complejizan. Es imposible que ahora los abarque todos, e incluso seguro que se me escapan algunos que yo mismo he investigado. Yo tengo especial aprecio a algunos que creo haber introducido, como el ruido, el agua, o la competencia por los usos del territorio, pero hay muchos. Tanto para la investigación académica como para la investigación aplicada, que es en lo que los estudiantes más deberían pensar, porque los sociólogos deberían estar ahí, ayudando en la gestión de esos problemas. Yo los agruparía, como temas de investigación, en cinco grandes áreas.
1. Las causas sociales del problema ecológico, esto es los modelos de desarrollo, la evolución demográfica, los sistemas de gestión energética, los hábitos de alimentación y consumo, los estilos de movilidad, que están en la base de los grandes problemas ambientales contemporáneos. Aquí incluiríamos el estudio de las actitudes ambientales.
2. La construcción social de los problemas ambientales. Una de las perspectivas sociológicas más productivas en las últimas décadas se ha centrado en mostrar el relativismo de los problemas ambientales. Cómo la percepción que de éstos tenemos está condicionada por diversos hechos (e intereses) sociales. Los medios de comunicación, los científicos, los movimientos sociales y políticos, nos conducen a prestar mayor o menor importancia a los distintos problemas con independencia de su importancia objetiva. Esa debería ser una línea temática exclusiva de la Sociología, y permite mucho juego, aunque el fuerte peso cuali que suele caracterizar este tema lo hace compartido con la Antropología Social.
3. Los conflictos ambientales constituyen también uno de los principales campos de estudio de la Sociología Ambiental. El análisis de su dinámica, estrechamente relacionada con el punto anterior, la definición de actores y agentes, la construcción de discursos y relatos, etc.
4. La desigualdad ambiental ha de constituir siempre un lugar centrar en el estudio sociológico de los problemas ambientales, como la desigualdad social lo es en la Sociología. Los grupos sociales del mismo modo que se enfrentan de forma desigual al acceso a los recursos económicos, disfrutan de forma desigual de los recursos naturales y, sobre todo, sufren de forma desigual los efectos de los desequilibrios ambientales. La injusticia social también se puede observar en relación a estas cuestiones, tanto en términos de estratificación social en una sociedad dada (en términos de clases y grupos de estatus), como en términos de desigualdad espacial. Los estudios de justicia ambiental, aunque compartidos con otras disciplinas (la Ciencia Política, el Derecho) son muy propios de la Sociología.
5. La participación es otra de las grandes áreas de estudio de la Sociología Medioambiental. Los procesos de surgimiento, desarrollo y desaparición de las organizaciones ecologistas y ambientales, los niveles de concienciación social y participación en las organizaciones civiles de protección de la naturaleza, la burocratización y des-democratización de esas organizaciones, son algunas de las cuestiones que interesan, en el marco del estudio de los denominados nuevos movimientos sociales.
Hay una última cosa con la que yo tengo cierta obsesión, porque me tomo en serio la Sociología.
He hablado de tres componentes diferenciados, interconectados, pero que no deben confundirse. La Ecología Social es un paradigma sobre las relaciones entre medio ambiente y sociedad, compartido con otras disciplinas, pero la Sociología Ambiental es un ámbito estrictamente sociológico. Y por supuesto a mí personalmente me resulta mucho más atractivo y enriquecedor el navegar transdisciplinario en la dialéctica Medio Ambiente/Sociedad, pero la Sociología Ambiental es una subdisciplina propia de la Sociología, y que debería estar limitada a los sociólogos, aunque lamentablemente no siempre sea así, porque sólo los sociólogos (y sociólogas), mejor si lo hacen embebidos de los otros componentes, cuentan con las herramientas conceptuales, epistemológicas y metodológicas para abordar esos problemas en toda su complejidad.
El problema es la incompetencia de la Sociología (o de los sociólogos y sociólogas) para mantener una demarcación. Igual que permite el intrusismo, no es capaz de defender su papel y sus exclusividades.
Insisto, por tanto, en no confundir Ecología Social con Sociología Ambiental, porque una cosa es la cuestión ambiental (el issue, el topic), y otra la Sociología Ambiental.
De la misma forma, tampoco podemos confundir Sociología Ambiental con Ecologismo, ni siquiera en su forma light de Ambientalismo. Una cosa es el compromiso ecologista, otra la voluntad comprensiva transdisciplinaria, la Ecología Social si queremos ponerle etiqueta, y otra la Sociología Ambiental. Los sociólogos deben bailar entre las tres patas, pero sin confundirse, si quieren ser científicos.
Recuerdo el primer congreso de Sociología al que asistí, en Granada, en 1995, coincidía con las primeras sesiones sobre Medio Ambiente, promovidas por Mercedes Pardo. Me sorprendió que casi todo lo que oía eran discursos ecologistas, o proambientalistas. Y yo, que había pasado del ecologismo a la consultoría, y estaba migrando entonces de la consultoría a la academia (tan distintas) defendí entonces la necesidad de una Sociología ambiental con tópicos, métodos, competencia..., sociológicos. Es más aburrido, más limitado, pero necesario también. Y algunos de los colegas decían “pero éste de qué va, se ha pasado al enemigo...”
El único enemigo, para el científico, es el sectarismo. Max Weber se lo dejó aclarado para quien quiera hacer Sociología hace casi un siglo, en El político y el científico. Puedes hacer las dos cosas, puedes relacionarlas, pero no tienes por qué hacer las dos cosas en la misma acción. Esto es muy importante, porque precisamente abre el campo de trabajo de los sociólogos, el ámbito de investigación. Por ejemplo, unos de los trabajos que yo he utilizado a menudo son los que han hecho algunos sociólogos para el lobby nuclear. Investigaciones realizadas para legitimar lo nuclear, que vienen a intentar demostrar, dicho a lo bruto, que los españoles son antinucleares (pues mayoritariamente lo son) porque son tontos. Bueno, es una opción, decir esas cosas, y que un sociólogo las intente sustentar, si puede (creo que las hemos desmontado suficientemente en nuestros trabajos). Es su trabajo. Porque un sociólogo ambiental perfectamente puede trabajar para una compañía eléctrica que vaya a inundar un precioso valle y necesita de la Sociología para convencer a los afectados...
No es menos Sociología Ambiental la Sociología que se pone al servicio de quienes destruyen lo que llamamos Medio Ambiente, o ponen en riesgo nuestras vidas. Con la Ciencia Social, para sea digna de tal nombre, ha de pasar como con la Democracia, que implica defender el derecho a decir lo que piensan de quienes a mi juicio dicen barbaridades. Todo lo que hay que hacer es, como en el resto de las ramas de la Ciencia, es contrastar los resultados y desmontar los errores.
Muchas gracias por su atención
[2] Cierto que eso no significa mucho. Tras tres o cuatro ministros sociólogos, o asimilados, la Sociología probablemente sea la disciplina más maltratada en la Universidad, y lo que es peor, en Secundaria, donde sigue ignorada. Pero esa es otra.
[3] A.Baigorri, “Del urbanismo multicisciplinar a la urbanística transdisciplinaria. Una perspectiva sociológica”, Ciudad y territorio: Estudios territoriales, ISSN 1133-4762, Nº 104, 1995, págs. 315-328
Referencia:
Baigorri, A. (2018): "¿Medio Ambiente y Sociedad, o Sociología Ambiental?. Dilemas en un campo de investigación transdisciplinario.", I Jornadas DEMOSPAIN. Democracia, Territorios e Identidades. Universidad Pablo Olavide, Sevilla, 20 de marzo de 2018
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