Este texto es una propuesta de reordenación de las competencias en esas temáticas, que hice en Extremadura, cuando apenas llevaba cuatro años residiendo (aunque una década desde mi primer contacto), pero ya había decidido hacer de esta tierra la mía de adopción. Hacíamos mucho urbanismo y ordenación del territorio entonces, y Teresiano Rodriguezme aguantaba unos artículos de página completa en el HOY que hoy no me tolerarían.
El texto debió de circular antes de publicarse el artículo. No lo recuerdo, porque andaba uno gestionando una consultora, estudiando, movilizando vecinos contra los proyectos urbanísticos municipales y co-criando la prole, mucho jaleo; pero debió de circular porque tengo una carta de Ibarra (que incluyo en el fichero, no creo faltar a ninguna reserva cuando tiene publicadas sus memorias) en la que me responde, pero la carta es de fecha anterior a la de publicación del artículo. Me responde básicamente que mi propuesta no es viable.
Lo interesante es que, veinte años más tarde, ¿saben cómo se llama la Consejería correspondiente, dónde está ubicado el Medio Ambiente, el Urbanismo y la Ordenación del Territorio? Pues justamente ahí, en la que yo proponía con esos tres contenidos, más algunos añadidos: se llama, no sé desde cuándo, Consejería de Medio Ambiente y Rural, Políticas Agrarias y Territorio. Al menos hoy. Quizás en dos meses haya cambiado. Pero hoy es la Consejería que yo propuse como imprescindible para la región hace dos décadas. Si responde o no a los objetivos para los que fue propuesta, ya corresponde a otros decirlo.
¿Vamos a ver cómo llega desde el Wordstar, a través del recuperado WordPerfect 6?...Alehop, con aceptos y todo! Como en el fichero había un par de versiones, no sé si es siquiera la última publicada.
"VERSION 2ª
URBANISMO, MEDIO AMBIENTE Y ORDENACION DEL TERRITORIO
Artemio Baigorri
Como nada sé de los entresijos de la Junta de Extremadura
ni de los apaños internos del PSOE, ignoro qué va a hacer Rafael
Olea, el ya ex-director general de Urbanismo, Medio Ambiente y
Ordenación del Territorio, en Madrid de diputado. Me alegro por
él si le eso le apetece, pero es una pérdida, por ejemplo, para
quienes intentamos hacer un Urbanismo humano y pensado en y para
Extremadura. Olea lo ha hecho bastante bien, al menos en lo que
al Urbanismo y la O.T. se refiere, y desde luego Juan Serna
acertó plenamente cuando se lo llevó de director general. En
cuanto al Medio Ambiente, tal vez no lo haya hecho mejor, pero
tampoco peor que el buen amigo Jesús Garzón.
Mas dicho esto hay que decir también que no se está haciendo
un buen Urbanismo en Extremadura, y no creo que haya un buen
profesional que se atreva a desmentirlo (y allá él si lo hace,
pues las falsas alabanzas envilecen al que las hace y ensucian
al que las recibe). Al igual que no está funcionando la
Ordenación Territorial, y el Medio Ambiente no deja de degradarse
día a día.
¿Qué ocurre pues para que habiendo habido buenas ideas e
intenciones en los dos extremos, de un lado un Director General
honesto e incluso a ratos utopista, de otro lado buenos
profesionales ilusionados e imaginativos, y voluntariosos
ecologistas, no termine de funcionar el asunto? ¿Acaso los
demonios de aviesas intenciones andarían comiéndose las migas que
vamos dejando por el camino, para inducirnos al extravío? Es
mucho más sencillo: Extremadura está creciendo. Ni tan deprisa
como algunos desean y prometen, ni tan despacio como otros
desearían y mienten. Simplemente crece, lo que no es poco, y
cuando hay crecimiento, cualquier indicador en el camino es
considerado un freno; cualquier consejo de variar el rumbo una
zancadilla; cualquier aviso una traición.
Alguna vez he intentado razonar que Extremadura estaría
dando un salto en el vacío desde una sociedad agraria tradicional
y profunda a una sociedad postindustrial y 'ligera', casi sin
solución de continuidad. Naturalmente es una hipérbole, que
pretende apoyar la idea, crecientemente aceptada en la región,
de que no es preciso pasar por un estadio de industrialización
'a cualquier precio' para alcanzar un buen nivel de vida.
Sin embargo, el sustrato de esa nueva sociedad extremeña
'nopobre' (aunque nunca podrá ser rica, tal y como hoy podemos
entender la riqueza de las regiones), crecientemente informada,
relajada y cómoda, está constituído de alguna manera por esos
tres elementos que dan título a la Dirección General que acaba
de abandonar Olea: el Medio Ambiente, el Territorio humanizado
y el Urbanismo. Sobre este sustrato se levanta la riqueza de la
región (desde la agricultura al turismo, pasando por la propia
industria), y se extienden los pueblos y ciudades donde
habitamos.
Pero tantos años de espera de un industrialismo, que ni ha
llegado ni llegará, ha creado en las élites del poder económico
y político, a todos los niveles, una especie de reflejo
condicionado. Entrenados para abrir puertas a la industria, de
ello ha quedado una actitud que podríamos condensar en una frase
:"¡Que nos contaminen!". Se ha llegado a identificar contami-
nación y destrucción de los recursos naturales o patrimoniales
con creación de riqueza.
Y sin embargo es completamente al contrario. Aunque a muchos
cueste creerlo, sólo una estricta conservación de todos los
valores regionales físicos (ambientales, territoriales,
urbanísticos, arquitectónicos) puede garantizar la consecución
de esa nueva sociedad extremeña basada en la calidad de vida.
Porque para 'lo otro' cualquier otra región española (hasta
nuestra vecina Castilla-La Mancha) está mucho mejor preparada y
mejor situada. El futuro de Extremadura sólo puede estar
fundamentado en mantener férreamente ese sustrato, porque es lo
mejor que podemos ofrecer en términos de economía de mercado:
unos pocos recursos limpios que ya no se encuentran en otras
regiones; un territorio despejado y cómodo para el que quiera
huir, con su centro productor al hombro, de la morralla y el
fango de las grandes ciudades; un millón de nuevos consumidores
con unas pesetas -pocas, desde luego- recién llegadas al
bolsillo; una posición relativamente buena, cara al '92, en el
triángulo Madrid-Lisboa-Sevilla; y sobre todo un paisaje todavía
virgen y variadísimo, unos pueblos y ciudades todavía cómodos y
de milagro aún hermosos, un cielo y un clima como pocos pueden
ofrecer. Poco, pero suficiente para dotar de un honorable nivel
de vida al millón de gentes que habitamos esta región.
En estas circunstancias, mantener una Dirección general de
Ordenación del Territorio, Urbanismo y Medio Ambiente, ahí
perdida, casi como adorno, es un contrasentido. Y un error que
Extremadura puede pagar muy caro a veinte o treinta años vista.
Eso, independientemente de que la dirección general esté adscrita
a una Consejería inversora que, como tal, está obligada a no
pararse en minucias. Pero por otro lado la repetida propuesta de
las organizaciones ecologistas, en el sentido de crear una
Agencia de Medio Ambiente, separada del Urbanismo y la Ordenación
del Territorio, no parece tampoco adecuada en esta región, que
ni tiene el nivel cultural de Madrid ni la potencia económica y
extensión de Andalucía. Si bien podría quedar muy bien a niveles
propagandísticos, y sería un complemento decorativo ideal para
el Presidente, la solución no parece muy práctica (y de hecho ni
en Madrid ni casi en Andalucía se está mostrando como una buena
idea). Sólo un organismo con fuerza suficiente, de una parte para
imponer sus criterios a los organismos (y agentes privados) de
rango inferior, y de otra parte con capacidad suficiente para
enfrentar criterios a los de las Consejerías que por su propia
naturaleza se ven obligadas a hacer caso omiso del sustrato eco-
urbano-territorial, podría garantizar tanto la necesaria
independencia para el gestor de estos temas, como la atención y
el apoyo suficientes a los que desde fuera trabajan en ello.
De ahí que sea un buen momento, este en que la Dirección
General está sin cubrir, para extinguir la plaza. Y crear una
Consejería de Ordenación del Territorio, Urbanismo y Medio
Ambiente. Ello obligaría de principio al resto de los órganos de
la Administración regional a asumir que estos temas deben estar
mucho mejor dotados presupuestariamente. Pues aunque el gasto en
este caso no siempre genere un producto visible a corto plazo
(salvo en algunas inversiones medioambientales), a largo plazo
su acción es determinante (más o menos como ocurre con Educación
y Cultura). Y dotaría de capacidad al gestor para acometer
medidas de alcance, que en este campo deben ser a menudo
legislativas (a corto/medio plazo se hacen imprescindibles para
la supervivencia del sustrato de la región al menos tres
documentos legales: una Ley del Suelo y de Armonización del
Desarrollo Urbano que adapte a las particularidades extremeñas
la legislación del suelo vigente o de pronta aprobación para el
Estado; una Ley de Directrices de Ordenación Territorial; y una
Ley General de Protección y Mejora y del Medio Ambiente
extremeño). Además de mayor autoridad moral y política -ya que
no legal- sobre los Ayuntamientos.
Esa Consejería debería tener tres direcciones generales. La
de Ordenación, Planificación, y Prospectiva Territorial tendría
más funciones que las de hacer estudios comarcales: de un lado,
estructurar la masa de información que al más bajo nivel se
recoge a través de la realización del planeamiento urbano y
territorial, y convertir esa información en utilizable y
filtrable al resto de órganos de la Administración (a menudo los
desaguisados se cometen simplemente porque falta información, y
se tiende entonces a suplirla con el orgullo torero de 'la
acción'); de otra parte racionalizar el gasto en cartografía en
la región (pocos se hacen idea de las veces que se contratan los
mismos planos, para negocio de las empresas cartográficas de
Madrid y despilfarro del erario público), atendiendo a las
necesidades de todas las Consejerías y compartiendo con otras
Administraciones; en fin, diseñar unas directrices esenciales de
desarrollo armonizando los diversos intereses, en función de las
posibilidades del territorio.
La D. G. de Urbanismo vendría a hacer lo que hacía hasta
ahora, aunque de la mayor especialización se seguiría lógicamente
una mayor capacidad de acción. Básicamente, tutelar (o realizar
subsidiariamente) el planeamiento urbanístico de nuestros pueblos
y ciudades, y sobre todo hacer cumplir la Ley (primero la estatal
y luego, cuando esté desarrollada, la regional) sin miramiento
de colores ni credos. En este sentido, cuando la cultura popular
ha desaparecido sin ser sustituída por una nueva cultura
urbanístico-arquitectónica positiva, sólo cabe cierta forma de
despotismo ilustrado como una fase provisional que a la larga
todos los municipios y ciudadanos agradecerían. Además de la
normal infraestructura administrativa debería disponer de agentes
ejecutivos con capacidad de imponer sanciones, e incluso de
iniciar procesos judiciales para proteger la legalidad
urbanística.
En cuanto a la D.G. de Medio Ambiente, el simple hecho de
estar dentro de una Consejería específica la dotaría de los
recursos y capacidades de que ahora no dispone. Tal vez -en
cualquier caso deberían opinar los ecologistas- retomando algunas
competencias que erróneamente quedaron en Agricultura (como es
el tema de tratamientos fitosanitarios), y contando con su propio
centro de investigaciones biológicas.
Evidentemente todo este programa global no puede hacerse
desde una Dirección General marginada, mal escuchada y peor
presupuestada, como hoy ocurre. Algunos opinarán que hablamos de
lujos, prohibitivos en una región en crecimiento. Pero es justo
ahora, en pleno desarrollo, cuando podemos y debemos distraer
parte de nuestro esfuerzo y aplicarlo a conservar el sustrato que
ha hecho posible el propio crecimiento. Es precisamente el
sustrato eco-urbano-territorial extremeño un lujo que hay que
cuidar como oro en paño. En realidad el único lujo que tenemos,
y en no pocos lugares puede decirse, ya, "que teníamos". "
Referencia y enlace al fichero
Baigorri, A. (1990), "Urbanismo, medio ambiente y ordenación del territorio", Diario HOY (9/1/1990), p.10
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