11.16.1993

Próxima parada, Extremadura (1993)



Entre que lo escaneo en condiciones y no, pego del fichero en WordPerfect que encuentro, no parece la última versión que envié al periódico, pues el título es distinto y es más largo, y tiene unos párrafos dirigidos explícitamente a las gentes del PSOE, que finalmente no aparecen en el publicado. No creo que "censurados", porque nunca me recortaron un artículo de opinión, otra cosa es que yo lo acortase por alguna otra razón que no recuerdo. Teniendo en cuenta que apenas llevaba 8 años viviendo en Extremadura, aunque tres lustros viniendo por aquí, quizás fuese un ppoco pretencioso el planteamiento. Pero lo leo décadas más tarde (cuando ya se me puede considerar siquiera extre-maño, para complicar aún más en mis descendientes mis "ocho apellidos vascos", en realidad navarrros de la Baja Navarra francesa) y lo encuentro muy acertado, mal está que yo lo diga.


"LA DIVISION SOCIALISTA Y LA UNIDAD REGIONAL

Artemio Baigorri


En los últimos meses, hemos asistido a un cierto renacimiento del secular enfrentamiento interprovincial (o más exactamente, provinciano) entre Cáceres y Badajoz -o viceversa-. No son pocos los acontecimientos que avalan esta hipótesis: desde el grave conflicto placentino, que en cierto modo recuerda peligrosamene el estilo de las Ligas italianas, al más reciente surgido por el torpe olvido del MOPTMA hacia el tramo Cáceres-Plasencia de la autovia de la Plata, los hitos son numerosos, y a cual más lacerante. Si demasiado a menudo la reivindicación procede del Norte de la región, no siempre es así, y basta recordar cómo en estos meses han abundado las propuestas, desde Badajoz, de dividir la UEX en dos universidades, o cómo se ha insistido ladinamente, desde ciertos ámbitos, en que la mayor parte de los proyectos de la Corporación Empresarial se localizan en el Norte de la región. Sería ridículo, en este sentido, buscar culpables, aunque es inobjetable que hay ciertos especialistas del agravio comparativo, a veces incluso con nombre, apellidos y cargo político.

El propio conflicto surgido en el Partido Socialista en estos últimos días es, a mi modo de ver, no otra cosa que una refriega más en la larga guerra interprovincial. Es obvio que, si el asunto ha preocupado tan seriamente a las fuerzas vivas de la región, y en general a todos quienes de una u otra forma nos preocupamos por el desarrollo de Extremadura, no es tanto por su apariencia de enfrentamiento felipistas-guerristas, sino porque pone en entredicho una unidad regional duramente conseguida a lo largo de la pasada década. Porque ese es el problema de fondo. El resto de los partidos han funcionado tradicionalmente en las dos provincias como partidos plenamente separados, a veces incluso con estrategias contrapuestas (algunos incluso son de hecho uniprovinciales, como ocurre con los grupos regionalistas), mientras que el PSOE, y algo habrá influído en ello la gestión de Rodríguez Ibarra, ha sabido mantener una estrategia unitaria por encima de las evidentes diferencias ideológicas y personalistas de sus distintas familias. Con ello no sólo se ha conseguido un partido auténticamente regional, sino que a través del control de la Administración se ha conseguido la instauración de un sentimiento de región en la inmensa mayoría de los extremeños. Y lo que muchos nos tememos ahora es que, si el PSOE se rompe, o se rompe siquiera su unidad de acción, Extremadura como concepto también se romperá. Es decir, la contradicción que subyace a las noticias que han llenado las primeras páginas de los periódicos regionales en los últimos días no es de tipo superestructural (un conflicto entre personas, ni siquiera entre concepciones ideológicas), sino de carácter estructural y territorial.

Por ello sería un error que, desde dentro del propio partido, los socialistas se quedasen en su análisis al mero nivel de la lucha interna de tendencias, pues de hecho las tendencias neoliberal y socialdemócrata están tan presentes en Cáceres como en Badajoz, como lo están con mayor o menor fuerza, en ambas provincias, otras tendencias menores. Y no sería menor la torpeza de los partidos de la oposición si se alegrasen de este tropiezo del PSOE, olvidando la advertencia del viejo aforismo sobre las barbas propias y las del vecino.

El problema que subyace a la rebelión cacereña es el eterno problema: la biprovincialidad de esta región. La bipolaridad es la causa de todos los grandes conflictos sociales, como la ha sido durante décadas de los conflictos internacionales, porque la bipolaridad nunca es equipolaridad. La existencia de una provincia en la que se asienta más del 60 % de la población regional, conduce irremisiblemente a la concentración de inversiones, y a que en la otra provincia se abone un sentimiento de marginación, o cuando menos de discriminación. No es un problema de diferencias étnicas (que las hay, y muy profundas, como en todas las regiones españolas), sino un mero problema de matemáticas. Que los oliventinos no tienen nada que ver con los veratos es una obviedad, pero del mismo modo que las gentes de las Vegas Bajas en poco se parecen ya a las de La Siberia o las de Sierra Morena. Dentro de cada una de las dos provincias podemos hallar profundas diferencias antropológicas. El primer problema es que siempre habrá que hacer 1,6 puentes en Badajoz por cada puente en Cáceres, si se desea ser justos; y si con ese puente no se satisfacen las necesidades de Cáceres el sentimiento de insatisfacción se situará por encima de la razón. El segundo problema es que no hay otros ámbitos con los que contrastar las desigualdades, porque sólo hay dos comensales alrededor de la mesa.

Cuando hay bipolaridad la justicia no es posible. Los sociólogos y psicólogos sociales lo han estudiado en profundidad en relación a los microgrupos humanos, y las provincias no son sino abstracciones orgánicamente equiparables a personas. Por muy artificiales y recientes que, en términos históricos, sean. El presidente Ibarra ha venido haciendo un indudable encaje de bolillos entre las provincias para conformar el gobierno regional, tanto a nivel de consejeros como de directores generales, y es de suponer que en su partido habrá venido haciendo algo parecido. Pero el problema es irresoluble, porque se parte de una realidad desigual. Por eso el actual conflicto interno del PSOE reaparecerá cualquiera que sea la forma en que, por ahora, se solucione. Ayer fue desde la izquierda del partido, hoy desde la derecha, y mañana será desde cualquier otra opción que permita racionalizar en términos ideológicos un enfrentamiento que tiene raíces mucho más profundas, estructurales según he señalado. 

De ahí que, si es cierto que no hay mal que por bien no venga, estos acontecimientos debieran servir para plantear las cosas, definitivamente, en términos realistas, y no desde la mistificación racionalizada. Y desde esos planteamientos realistas, la única opción que se les puede aparecer como viable a largo plazo a los socialistas extremeños, si quieren seguir unidos, es la única viable asimismo para la región: la ruptura de la biprovincialidad.

Naturalmente, las soluciones son siempre más complejas, y conflictivas, que los apaños. Exigen de principio un debate previo, mientras que en el enfrentamiento visceral y bipolar no es necesario, basta con la discusión. Pero las soluciones son, cuando menos, duraderas, mientras que los apaños son sólo circunstanciales.

Personalmente he tenido ocasión de manifestarme contrario a la mayoría de las propuestas de comarcalización que se han hecho hasta el momento, algunas de las cuales llegan a ser auténticos delirios liliputienses. Es una cuestión conceptual, de base, que no voy a alargarme en explicar aquí. Pero la necesidad de romper los conceptos de Badajoz-provincia y Cáceres-provincia es ineludible, y por eso me he mostrado partidario de partir de un instrumento administrativo-territorial ya probado, conocido y suficientemente eficaz como es la provincia (por más que sea una figura actualmente en revisión, especialmente en lo que hace al papel de las Diputaciones, ello no le quita funcionalidad), y aplicarlo como medicina para romper la bipolaridad. En este sentido, no me cabe ninguna duda de que una nueva organización territorial, basada en la existencia de cuatro provincias, diluiría la división actual y potenciaría el sentimiento de región. Y para ello no hace falta extraños y rimbombantes experimentos de laboratorio: bastaría dividir la provincia de Cáceres en dos para, además, solucionar de paso el secular irredentismo placentino; mientras que hacer lo propio con la de Badajoz aportaría racionalidad territorial a esta demasiado extensa provincia, además de permitir posiblemente la definitiva unificación del continuum urbano Villa Benito, que se constituiría en capital de esa cuarta provincia, y tercera ciudad de la región. El caso de Mérida requiere sin duda una reflexión más detenida, pues hay tantos pros como contras en su posible consideración como distrito federal.


La política de Rodríguez Ibarra ha logrado hasta el momento tres o cuatro grandes activos, por señalar algunos en los que la inmensa mayoría de los extremeños estaremos de acuerdo: ha frenado la decadencia acelerada de esta región, que hace poco más de diez años iba camino de la nada, por más que la crisis enturbie hoy este logro; ha enraizado el sentimiento regional en pueblos muy distintos -y distantes- entre sí; ha conseguido que los extremeños, además de sentirse como tales, se sientan orgullosos de serlo, sin que con ello se haya generado ningún tipo de chovinismo insolidario (al contrario de lo que ha ocurrido en otras regiones del Estado); ha conseguido que Extremadura, o al menos su presidente, sea una interlocutora más en el concierto de los pueblos de España, a nivel de igualdad por lo menos a la hora de hablar. Otros logros pueden ser discutibles para algunos, y habrá quien crea que son más los errores que los aciertos, pero los señalados son incontestables en su obviedad.

Ahora bien, la obra quedará a medias si Extremadura no se dota de una estructura político-territorial que facilite con mayor eficacia la acción sinérgica de todas las fuerzas de la región en beneficio, equilibradamente redistribuído, de todos. Si el equilibrio intraregional queda para siempre al arbitrio del presidente, o del secretario regional de turno del partido que en cada momento ostente el poder, esta tierra será para siempre una jaula de grillos, de dos únicos grillos eternamente enemistados. Si hoy están permanentemente en pie de guerra, con razón en ocasiones, sin razón en otras, los del Norte, mañana pueden estarlo los del Sur. La solución es sin duda compleja, y conlleva cambios legislativos, tanto a nivel regional como nacional, importantes. La solución no puede ser inmediata. La solución puede ser dura para las dos principales ciudades de la región. Pero, sobre todo, la solución es única. No hay vías alternativas.

Estoy seguro de que Rodríguez Ibarra conseguirá, con su intuición y su habilidad táctica, coser siquiera provisionalmente las heridas de su partido, de cara al congreso nacional del PSOE. Sobre todo sus militantes, pero también todos quienes simpatizamos con su proyecto progresista, e incluso quienes no simpatizando con él desean una estabilidad política en la región, nos sentiremos aliviados. Pero todo se quedará en un respiro momentáneo si no se apresta a enfrentarse al auténtico desafio. El gran desafío, ya lo he dicho, es el de solucionar definitivamente el problema territorial que, recurrentemente, como esos virus traidores, infecta a la sociedad extremeña: el biprovincialismo. O dicho más crudamente, en términos que no me he atrevido a utilizar para titular estas reflexiones, el cainismo provinciano. Si Rodríguez Ibarra se va, sin antes intentar al menos resolver definitivamente esta contradicción estructural, le quedará siempre la duda de si no habría algo de cierto en esas acusaciones de cesarismo que, injustamente sin duda, desde ciertos sectores se le han hecho. Cuando Ibarra se vaya no puede dejar a su sucesor sentado a la mesa con Caín y Abel, aunque estos intercambien de tanto en tanto sus papeles, sino sentado frente a un único interlocutor: Extremadura."



Referencia: Baigorri, A. (1993) "Próxima parada, Extremadura. Del biprovincialismo como conflicto estructural", El Periódico de Extremadura, 1/12/1993



11.04.1993

El metabolismo urbano (1993)


"El concepto de metabolismo tiene varias acepciones en Biología. De un lado se toma como el conjunto de reacciones químicas a que son sometidas las sustancias ingeridas o absorbidas por los seres vivos hasta que suministran energía (catabolismo) o hasta que pasan a formar parte de la propia arquitectura estructural (anabolismo). Por su parte, el metabolismo basal mide la cantidad de calorías liberadas, por unidad de superficie corporal, por un individuo en reposo, en ayunas y a una temperatura ambiente normal. Y se habla de metabolismo intermediario al referirse al conjunto de modifica­ciones que sufre una sustancia desde su entrada en el interior de un organismo hasta su transformación final. Obviamente, si nos detenemos a analizar los procesos que el metabolismo describe, la analogía organicista a la que ya hemos hecho referencia en otras sesiones es de nuevo de plena aplicación a los sistemas urbanos, tomados como organismos vivos.
Para algunos, el concepto de metabolismo de la ciudad se referirá, respondien­do simultánea­mente a la última y la primera de las acepciones biologistas que hemos señalado, a los procesos seguidos por las sustancias utilizadas por la ciudad para su supervivencia, desde que se captan hasta que se desechan sus restos. "Las exigencias metabólicas de la ciudad pueden ser definidas como la suma de todas las materias y productos que aquélla necesita para el sostén de sus moradores, tanto en sus hogares como en sus trabajos y sus esparcimien­tos. Entre esas exigencias hay que incluir también -para un determinado periodo de tiempo- los materiales destinados a la construcción -o a la reconstrucción- de la propia ciudad. El ciclo metabólico no se considera cerrado hasta que los desechos y detritus que la vida cotidianamente va acumulando han sido recogidos y elimina­dos". En suma, desde esta interpretación, la más extendida, el metabolismo de las ciudades vendría a equivaler más bien al proceso digestivo urbano. Es decir, nos ocuparíamos, al tratar del metabolismo, del tipo de problemas que, en la mente popular, constituyen la problemática ecológica urbana: contaminación, impactos sobre el entorno, etc.
Desde una perspectiva ecosistémica más avanzada, todo este proceso puede observarse en términos termodinámicos, como un proceso interminable de captación y degradación de la energía. Es una perspectiva útil en términos ecológicos, pero que tomada tal cual limitaría fuertemente, dado su escaso grado de desarrollo actual, las posibilida­des de acercamien­to a esta problemáti­ca. Hasta el momento sólo se ha aplicado precisamente en cuestiones relacionadas con la energía, aunque es de prever que el futuro desarrollo de esta perspectiva, de esta estrategia de investigación, nos permitirá integrar en el proceso del metabolis­mo ciertos aspectos sociales fundamentales.
Por ahora nos quedaremos al nivel sencillo de la analogía organicista,(...)"
Los gráficos son muy cutres, lo que permitía el Presentations de Word Perfect hace un cuarto de siglo. Lógicamente, el texto es también anterior al concepto de huella ecológica, que ha dado forma económica a las cuestiones que aquí se trataban. Wackernagel y Rees publicaron su primer trabajo sobre el tema en 1996, y no se difundiría hasta unos años más tarde. 

REFERENCIA:
Baigorri, A. (1993): "El metabolismo urbano", Curso de Urbanismo, ASYPE, Badajoz 

Enlace al texto completo


9.03.1993

Notas sobre el pare Colom (1993)

Angel Colom es un listo. Sobre cómo las gasta, y qué bien encaminado andaba yo en mis reflexiones de 1993 sobre el individuo, hay aquí una buena referencia. Sólo es uno más, uno de tantos, de los que tirando de fondos públicos, viviendo del cuento identitario, encima se permiten de vez en cuando acusar a quienes sí que viven (mal) de su trabajo, de sangrar a los pobres catalanes. 
Una de esas vomitonas intelectuales que de tanto en tanto sueltan, desde hace medio siglo, los que ahora sabemos listos del 3% ("el Sur vive del trabajo de Cataluña") me estimularon a escribir un artículo. Tomé unas notas para hacerlo, pero como tantas veces (ese dictum de mi abuela que me trae de cabeza, el que mucho abarca poco aprieta) luego no encontré tiempo para completarlo, liado con los estudios de Sociología, el trabajo, los niños, las batallas urbanas y demás.... Creo que, cambiando el nombre del prota, podría terminarlo y publicarlo ahora mismo, y seguiría plenamente vigente. 


"    El problema del pare Colom, me da la impresión, es que siempre ha vivido a la sopa boba. Tal vez me equivoque, pero intuyo que pasó de vivir de los padres a vivir de los curas, y acto seguido a vivir de la política. ¿Se le conoce algún oficio, o beneficio?. Si mi hipótesis es cierta, ello explicaría su desconocimiento de conceptos como "trabajar", "producir" o "vivir de", y esas tonterías que dice sobre que "el Sur vive del trabajo de Cataluña", o algo así. 
Naturalmente, el hecho de que, a pesar de que al menos tres millones de españoles se viesen obligados a emigrar a Cataluña entre 1950 y 1980, haya muchos más millones que nunca han vivido en aquélla región, unido al fuerte peso del lobby catalán en los medios de comunicación españoles, hace que mucha gente quede confundida. Si a ello unimos la máxima goebellsiana de que una mentira mil veces repetida termina por convertirse en verdad, tendremos los elementos necesarios para comprender la omnipresencia de esa idea falsa de que Cataluña nos da de comer a los pueblos menos afortunados de España. 
Yo he tenido la suerte de vivir varios años en Cataluña. Por esas cosas de las desigualdades, en mi región de origen no estaban implantados los estudios de Periodismo que quería cursar (el Sur incluía a buena parte del Norte de España hasta hace cuatro días), y casualmente en Barcelona los había implantado el Ministerio de Educación y Ciencia franquista. Como además no había medios, un pariente emigrado me buscó trabajo en su oficina, en una importante gasolinera. Vivía en la propia gasolinera, en unas minúsculas habitaciones con vistas a patio de luces deprimente que alquilaban a los camioneros, sobre un bar en el que por la noche pasaba de todo. 
Aquélla empresa era un auténtico paradigma de la estructura social moderna de Cataluña. El dueño, que hacía las veces de gerente, había obtenido la concesión en los años postbélicos del estraperlo; creo que había sido falangista. Llegaba el primero, efectivamente, pero pasaba toda la mañana sin otro quehacer que observar cómo trabajábamos los demás. Era una mezcla de patrón, padre y dios. Tenía un socio que casi nunca aparecía por allí, un yuppie en términos actuales, que llevaba un deportivo, y entre fiestas, inauguraciones de exposiciones y desfiles de modas atendía las necesidades financieras de la empresa pues tenía muy buenas relaciones con la alta burguesía. Por debajo del jefe, al frente de la contabilidad, había un joven aplicado que iba en vespa, perito mercantil y que por las noches estudiaba Económicas. Era catalán del interior, muy serio, pero conmigo siempre hablaba en castellano. Una vez me lo encontré en una manifestación por lo de Puig Antich, y con aquéllo y algunas frases suyas mi mente adolescente dedujo que debía pertenecer por lo menos al PSUC. Por debajo de aquél estaba mi primo, el charnego, plenamente integrado, feliz en Barcelona pero siempre añorante de sus tierras del Ebro. Llevaba el peso del trabajo en aquella oficina, y el dueño lo mimaba con pequeños privilegios, como el de colocar a su sobrino. Venía luego en el escalafón el hijo del dueño. La teoría era que debía recorrer todos los puestos antes de que llegase el momento de hacerse cargo de la empresa, y cuando lo contaban así en los primeros días uno se acordaba del tópico de los catalanes trabajadores. 
La realidad era que el niño estudiaba Económicas, y al cabo del día no eran más de tres o cuatro horas las que pasaba en la oficina. La realidad era que además figuraba en nómina a jornada completa, y era una ayudita para rebajar los beneficios contables, y en consecuencia los impuestos. "Tengo examen, papá..." le decía al jefe, y estaba tres o cuatro días sin venir. No recuerdo ya su nombre, pero sí que me repetía que si yo estudiaba y trabajaba en Cataluña tendría que aprender el catalán, "...eh?". 
Y por debajo estaba yo, el otro charnego, cariñosamente tratado por el jefe porque costearse los estudios trabajando de ocho a tres tenía su mérito, a su entender. "Así se consiguen las cosas, decía..." (Així s'arriba, amb treball, amb treball...). Pero como yo no podía faltar al trabajo por más exámenes que tuviese (y hay que decir que además no me perdía una película, un recital, una mani...), me dejé un par de asignaturas aquel primer año; lo que me hizo comprender que así sólo conseguían las cosas algunos, por ejemplo el hijo del jefe, pero no quienes debíamos trabajar para sacar adelante tanto nuestra vida como sus beneficios, para que el niño pudiese permitirse no trabajar "cuando exámenes".  
Corría el año 73. Franco se moría, pero no acababa. Las paredes aún chorreaban sangre de vez en cuando. Acudir al Fossar de Moreres era muy peligroso. Todo era muy peligroso, aunque no tanto como algunos pretenden. 
Colom no se inspira en las Ligas italianas, como se dice por ahí. Colom se inspira en los frailucos carlistones del XIX, y ese es su problema. Nuestro problema. Como en aquéllos, lo esencial de algunos nacionalistas de hoy es que niegan la legitimidad del régimen, y a partir de ahí no es posible el diálogo, sino la bravata, el desafío, el pulso, y cuando se sienten fuertes la violencia. Nunca el pacto. A algunos nos avergüenza que incluyan el nomitativo esquerra en el nombre de algunos partidos, pero tampoco debe extrañarnos. Ya el faccioso Cabrera, que a mediados del XIX sembraba el terror carlista en la Cataluña septentrional, anduvo aliado con el seudorevolucionario Atmeller. 
¡...Y aún hay a quien le resulta extraño que, en el centro de Europa, haya guerras tribales a un paso del siglo XXI!.   "

Sobre quién es este individuo, ahora bastante olvidado (aunque sigue viviendo de lo mismo) del que en 1993, cuando no existía Internet, no tenía tanta información:




REFERENCIA:
Baigorri, A. (1993), "Notas sobre el pere Colom", inédito, 2-9-1993, recuperado de http://textosdeartemiobaigorri.blogspot.com.es/1993/09/notas-sobre-el-pare-colom-1993.html


7.28.1993

¿Una generación engañada? (1993)

 




"Con treintaytantos y de pueblo, pertenezco a una generación que, en lo que a traumas y represiones se refiere, no tiene nada que envidiar a la generación que hoy controla el stablishment. Tomamos leche en polvo americana, fuimos monaguillos, y en una u otra ocasión todos levantamos el brazo. Estudiamos acogotados por curas, monjas, y profesores de FEN. Sin propina, crecimos a la vez que la riqueza del país, y descubrimos luego que esa riqueza surgía de la explotación -y autoexplotación- de nuestros padres, los niños de la Cruzada, la auténtica generación perdida del siglo XX español.

Llegamos a la Universidad y estaba en guerra. Los actuales cuarentones y cincuentones, entonces penenes a la búsqueda del puesto fijo, nos animaban a luchar, primero por su sueldo y -last but not least-contra el Régimen. Nos metimos a saco en la refriega, y a cambio nos trajeron algunas chucherías de sus viajes al extranjero: apenas la resaca del '68, pero nosotros va y nos la creímos. Ahí es nada con Pink Floyd, Sisa, la Dharma, los porros, las manís, el ecologismo (no la neo-tecnocracia pajarera) y el pensamiento libertario...

Hasta que la fiesta se dio por liquidada, una vez que hubieron recogido la antorcha del Poder, de manos de una generación que no llegó a ejercerlo. Habíamos abandonado familias, pueblos, carreras, trabajos, novias... Porque estábamos construyendo que sé yo qué transición, ayudados por un viejo topo que venía en bicicleta, y mientras tanto llegaba el triunfo comíamos ajoblanco integral con aperitivos de alfalfa (o userda en catalán) que trajo aquel ecologista, y también había quien construía alternativas distintas del mundo obrero que nos prometían, siempre temerosos de quienes nos miraban, amenazadores, desde los torreones de el alcázar.

Pero todo esto fue hasta que los cuarentones, una vez situados después de hacer el cambio, hicieron el país a su medida, que se abatió como una losa sobre nuestras ilusiones y utopías, y ni siquiera fue ya posible la liberación, que se ahogó en deudas. Así que muchos se fueron entonces a La luna, descubrieron que se podía vivir del cuento y allí se quedaron haciendo diseño. Otros se conformaron con colocarse de favor como aprendices, asistentes o secretarios de sus mayores, y el resto sobrevivimos como pudimos, rebeldes con causa y como tal incómodos en las recepciones. El caso es que hoy en día percibo entre las gentes de mi generación una sensación generalizada de haber sido estafados."

(Diario EXTREMADURA, 28 de julio de 1993)  





7.21.1993

Abjasia (1993)




Es un nombre hermoso, sonoro, luminoso, y dicen que así es esa tierra, en la orillas del mar Negro, en los confines de Europa. Suena a país de cuento fantástico, esos reinos de fábula donde los magos vuelan sobre alfombras, los príncipes se enfrentan a dragones, las doncellas se entregan a los corazones nobles, y los bienes de la tierra se derraman por doquier. Los georgianos dicen que Abjasia es así, más o menos, y hasta tal punto es así que durante décadas allí han afluído el resto de los georgianos, armenios, turcos, rusos... Tan sólo uno, de cada cinco de sus actuales habitantes, es abjaso de origen.
Pero Abjasia es mucho más que todo eso. Para mí es hoy, más que ningún otro lugar en el mundo, el símbolo de los nacionalismos modernos (la masacre yugoeslava es un símbolo de los nacionalismos antiguos, étnicos y religosos). 
De un lado está la cuestión de la escalada gregaria. Si Georgia reivindicó su independencia respecto del estado soviético (disgregado justo con la misma edad que tenía otro estado federal, los EEUU, cuando allí se plantearon diversos intentos secesionistas), ¿por qué razón no iba a hacerlo Abjasia respecto de Georgia, si tiene personalidad propia y considera que cuenta con recursos económicos que garantizan su independencia?. Y cuando Abjasia lo consiga, ¿no plantearán reivindicaciones similares sus principales comarcas? ¿Dónde termina la rueda?.
Y de otra parte, la cuestión de fondo. ¿Sería Abjasia la rica región que hoy es, sin el aporte de medios, de recursos económicos y humanos, suministrados tanto por el conjunto de Georgia como, sobre todo, por el conjunto de la ex-URSS?. ¿Le interesaría en tal caso su independencia?. Un periodista extrae la clave, de lo que hoy ocurre allí, de labios de un georgiano, para quien la única consecuencia lógica es la guerra: "¿Qué hacer cuando te quitan la mejor habitación?".
El nacionalismo moderno utiliza como arma ideológica los eslóganes del nacionalismo antiguo, porque el egoismo utilitarista no vende en los medios de comunicación (salvo que estén controlados por los propios nacionalistas); pero no persigue la pureza étnica, ni mucho menos el derecho de los pueblos a su identidad, sino la apropiación egoísta de una parte de los recursos limitados, osea la riqueza. En Abjasia tenemos un buen ejemplo de los nacionalismos modernos en acción. Más cerca de nosotros tenemos otros ejemplos agazapados, pero dispuestos a hacer, de forma más sutil, todo por la pasta.
14/VII/93

Referencia:
Baigorri, A. (1993), "Abjasia", EL Periódico de Extremadura, 21/7/1993, pag. 5