3.19.1997

Badajoz, mesópolis transfronteriza (1997)

Los diagnósticos derivados del Estudio Socioeconímico de Badajoz me sirvieron para empezar a construir mi tesis doctoral sobre la urbe global y sus expresiones locales, en el caso de Badajoz como mesópolis transfronteriza. En las jornadas que organicé en la UEX sobre el tema, celebradas en 1996 (mi primera actividad organizativa "académica"), pude compartir mis inquietudes con investigadores portugueses y españoles especialistas en las fronteras, y sobre todo en ciudades fronterizas. Y luego fui hilvanando más fino e incluso llegando al ámbito de las propuestas propuestas en algunos artículos y conferencias. Tanto en el artículo que aquí se recoge, como en la conferencia sobre Cascos antiguos y gentrificación en el Colegio de Arquitectos de Badajoz (1997), en el capítulo del libro de Macorra y Brandâo sobre la economía ibérica (1999) o la conferencia "Introducción a una mesópolis" (1999) en la Sociedad Económica de Amigos del País, en el mismo año en que leí mi tesis, después convertida en libro (2001).



" Y, naturalmente, si nuestra liipótesis de trabajo es correcta, debería tener consecuencias, en la estrategica de la ciudad y en el planeamiento urbanistico. Veamos algunas de las urgencias que, en esta línea, habría que meditar.
a) La tradicional salida al mar por Huelva, que en realidad nunca ha llegado a consolidarse, deberá sustituirse por Lisboa, metrópolis hacia la que debe orientar fuertemente sus intereses Badajoz. Lo prolongaría de forma natural el eje de las Vegas del Guadiana. y daría fuerza a la futura formación de un eje económico transversal en la península (Lisboa-Badajoz-Ciudad Real-Albacete-Valencial-Alicante, para el que sólo hacen falta 320 nuevos kms de autovía).
 
b) Estos nuevos condicionantes territoriales exigen prestar especial atención al conjunto de las comunicaciones del triángulo Madrid-Lisboa-Sevilla. Y no hablamos únicamente de la terminación, urgentísima para el progreso de Badajoz y su proyección transfronteriza, del tramo portugués de la autovía Madrid-Lisboa. Sino también, y sobre todo, de la dotación de un ferrocarril de velocidad alta (que no es lo mismo que la alta velocidad, pero también es muy distinto del ferrocanil tercermundista que sufrimos) que sitúe los tiempos de transporte ferroviarios entre Badajoz y las dos capitales periinsulares en equivalencia con los tiempos por carretera. Así como la conversión del aeropuerto de Badajoz en aeropuerto regional ibérico, pudiendo ofrecer sus servicios a un radio de 120 kms., y la dotación, a medio-largo plazo, de trazado de autovía para la conexión de Badajoz, por Zafra, con la futura autovía de la Plata 
c) La consolidación de Badajoz como mesópolis postindustrial, orientada a la prestación de servicios del cuatemario (basados en la información) hace ineludible el diseño de una estrategia propia en un aspecto tan fundamental como es la Universidad. La cual, además de a las necesidades regionales, debe responder a las necesidades de está mesópolis que articula a más de un cuarto de millón de habitantes, y que alcanzará antes de quince años -periodo para el que ahora se está planificando la Universidad de Extremadura- más de medio millón de habitantes dentro de un circulo de 100 kms 
d) La proyección institucional hacia el área mesopolitana transfronteriza, que debería conducir, más allá de la proyección cultural y comercial, hoy apropiadamente gestionadas, a la creación de instituciones administrativas transnacionales adecuadas a las particularidades de este territorio. Definiendo además estrategias comunes con las ciudades alentejanas del hinterland pacense -especialmente con Elvas y Évora-. 
e) Badajoz, como mesópolis, debe prepararse para soportar, en los próximos años, no sólo un fuerte crecimiento demográfico (con el profesor Fernández Díaz hemos estimado que antes de quince años la población de Badajoz se habrá incrementado en una cifra que oscilará entre los 50.000 y los 70.000 nuevos habitantes), sirio también un incremento de las migraciones procedentes de Portugal (en los últimos años se están instalando una media de 170 portugueses anuales, con un crecimiento exponencial, y son muchos y muchas más los que ya acuden a diario a trabajar a Badajoz). Por lo
cual la ciudad debe prepararse para la multiculturalidad: Badajoz -y no sólo su comercio- debe aprender a convivir de verdad con un pueblo que es vecino, primo incluso, pero que es culturalmente distinto.
 
f) En el ámbito del planeamiento urbanístico todo esto significa que el PGOU de Badajoz no debería ya plantearse en modo alguno de forma aislada, sino que debería partirse de un plan director territorial mesopolitano que afectaría a ambos lados de la frontera, y que debería tener en cuenta a los municipios extremeños colindantes. A partir de la conformación espontaneista y caótica de la mesópolis es posible construir una imagen de orden -no otra cosa es un plan que la racionalización del crecimiento espontáneo-; pero por su escala no puede ser diseñado únicamente desde Badajoz, y afectando sólo a Badajoz, sino que debe ser pactado con el conjunto mesopolítano. 
g) Las tendencias que venimos apuntando deberían llevar a las instituciones políticas a reflexionar sobre la posibilidad de segregar todos los poblados de colonización del municipio, y sobre el papel que éstos deben y pueden jugar. La consecución de autonomía financiera les otorgaría mayor capacidad para su desarrollo económico, siendo beneficiario del mismo el conjunto mesopolitano y en concreto la capital. La situación actual probablemente esté perjudicando calmente tanto a Badajoz como a los habitantes de los poblados, en beneficio de otras ciudades de la región que no sufren la dispersión geográfica de su población"



Referencia:
Baigorri, A. "Badajoz, mesópolis transfronteriza", O Pelourinho, Num 6, pp. 16-18
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2.04.1997

La Universidad del siglo XXI ya no existe (1997)

En medio de debates sobre proyectos de futuribles para la Universidad de Extremadura (la mitad de las nuevas carreras que planificaron como esenciales ya ni existen veinte años después, o agonizan sin apenas alumnos, evidenciándose que no respondían a un análisis de futuribles, sino a vulgares intereses de grupo, coporativos o incluso familiares), el diario HOY solicitó mi opinión. La asociación de sociólogos que entonces teníamos (Grupo Extremeño de Sociología, GES), de corta vida, había pedido además la implantación del título de Sociología. El artículo era objetivamente impublicable por largo, pero lo publicaron, utilizando dos páginas completas en días consecutivos. 

Desgraciadamente creo que muchos de los planteamientos de entonces siguen siendo plenamente válidos, porque la Universidad sigue con buena parte de sus defectos colgando de su espalda. Por los trasiegos de ficheros no es el texto definitivo publicado el que he podido recuperar, a cambio en el recuperado tengo algunas reflexiones sobre prospectiva que finalmente no incorporé totalmente, pero en el pdf pueden leerse ambos.







"En la medida que no sabemos cómo será el futuro más lejano, podemos inventarlo: tenemos abierto el campo para fijar nuestra utopía en un programa máximo. Y, en la medida en que sabemos bien dónde nos aprieta el zapato, nos planteamos un programa mínimo, congruente con la utopía pero que resuelva nuestras urgencias. Pero fracasaremos si pretendemos planificar el medio plazo. Pues el mesofuturo, el tramo que va del hoy -esa pequeña arruga del tiempo- a la Utopía, es el reino de la imprevisibilidad, el espacio del futuro inasequible, caótico por rendido al azar: allí surgen las crisis energéticas, las naciones se disgregan en luchas fratricidas, se hunden en la decrepitud los continentes mientras pueblos jóvenes emergen del hambre que aguza el ingenio... En treinta años Corea ha pasado del bambú a la High Tech, y París de centro mundial de la cultura y la intelligentsia a ciudad dormitorio de EuroDisney. 
En el siglo XVII, Bacon acertó en su Nueva Atlántida a señalar muchos de los avances técnicos y sociales del siglo XX. Acertó de lleno en la lejana utopía, mas no pudo prevenir ni su defenestración política como Lord Canciller -acusado de corrupción-, ni mucho menos imaginar la revuelta republicana de Cromwell que apenas veinte años después daría origen a la Revolución Burguesa y el parlamentarismo moderno. Y es que ya decía Herman Kahn, el gran prospectivista en el Hudson Institute que disfrutó imaginando los próximos 500 años, que cualquier modelo canónico de futuro proyectado a veinte o treinta años recoge casi únicamente "las esperanzas o los temores de algún grupo". Tenía razón: ¿qué han hecho los futurólogos, desde el Oráculo de Delfos a la Rand Corporation, sino (pre)decir a los príncipes lo que deben hacer... para continuar siendo príncipes?.
Diseñemos por tanto la Universidad que ahora mismo, en 1997, y no en el próximo siglo, necesita la región. Y hagámoslo teniendo presente no ese siglo XXI, que de seguro desbordará nuestras más locas fantasías, sino el mañana indeterminado de la utopía extremeña -entendida la utopía como una imagen estimulante e inspiradora de acciones concretas, capaces de modificar hacia mejor la realidad existente-. 
No busquemos que la Universidad se adapte a unas necesidades futuras de la sociedad a las que indefectiblamente llegará tarde, sino más bien una Universidad que capacite para la adaptación al cambio permanente, mediante una sólida base científica, cultural e incluso moral."

Referencia:
Baigorri, A. (1996), "La Universidad del siglo XXI no existe", Diario HOY, 3/4 de febrero de 1997, pag. 10

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12.27.1996

Situación del paro, mercado de trabajo y Relaciones Laborales en Extremadura (1996)


Es simplemente lo que anuncia el título. Un análisis de la situación en 1996.


Referencia:
Baigorri, A., Fernández, R., Cortés, G. (1996), "Situación del paro, mercado de trabajo y Relaciones Laborales en Extremadura", Informe del Consejo Económico y Social de Extremadura, Mérida
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12.14.1996

Jornadas Badajoz, mesópolis transfronteriza (1996)

Material escrito y/o publicado de las jornadas sobre el papel transfronterizo de Badajoz y las ciudades de su entorno, celebradas entre el 11 y el 13 de Diciembre de 1996. Las jornadas profundizaban en un aspecto que en el Estudio Socioeconómico de Badajoz habíamos evidenciado: la vocación transfronteriza de la ciudad, hasta estonces de espaldas a Portugal.




Lo cierto es que no despertaron mucho interés en el mundo académico local, por no decir ninguno. Tuvo mucho impacto en la opinión pública de la ciudad, pero paradójicamente muy poco público. Algunos hubo, a quienes años más tarde se les llenaría la boca con ese concepto engañoso de Eurociudad, que pasaban por delante de la sala sin asomarse siquiera. 

Hoy, la naturaleza transfronteriza de esta conurbación es evidente para todos.

9.21.1996

Urbanización y violencia. Un ensayo de interpretación de la violencia ambiental en el deporte (1996)

El origen de este texto es una comunicación al V Congreso Español de Sociología (Granada, 1995), si bien apareció publicado un año más tarde en un libro con comunicaciones seleccionadas por García Ferrando y Martinez Morales. En aquel congreso (el primero al que asistía) lleve tantas comunicaciones (13) que la FES (con muy mal criterio) limitó a partir de entonces el número de comunicaciones a tres. Además salí elegido (dijeron, yo creo que por joderme un poco, que porque no se había presentado nadie más, lo cual no creo dada lo competitiva que es la Universidad española) miembro del Consejo, o Junta de Dirección o lo que fuese, en representación de los socios individuales. Así que aquel primero fue el congreso más "rentable" de mi vida académica.


RESUMEN

La mayor parte de las aproximaciones sociológicas al fenómeno de la violencia en el deporte se basan, directa o indirectamente, en el paradigma estructural-funcionalista sobre la anomia y el conflicto social. Las aproximaciones marxistas parten en realidad del mismo paradigma: dando la vuelta a la teoría de la función integradora del conflicto de Coser, hacen reacer en la violencia ambiental deportiva la función de expresar en términos comunicativos alguna especie de proceso revolucionario, o siquiera reivindicativo, inconsciente, amparados en el aserto de Marcuse sobre la revelión juvenil: "Si son violentos es porque están desesperados". Sin embargo, esta interpretación, con ser parcialmente correcta, cae por su peso ante el hecho de que no son justamente los sectores más castigados por el capitalismo quienes protagonizan los actos de violencia.

Enfoques más pragmáticos como el de García Ferrando, basados en un paradigma conflictualista de la sociedad, tampoco terminan de ser claramente explicativos, al dejar de lado una cuestión fundamental: que los conceptos de conflicto, violencia y agresión no son sinónimos, aún perteneciendo al mismo campo semántico, ni forman parte de una escalada necesaria. Hay conflictos mucho más importantes en la sociedad que sin embargo no se resuelven mediante la violencia.

En cuanto a las teorías que buscan la explicación en los propios rasgos del juego deportivo, caen en una tautología irresoluble, al afirmar que hay violencia porque hay violencia.

Esta comunicación pretende plantear, como hipótesis para la reflexión, que las tesis de Eric Dunning, enmarcadas en la teoría de Elías sobre deporte y proceso civilizatorio, pueden aportarnos más luz para la explicación sociológica de este tipo de violencia. Como es sabido, se basa en la permanencia, en las sociedades urbanas y altamente desarrolladas, de grupos sociales -que todos los autores identifican con las clases trabajadoras empobrecidas- entre los cuales valores como la agresividad, el machismo y el liderazgo violento siguen teniendo fuerte peso, y que habrían encontrado -primero en el fútbol- un excelente escenario en el que expresarlas.

La aportación teórica -al no disponer de datos empíricos para contrastarla y desarrollarla- que se pretende es la de incorporar, a la tesis de Dunning/Elías, el concepto de urbanización. En mi opinión el alcance explicativo de esa teoría se amplía si probamos a demostrar que esos grupos sociales no se corresponden con el concepto clásico de una clase obrera empobrecida, sino más bien con sectores de inmigrantes rurales, insuficientemente urbanizados a causa de la crisis económica de las grandes ciudades. Sectores que, en lugar de urbanizarse, han ruralizado diversos espacios sociales de la ciudad, entre ellos el deporte y especialmente el fútbol. Si el proceso de civilización, tal y como Elías lo entiende, es un proceso de urbanización, la existencia -en contradicción con el ecosistema dominante- de fragmentos de ruralidad desintegrada en las grandes ciudades supone la permanencia en dichos espacios de esos valores pre-civilizados a que se refiere Dunning.

"El estudio de la violencia es ya, en la sociología del deporte, un capítulo obligado. Y ello a pesar de que, en el acerbo sociológico, la violencia no constituye un tema de mucho peso. Incluso la sociología del conflicto suele detener sus pasos en el punto en que la violencia se desata. La gran atención que la psicología ha prestado al fenómeno de la agresión interpersonal, así como la excesiva atención prestada por la biología, concretamente por la etología, probablemente hayan contribuido a cierto alejamiento de los sociológos, por temor de caer en interpretaciones sociobiologistas que cargan excesivamente el peso de las influencias de la naturaleza, es decir genéticas, como desencadenantes. De hecho la gran discusión entre quienes consideran que los hechos humanos son influenciados básicamente por el ambiente, es decir por la sociedad (creencia que está en la base de la sociología), y quienes los atribuyen a factores biológicos, sigue todavía en pie. A finales de 1994 se ha levantado una gran polémica en la comunidad científica anglosajona, al publicarse algunos trabajos de genetistas que afirmaban haber aislado el gen de la violencia, casi como si se tratase de un virus curable. El problema, se ha advertido desde la sociología, es que casualmente esos genes violentos aparecen siempre en grupos socialmente marginados, con lo que cuestión sigue sin resolverse. Es un círculo vicioso, en el que unos apuestan por el huevo y otros por la gallina.

Para los ambientalistas la cuestión está clara. Con independencia de que la violencia esté o no en los genes, se observa empíricamente que en aquellos sectores beneficiados por el bienestar económico y social las tendencias violentas tienden a reducirse. Sin embargo, es también la experiencia la que nos muestra que esos mismos grupos beneficiados por el bienestar pueden desencadenar en un momento dado fenómenos de violencia desmesurada, como se comprueba siempre que se implantan dictaduras (los casos de Chile y Argentina han sido ejemplos de la ferocidad que los grupos supuestamente civilizados pueden mostrar en un momento dado). Tal vez podrían explicarse tales procesos en términos de activación de algún temor ancestral a la pérdida del bienestar y los privilegios. Quizás en esos momentos el gen de la violencia, desactivado por la civilización, se active de nuevo.

Pero lo cierto es que la cuestión no está cerrada todavía. Sólo una más estrecha colaboración entre la biología, la psicología y la sociología podrán dar respuesta algún día a este dilema, y aislar definitivamente ese virus, si es que existe como tal enfermedad. Ashley Montagu, que dedicó muchos años a esta cuestión, propuso que "la naturaleza humana es buena. Lo malo es la educación humana. Tenemos que adaptar ésta a las exigencias de aquélla, y desengañar a la humanidad del mito de la maldad innata del género humano" (MONTAGU,1993:125). Es probable que Montagu tenga razón, pero entretanto los sociólogos debemos ocuparnos de aquellos fenómenos actuales, todavía no resueltos por la educación, que constituyen un problema social. Y la violencia en el deporte parece que constituye claramente, ahora mismo, un problema social.

Sin embargo, si observamos la evolución moderna de los deportes, vemos que todos ellos responden al esquema del proceso civilizador de Norbert Elías. Eric Dunning ha seguido el proceso de desarrollo de varios deportes, y ha comprobado cómo la violencia se viene reduciendo sistemáticamente. El propio desarrollo de los deportes es, casi, un proceso de acotamiento, control y reducción planificada de los comportamientos violentos y agresivos, que hoy se consideran de hecho como sinónimos de comportamiento antideportivo. 

¿Por qué razón, entonces, nos preocupa tanto hoy el fenómeno de la violencia?. En primer lugar, desde luego, porque la ola de violencia en torno al deporte provoca daños personales, materiales y morales que son evidentes. Pero especialmente porque, a causa de ese mismo proceso civilizatorio, nuestro umbral de tolerancia hacia la violencia ha descendido, y aunque tanto en términos absolutos como relativos la violencia sea menos intensa que en otras épocas, nuestra sensibilidad es más elevada que antes. Y también por las propias características de la sociedad de masas, ya que los deportes de masas suponen una concentración de los hechos violentos, dando mayor espectacularidad a los mismos, y el propio funcionamiento de los medios de comunicación de masas, al darles una gran resonancia, los amplifica. Veamos ahora qué entendemos por comportamientos violentos, y qué tipos de violencia nos interesa analizar.

LA VIOLENCIA Y LA AGRESIÓN INTERNA

En realidad, y aunque provisionalmente mantendremos el término de violencia, por ser el más aceptado, no nos estamos refiriendo exactamente a violencia, sino a agresión1, aunque de hecho son términos que pertenecen a un mismo campo semántico, y por lo tanto tienden a confundirse. 

La violencia se define como "todo cuanto se encamine a conseguir algo mediante el empleo de una fuerza, a menudo física, que anula la voluntad del otro" (UNESCO,1988, T.IV: 2354); es un acto finalista, orientado a la consecución de algo: un gol, un país, un bolso, un hueco para aparcar el coche, o el cuerpo de una mujer..., un acto en suma que no puede ser gratuito. Jurídicamente se distingue entre violencia y coacción o intimidación, términos éstos relacionados con aquellos actos por los que se inspira a alguien el temor racional y fundado a sufrir un mal inminente en su persona, bienes o familia. 

La violencia es por tanto, en este sentido, una forma de resolución de los conflictos de intereses, sean interpersonales, internacionales, económicos, sociales  o políticos... El proceso civilizador viene intentando desterrar, por supuesto, este burdo mecanismo de resolución de conflictos y de satisfacción de necesidades, pero es evidente que aún no se ha conseguido. Los medios de comunicación nos muestran a diario las pruebas.

Entendida con este sentido finalista, el concepto de violencia sólo tiene sentido en el mundo del deporte internamente. En la medida en que todos los deportes competitivos -especialmente los deportes de equipo- se basan en el enfrentamiento por un recurso escaso -la victoria-, es esperable que en el decurso de los enfrentamientos se produzcan situaciones primero de coacción e intimidación, y en último extremo de violencia, De hecho, algunos de estos deportes -como el boxeo, la lucha libre y las llamadas artes marciales- se basan específicamente en la práctica de la violencia controlada.

Naturalmente, el descontrol de los niveles de violencia en los deportes violentos, o la aparición de fenómenos de violencia en deportes considerados no violentos, constituye un problema importante en la actualidad. La obsesión por el fair-play lleva a los profesionales del deporte a sensibilizarse cada vez más frente a comportamientos violentos o superviolentos. Es probable incluso que, a la vista de los elevadísimos montantes económicos en juego, que de día en día se acrecientan en progresión geométrica, haya habido un cierto incremento de la auténtica violencia intradeportiva. Pero la evidencia muestra que, a pesar de la aparatosidad con que los medios de comunicación tratan estas cuestiones, se cumple el paradigma general de Elías sobre los procesos civilizatorios (ELÍAS&DUNNING,1992), así como el de Dunning sobre la evolución de los distintos deportes hacia formas cada vez menos violentas (DUNNING,1993). Como señalaba Cagigal, "todas las semanas tiene lugar un suceso más o menos conflictivo en algún terreno o cancha de juego deportivo (...) Pero este mismo fin de semana (...) han sucedido docenas de miles de encuentros deportivos, con sus resultados, sus alegrías y decepciones (...). Estas docenas de miles de partidos no han pasado a ser noticia -fuera de lo estrictamente deportivo- porque no han supuesto nada anormal" (CAGIGAL, 1990:71).

Seguramente estamos hablando de tasas no muy superiores a la que podríamos llamar violencia relacional cotidiana; tal vez incluso más bajas de las que podemos medir entre los pacíficos conductores de automóvil en las grandes ciudades españolas, o las que podrían medirse en encuentros del tipo de los inicios de rebajas en los grandes almacenes.

Por supuesto, no se niega aquí la importancia de estos fenómenos de violencia. La Psicología Social se ocupa de estudiar estos pequeños conflictos que se producen tanto en el marco de la interacción de los pequeños grupos, o intergrupal, como a nivel intragrupal (SETZEN, 1984:292). Y en este sentido el tipo de conflictos que se producen en un campo de juego son cualitativamente semejantes a los que se producen en cualquier otro campo de competición, reglada o no reglada: sea entre equipos de vendedores, equipos de producción en una cadena de montaje, cuadrillas de trabajadores temporeros de la agricultura o la construcción, etc. Y ello incluye, por supuesto, los conflictos dentro de los propios equipos, que hacen que, aunque de forma menos habitual que frente a miembros de equipos rivales, se produzcan enfrentamientos -e incluso reacciones violentas dentro del propio campo- entre jugadores de un mismo equipo, o entre éstos y el entrenador/capataz (PASTOR, 1978:598). Estamos, en suma, frente a un proceso de tensión controlada, en el que diversas estructuras de polaridad actúan sistemáticamente, provocando tensión. Y teniendo en cuenta que "los jugadores por separado y los equipos tienen objetivos, uno de los cuales es marcar goles" (ELÍAS&DUNNING, 1992:243-246), no es improbable el desencadenamiento de fenómenos de violencia, en cuyo desenlace influirán por otro lado las actitudes no sólo de los espectadores, sino también del líder del grupo, de las denominadas estrellas del grupo, por supuesto del entrenador, y desde luego del árbitro. 

Sin embargo, con ser un interesante objeto de estudio para la Sociología de los Grupos Pequeños, e interesar mucho a los comités y federaciones que se encargan de regular el fair play en los deportes, sin embargo no es la violencia en el juego la que nos interesa analizar ahora.

LA AGRESIÓN Y LA VIOLENCIA AMBIENTAL COMO CONFLICTO SOCIAL

La Sociología, a nivel macro, se interesa más bien por el tipo de agresión, individual o de grupo, socialmente originada y manifestada también en el marco de las grandes estructuras sociales. Es decir, la que se produce no en el juego sino en torno al juego, con independencia de que en la misma puedan participar también, en distinta medida, los jugadores y no sólo los espectadores.

Smith distingue en primer luygar (SMITH, 1983) los desórdenes con un motivo estructural, sea bajo la forma de demostración política o de confrontación entre dos facciones rivales, siempre provocados por un conflicto social, esto es "una lucha en torno a valores o pretensiones a status, poder y recursos escasos, en la cual los objetivos de los participantes no son sólo obtener los valores deseados, sino también neutralizar, dañar o eliminar a sus rivales; puede desarrollarse entre individuos, entre colectividades o entre individuos y colectividades" (COSER, 1974). El conflicto puede tener raíces políticas, culturales, económicas, territoriales, étnicas, religiosas, etc.

Los desórdenes con un motivo situacional responden sin embargo a detonantes como la falta de entradas, o la frustración por una derrota casi siempre interpretada como injusta por los aficionados del equipo perdedor. En cuanto a los desórdenes inmotivados, son difíciles de admitir desde la Sociología, pues supondría la existencia de violencia irracional, atávica, dando con ello la razón a los etólogos, la gran bicha, que plantean una naturaleza violenta del hombre). Pero no deja de ser cierto que a veces la celebración exaltada y alcoholizada de una victoria puede empezar festivamente, pero terminar como el rosario de la aurora si la masa festiva se encuentra con grupos que expresen rechazo a su ruidoso comportamiento, o con hinchas del equipo contrario; otras veces se trata de lo que algunos autores denominan desórdenes del tipo tiempo de descanso, esto es actos violentos que tienen lugar en fines de semana, fiestas, celebraciones, ceremonias o en cualquier ocasión especial "en que las habituales prescripciones contra la violación de normas morales se suspenden o rebajan", pasándose por alto por parte de los ciudadanos y autoridades ciertos comportamientos como las borracheras, alteraciones del orden, peleas, pequeños robos... "Todas las culturas conocen estos periodos de descanso. Y con frecuencia, el deporte suministra el pretexto para un tiempo de descanso, y desgraciadamente el relajamiento inicial de la situación puede acabar en conflicto abierto"(GARCÍA FERRANDO, 1990:226).

Por supuesto, no pocos casos que la opinión pública presenta como como enmarcados en la violencia del deporte son accidentes debidos al mal estado de las instalaciones deportivas, del mismo tipo que puede ocurrir en un colegio, un teatro o un palacio de la ópera. Pero ello no puede ocultar la existencia de graves desórdenes, y agresiones intergrupales, de proporciones crecientes. Es a estos desórdenes a los que denominamos agresión y violencia ambiental deportiva, y son los que propiamente deben ocupar a la Sociología del Deporte.

INTERPRETACIÓN SOCIOLÓGICA DE LA VIOLENCIA AMBIENTAL

No vamos a intentar aquí una revisión de la literatura, pero debemos trazar siquiera las grandes líneas interpretativas existentes, teniendo en cuenta tanto la literatura especializada como la literatura sociológica en general2. Retengamos por ahora las conclusiones de la encuesta de la Comisión Investigadora del Senado, por la variedad y multidisciplinariedad de los participantes en la misma. Los diversos factores3 señalados como productores o desencadenantes de la violencia ambiental podrían reducirse a cinco grandes grupos causales: el fanatismo y el culto a la violencia bajo todas sus formas, en primer lugar; problemas estructurales de la sociedad -falta de cultura, conflictividad ambiental, desigualdades y crisis económica-; la tolerancia social, especialmente..."

Acceso al texto completo

Baigorri, A. (1996), "Urbanización y violencia", en M.García y J.R. Martinez, Ocio y deporte en España, Tirant lo Blanch, pp. 339-352