6.05.1985

Síntesis y perspectivas de la problemática de Maspalomas (1985)

Primero fue el informe sobre Salou (que no conservo), luego el de Puerto de la Cruz (en esa página está toda la información sobre el proyecto) y finalmente el de Maspalomas. 

Que fue bastante accidentado, pues había empezado a experimentar con un ordenador, un MSX, y me lancé a hacer el informe con él, con la intención de imprimirlo con una máquina de escribir electrónica, conectable a ordenador, que había comprado en Canarias para Mario Gaviria (bueno, para Vitorio Alcusón, que le hacía las transcripciones, pues él jamás escribió, sólo dictaba). Y funcionaba, aunque cutremente, como se verá en el documento, pues era incapaz de imprimir los acentos, que tuve que añadir a mano. Pero lo peor no fue eso, sino que tuve mi primer percance informático: simplemente se me borró el fichero del documento, que se grababa en cintas de casette, y tuve que reescribirlo en frío un mes más tarde, después de un proceso de traslado con la familia a la península e inmediatamente después a mi siguiente destino (Extremadura). La estancia se había alargado, y aún tuve que volver, porque el Ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana nos/me encargó una ampliación del informe al ministerio, y una versión reducida de la guía. De todo eso sí que no conservo nada.

Fue un periodo agotador. A veces lo he expresado con estas fotografías, precisamente en la cima del Teide (Tenerife), justo antes de empezar el trabajo en Maspalomas (Gran Canaria).


Contenido:

Presentación

1. Deficiente infraestructura de atención al usuario

2. Falta de equipamientos de alto nivel y sofisticados

3. Escasez de jardines, parques y zonas libres públicas, así como de arbolado y amueblamiento en las calles

4. Importantes problemas con la estructura del tráfico rodado

5. Importantes desequilibrios ecológicos y amenazas al sistema costero

6. Ciertas dosis de marginación y abandono de la población autóctona y de los trabajadores


Acceso al Informe

Referencia: Referencia: Baigorri, A. (1985), Síntesis y perspectivas de la problemática de Maspalomas, Informe. CPEyEA/Secretaría de Estado de Turismo, Madrid

2.22.1985

Tarragona, bomba sinérgica, vergüenza nacional (1985)

En enero de 1985 andaba viviendo en una casita de campo en Cambrils, al lado de una playa cubierta de unas partículas plateadas. Iba con la familia a cuestas, con un bebé casi recién nacido (los aspavientos que hacen ahora cuando tienen un niño y tienen que trabajar, y tal). Estaba trabajando en la ciudad de Salou (entonces si no recuerdo mal aún no independizada), dentro del proyecto de Diagnóstico de Ciudades de Playa, que incluían una Guía Culta para turistas de charter. Un proyecto estupendo, en el que trabajé a gusto y generé varios productos de calidad, pero que echaron a perder los gestores de la Secretaría de Estado de Turismo, que habían encargado a Gaviria (fue el primer, y casi único, contrato que firmamos como Compañía de Planificación, Ecosociobiótica y Estudios Avanzados SL). La del Puerto de la Cruz la tengo por ahí para escanearla algún día, pues corresponde al momento de mi primera informatización, pero no la de Salou, todavía a máquina de escribir manual. Se perdería en algún archivo de Madrid, y ya estará convertida en moho. No teníamos la prevención de hacer copia ordenada de todo. Éramos un desastre.

El caso es que estaba haciendo el trabajo de Salou, cuando se divulgaron las conclusiones de la comisión que había investigado el accidente de Bhopal, en la India, señalando al fosgeno como el causante de la catástrofe. Y yo estaba entonces en el Camp de Tarragona, en donde se despertó una fuerte alarma, dado el rosario de accidentes producidos en la petroquímica. Formaba parte del equipo promotor del diario Liberación, aunque no me había querido integrar en la redacción porque ya había decidido tiempo atrás dejar el periodismo. Pero alguien de la redacción sabía que andaba por Tarragona y no sé cómo me localizó (entonces no había móviles, claro, ni siquiera tenía teléfono en la casita de campo en la que estaba alojado con la familia) para que aprovechase e hiciese algo sobre Tarragona. Así que preparé el que fue mi último reportaje periodístico. Jugaba con ventaja, porque por las batallas contra el trasvase tenía muy buenos contactos (el más importante, el gran amigo Francisco Inglada, ingeniero en el Puerto y a la vez activo ecologista, con el que había coincidido en las batallas contra el trasvase del Ebro, que además de en todos los comités ecologistas era muy activo en Federación de Asociaciones de Vecinos de Tarragona) con información técnica clave, y un periodista local (Ferrán Gerhard, el ámigo que hice en mi breve tiempo de estudiante presencial de Periodismo en la UAB). Y en menos de 24 horas me había redactado tres páginas completas del periódico.





Aquí está el fichero

10.09.1984

Los que vuelven al campo (1984)




"Volver al campo, para gente cuya preparación durante tantos años ha estado en función de poder 'huir' del mismo, indica bien a las claras la falta de la más mínima planificación en la estructura de la sociedad. Gente que ha estado como mínimo 10 años alejada casi por completo de la explotación agraria y que ahora tiene que volver impulsada por la falta total de salidas laborales a los estudios que han realizado. No hemos podido analizar en profundidad cuántas de estas vueltas son voluntarias o forzadas: algunas de ellas es evidente que son forzadas, pues en la solicitud de inscripción de alta en el REA especifican que vuelven a la agricultura ante la total imposibilidad de encontrar cualquier otro trabajo.Si en el caso de jóvenes sin estudios volver al campo significa una derrota para ellos y, sobre todo, para los padres la vuelta al campo de los estudiantes reviste en general caracteres más dramáticos. La realización de una carrera universitaria ha perdido toda su leyenda de solución para los problemas de los hijos de los agricultores. Antes, estudiar era tener el futuro resuelto, sin tener que pasar las penalidades de los padres en la explotación agrícola, trabajando de sol a sol y malvendiendo los productos. Se colocaban en la capital y venían a pasar el verano al pueblo, siendo al mismo tiempo la envidia de los vecinos y el orgullo de los padres. Sus esfuerzos habían servido para algo, Pero ahora, todo aquel,cuento de hadas se ha acabado. Ahora sólo es posible la vuelta al campo, o esperar la mano milagrosa de alguna oposición o enchufe en cualquierministerio. (...)Mujeres: jóvenes y viejas por un puesto en la Seguridad Social 
Aunque en teoría parece ser que entre los españoles no existe discriminación ante la ley por cuestión del sexo, la Seguridad Social Agraria demuestra lo contrario. La afiliación de mujeres al REA se ve sometida a una continua acción de sabotaje legal en base a solicitar continuos justificantes de la veracidad del trabajo femenino en la explotación agraria. Mientras los hombres con el simple justificante de su anterior ocupación laboral no tienen mayores problemas, las mujeres tienen que justificar poco menos que notarialmente un mínimo de días al año en la explotación y que esta actividad constituye su verdadero sustento económico.Y no valen los argumentos del INSS de la mayoría de que las altas denegadas corresponden a personas mayores, que han trabajado desde siempre en la explotación agrícola familiar, y ahora solicitan el alta para poder cobrar la pensión de jubilación. Y no valen, porque en las altas denegadas tenemos desde jóvenes de los 18 años -caso de Brieva de Cameros- hasta casos de mujeres mayores -caso de Lardero- con 63 años.
(...) "

Referencia:

Baigorri, A. y Marin, A. (1984), "Los que vuelven al campo. La agricultura aún crea puestos de trabajo", en M.Gaviria y A. Baigorri, dirs., El campo riojano, Ed. Cámara Agraria de La Rioja,
Zaragoza, 1984, pp. 36-42

Enlace al texto

9.09.1984

Alcalde, pónles un huerto (1984)

De cuando (todavía, y venía proponiéndoselo desde 1980) las izquierdas no veían bien los huertos urbanos (las derechas tampoco, claro). El artículo está cual se publicó en 1984 en el diario El Día de Aragón, pero he incluido la Addenda que añadí en una recopilación de algunos de mis artículos que ese periódico publicó unos años más tarde. 




ALCALDE, PONLES UN HUERTO

Artemio Baigorri


     No sé si es un hecho real, o la impresión responde más bien  a la afición que uno le tiene al tema. Pero cada vez que paso por  Zaragoza me da la sensación de que el número de parcelaciones  ilegales sigue aumentando compulsivamente.

     Entre la autopista vasco-aragonesa y el Ebro hay al menos  una docena, algunas muy recientes a juzgar por el estado de las  construcciones. Es ésta una zona de difícil acceso, a causa de la  compartimentación espacial que provocan las infraestructuras y el  río, y por tanto de difícil vigilancia. Pero no puede decirse lo  mismo de las márgenes de la autovía Zaragoza-General Motors, en  la que es fácil controlar la evolución del fenómeno. Basta, en  cualquier caso, con un recorrido aéreo entre Zaragoza y Alagón,  para comprobar el alcance real. A vista de pájaro casi no hace  falta cartografía para distinguir el perímetro del término muni cipal de Utebo, ocupado en su práctica totalidad por toda clase  de usos imaginables.

     Se trata de un hecho delicado, y supongo que por esta razón  la vigilancia no se extrema, ni por parte del Ayuntamiento ni por  parte de la DGA, a pesar de las campañas en cuatricomía y papel  cuché (que ya en Madrid y otras regiones se mostraron insuficien tes) realizadas contra las urbanizaciones ilegales. Al fin y al  cabo, los actuales usuarios de las parcelaciones (que no los  parceladores, adviértase el matiz) pertenecen al pueblo trabaja dor y socialista que ha votado al PSOE. Y hay que reconocerles en  principio, las matizaciones vendrán después, el mismo derecho  agozar y consumir la Naturaleza circundante que a los ricachos y  adjuntos.

     Estos, con todas las de la ley (que la ley es, casi siempre,  cuestión de dineros), se han montado la urbanización fetén en el  campo, el campo en la ciudad (esos modernos bloquecitos de baja y  tres con dúplex, que están muy bien pero sólo están al alcance de  unos pocos), o directamente el chalé aislado cumpliendo incluso  la normativa sobre parcela mínima. Pero el obrero español accedió  a las vacaciones de verano cuando las playas se pusieron imposi bles e higiénicamente peligrosas. Pudo acceder al coche cuando la  gasolina se puso por las nubes y la ciudad se hizo intransitable.  Accedió al piso en propiedad cuando éste se tornó colmena, o a la  Universidad cuando se ha hecho inútil. Y ahora que pueden algunos  -pocos todavía- acceder a la parcelita, final de esa larga elipse  iniciada al emigrar del campo, resulta que es ilegal casi todo  cuanto se proponen al respecto. Para que hablen algunos cretinos  y ex-ministros de «la envidia igualitaria»...

     Además los técnicos les vienen atacando con doble saña,  porque además de ilegales son pobres, hacen unas casetas muy  horteras y llenan las parcelas de chuminadas (hace ya unos años  esbocé en El Viejo Topo lo que podría ser una semiótica de la  cha-lé-bola, que un día hemos de profundizar). Y es que los  técnicos de estas materias, hijos del siglo, vanguardia de la  vanguardia, guay del paraguay, entienden por cultura popular  aquélla que elaboran unos cuantos listos a imitación de lo que  hacía el pueblo entre cincuenta y doscientos años atrás (lo que  también debía resultar bastante hortera a los «sabios» del momen to); y no la que hace el pueblo del siglo, esa vulgar clase media  alimentada espiritualmente por la TV y el "Pronto", obsesionada  por rellenar fachadas con azulejos de colorines y ladrillos  amarillos de caravista (osea el posmudéjar, por definirlo "a la  page").

     Léase en suma, todo ésto, como manifiesto que llama a permi tir al pueblo zaragozano el goce del campo, o natura, del que fue  expulsado hace cosa de veinte años. Justo cuanto los trajeron  aquí, a rellenar el Charco y hacer bulto en el Pilar.

     Pero hablaba de matices. Pues es inconcebible que por cier tos pruritos socializantes, y/o populacheros, se esté permitiendo  de facto la progresiva destrucción de la huerta de Zaragoza. Lo  que es grave no sólo por lo que de destrucción de suelo fértil  conlleva, sino sobre todo, en este caso, a efectos paisajísticos  y de ordenación urbana.

     Los únicos parajes rústicos más o menos atractivos con que  hoy cuenta Zaragoza, los únicos que vale la pena conservar, son  las huertas (y algunos sotos). Que ya han sido brutalmente mor disqueadas por autopistas, ferrocarriles, variantes, fábricas y  para colmo por el monstruoso Actur.

     Situada en el centro mismo del valle del Ebro, la ciudad no  precisa para su abastecimiento en fresco de una corona de huer tas, por lo que no hay que argüir razonamientos agroproductivos  (que ahí están); pero necesita la huerta como falso cinturón  verde. Porque si prescindimos de las huertas el entorno de Zara goza queda reducido a un auténtico desierto. «Sobre el monte  pelado / un calvario», que diría Lorca.
     Por lo que también debe leerse todo ésto como varapalo  ecologista y sensual a las autoridades, por permitir el goze  incontrolado y chapucero de la huerta feraz.

     ¿Qué nos queda entonces, tras este viperino ataque a disetro  y siniestro? ¿Es acaso este panfleto una suerte de crítica des tructiva y nihilista, que dicen?. No por cierto, porque aún nos  quedan unos cuantos miles de hectáreas de tierras comunales, al  sur de la ciudad, en suelos de secano y de pésima calidad agronó mica (en donde debiera haberse construído el Actur si es que,  cosa harto dudosa, realmente hacía falta). Por ahí debiera haber se orientado el crecimiento de Zaragoza, saltanto el Canal en vez  de el Ebro, a la búsqueda de suelos más baratos, públicos y  además más sanos para vivir. Es en estos terrenos, y no en las  huertas, donde debe plantearse la arcadia-findesemana apara los  zaragozanos.

     No debe preocupar que sean tierras malas, feas y hoy por hoy  sin agua. Las hemos visto, peores que éstas, convertirse en  vergeles por obra y gracia de la imaginación popular, en  Alicante, Cádiz, Madrid, Barcelona, y aún en algunas  urbanizaciones de secano en Aragón; así que con un poco de ayuda  veríamos aquí selvas.

     Pongamos las cosas en su sitio. Pues como decía Ortega  hablando de otro tema, «la realidad actual nos facilita  desgraciadamente el asunto», mientras Boris Vian aclaraba con más  estilo, por boca del Mayor: «Es una lástima que se pierda tan  buen alcohol».

     El caso es que tenemos en zaragoza un gran volumen de  población deseosa de salir al campo, de tener su trozo de tierra,  aunque sea pagando (en ciudades más postindustriales el fenómeno  de las urbanizaciones ha remitido, está ya casi saturado; ahora  crece la demanda de huertos y no de chalés). Tenemos unas cuantas  decenas de miles de parados y jóvenes desocupados (a los que me  resisto a llamar «parados» por cuanto aún no han «iniciado»  nada), todos ellos con ganas de sacarse unas pesetas, o una ayuda  al autoabastecimiento de la familia. Tenemos niños que en su vida  han visto al natural (sí, es cierto, aquí en Zaragoza) un pollo  con sus plumas puestas, y tenemos tierra abundante, sol y  posibilidades de llevar agua. Una gran operación de  aprovechamiento de parte de los comunales para estos menesteres  podría llegar a suponer la más poderosa transformación del  paisaje del sur de la ciudad, desde que Pignatelli llegó en barca  al puente de América.

     Parece además que sigue adelante, ya de forma institucional,  ese proyecto del que nos hemos hecho eco en alguna ocasión, y que  unos pocos chalados del ecologismo progresista venimos predicando  hace años: repoblar los pueblos abandonados, reconstruir  comunidades, reutilizar las tierras, pastos y recursos  abandonados, pero con un sentido económico y racional. Será  fantástico si llega a funcionar, porque permitiría salvar de la  locura cotidiana a no pocos jóvenes urbanos, y transformaría en  riqueza lo que hoy es ruina y abandono. Pero es evidente que por  ahora eso no puede llegar a todos. 

     Entretando hagámosles más habitable la ciudad al resto, con  poco gasto. Y no olvidemos a esa gran masa de gentes maduras (los  que llenan de contenido el concepto de «currela»), que ni son  niños ni jóvenes ni ancianos, obsesionados por hacer algo en el  poco tiempo libre que les deja la cadena de montaje, y para cuyo  esparcimiento ni ésta ni ninguna otra ciudad hace otra cosa que  construir gigantescos campos de fútbol o plazas de toros.

     Léase pues, en suma, todo ésto, como lo que en realidad es:  una llamada a los ciudadanos-jefes para que les den vicio a los  ciudadanos-electores.

     Alcalde, ramón, oye, que te lo vengo escribiendo por ahí  hace más de cuatro años. Que hace algunos más tú me hablabas de  «urbanizar el medio rural y ruralizar las ciudades», y ésta es  una oportunidad de oro. Date prisa, antes de que te fagocite tu  propia corte, o cohorte. Que estas cosas salen baratas y dan  mucho gusto al pueblo. Que con cuatro tubos, un chorrico de agua  y una azada se entretiene el personal hasta que caiga la bomba.  Anda, quió, pónles un huerto a los chicos.

Posdata (esto del «pos» es que no hay manera de evitarlo): otro  día podemos hablar, si ustedes gustan, de cómo hacerlo bueno,  bonito y barato. 

9.IX.1984   Escrito en Tarragona, mientras analizaba la problemática de Salou como ciudad turística, y escribía una guía para turistas cultos que el Ministerio que pagaba todo nunca publicó




                                                                  
ADDENDA para el libro "De lo que hay y de lo que se podría" (1987) : 

Es curiosa la historia de las ideas. El tema de los huertos familiares viene de lejos. Cuando empecé a estudiarlo hacia el año 80 u 81, no me movía ningún afán inventor, sino la impresión que me causó el ver cómo los bulldozer arrasaban miles de huertos espontáneos en las márgenes del Llobregat y el Besós, coincidiendo con una estancia en Barcelona. Se hablaba entonces de huertos antihigiénicos que extendían enfermedades y que había que destruir para la limpieza de las ciudades. Así actuaban también en Madrid. Descubrí entonces que aquél fenómeno espontáneo, que como mecanismo de supervivencia ensayaban los charnegos en paro, no era sino la aplicación popular y espontánea de ideas largamente maduradas en la historia del agrarismo español, y puestas en marcha con carácter urbano en algunos países de Europa hacía un siglo.
     Cuando empecé a «predicar la buena nueva», algún amigo de entonces tachaba mis planteamientos de «rémoras falangistas» o algo así (luego se convertiría en propagandista de los huertos, y aún no pocos pensaban que él mismo se los había inventado), y los más comprensivos dejaban los calificativos en «populismo barato». Afortunadamente, mi primera propuesta al respecto la había publicado en "El Viejo Topo" y no en "ABC", y posiblemente eso me salvó de la espada flamígera.
     En 1983 realizamos un estudio sobre "Perspectivas y posibilidades de la agricultura periurbana en el Area Metropolitana de Madrid", a raíz del cual diseñábamos y proponíamos un plan de mejora del entorno metropolitano entre cuyos elementos fundamentales estaba el fomento masivo de huertos familiares de ocio, recreo y subsistencia. La reacción de los responsables del organismo contratante (la Consejería de Ordenación del Territorio de la Comunidad Autónoma de Madrid) fue censurar el estudio impidiendo su publicación cuando ya estaba en imprenta,e incluso atacarlo públicamente como reaccionario. Se decía que la prédica de los huertos familiares era un fomento encubierto de las parcelaciones y urbanizaciones ilegales, y se quedaban tan anchos. Evidentemente lo de los huertos no resultaba muy posmoderno.
     En Zaragoza se ve que participaban del mismo espíritu cateto, puesto que los comunistas del Ayuntamiento (que no sé cómo consiguieron un ejemplar del estudio de Madrid) intentaron al parecer desarrollar algo parecido para Zaragoza y no se les hizo ningún caso. A mí, en cualquier caso, siempre me extrañó que Sainz de Varanda no viese las posibilidades del tema; pero también es verdad que todo lo que tenía de buen político y gran persona lo tenía de tozudo, y además debía de estar ya un poco harto  de muchas cosas...Ni siquiera el Plan Joven (o al menos el llamado «primer borrador» al que he tenido acceso), demasiado cargado de referencias a una sociedad del ocio que no es la que más se ajusta a las ciudades industriales españolas (caracterizadas por la crisis económica y la escasez de trabajo, más que por la escasez de equipamientos y ofertas de ocio) ni siquiera ese proyecto recoje entre sus propuestas la posibilidad de crear huertos escolares, huertos de ocio para jóvenes naturistas, huertos de ayuda económica y supervivencia para jóvenes parados...
     El caso es que hace ahora sólo unos meses el mismo político madrileño que ponía a parir nuestro estudio (y que de hecho todavía tiene bloqueada su publicación, cuatro años después) tiene al parecer una aparición como la de San Pablo, y descubre que lo de los huertos familiares puede dar mucho juego...al menos hasta las elecciones regionales. Y se pone en marcha nada menos que un proyecto de 150 Has de huertos con un gran despliegue de medios. Y hasta Leguina sale en los papeles predicando la buena nueva y diciendo que ya lo decía él no sé cuando...
     Así pues Madrid, espejo maravilloso en el que pretenden mirarse últimamente (en fin, como antes) todas las grandes ciudades españolas, ha puesto por fin en marcha un programa de creación de huertos familiares. A ver si ahora en Zaragoza se animan un poco...



ADDENDA 2 para este post (2018). 
Allí en donde yo proponía recuperar el paisaje con huertos, se han plantado viviendas...vacías.


8.10.1984

El paro y la crisis desde una perspectiva ecologista (1984)



Este capítulo corresponde a una conferencia impartida en 1983 Sama de Langreo, ante un público en el que abundaban los sindicalistas y mineros que se enfadaron mucho con mi intervención, en el marco de unas jornadas sobre medio ambiente organizadas por el geólogo Jaime Izquierdo Vallina para el Ayuntamiento. El texto se recogió luego con los de otros participantes en un volumen sin ISBN con el título de Ecología y medio ambiente en Langreo.


"He participado en muchas de las luchas ecologistas planteadas en este país en los últimos diez años; he ayudado a la formación de algunas Asambleas Ecologistas, Comités Antinucleares, de Defensa Territorial, etc. Algunas batallas las hemos ganado, total o parcialmente, y otras las hemos perdido. Sin embargo, me resulta difícil definirme como ecologista. El ecologismo ha pasado de ser despreciado por la sociedad establecida, como presunta ideología enemiga del progreso (y la actitud era la misma a la derecha y a la izquierda del stablishment), a terminar formando parte de la parafernalia del sistema. El ecologismo parece un elemento perfectamente asumido por la ideología del progreso, como una especie de contrapoder necesario para el buen funcionamiento del sistema. Un poco como el patriarca de las tribus que advertía de los desmanes de la Juventud más emprendedora, el capitalismo cuenta a todos sus niveles con "el ecologista " de turno, desde el último Ayuntamiento hasta la UNESCO, pasando por universidades, fundaciones y gobiernos. Limpia, pule y da esplendor.
(...)
Resulta curioso comparar una visión fantástica del f uturo, planteada a mediados del siglo XIX por un discípulo de Santi-Simon, con una de las más recientes fabulaciones tecnofuturistas conocidas: la planteada por Servan-Schreiber en su libro "El Desafío Mundial". Barthelemy Enfantin describía el estado de la sociedad industrial del año 2.240 , cuando según decía se hubiera descubierto una nueva fuerza dinámica parecida a la electricidad pero mejor. La gente desplazada por esta nueva fuerza, ¿iba a ser empleada en Obras Públicas, se les iba a pagar por no hacer nada , o sería colocada para producir objetos sin valor?. Todo seria posible en aquella sociedad perfecta, pero la solución iba a ser más elegante: ideaba una forma de educación politécnica que permitir a esa gente cambiar de trabajo sin gran dificultad. Siglo y medio más tarde, Servan-Schreider escribía quizás sin saberlo la continuación del cuento , auque también con pretensiones de anuncio racional del futuro. La nueva fuerza "parecida a la electricidad pero mejor" es sin duda la información: la informatización de la sociedad desplazará a grandes masas de trabajadores, pero también el autor moderno halla la solución en una permanente formación profesional que permita el reciclaje y el cambio de trabajo sin gran dificultad. Sin embargo, ambos fabuladores dejan en blanco el final del cuento: reciclarse para producir ¿qué? , para trabajar ¿dónde?.
(...)
Hay otras manifestaciones de la ideología de la crisis, de signos dispares y de menor entidad , aunque tal vez a modo de autocrítica podríanos citar otramuy abundante entre la izquierda, grotesca pero por lo menos divertida. Es la de los agoreros-optimistas, la escolástica de los que llevan 20 ó 30 añosanunciando la crisis final, y alguna vez tendrán que acertar. Para estos la crisis actual, la continua crisis que según sus análisis tenemos en casa y quesegún sus dictados debemos agudizar, siempre es "la última", la definitiva, y de ella saldrá triunfadora indefectiblemente la clase trabajadora. Asi sea.
(...)Si ligamos todo esto con la crisis industrial de que se habla, con los dos millones y medio de parados, creo que podemos plantearnos entonces una hipótesisbastante válida: no sólo no sobra gente en el campo, cómo con gran inconsciencia se sigue pensando en las instancias oficiales, sino que por el contrario no hay la fuerza de trabajo suficiente para producir losalimentos que España necesita. Falta gente en los campos, con lo que se debe acabar la política de expulsar campesinos hacia las ciudades hipertrofiadas,Y pasar a atraer gente hacia la agricultura. Evidentemente primero es fijar a todos los que ahora están en el campo en la mayor precariedad: jornaleros, hijos de pequeños agricultores, etc. Pero además hay que llevar cientos de miles de personas, quizás millones, desde las ciudades. Hay ya multitud de jóvenesque estarían dispuestos a irse ahora mismo si se les diesen tierras y medios para cultivarlas. Y hay que conseguir esas tierras, que las hay: el IRYDA tiene más de 300.000 Has de tierra que ha expropiado pero luego no ha colonizado. El Estado, con el ICONA y otros organismos controla directa o indirectamente más de 3.000.000 de Has cultivables.(...)Para algunos, la economía subterránea equivale a la tercermundización del país. Sin embargo, otros tenemos claro que la solución pasa precisamente por unacierta tercermundización de los espacios centrales del mundo industrializado. ¿No se adaptará mejor el que antes inicie el proceso?. Da miedo definirse sobre el tema porque llueven las acusaciones.


REFERENCIA:
Baigorri, A. (1984), "El paro y la crisis desde una perspectiva ecologista", en Izquierdo, J. ed., Ecología y medio ambiente en Langreo, Ayuntamiento de Sama de Langreo,
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