1.08.1982

El impacto de los polos de desarrollo industrial en las áreas urbanas: el caso de Huelva (1982)


Este texto es la versión resumida del informe realizado en el marco del proyecto Planeamiento Ambiental de Ciudades, financiado por la Comisión Asesora Científica y Técnica , realizado por un amplio equipo interdisciplinario coordinado por el economista Donato Fernández Navarrete, de la Universidad Autónoma de Madrid, bajo las directrices generales del también economista Ramón Tamames, y en el participábamos media docena de transdisciplinarios del equipo de Mario Gaviria, recién llegados del "verano extremeño". Fue el primer proyecto de lo que aún no se llamaba I+D en el que participé, y fue además la única "beca de investigación" propiamente dicha que he disfrutado. La beca me permitió dedicar casi un año, entre 1980 y 1981, a investigar los problemas de la contaminación ambiental en Huelva, y el problema del agua en Tarragona. El documento de síntesis, de 650 páginas ciclostiladas (el original era de más de 2.000 páginas), se difundió en 1982. Iba a ser un libro, pero por razones que no recuerdo no llegó a la imprenta.
Aunque todo el planteamiento del trabajo se debatió en varias sesiones de todo el extenso equipo del proyecto, la orientación para hacer este trabajo (pues no había abordado temas de contaminación) me la aportaron José Allende (que realizó el análisis equivalente en Bilbao), y por supuesto Mario Gaviria. Sobre el terreno contaba con el contacto con un economista simpatizante del ecologismo de la Universidad de Sevilla, Curro Ferraro, quien me buscó contactos de partida en Huelva. Allí tuve la excelente acogida de unas gentes (cuyo nombre incorporaré cuando encuentre en algún viejo cuaderno de campo) que me alojaron y me guiaron hacia los contactos y fuentes más adecuados. Una vez terminado les envié el informe final (que simplemente unificaba docenas de aportaciones locales parciales) ojalá sirviese para algo. Yo, desde luego, aprendí mucho. 
Y la parada en Sevilla (para recabar contactos, bibliografía y algunos materiales) en mi viaje hacia Huelva supuso uno de esos giros en mi vida que, en este caso, curiosamente involucra dos toponímicos riojanos: pues el giro me llevó a Arnedo, y concluyó en Alfaro (el municipio), donde trabajé en los meses siguientes en las Normas Subsidiarias de Planeamiento y en un documento sobre su potencial industrial como el que había hecho en Ribaforada (aunque no conservo copia). Siguiendo el hilo, era Sevilla, era abril, me alojaban los ateneistas libertarios (aunque alguno tendría pronto mando en plaza) que me habían llevado unos meses antes a dar una charla (en sustitución de Gaviria), y las Primeras Jornadas Socioeconómicas sobre las Autonomías, a las que aproveché para asistir, estaban llenas de economistas. Pero esa es otra historia.




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Ref: Baigorri, A. (1982), "El impacto de los polos de desarrollo industrial en las áreas urbanas: el caso de Huelva", en D.Fernández Navarrete, dir., Planeamiento Ambiental de Ciudades, UAM/CACyT, Madrid, pp. 223-268

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1.04.1982

El agua como factor limitativo del crecimiento: Tarragona (1982)


Este texto es la versión resumida del informe realizado en el marco del proyecto Planeamiento Ambiental de Ciudades, financiado por la Comisión Asesora Científica y Técnica (el organismo entonces encargado de financiar los proyectos nacionales de investigación), realizado por un amplio equipo interdisciplinario coordinado por el economista Donato Fernández Navarrete, de la Universidad Autónoma de Madrid, bajo las directrices generales del también economista Ramón Tamames, y en el participábamos media docena de transdisciplinarios del equipo de Mario Gaviria, recién llegados del "verano extremeño". Fue el primer proyecto de lo que aún no se llamaba I+D en el que participé, y fue además la única "beca de investigación" propiamente dicha que he disfrutado. La beca me permitió dedicar casi un año, entre 1980 y 1981, a investigar los problemas de la contaminación ambiental en Huelva, y el problema del agua en Tarragona. El documento de síntesis, de 650 páginas ciclostiladas (el original era de más de 2.000 páginas), se difundió en 1982. Iba a ser un libro, pero por razones que no recuerdo no llegó a la imprenta.

Tarragona ha sido, fuera de Aragón y Extremadura, el territorio sobre el el que más trabajos, periodísticos o de investigación, he realizado. Mi primer contacto fue con ocasión de uno de los primeros trabajos que hice con Mario Gaviria, en 1977: un estudio diagnóstico sobre la provincia, en mi caso sobre cuestiones agropecuarias. En años sucesivos escribí algunos reportajes e informes para la revista Andalán sobre el trasvase, o sobre planificación territorial en la revista Transición.  

Mi último "contacto" fue en 1985. Mientras redactaba un informe diagóstico de las limitaciones de Salou como ciudad turística, y una "guía culta" sobre la ciudad (pendiente de escanear si un día logro recuperar el original), un accidente me llevó a preparar un informe de urgencia para el diario Liberación, de cuyo grupo promotor había formado parte. Lo firmaba con seudónimo, con mi tercer y cuarto apellido, pues ya no ejercía de periodista. 

En casi todos mis trabajos sobre Tarragona conté con la colaboración de uno de los primeros ecologistas de la ciudad, Paco Inglada, ingeniero en el Puerto de Tarragona. También en este, porque Inglada era un gran conocedor de los impactos de la Petroquímica. Y por supuesto disfruté de la compañía del periodista Ferrán Gerhard, amigos desde nuestros tiempos de estudiantes en Barcelona.




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Ref: Baigorri, A. (1982), "El agua como factor limitativo del crecimiento: Tarragona", en D.Fernández, dir., Planeamiento Ambiental de Ciudades, UAM/CACyT, Madrid, pp. 269-302



1.01.1982

Una sequía provocada. La otra cara del clima del Estado (1982)

 










"Los "aguólicos" industriales

Conviene diferenciar los dos tipos de problemas que la sequía ha venido causando en el territorio peninsular. Porque los efectos en el campo y en las ciudades son distintos, aunque parecidas sean las causas. Partamos primero de donde se dice: "Por turbia que esté,/no digas de esta agua/yo no beberé". Las dos ciudades que más problemas están teniendo con el agua en el Estado son sin duda Reus y Tarragona; problemas que no son específicos de la sequía, pero que se han agudizado con ésta. Huelva es otra de las ciudades que está con "alarma roja". Sin embargo, ¿puede culparse al cielo de que estas ciudades no tengan agua para beber? ¿O habrá que culpar al Estado, que permitió que junto a ellas se instalasen los complejos industriales más devoradores de agua que se conocen: las petroquímicas. En el Camp de Tarragona, la industria petroquímica consume tarta agua como todo el resto de la sociedad. Y se sigue soñando con ampliaciones, tanto en Tarragona como en Huelva, de un tipo de industrias que además son desastrosas y tercermundistas desde un punto de vista económico.

Hace un par de años tuve precisamente la oportunidad de estudiar detenidamente los efectos de las implantaciones petroquímicas en Huelva y el Camp de Tarragona, en el marco de una investigación para el CSIC sobre problemas medioambientales de las grandes ciudades (investigación cuyos resultados supongo que se cubren de polvo en algún sótano del CSIC o en los archivos de la Cátedra de Estructura Económica de la Universidad Autónoma de Madrid, con la que colaboramos en aquella ocasión un grupo de investigadores independientes). Implantaciones que han llevado a esos territorios la degradación espacial, urbana, ecológica, económica y humana, la tercermundización y ahora la sed.

La sed de las ciudades españolas no es únicamente producto de la sequía (aunque no digo que en todos los casos sea así) sino de la falta de previsión, planificación y escrúpulos. En unos casos, los ciudadanos no tienen agua porque se la chupan las industrias; que generalmente en España no se han localizado en función de la ubicación de recursos y materias primas, sino en función de caprichosos pareceres, compadreos políticos provincianos o disponibilidad de mano de obra servil y barata. En otras ocasiones, porque la periferia tercermundista del Estado no ha recibido el auxilio de los Gobiernos ni siquiera para asegurar el abastecimiento de agua potable. Este es el caso de tantos pueblos extremeños.

En cuanto a la sequía agrícola (creemos que la más grave desde todos los puntos de vista posibles), también tiene unas causas no meteorológicas. Unas causas y unos agentes provocadores; y para inte (...)"

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Referencia:  Baigorri, A. (1982). "Una sequía provocada. La otra cara del clima del Estado". El Viejo Topo. Num. 64. pp 16-19

 

11.10.1981

La eficiencia energética de los cultivos (1981)


El proyecto "Navarra, Energía", encargado Jesús Bueno Asín, diputado foral de Industria a la consultora TAINA y dirigido por Mario Gaviria y Juanjo Aguas (que era quien tenía que controlar el desmadre administrativo y organizativo del equipo), fue tal vez el primer intento de análisis social de los problemas energéticos y concretamente de Plan Energético sostenible (entonces hablábamos más bien de ecodesarrollo), cuando esas cosas sonaban a chino en España exceptuando los trabajos parciales de Naredo y poco más. Quizás por eso el enorme tocho fue inmediatamente metido en un cajón por el gran cacique Jaime Ignacio del Burgo. Sin embargo, la influencia de aquel estudio estoy seguro de que fue enorme en los años siguientes. Yo trabajé con Maxi Beperet en el sector primario, y generé dos documentos. El que se recoge aquí basado en un análisis de cultivos, para el que Beperet, como técnico agrónomo, aportó los datos de partida, y una propuesta de Plan de Transformación en Regadíos "Pre-ecológica", pendiente de escanear, que incluía avanzadas ideas. 

"En la primera fase del estudio advertíamos de la necesidad de proceder a análisis sectoriales como la mejor forma de profundizar en las dificultades que las nuevas metodologías de investigación energética presentan. Con el paso del tiempo y la profundización de nuestros trabajos hemos podido observar cómo nuestro propio Balance (según ya advertíamos, de hecho, en los apartados dedicados a metodología), que pretendía utilizar y mejorar metodologías tímiadamente puestas en marcha en otros lugares, adolece de numerosos errores de interpretación, que de alguna manera pretendemos superar en este (...)Los análisis energéticos hay que hacerlos con sumo tacto. El boom que la "perspectiva energética" ha supuesto en los últimos años, a raíz sobre todo de los sucesivos aumentos del precio de la energía derivada del petróleo (y por contagio de todo tipo de energías) ha provocado multitud de aproximaciones al problema. Pero ni existía una tradición científica de preocupación por el tema ni existen por tanto elementos  de base suficientes. La Energética, como ciencia social (y no en los aspectos tecnológicos del asunto) se está haciendo, poco a poco, en cada uno de los intentos de análisis que día a día vamos haciendo en distintos países.Lo novedoso de la cuestión inclina, sin embargo, a sobrevalorar su importancia más allá de la mucha que ya tiene, lo que hace escorar muchos análisis y conclusiones. La falta de documentación es ostentosa; la unificación de criterios brilla por su ausencia, y terminamos por encontrarnos para cada cuestión con decenas de interpretaciones divergentes, índices de conversión energética distintos, balances, en fin, dispares. Deben tomarse con suma precaución todo tipo de análisis por ahora, incluidos por supuesto los nuestros.Pero lo más importante es que no sobrevaloremos el tema energético. Pues, tal y como durante años se ha caído (y se sigue cayendo) en un estéril economicismo que ignoraba cualquier otro elemento no cuantificable y medible en términos monetarios, también ahora podemos caer en una especie de "energetismo" que nos conduzca a despreciar cuestiones sociales, culturales o aún económicas. Es el error en que están cayendo no pocos investigadores, el de despreciar cuantos elementos no son medibles en kilocalorías.En resumidas cuentas, no se pueden condenar alegremento productos, sistemas de producción, instrumentos de trabajo, en aras de la eficiencia energética, tal y como en otros tiempos (y aún hoy en numerosas áreas de investigación y Poder) se hacía en aras  de la eficiencia y la rentabilidad económicas. El análisis energético es un complemento que puede sernos de gran utilidad para racionalizar nuestro modo de alimentarnos, vestirnos, movernos o divvertirnos, en suma de vivir. Pero, como les ocurre a tantos economistas con el dinero, corremos el riesgo de olvidarnos de que lo importante no es la energía en sí, sino el hombre. Confundiendo nuevamente los medios con los fines, la absoluta racionalidad energética puede conducir a una dictadura de la kilocaloría no menos peligrosa que la del dólar .Sobre este tema podemos ver numerosos ejemplos a lo largo de los distintos capítulos de esta segunda entrega de análisis agrarios. Así, veremos aquí, al estudiar la eficiencia de los cultivos, cómo determinados cultivos, que teóricamente podrían ser "condenados" por su baja eficiencia energética, deben mantenerse a pesar de ser deficitarios por cuestiones culturales, nutritivas, sociales y económicas. Es el caso especialmente de las hortalizas que, a pesar de su paradigmático pimiento precisa de 2 Kcal para producir una sola, es base de la dieta placentera de la población navarra (espárragos, pimientos, tomates, lechugas...); tiene un alto contenido en vitaminas que no hallamos en otros alimentos más eficientes energéticamente; es socialmente interesante porque genera muchos más jornales que otros cultivos; y por fin económicamente es mucho más satisfactorio para las economías familiares de los agricultores.Y veremos más adelante, al desarrollar nuestra propuesta de nuevos regadíos de tipo "pre-ecológico" (hemos "inventado" esta palabra porque creemos que define perfectamente, según se verá en su momento, el conjunto) cómo no es lo más importante (aunque no deje de tener su importancia) el intentar rebajar los inputs energéticos de los cultivos, en tanto siempre los descensos en inputs provocarán también menores rendimientos, no deseables a largo plazo. Por el contrario, el objetivo más importante a perseguir es que los inputs energéticos procedan de energías renovables y, a ser posible, generadas en el propio sistema agropecuario. Y, sobre todo, que el tipo de inputs empleados no tengan una influencia negativa en la composición y calidad de las tierras, como ocurre hoy.En suma, teniendo en cuenta que la agricultura es todavía, afortunadamente, un sector de bajo consumo energético en relación a los beneficios sociales y económicos que produce, el objetivo no es tanto reducir ese consumo (objetivo que sí debe ser prioritario en el resto de los sectores económicos) como tender a la autosuficiencia más completa posible   "
[estos planteamientos eran en realidad una crítica de los de José Manuel Naredo, asesor del equipo; no le gustó nada mi rebeldía epistemológica, que ya le había incomodado años atrás bastante en el informe "Extremadura Saqueada"]

REFERENCIA:
Baigorri, A. (1981), "La eficiencia energética de los principales cultivos de la agricultura navarra", en J.J.Aguas y M.Gaviria, dirs., Navarra, energía, TAINA, Diputación Foral de Navarra, inédito. 
Enlace al texto (por el mal estado del original, no he conseguido un OCR eficaz)

11.02.1981

La crisis, fiera zurrupia (1981)



Un artículo metafórico en la revista anarquista Bicicleta, en el que de una forma más desenfadada y utilizando cuentos populares aragoneses amplío las ideas planteadas en "Crisis e ideología de la crisis".
"el Poder económico está planteando como «nuevos» sectores punta reales la siderurgia (cuyo plan de reestructuración va a costar 144.000 millones y 5.800 jubilad-os forzosos), la construcción naval (que también será reestructurada prontamente), el cemento, el automóvil, el refinado de crudos y la petroquímica. O sea, los mismos sectores que han «empujado» nuestra economía desde 1960. O sea, los mismos sectores que nos están arruinando recursos, tiempo y fuerza de trabajo. O sea, los mismos sectores que van a constituir en el próximo futuro la base industrial de los paises en vías de desarrollo. Y todo ello apoyado por la clase obrera a través de sus representantes. Para este viaje no hacían falta alforjas."

REFERENCIA:
Baigorri, A. (1981), "La crisis, fiera zurrupia", Bicicleta. Revista de Comunicaciones Libertarias, Num 41-42 (noviembre), pp. 54-58
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