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Sobre la Red de Espacios Protegidos no tengo muchos elementos de juicio, en cuanto a la definición de los mismos. En cualquier caso, me parece importante resaltar el coste financiero, de gestión y político que tienen este tipo de reservas, por lo que no creo conve niente prodigarlos en exceso. Me parece mucho más importante invertir en todo aquéllo (casi todos los demás puntos) que influye directa e indirectamente en una conservación genérica, global y dispersa. Las reservas son más propias de territorios en los que sólo quedan pequeños reductos dignos de protección, mientras que en Extremadura prácticamente toda la región tiene valores objetivos. Ya se ha visto cómo la conversión de Monfragüe en Parque Nacional ha puesto en marcha las solicitudes de ampliación, y la inclusión en el mismo incluso de los Ibores/Villuercas. Es un tema delicado y costoso que se va de las manos fácilmente, y en realidad sólo satisfacen a los integristas del conservacionismo.
Por otra parte, una Red de Espacios Protegidos sólo puede ponerse en marcha y alcanzar éxito en la medida en que vaya acompañada de programas de promoción y desarrollo de las áreas en que se ubican. Salvo cuando se trate de áreas muy concretas y reducidas (esto es que afecten a muy pocos propietarios), no debería procederse a ninguna declaración de espacio protegido sin la realización previa de un estudio de desarrollo económico, social y cultural de la zona en que se ubique, que devenga en un Programa de Desarrollo. Las especies naturales están suficientemente estudiadas y conocidas; lo que hay que saber antes de ninguna actuación de este tipo es de qué viven, cómo piensan, de qué van a vivir y cómo van a pensar y actuar en el futuro los habitantes de ese espacio y su entorno.
Por otra parte, creo que es hora de empezar a distinguir entre la protección arqueológica, para el estudio y el disfrute de los naturalistas, y la protección realmente ecológica, para el conocimien to, uso y disfrute efectivo de toda la población. Ello podría llevarnos a introducir en Extremadura la figura de los Parques Regionales o Comarcales en los que se de una conservación de los ecosistemas existentes con una utilización turístico-recreativa intensiva, en un marco controlado. En la línea de lo que son las Casas de Campo(como Tres Arroyos en su concepción originaria en Badajoz), o en la línea de áreas protegidas de otras regiones como la Dehesa del Moncayo, que siendo un espacio altamente protegido constituye a la vez un espacio de recreo natural masivo.
Esta figura permitiría una conservación con menos cargas financieras, pues al igual que se hace en otros lugares, se trataría de espacios acotados y cerrados, en los que se pagaría por entrar, y en los que habría servicios que podrían generar ingresos (camping, cafetería- restauración, tiendas de productos regionales, librerías verdes, etc). No sólo conservarían la naturaleza, sino también los usos y costum bres que han producido esa particular naturaleza humanizada de la región: el público podría conocer la agricultura y la ganadería tradicional, la producción artesana de queso, vino, miel, aceite, etc. Poner en marcha dos o tres de estos parques en la región creo que tendría un fuerte impacto social, y de imagen tanto interna como externa, y potenciaría además fuertemente el turismo pues obviamen te ello se haría dentro de entornos con atractivos objetivos para el turismo rural, ecológico y cultural. Un buen punto para empezar, que podría aprovechar financiaciones comunitarias de INTERREG, sería la zona de la Codosera, en la raya con Portugal, a sólo 50 kms de Badajoz (130.000 Habitantes); pero por otra parte sería conveniente iniciar la experiencia sobre terrenos públicos, por lo que tal vez los Baldíos de Alburquerque podrían ser una alternativa si en la zona de la Codosera no hay disponibilidad suficiente (la ventaja de la Codosera es que hay un embalse previsto que enriquecería ambiental y turísticamente el parque)..
5.
La cuestión del reciclaje parte de unas limitaciones fuertes, por cuanto el Plan Regional de Resíduos Sólidos, ya puesto en marcha, me temo que no ha considerado en intensidad todas las posibilidades al respecto, especialmente en lo quer al reciclaje de materia orgánica (compostaje) se refiere. No obstante, se pueden hacer algunas - bastantes- cosas todavía, además de estudiar las posibilidades de adaptar la infraestructura del Plan de Resíduos a una política activa de reciclado.
Un programa interesante, a lanzar desde este área, y que no sé definir muy bien ahora mismo, sería una especie de programa de reciclaje total; es decir, que por un lado sirviese para difundir y extender la propia idea del reciclaje, tanto al resto de las administra ciones como a los agentes económicos y público en general, y por otro lado pusiese en marcha ámbitos de reciclaje muy diversos: no sólo los tradicionales del papel y el vidrio (que, con un poco de ayuda y promoción, creo que pueden ya dejarse plenamente a la iniciativa privada), sino de todos aquéllos productos de los que se encuentre documentación sobre métodos eficientes y más o menos rentables de reciclado; potenciar una bolsa (que creo que ya existe, pero muy apagada) de intercambio de resíduos entre empresas que puedan reutilizarlos; potenciar de forma más intensa y extensa iniciativas como las del Centro Reto de recuperación de drogadictos, de reciclaje de mobiliario y electrodomésticos (con lo cual se incidiría además en la creación de empleos tradicionales cada vez más demandados en las principales ciudades). Por ejemplo, una iniciativa que se me ocurre tendría cabida en este ámbito programáti co y que podría tener bastante impacto: un programa de recogida, de empresas y organismos públicos, de sistemas informáticos (ordena dores, impresoras, programas...) obsoletos pero que están en estado de uso; con ellos se podrían crear talleres formativos en zonas marginales, o incluso enviarlos a zonas subdesarrolladas de América Latina.
En lo que hace al vidrio y el papel, ya he dicho que la iniciativa privada, con un poco de ayuda, podría hacerse cargo de ello. Pero cabría intentar poner en marcha algunas experiencias, a lo mejor empezando no en ciudades (donde la implementación de programas experimentales de este tipo es bastante costosa) sino en pueblos grandes, de recogida selectiva. Podría estudiarse la viabilidad (económica y medioambiental) de una pequeña planta de fabricación artesanal de papel reciclado para usos específicos.
En el marco del reciclaje, y muy relacionado con la protección ambiental, cabría plantear un programa de regulación y control de los cementerios de automóviles.
6.
En lo que hace al sector forestal, podemos empezar relacionando este tema con el anterior, y en un marco mucho más amplio: el de los resíduos agrícolas (incluída la agroindustria), ganaderos y forestales. Sería interesante la puesta en marcha de un programa, en colabora ción con Investigaciones Agrarias, de recuperación de restos de biomasa, que según su origen y características pueden utilizarse para muchos menesteres: desde la fabricación de nuevos materiales (maderas artificiales), la producción de briquetas, producción de humus pàra su distribución como abono orgánico, e incluso la producción de biogás. Estos temas plantean muchos problemas, especialmente por la dispersión de los recursos, pero pueden hacerse cosas en la línea planteada.
En lo que a política forestal propiamente dicha se refiere, pienso que viene suficientemente definida desde Europa. Incluso la canalización de la reforestación a través de Agricultura (con toda lógica) me hace dudar sobre el interés de que la gestión forestal, como la caza, vuelvan a Agricultura (de no hacerse así, debería intentarse lo contrario: que fuese Medio Ambiente quien gestionase, o cogestionase, el tema de la reforestación). (...)"
Referencia:
Baigorri, A. (1994), Notas para un programa en materia de Medio Ambiente para Extremadura
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