8.09.1995

El paro agrario (1995)



Libro que recoge la investigación realizada en Extremadura en 1992, difundida en ese mismo año en edición fotocopiada, y en 1995 publicado como libro, sobre trabajo y desempleo en la Agricultura. La paginación no se corresponde exactamente, pues no está escaneado, sino recuperado de un viejo archivo de Word Perfect; por lo mismo muchos gráficos han perdido su legibilidad.

Para hacerse una idea del contenido, éstos son los epígrafes de eso que todavía no se llamaba entonces "resumen ejecutivo":


INTRODUCCIÓN, NOTAS SOBRE METODOLOGÍA, RESUMEN Y CONCLUSIONES 21
CAPITULO 1: INTRODUCCIÓN Y METODOLOGÍA 23
Agricultores y jornaleros 23  Modelos interpretativos 25   Sobre las técnicas y fuentes utilizadas 28
CAPÍTULO 2: RESUMEN, CONCLUSIONES, INSINUACIONES
31
(La despoblación de la agricultura española, 31. La agricultura
extremeña, en la incertidumbre, 33. La actividad y el empleo en el sector agrario extremeño, 35. El trabajo agrícola en el espacio y el tiempo, 39. Introducción al mercado de trabajo, 40. El paro agrícola en Extremadura, 43. Los antecedentes del subsidio y el PER, 48. El subsidio de desempleo agrario y el PER, 52. Una sociopatología del jornalero extremeño, 54. La formación ocupacional de los trabajadores agrícolas, 59. Los que salvan la cosecha: inmigrantes y temporeros en el mercado de trabajo agrario, 63. Los agentes sociales en el mercado de trabajo: contradicciones y desequilibrios, 67.)
REFERENCIA:

Baigorri, A. (dir) (1995), El paro agrario, Servicio de Publicaciones de la Diputación de Badajoz, Badajoz
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Sobre nacionalismo (1995)

Uno de tantos textos que se quedó en nada. Incluye un par de artículos publicados en prensa, y otras notas que en su momento se utilizaron en trabajos académicos, o en la licenciatura o en el doctorado, que debí plantearme ampliar en un momento dado pero que las vicisitudes diarias llevaron a que se quedasen en el "cajón" virtual.


"Como dijera Toynbee años antes de que estallase la Segunda Guerra Mundial, "la Historia está de nuevo en marcha". Apenas dos años después de que el torpe asesor reaganiano Francis Fukuyama proclamase el fin de la Historia, Europa se encuentra no ya haciendo Historia, sino incluso en tris de situarse, al finalizar el siglo XX, en la misma tesitura con que acabó el XIX: el Imperio Ruso de Yeltsin I planteando un expansionismo peligroso; las potencias exteriores promoviendo estados títeres en el Báltico; los Balcanes a punto de estallar; otros pequeños Estados emergentes, como Georgia, con líderes que exaltan a su población diciéndoles que "no está lejos el día en que el país será todo un ejemplo de grandeza para el mundo entero" (estamos hablando de la patria de Stalin)... Y Alemania, la Gran Alemania que no podía soportar estar dividida, apoyando subrepticiamente la desmembración de los Estados más débiles de su entorno.
Como siempre, no hay que preguntar '¿por qué?', sino '¿quién se benefi cia?', es decir, en términos funcionales a qué intereses materiales responde este fenómeno sociocultural. Por supuesto que la nación alemana, siempre Alemania, parece la gran beneficiada. ¿Para cuándo el IV Reich, cuánto tardará el volk en hacer de las suyas?. Pero aún en mayor medida se benefician los Estados Unidos, que mantienen así una Europa desunida. Tal vez los asesores de Bush se han creído las hipótesis de Jean Gimpel, que hablaban hace unos pocos años de una Gran Europa dirigida por una Rusia democrática.
(...)
Por todo esto, y algo más, la próxima guerra no derivará del enfrentamien to entre Socialismo y Capitalismo, entre el Este y el Oeste, ni tampoco entre el Norte y el Sur. La próxima guerra va a ser tan vulgar como casi todas las grandes guerras anteriores: el ansia expansionista de los nacionalismos
(...)
Por lo demás, este cúmulo de acontecimientos debería llevarnos a reflexio nar sobre si el camino elegido por España, hacia la plena integración en Occidente, ha sido el más apropiado. Sin comerlo ni beberlo (ahí está nuestro paseo por Irak y el que hemos estado a punto de hacer por Yugoeslavia) este país se está viendo envuelto en una dinámica internacional ciertamente peligrosa, de la que para bien o para mal llevábamos siglo y medio a buen recaudo. Y sin embargo (y el '92 debería ser una auténtica oportunidad) está todavía abierto el camino que podría convertir a España en líder del resto de países de habla hispana. Unos países que han heredado del nuestro un espíritu que no es aislacionista sino neutralista. Ese es el auténtico occidente de España, cuando vemos a dónde nos lleva nuestro norte oriental. A escoger entre serbios y croatas, entre rusos y lituanos, entre ingleses y alemanes... Por esta vía da igual de dónde, pero nos acabarán llegando los tiros de algún sitio.
(...)
por cuanto sistemáticamente en todas las elecciones de ámbito supraregio nal son las formaciones estatales las que obtienen la mayoría de los votos en Catalunya. Es decir, la mayor parte de la población censada en Catalunya opta por partidos que, en primer o segundo apellido, explícita o implícitamente, llevan el calificativo de español. Cuando los xarnegos pasan de la política, en las elecciones regionales, tan sólo los nacionalistas obtienen mayoría. Lo que de paso indica que algo no funciona en esa autonomía en la que millones de votantes pertenecientes a las etnias aragonesa, extremeña, riojana, navarra, andaluza, manchega... estiman que las elecciones regionales no van con ellos. Y, desde luego, algo muy similar a lo descrito en el párrafo anterior podría decirse del País Vasco (la particularidad de los gudaris y otros gamberrismos juveniles es justamente una de las esencias seculares vascas, forma parte de los ritos de paso en la cultura vasca, y no iba a terminar con ello el Estado de las autonomías; tan sólo decenios de paz democráti ca y modernización cultural pueden acabar con esas y otras salvajes muestras del folklore regional).
¿Qué ocurre, entonces, para que, en pleno desmelenamiento nacionalista de la periferia de Europa, las fuerzas hegemónicas del nacionalismo catalán y vasco destapen la caja de los truenos, y nos suelten a sus cancerveros, asustando al personal?
(...)
Es preciso serenarse. Porque si hay una xenofobia antiespañola (es decir, que afecta a todas las etnias españolas distintas de la vasca o la catalana) en vascos y catalanes, es avestrucil ignorar que por mucho Estado de las autonomías que nos ate no deja de haber mucha xenofobia anticatalana en otras muchas regiones españolas (los vascos caen mejor, pero la gente está demasiado harta de la condes cendencia nacional de Euzkadi para con los asesinos). Levantar las espadas no puede ser bueno para nadie, y mucho menos para catalanes y vascos que, como siempre ocurre a los ricos, tienen mucho que perder. Al fin y al cabo, ¿quién sino catalanes y vascos impidieron durante décadas la apertura de la economía española al exterior, para beneficio de sus obsoletas y cutres fábricas, obligándonos a pagar elevados precios por infinidad de productos que hubiésemos podido adquirir mucho más baratos en el exterior, y acusando encima secularmente a la España interior de ofrecer una débil demanda?. ¿Quién, en mayor medida que los vascos y catalanes del último siglo y medio, ha hecho a España tal y como hoy es?. Si no les gusta España, a nosotros tampoco. Pero aquí, desde hace cinco siglos, se está a las duras y a las maduras.
(...)
Razonemos con lógica. Resulta ridículo que el Gobierno se ponga nervioso, resulta grotesco que algunos intenten poner nerviosos a los militares, y resulta lamentable que todos nos pongamos nerviosos porque los militares se pongan nerviosos, es decir que sigamos teniéndoles tanto miedo. Primero, porque los militares lo único que tienen que hacer en estas cuestiones es callarse y obedecer al Gobierno, que para eso les pagamos (alucino cada año cuando hago la declaración de la renta y compruebo la cantidad de miles de pesetas que he pagado a los militares) entretanto nos ponemos el mundo de acuerdo y les buscamos otro oficio más productivo. Segundo, porque aún cuando llegase a darse el hipotético caso de plantear la autodeterminación de esas regiones, tanto los maquetos como los charnegos se encargarían de tirar por tierra los planes segregacionistas con sus votos. Y en consecuencia, resulta no ya ridículo sino antisocial que algunos irresponsables vascos y catalanes anden jugando a las adivinanzas, alentando con ello a que nuevos jóvenes guerreros incultos y sedientos de aventura y litrona se incorporen a las guerrillas.
Razonemos con lógica. Durante años, yo mismo he considerado que lo del País Vasco en realidad no me incumbía. Era una guerra sucia entre dos ejércitos y para mí ninguno de los dos tenía razón (por supuesto que antes pasé la viruela de defender a los abertzales, como todo progre que se precie en esta tierra [Aragón], y tuve por ello mis pequeños disgustos). Sufría, eso sí, aunque a alguno le suene a cursi, porque tres o cuatro de mis apellidos conocidos son vascones. Y algo tiene, rediez, ese pueblo, para que aún pasadas tal vez veinte o treinta generaciones en La Ribera, viaje uno a la Euskadi rural y sienta algo especial, indefinible pero real. En cualquier caso, al final el sentido común me ha obligado a entender que aquéllo me afecta. Y que uno no puede pasar, dando pábulo a la idea generalizada, entre ciertos sectores aberztales, de que cuentan con una cierta comprensión por parte de la izquierda más progresista en el resto del Estado. Si algún filósofo obtiene beneficio personal del hecho de apoyar a los guerrilleros carlistas, con su pan o su ego se lo coma. Pero si estimamos lógicos los puntos anteriores no es razonable que sigamos jugando a los modernos. ¿Cómo puede haber por tanto gentes que envían faxes a China, o apoyen la caída de las 'dictaduras' socialistas, a la par que defienden a los guerrilleros carlistas del Norte o el Este de la península? ¿Es acaso la lucha contra el Estado? ¿Pero no contra los Estados vasco o catalán?"




Referencia
Baigorri, A. (1995), Sobre nacionalismo, Inédito


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7.18.1995

Mujeres, hombres, viejos y niños (1995)

Este trabajo es el sumatorio de sucesivos trabajos, en el marco de informes de género (sobre la situación de la mujer o sobre el cambio social entre los hombres) o en los cursos de Doctorado, incluyendo algunos artículos de opinión en prensa, de forma que sufrió distintas versiones entre 1993 y 1995, siempre en circulación interna. Cuando estaba en el punto en que está era excesivo para publicarlo como artículo (y no había entonces revistas independientes del tipo en las que yo había venido publicando), y escaso para hacer un libro, no teniendo tiempo para ampliarlo. Así que se quedó así, utilizando como material docente, sin más difusión subsiguiente que Internet, desde que en 1998 hice mi primera página web.



"El título de este trabajo es 'ensayo sobre transformaciones demográficas, familia y realidad social en España'. Es decir, no se trata tanto de un ensayo monográfico sobre la Familia, sino que se intenta enmarcar el análisis en el conjunto de efectos macrosociales sobrevenidos a los cambios demográficos más recientes. Es en este conjunto de elementos en el que hay que situar, a mi juicio, los cambios operados en la situación de la mujer en España; tanto cuando la consideramos sujeto como si la observamos en cuanto que objeto del cambio social. Pues dificilmente puede entenderse lo que algunos autores denominan brecha generacional 1 entre las mujeres españolas -brecha que, por lo demás, se ha dado con anterioridad en otras sociedades más desarrolladas- sin considerar toda esta transformación medioambiental.
(...)
Y si estas posibles actividades de los ancianos presuponen una redefinición de ciertos status, la importancia cuantitativa de la población anciana induce a simismo cambios importantes en cuanto a la aparición de nuevos empleos relacionados con su cuidado, asistencia domiciliaria, ocio de la vejez, modificación de conductas patológicas para su conservación, cambios de actitudes, etc. Tradicionalmente, la vejez estaba relacionada con la decadencia, física, mental, social, económica... Los viejos eran, esencialmente, un problema, y así se siguieron viendo (sólo que como un problema de magnitud creciente) en las primeras etapas del envejecimiento de las sociedades occidentales. El propio temor a la quiebra del sistema de protección no es sino un reflejo de esa preocupación. (...) Sin embargo, la realidad es que, pasadas las primeras décadas de sorpresa por el fenómeno del envejecimiento masivo, se observa ya cómo la vejez se está convirtiendo en una poderosa fuerza social (con un fuerte pe so electoral), aún cuando la literatura especializada en la cuestión sigue presentando tintes tremendistas, o cuando menos pesimistas. Se acrecienta su prestigio, se recupera su influencia en el entorno familiar (según veremos luego, derivado de su creciente aportación, en dinero, tiempo y experiencia, a l bienestar ma terial de la familia), constituye un sector económico en alza, a pesar de que resulte obvio que "en las sociedades occidentales (sic.) las personas tras la
jubilación sufren progresivamente un decrecimiento de sus ingresos"(BAZO, 1990;22). De hecho, una reciente encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas muestra que, pese a los lamentos más o menos literarios, un 86% de los ancianos se encuentra satisfecho con su entorno familiar y social (CIS, 1989). Incluso en términos de salud, y según otra encuesta realizada en la misma época por el Ministerio de Sanidad y Consumo, tan sólo un 3,7% de la población mayor de 60 años declara sentirse muy mal o muy enferma, mientras que por el contrario un 28% declaran sentirse bien o muy bien, y un 50,3% se encuentran regular, con algunos achaques (citado en CIS, 1989; 24).
De su importancia económica dan muestra estas palabras: "El sector turístico se ha encontrado con una fuente de ingresos que ha supuesto la recuperación o, cuando menos la supervivencia, de muchas empresas y establecimientos abocados a desaparecer (...) Una inversión de más de 5.500 millones de pesetas y la generación de una riqueza indirecta de otros 26.000 millones son los datos...". Aun cuando es difícil entrever qué efectos concretos van a tener todos estos cambios en la sociedad española, en mi opinión van a darse, y van a ser muy profundos, en los próximos años.
(...)
Como unidad de producción la importancia de la famlia ya no es tan manifiesta, como he dicho, pero en mi opinión asistimos a una recuperación indirecta, a veces intangible, casi ectoplásmica, de la misma. El primer elemento que nos aporta luz es una reinterpretación del retraso
en la edad de matrimoniar. Teniendo en cuenta la reducción de la natalidad, la crisis de la vivienda en los años '80, el largo periodo de crisis económica (que abarcó el primer lustro de la década) y sobre todo el fenómeno del paro (o, en mayor medida, la inseguridad del empleo), podría pensarse en una tendenc ia a aprovechar la infraestructura residencial y económica de la familia durante el mayor tiempo posible."



Referencia:
Baigorri, A. (1995), Mujeres, hombres, viejos y niños, Documento de Trabajo, Universidad de Extremadura










6.07.1995

Un pacto de manos libre para el fortalecimiento de las Izquierdas (Cayo Larralde)

En 1995 se celebraron elecciones autonómicas, y este fue el resultado en Extremadura


A nivel nacional primaba en IU la línea dura de Anguita que antes prefería apoyar a Aznar que colaborar con el PSOE, ilusamente convencido de quizás pudiera llegar a dar lo que entonces se denominaba sorpasso, esto es la superación de los comunistas, en alianza con otras fuerzas, a los socialistas. En Italia había sido fácil porque el PC había sido un poderoso partido desde 1945, mientras que los socialistas estaban divididos y siempre había sido una fuerza débil. El resultado en Extremadura, teniendo en cuenta las consignas nacionales, era complicado. Anguita prefería pactar con el PP antes que con el PSOE. Pero el entonces secretario general de IU en Extremadura, Ricardo Sosa, que procedía en origen del PTE y no del PCE y tenía unos ideales más libertarios que comunistas, no terminaba de estar por la labor (de hecho, no duraría mucho como secretario general). Hubo unas largas semanas de negociaciones, idas, venidas. Yo tenía una estrecha  amistad entonces con Sosa (IU), con quien había coincidido en mis "batallitas" por el Guadiana, el Casco Viejo o la Calle Mayor, e Ibarra (PSOE) por su parte seguía atentamente mis trabajos y artículos de opinión. En ese marco publiqué en el periódico Extremadura (o ya El Periódico de Extremadura, no recuerdo ahora y no lo tengo a mano) este artículo, pero preferí hacerlo con seudónimo (tomando el nombre de mi abuelo y el apellido de mi abuela paternos) para no tomar protagonismo.


"Se acaban de dar dos pasos importantes en la región; no sólo para garantizar la gobernabilidad de las instituciones, sino también para posibilitar una recuperación de la cultura de la izquierda, tras casi una década de neoliberalismo, postmodernismo, diseño y lentejuelas. Ciertamente que estos males no se han dado en Extremadura con la misma intensidad que en Madrid o en otras regiones españolas, y por ello mismo el castigo infligido por los electores a los socialistas extremeños ha sido moderado. Del mismo modo que en tantas otras cuestiones socioeconómicas, parece que también en política andamos con algo de retraso; lo que se ha producido en Extremadura en 1995 ha sido el equivalente al aviso que, en 1993, recibió el PSOE a nivel nacional: o se retoma una política significadamente de izquierdas, o se acabó lo que se daba. Porque, y esto es de sentido común, una política de derechas puede hacerla con mayor efectividad la propia derecha.

Sin embargo, los resultados electorales también han puesto de manifiesto un fenómeno tremendamente importante para quien quiera entenderlo: el electorado de izquierdas prefiere que el giro a la izquierda lo realice el propio partido que encarna el reformismo socialista, y asigna a IU un papel muy específico, como conciencia de la izquierda. El electorado de izquierdas ha advertido a IU que si sigue soñando con el sorpasso acabará dándose el tortazo. Ni España es Italia, ni Mérida es Madrid, ni el PSOE es el PSI, ni IU es el PDS -que es un partido, no un magma, y que se ha homologado con la socialdemocracia.

Pero vayamos a los pasos.

El primero lo ha dado, en rápida respuesta a la nueva situación surgida, Juan Carlos Rodriguez Ibarra, al ofrecer al resto de las fuerzas de izquierda -agrupadas en este momento bajo las siglas de IU-, un giro a la izquierda si cuenta con su colaboración. Es un paso más trascendente de lo que a primera vista puede parecer, porque su oferta conlleva, implícitamente, un compromiso por aplicar los resultados del posible pacto regional a la política del Estado. Y es un paso que ha supuesto un ejercicio de humildad que hay que valorar con menos ligereza de lo que se está haciendo.

El segundo paso, aunque tímido y asustadizo, lo ha dado Ricardo Sosa. No al negarse, según los dictados de Anguita, a un pacto global o de gobierno. Sino al dejar abierta -y esto seguramente por iniciativa propia- la puerta a un acuerdo. Ciertamente que ante la oferta por parte de Ibarra de aplicar parte del programa de IU -se supone que uno se presenta a las elecciones territoriales para conseguir que se aplique un programa determinado en este territorio- resulta un poco extraña la negativa inicial; pero hay que comprender que los partidos políticos se deben también a unas estrategias propias, no sólo a unos intereses generales, y además IU tiene motivos suficientes para desconfiar del PSOE. Sosa quiere pruebas fehacientes de esa buena disposición de Ibarra, y éste se las tendrá que dar.

Las cartas están sobre la mesa, y ahora toca jugar. Y ello implica, por ambas partes, hacer caso omiso del duelo al sol que protagonizan, casi en términos de espectáculo circense, González y Anguita. Ni Ibarra puede admitir las pretensiones de González de negociar con dureza -¿dónde está la dureza negociadora de González frente a Pujol?-, ni Sosa puede repetir a pies juntillas el catón de Anguita: considerar que negociar con el PSOE de Ibarra es negociar con el PSOE del GAL, la beatiful people y la corrupción sería en el caso de Extremadura, además de injusto, un insulto al electorado, que ha otorgado a IU menos de un tercio de los votos otorgados al PSOE.

Ambos, Ibarra y Sosa, deben asumir con valentía el papel que les toca jugar en lo que ciertamente debe ser el laboratorio de la recuperación cultural y social de las izquierdas. Frente al González conducido de la mano por los poderes fácticos, manipulado por los pragmáticos de visa oro y toreado por los corruptos, Ibarra representa la honestidad a prueba de mangantes, la consistencia ideológica y la capacidad ilusionante. Frente al Anguita doctrinario, místico y autoritario, conservador del tarro de las esencias, Sosa representa la frescura de la izquierda utópica, atenta no tanto a las estrategias de partido o a la doctrina como a las nuevas demandas sociales, sin obsesión por el Poder, dialogante y cambiante con la sociedad. Y ambos, Ibarra y Sosa, creo que coinciden en un objetivo: el de modernizar esta región, sacarla del subdesarrollo secular, y extender las oportunidades vitales a toda la población que hoy las tiene limitadas. Un proceso que, se mire como se mire, ya ha puesto en marcha Ibarra en los años pasados.

¿Cuáles serían a mi modo de ver los criterios que deberían presidir un pacto de progreso para asegurar su perdurabilidad, en términos que yo denominaría como pacto de manos libres?. Al menos los siguientes:

1º. Se debe partir del reconocimiento mutuo de que tanto IU como el PSOE constituyen -al menos en Extremadura, que es de lo que por ahora se trata- fuerzas progresistas, democráticas y de izquierdas. Aunque esta cuestión parezca intrascendente, es a mi juicio la más importante, más aún tras las invectivas mutuas que se han lanzado durante la campaña electoral, y hasta la noche misma de las elecciones.

2º. Por lo mismo, debe haber un reconocimiento mutuo de buena voluntad, y un interés mutuo en el fortalecimiento, en conjunto, de las posiciones y la cultura de la izquierda. Aunque la desconfianza es buena consejera en un sistema de relaciones políticas esencialmente conflictuales, nada puede funcionar si se desarrolla bajo un régimen de sospecha permanente.

3º. En consecuencia, deben dejarse a un lado, por una y otra parte, las pretensiones de hegemonismo. La matemática variable de las urnas, o lo que es lo mismo la sabiduría del pueblo, determina la conveniencia de coexistencia de dos fuerzas de izquierdas que encarnen respectivamente el reformismo progresista y el utopismo. Este sistema es un lujo que pocas sociedades pueden permitirse.

4º. Bajo estas condiciones, resulta obvio que a IU no le interesa formar parte orgánica del gobierno de la región; en realidad, tampoco le interesa al PSOE, y posiblemente ni siquiera al interés común le interese -es una mera hipótesis- el roce doméstico que supondría un reparto de carteras. Aquí justamente está la esencia del pacto de manos libres: Ibarra debería formar un gobierno, bajo su exclusivo criterio, que reciba el visto bueno tanto del PSOE como de IU; un gobierno que sea capaz de representar el espacio de encuentro de ambas fuerzas, sin que ello represente un espacio porcentual ni nada que le parezca.

5º. Debe definirse -da igual que se haga previamente, o con posterioridad a la formación del gobierno- un espacio de encuentro: diez, veinte, treinta puntos programáticos comunes (no tienen por qué aparecer en ambos programas) que determinarían la acción del gobierno durante el primer año. IU se comprometería a garantizar el apoyo parlamentario para el cumplimiento de dichos puntos, el PSOE se comprometería a lo mismo, e Ibarra a ponerlos en marcha. El fondo y la forma del espacio de encuentro debería ser muy bien afinado, y debería tomarse como sagrado por ambas fuerzas, al menos durante ese primer año de prueba y error.

6º. Naturalmente, un paso previo a la formación del gobierno es la constitución de la Asamblea. Ceder la presidencia a IU creo que podría constituir una prueba suficiente para establecer una mutua confianza, y estéticamente siempre será preferible que sea la mayoría de la cámara -PSOE incluído-, y no el PP, quien otorgue la presidencia a IU.

7º-. El concepto de pacto global es un mero nominalismo, al que Ibarra no debería atarse de forma estricta. En realidad, el concepto de pacto de manos libres debería poderse aplicar simultáneamente en todos aquellos Ayuntamientos en los que se pueda arrebatar la alcaldía al PP, buscando también ese espacio común programático, pero no debe dramatizarse por ninguna de las partes si en algún municipio el acuerdo no es posible. Por otra parte, la limitación del gobierno municipal -las delegaciones deben recaer en concejales electos de uno u otro partido- podría superarse, en ese marco de confianza mutua que debe crearse para la negociación, mediante un mecanismo simple con el que ambas fuerzas se comprometerían inicialmente durante un año: ceder al menos las dos delegaciones más importantes a la fuerza que no obtenga la alcaldía.

8º. En aquellos puntos en los que no hay acuerdo, así como en aquellos otros de política nacional en los que hay divergencia, IU tendría por supuesto absoluta libertad de acción dentro y fuera de la Asamblea, incluso en el sentido de apoyar, en un momento dado, propuestas legislativas del PP (esto puede ser especialmente clave en el caso de constitución de Comisiones de Investigación). Ibarra debería asumir este riesgo, que debe entenderse como natural en sociedades democráticas y esencialmente conflictuales.

8º. Los acuerdos deben tomarse públicamente, con luz y taquígrafos. Los electores tienen derecho a conocer a pies juntillas lo que hacen sus representantes con los votos. Pero no es de recibo la pretensión de Anguita de que las bases aprueben cada acuerdo. Para que ese planteamiento fuese tomado como algo más que una táctica dilatoria, debería haber sido propuesta en términos de que fuesen los electores quienes otorgasen dicho acuerdo -pues de los votos que administra IU, sólo un ínfimo porcentaje corresponde a sus bases-; pero obviamente el caracter secreto del voto imposibilita su convocatoria. Los electores han querido que Ricardo Sosa -que es el que sale en las fotos, del mismo modo que lo hace Anguita en las generales- tenga cierta capacidad para empujar hacia la izquierda la acción de gobierno en la región, y esos mismos electores han querido que Juan Carlos Rodriguez Ibarra -que además de salir en las fotos, es el líder mejor valorado en las encuestas- dirija ese gobierno. Ahora les corresponde a los líderes designados por el pueblo el ejercer con paciencia ese encargo.

Extremadura puede constituir ciertamente, con algo de buena voluntad, un laboratorio. Sería importante para la región, y a medio plazo para el país. Ello implica un gran esfuerzo por las dos partes que deben poner en marcha el experimento, e implica un a priori fundamental, que otorga un plus de riesgo en las sociedades avanzadas: en ningún experimento están controladas todas las variables. Además, los intentos para impedir este pacto de manos libres van a sucederse, en primer lugar desde los creadores de opinión pública que han apostado hace ya tiempo por la derecha, pero también desde dentro del propio PSOE e IU. Confiemos en la entereza de Juan Carlos Rodriguez Ibarra, y en la imaginación de Ricardo Sosa."



3.16.1995

Del urbanismo multidisciplinar a la urbanística transdisciplinaria. Una perspectiva sociológica (1995)

En 1994 acabábamos de completar un equivalente-a-master de Urbanismo y Ordenación del Territorio, uno de aquellos que se financiaban por el Fondo Social Europeo para titulados titulados, por encargo de la Asociación de Sociólogos y Politólogos de Extremadura. Yo lo diseñé, lo dirigí, conseguí arrastrar a Badajoz a la crema del Urbanismo progresista e impartí varios módulos Sociólogos, geógrafos, economistas, abogados, arquitectos, participaron como alumnos. Como práctica conseguimos nada menos que unas NNSS, para un poblado de colonización recién independizado. La verdad es que fue algo espectacular, aunque algunos mostrencos (particularmente algún sociólogo) no le sacarán el partido potencial.

Uno de los textos que había elaborado para el master, y que luego utilicé en otros cursos de Urbanismo, fue este. Como yo creía que me había quedado un buen texto teórico, y que aportaba a la Sociología (que en el mainstream académico prestaba una atención insuficiente al Urbanismo propiamente dicho, aunque mucha a la vivienda y más aún a los rollos de Castells promovidos por el PCE, tan lejos de la realidad empírica española), se me ocurrió enviarlo a la única revista académica de Sociología que conocía, la REIS, No sé quién la dirigiría entonces, pero seguro que era alguien de quienes aparecen en esta página, porque llevan turnándose los mismos y alguna misma desde entonces.


Por supuesto, no lo encontraron "apropiado a la línea de la revista" o algo así (ha ocurrido dos veces, y por supuesto nunca habrá una tercera). Así que unos meses más tarde, cuando superé el trauma del rechazo, lo envié a Ciudad y Territorio, donde García Bellido lo acogió encantado, y eso que (descubrí después) en cierto modo le pisaba la propuesta de coranomía, que publicaría un poco después en la misma revista. Y oye, mejor. Porque busco un número al azar de la REIS de 1994, y cojo un artículo también al azar (busco que sea de alguien "influyente"), y ciertamente parece que mi artículo ha tenido bastante más impacto que los que sí eran "apropiados a la línea" (fuese cual fuese) de la revista. 

Mi artículo: 4 (Dialnet) 29 (Google Scholar) 250 (Búsqueda Google)  

Poquitos, aunque para ser un outsider y no estar en la nómina de los que alguien siempre le dice a alguien: "¡¿Y cómo no has citado a...?!", pues no está mal.

El de Juan Antonio Garmendia, catedrático: 0 (Dialnet) 15 (Google Scholar) 126 (Búsqueda Google)

Bastante más poquitos. Y bueno, algún otro hay en la revista que no tiene ni una cita. Pero eran apropiados.

No son tontería estas cosas, sobre todo cuando has aprendido que publicar en un sitio o en otro significa (no necesariamente porque sea mejor, ni porque tenga más impacto, sino porque sí) lograr o no un sexenio. Por ejemplo. Pero pelillos a la mar.


REFERENCIA Y ACCESO AL TEXTO COMPLETO

Baigorri, A., (1995), "Del urbanismo multicisciplinar a la urbanística transdisciplinaria. Una perspectiva sociológica", Ciudad y territorio: Estudios territoriales, Nº 104, págs. 315-328

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