6.07.1995

Un pacto de manos libre para el fortalecimiento de las Izquierdas (Cayo Larralde)

En 1995 se celebraron elecciones autonómicas, y este fue el resultado en Extremadura


A nivel nacional primaba en IU la línea dura de Anguita que antes prefería apoyar a Aznar que colaborar con el PSOE, ilusamente convencido de quizás pudiera llegar a dar lo que entonces se denominaba sorpasso, esto es la superación de los comunistas, en alianza con otras fuerzas, a los socialistas. En Italia había sido fácil porque el PC había sido un poderoso partido desde 1945, mientras que los socialistas estaban divididos y siempre había sido una fuerza débil. El resultado en Extremadura, teniendo en cuenta las consignas nacionales, era complicado. Anguita prefería pactar con el PP antes que con el PSOE. Pero el entonces secretario general de IU en Extremadura, Ricardo Sosa, que procedía en origen del PTE y no del PCE y tenía unos ideales más libertarios que comunistas, no terminaba de estar por la labor (de hecho, no duraría mucho como secretario general). Hubo unas largas semanas de negociaciones, idas, venidas. Yo tenía una estrecha  amistad entonces con Sosa (IU), con quien había coincidido en mis "batallitas" por el Guadiana, el Casco Viejo o la Calle Mayor, e Ibarra (PSOE) por su parte seguía atentamente mis trabajos y artículos de opinión. En ese marco publiqué en el periódico Extremadura (o ya El Periódico de Extremadura, no recuerdo ahora y no lo tengo a mano) este artículo, pero preferí hacerlo con seudónimo (tomando el nombre de mi abuelo y el apellido de mi abuela paternos) para no tomar protagonismo.


"Se acaban de dar dos pasos importantes en la región; no sólo para garantizar la gobernabilidad de las instituciones, sino también para posibilitar una recuperación de la cultura de la izquierda, tras casi una década de neoliberalismo, postmodernismo, diseño y lentejuelas. Ciertamente que estos males no se han dado en Extremadura con la misma intensidad que en Madrid o en otras regiones españolas, y por ello mismo el castigo infligido por los electores a los socialistas extremeños ha sido moderado. Del mismo modo que en tantas otras cuestiones socioeconómicas, parece que también en política andamos con algo de retraso; lo que se ha producido en Extremadura en 1995 ha sido el equivalente al aviso que, en 1993, recibió el PSOE a nivel nacional: o se retoma una política significadamente de izquierdas, o se acabó lo que se daba. Porque, y esto es de sentido común, una política de derechas puede hacerla con mayor efectividad la propia derecha.

Sin embargo, los resultados electorales también han puesto de manifiesto un fenómeno tremendamente importante para quien quiera entenderlo: el electorado de izquierdas prefiere que el giro a la izquierda lo realice el propio partido que encarna el reformismo socialista, y asigna a IU un papel muy específico, como conciencia de la izquierda. El electorado de izquierdas ha advertido a IU que si sigue soñando con el sorpasso acabará dándose el tortazo. Ni España es Italia, ni Mérida es Madrid, ni el PSOE es el PSI, ni IU es el PDS -que es un partido, no un magma, y que se ha homologado con la socialdemocracia.

Pero vayamos a los pasos.

El primero lo ha dado, en rápida respuesta a la nueva situación surgida, Juan Carlos Rodriguez Ibarra, al ofrecer al resto de las fuerzas de izquierda -agrupadas en este momento bajo las siglas de IU-, un giro a la izquierda si cuenta con su colaboración. Es un paso más trascendente de lo que a primera vista puede parecer, porque su oferta conlleva, implícitamente, un compromiso por aplicar los resultados del posible pacto regional a la política del Estado. Y es un paso que ha supuesto un ejercicio de humildad que hay que valorar con menos ligereza de lo que se está haciendo.

El segundo paso, aunque tímido y asustadizo, lo ha dado Ricardo Sosa. No al negarse, según los dictados de Anguita, a un pacto global o de gobierno. Sino al dejar abierta -y esto seguramente por iniciativa propia- la puerta a un acuerdo. Ciertamente que ante la oferta por parte de Ibarra de aplicar parte del programa de IU -se supone que uno se presenta a las elecciones territoriales para conseguir que se aplique un programa determinado en este territorio- resulta un poco extraña la negativa inicial; pero hay que comprender que los partidos políticos se deben también a unas estrategias propias, no sólo a unos intereses generales, y además IU tiene motivos suficientes para desconfiar del PSOE. Sosa quiere pruebas fehacientes de esa buena disposición de Ibarra, y éste se las tendrá que dar.

Las cartas están sobre la mesa, y ahora toca jugar. Y ello implica, por ambas partes, hacer caso omiso del duelo al sol que protagonizan, casi en términos de espectáculo circense, González y Anguita. Ni Ibarra puede admitir las pretensiones de González de negociar con dureza -¿dónde está la dureza negociadora de González frente a Pujol?-, ni Sosa puede repetir a pies juntillas el catón de Anguita: considerar que negociar con el PSOE de Ibarra es negociar con el PSOE del GAL, la beatiful people y la corrupción sería en el caso de Extremadura, además de injusto, un insulto al electorado, que ha otorgado a IU menos de un tercio de los votos otorgados al PSOE.

Ambos, Ibarra y Sosa, deben asumir con valentía el papel que les toca jugar en lo que ciertamente debe ser el laboratorio de la recuperación cultural y social de las izquierdas. Frente al González conducido de la mano por los poderes fácticos, manipulado por los pragmáticos de visa oro y toreado por los corruptos, Ibarra representa la honestidad a prueba de mangantes, la consistencia ideológica y la capacidad ilusionante. Frente al Anguita doctrinario, místico y autoritario, conservador del tarro de las esencias, Sosa representa la frescura de la izquierda utópica, atenta no tanto a las estrategias de partido o a la doctrina como a las nuevas demandas sociales, sin obsesión por el Poder, dialogante y cambiante con la sociedad. Y ambos, Ibarra y Sosa, creo que coinciden en un objetivo: el de modernizar esta región, sacarla del subdesarrollo secular, y extender las oportunidades vitales a toda la población que hoy las tiene limitadas. Un proceso que, se mire como se mire, ya ha puesto en marcha Ibarra en los años pasados.

¿Cuáles serían a mi modo de ver los criterios que deberían presidir un pacto de progreso para asegurar su perdurabilidad, en términos que yo denominaría como pacto de manos libres?. Al menos los siguientes:

1º. Se debe partir del reconocimiento mutuo de que tanto IU como el PSOE constituyen -al menos en Extremadura, que es de lo que por ahora se trata- fuerzas progresistas, democráticas y de izquierdas. Aunque esta cuestión parezca intrascendente, es a mi juicio la más importante, más aún tras las invectivas mutuas que se han lanzado durante la campaña electoral, y hasta la noche misma de las elecciones.

2º. Por lo mismo, debe haber un reconocimiento mutuo de buena voluntad, y un interés mutuo en el fortalecimiento, en conjunto, de las posiciones y la cultura de la izquierda. Aunque la desconfianza es buena consejera en un sistema de relaciones políticas esencialmente conflictuales, nada puede funcionar si se desarrolla bajo un régimen de sospecha permanente.

3º. En consecuencia, deben dejarse a un lado, por una y otra parte, las pretensiones de hegemonismo. La matemática variable de las urnas, o lo que es lo mismo la sabiduría del pueblo, determina la conveniencia de coexistencia de dos fuerzas de izquierdas que encarnen respectivamente el reformismo progresista y el utopismo. Este sistema es un lujo que pocas sociedades pueden permitirse.

4º. Bajo estas condiciones, resulta obvio que a IU no le interesa formar parte orgánica del gobierno de la región; en realidad, tampoco le interesa al PSOE, y posiblemente ni siquiera al interés común le interese -es una mera hipótesis- el roce doméstico que supondría un reparto de carteras. Aquí justamente está la esencia del pacto de manos libres: Ibarra debería formar un gobierno, bajo su exclusivo criterio, que reciba el visto bueno tanto del PSOE como de IU; un gobierno que sea capaz de representar el espacio de encuentro de ambas fuerzas, sin que ello represente un espacio porcentual ni nada que le parezca.

5º. Debe definirse -da igual que se haga previamente, o con posterioridad a la formación del gobierno- un espacio de encuentro: diez, veinte, treinta puntos programáticos comunes (no tienen por qué aparecer en ambos programas) que determinarían la acción del gobierno durante el primer año. IU se comprometería a garantizar el apoyo parlamentario para el cumplimiento de dichos puntos, el PSOE se comprometería a lo mismo, e Ibarra a ponerlos en marcha. El fondo y la forma del espacio de encuentro debería ser muy bien afinado, y debería tomarse como sagrado por ambas fuerzas, al menos durante ese primer año de prueba y error.

6º. Naturalmente, un paso previo a la formación del gobierno es la constitución de la Asamblea. Ceder la presidencia a IU creo que podría constituir una prueba suficiente para establecer una mutua confianza, y estéticamente siempre será preferible que sea la mayoría de la cámara -PSOE incluído-, y no el PP, quien otorgue la presidencia a IU.

7º-. El concepto de pacto global es un mero nominalismo, al que Ibarra no debería atarse de forma estricta. En realidad, el concepto de pacto de manos libres debería poderse aplicar simultáneamente en todos aquellos Ayuntamientos en los que se pueda arrebatar la alcaldía al PP, buscando también ese espacio común programático, pero no debe dramatizarse por ninguna de las partes si en algún municipio el acuerdo no es posible. Por otra parte, la limitación del gobierno municipal -las delegaciones deben recaer en concejales electos de uno u otro partido- podría superarse, en ese marco de confianza mutua que debe crearse para la negociación, mediante un mecanismo simple con el que ambas fuerzas se comprometerían inicialmente durante un año: ceder al menos las dos delegaciones más importantes a la fuerza que no obtenga la alcaldía.

8º. En aquellos puntos en los que no hay acuerdo, así como en aquellos otros de política nacional en los que hay divergencia, IU tendría por supuesto absoluta libertad de acción dentro y fuera de la Asamblea, incluso en el sentido de apoyar, en un momento dado, propuestas legislativas del PP (esto puede ser especialmente clave en el caso de constitución de Comisiones de Investigación). Ibarra debería asumir este riesgo, que debe entenderse como natural en sociedades democráticas y esencialmente conflictuales.

8º. Los acuerdos deben tomarse públicamente, con luz y taquígrafos. Los electores tienen derecho a conocer a pies juntillas lo que hacen sus representantes con los votos. Pero no es de recibo la pretensión de Anguita de que las bases aprueben cada acuerdo. Para que ese planteamiento fuese tomado como algo más que una táctica dilatoria, debería haber sido propuesta en términos de que fuesen los electores quienes otorgasen dicho acuerdo -pues de los votos que administra IU, sólo un ínfimo porcentaje corresponde a sus bases-; pero obviamente el caracter secreto del voto imposibilita su convocatoria. Los electores han querido que Ricardo Sosa -que es el que sale en las fotos, del mismo modo que lo hace Anguita en las generales- tenga cierta capacidad para empujar hacia la izquierda la acción de gobierno en la región, y esos mismos electores han querido que Juan Carlos Rodriguez Ibarra -que además de salir en las fotos, es el líder mejor valorado en las encuestas- dirija ese gobierno. Ahora les corresponde a los líderes designados por el pueblo el ejercer con paciencia ese encargo.

Extremadura puede constituir ciertamente, con algo de buena voluntad, un laboratorio. Sería importante para la región, y a medio plazo para el país. Ello implica un gran esfuerzo por las dos partes que deben poner en marcha el experimento, e implica un a priori fundamental, que otorga un plus de riesgo en las sociedades avanzadas: en ningún experimento están controladas todas las variables. Además, los intentos para impedir este pacto de manos libres van a sucederse, en primer lugar desde los creadores de opinión pública que han apostado hace ya tiempo por la derecha, pero también desde dentro del propio PSOE e IU. Confiemos en la entereza de Juan Carlos Rodriguez Ibarra, y en la imaginación de Ricardo Sosa."



3.16.1995

Del urbanismo multidisciplinar a la urbanística transdisciplinaria. Una perspectiva sociológica (1995)

En 1994 acabábamos de completar un equivalente-a-master de Urbanismo y Ordenación del Territorio, uno de aquellos que se financiaban por el Fondo Social Europeo para titulados titulados, por encargo de la Asociación de Sociólogos y Politólogos de Extremadura. Yo lo diseñé, lo dirigí, conseguí arrastrar a Badajoz a la crema del Urbanismo progresista e impartí varios módulos Sociólogos, geógrafos, economistas, abogados, arquitectos, participaron como alumnos. Como práctica conseguimos nada menos que unas NNSS, para un poblado de colonización recién independizado. La verdad es que fue algo espectacular, aunque algunos mostrencos (particularmente algún sociólogo) no le sacarán el partido potencial.

Uno de los textos que había elaborado para el master, y que luego utilicé en otros cursos de Urbanismo, fue este. Como yo creía que me había quedado un buen texto teórico, y que aportaba a la Sociología (que en el mainstream académico prestaba una atención insuficiente al Urbanismo propiamente dicho, aunque mucha a la vivienda y más aún a los rollos de Castells promovidos por el PCE, tan lejos de la realidad empírica española), se me ocurrió enviarlo a la única revista académica de Sociología que conocía, la REIS, No sé quién la dirigiría entonces, pero seguro que era alguien de quienes aparecen en esta página, porque llevan turnándose los mismos y alguna misma desde entonces.


Por supuesto, no lo encontraron "apropiado a la línea de la revista" o algo así (ha ocurrido dos veces, y por supuesto nunca habrá una tercera). Así que unos meses más tarde, cuando superé el trauma del rechazo, lo envié a Ciudad y Territorio, donde García Bellido lo acogió encantado, y eso que (descubrí después) en cierto modo le pisaba la propuesta de coranomía, que publicaría un poco después en la misma revista. Y oye, mejor. Porque busco un número al azar de la REIS de 1994, y cojo un artículo también al azar (busco que sea de alguien "influyente"), y ciertamente parece que mi artículo ha tenido bastante más impacto que los que sí eran "apropiados a la línea" (fuese cual fuese) de la revista. 

Mi artículo: 4 (Dialnet) 29 (Google Scholar) 250 (Búsqueda Google)  

Poquitos, aunque para ser un outsider y no estar en la nómina de los que alguien siempre le dice a alguien: "¡¿Y cómo no has citado a...?!", pues no está mal.

El de Juan Antonio Garmendia, catedrático: 0 (Dialnet) 15 (Google Scholar) 126 (Búsqueda Google)

Bastante más poquitos. Y bueno, algún otro hay en la revista que no tiene ni una cita. Pero eran apropiados.

No son tontería estas cosas, sobre todo cuando has aprendido que publicar en un sitio o en otro significa (no necesariamente porque sea mejor, ni porque tenga más impacto, sino porque sí) lograr o no un sexenio. Por ejemplo. Pero pelillos a la mar.


REFERENCIA Y ACCESO AL TEXTO COMPLETO

Baigorri, A., (1995), "Del urbanismo multicisciplinar a la urbanística transdisciplinaria. Una perspectiva sociológica", Ciudad y territorio: Estudios territoriales, Nº 104, págs. 315-328

Acceso al texto


1.27.1995

La Arqueología como factor de desarrollo socioeconómico: la creación de riqueza, creación de puestos de trabajo, incremento cultural (1995)

Ponencia para las Jornadas de Arqueología de Extremadura, Consejería de Cultura, Trujillo, 27 de enero, 1995


"La cuestión puede plantearse en lo sucesivo en los siguientes términos: el patrimonio histórico-artístico, en el caso que nos ocupa la arqueología, no constituye una carga social, sino por el contrario un recurso económico crecientemente valorado en el mercado. Y, como tal recurso, constituye un importante factor de desarrollo social y económico, especialmente en regiones de desarrollo lento como Extremadura. Puede discutirse si es factible esperar una rentabilidad económica de las inversiones en patrimonio, pero no parece discutible la conveniencia de buscarla, y sobre todo señalarla cuando se produce.
Lamentablemente, ni la Economía ni la Sociología se han ocupado todavía, en nuestro país, de estas cuestiones. La Sociología se aproxima a través de la Sociología del Consumo Cultural, pero hoy por hoy se centra casi exclusivamente en los bienes manufacturados y comercializados en el mercado (libros, música, cine, medios de comunicación, etc). En el caso de la economía no hay en España ni siquiera un acercamiento remoto a estos temas. Sin embargo, en los EEUU la industria de la cultura en su más amplio sentido ocupa a muchos economistas y sociólogos, y en algunos otros países, como Francia, son relativamente habituales incluso los estudios de impacto socioeconómico de las grandes inversiones en recuperación y/o conservación del patrimonio. Sólo la elaboración de este tipo de estudios de impacto positivo (a imagen, aunque en sentido inverso, de los estudios de impacto ambiental), para todas las actuaciones en este campo, permitiría de una parte justificar, jerarquizar y priorizar estas grandes inversiones en el sector público, y de otro lado promover las inversiones desde la iniciativa privada. Hoy sabemos al detalle el empleo directo e indirecto que genera una fábrica de coches, conocemos el proceso multiplicador de cada peseta invertida en el cultivo de patatas, pero -al menos en España, y particularmente en Extremadura- no conocemos los efectos económicos y sociales producidos en su entorno por cada peseta invertida en recuperación, restauración o gestión del patrimonio histórico-cultural. Desgraciadamente, como afirmaba recientemente Hernández-Gil, "no existe ningún organismo que se haya dedicado a sistematizar de forma global la información dispersa sobre el patrimonio cultural; tampoco se dispone de datos estadísticos fiables sobre el
funcionamiento del sector, ni de indicadores que permitan evaluar su incidencia social y las estrategias y políticas de actuación". En el caso de la Arqueología esta carencia está especialmente acentuada. (...)"
Enlace al texto completo

1.21.1995

Notas sobre la ciudad virtual (1995)

Desde 1994 andaba yo dándole vueltas al concepto de ciudad virtual. Estas notas, de principios de 1995, rescatadas de un viejo cuaderno, recogen lo esencial que iría desarrollando luego en artículos y en mi tesis doctoral.



















12.27.1994

Análisis ex-post de la formación ocupacional (1994)



"(...) 
1955-1973
(La gran hecatombe en medio del desarrollismo)
Puede decirse que el "Nuevo Estado", como gustaba autodenominarse el ­­Régimen anterior, arranca en términos económicos en los años '50. ­La Guerra Civil ha bloqueado las grandes posibilidades de desarrollo que con la actuación de órganos específicos de la República se habían abierto para Extrema­dura: regulación hidraúlica, regadíos, reforma agraria, industrialización... Los grupos dominantes han reaccio­nando volviendo a una agricultura y ganadería precapitalistas, sobre mínimos, eludiendo toda inversión y toda mejora de las estructuras (salvo en áreas muy concretas de las vegas más ricas). El fantasma del hambre se cierne sobre la región y sobre el conjunto del Estado, y justo en ese punto se ponen en marcha (en un intento de asegurar el abastecimiento nacional, tanto de alimentos como de otros productos industriales) los dos mecanismos que en mayor medida han condicionado la actual situación de la región: simultáneamente se desarrollan los grandes planes de transformación en regadío, en la región, y los grandes planes de industrialización en ­las grandes ciudades del Norte de España. Los programas de desarrollo agrario de Extremadura son sin embargo insuficientes, porque no persiguen mantener la población, sino únicamente la estrictamente necesaria para colaborar en el abastecimiento nacional, forzando la emigración del resto, especialmente de los más jóvenes, fuertes y dinámicos, a las grandes ciudades del Norte en las que se concentran las inversiones del Estado. En veinte años casi medio millón de habitantes emigran de Extremadura. Así y todo, en el periodo 1955-1973 la población que queda en la región hace un profundo esfuerzo de adaptación a los estándares de la economía nacional. Si en 1955 la tasa de actividad es de un 23,64 % en Badajoz y un 25,91 en Cáceres, frente a un 30,84% para el conjunto nacional, casi al final del periodo considerado, en 1971, las distancias se habían acortado sensiblemente, pues frente a una tasa del 39,58 % a nivel nacional, Badajoz ofrece un 36,22, y Cáceres incluso la supera con un 40,07 %. El esfuerzo es considerable si tenemos en cuenta la sangría migratoria, que ha dejado una población envejecida. En lo que hace a la distribución de la población activa por sectores, se da también una fuerte reducción de las distancias respecto del conjunto del Estado. La Administración consolida una infraestructura burocrática que supone un salto cualitativo y cuantitati­vo importante. La instalación del Institu­to Nacional de Colo­nización y el resto de organis­mos vincula­dos a a la gestión de los planes de trans­forma­ción en rega­dío, la ex­tensión de la Seguri­dad So­cial..., todo ello hará elevar­se notablemen­te el número de acti­vos en el Tercia­rio. En cifras abso­lutas el crecimiento de los Servicios (en los que la Administración siem­pre tiene una participa­ción impor­tante en la región) supone un aumento de más de 38.000 activos en Badajoz y 18.000 en Cáceres. Por su parte las transfor­ma­ciones deri­vadas de la ejecución de las in­fraestruc­turas vin­culadas a los planes de regadío supone un au­mento neto de la población activa industrial (más de 20.000 nuevos activos en la región), influyendo a su vez en el sector Servicios. Naturalmente, la incapacidad de aquellos grandes planes para activar todos los recursos de la región, y la incapacidad de la incipiente burguesía local, impiden absorber todo el crecimiento demográfico. No existe paro oficialmente reconocido en la región, porque el medio millón de extreme­ños que engrosarían esa estadística han marchado en busca de trabajo a otras regio­nes y países. En suma, poco antes de iniciarse la crisis económica de los '70, Extremadura sigue siendo todavía una región claramente subdesarrollada en relación con el resto del Estado, con una tasa de población activa agraria de casi un 53 % frente a un 28 % en el conjunto del Estado, una industria débil, y unos servicios todavía tercermundistas, con mucho subempleo y un fuerte peso de la Administra­ción. Esta situación, y sobre todo los orígenes de la misma, generarían la aparición del concepto de Extremadura saqueada.
1973-1983(De la crisis al autogobierno)
La ­larga crisis urbano-industrial ­supuso la apari­ción formal en Extremadu­ra del fenómeno del paro. Con mayor fuerza justa­mente que en otros territo­rios, al cerrarse la puer­ta de la emigra­ción y porque enseguida hará su aparición un efecto inducido: ­­el retorno de parados desde las ciudades industriales en crisis, que vienen a engro­sar la nómina del paro regional. Sin embargo, una consecuencia positiva e imprevista de este proceso va a ser la acumulación de un poten­cial de po­bla­ción activa creciente, que forzo­sa­mente acaba traduciéndose en un creci­mien­to de la activi­dad interior, al no existir la válvula de escape de la emigra­ción. Los retornados llegan con ahorros, pensiones, indemnizaciones, subsidios de desempleo, una cierta cultura capitalista y buenas relaciones con el exterior.
(...) "

 Referencia:
Baigorri, A., Fernández, R. (1994), "Análisis ex-post de la formación ocupacional en Extremadura", dentro del proyecto Análisis ex-post de la formación ocupacional en España, del  Fondo Social Europeo y la Fundación de la Universidad Autónoma de Madrid, TESYT, Badajoz

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