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2.04.1997

La Universidad del siglo XXI ya no existe (1997)

En medio de debates sobre proyectos de futuribles para la Universidad de Extremadura (la mitad de las nuevas carreras que planificaron como esenciales ya ni existen veinte años después, o agonizan sin apenas alumnos, evidenciándose que no respondían a un análisis de futuribles, sino a vulgares intereses de grupo, coporativos o incluso familiares), el diario HOY solicitó mi opinión. La asociación de sociólogos que entonces teníamos (Grupo Extremeño de Sociología, GES), de corta vida, había pedido además la implantación del título de Sociología. El artículo era objetivamente impublicable por largo, pero lo publicaron, utilizando dos páginas completas en días consecutivos. 

Desgraciadamente creo que muchos de los planteamientos de entonces siguen siendo plenamente válidos, porque la Universidad sigue con buena parte de sus defectos colgando de su espalda. Por los trasiegos de ficheros no es el texto definitivo publicado el que he podido recuperar, a cambio en el recuperado tengo algunas reflexiones sobre prospectiva que finalmente no incorporé totalmente, pero en el pdf pueden leerse ambos.







"En la medida que no sabemos cómo será el futuro más lejano, podemos inventarlo: tenemos abierto el campo para fijar nuestra utopía en un programa máximo. Y, en la medida en que sabemos bien dónde nos aprieta el zapato, nos planteamos un programa mínimo, congruente con la utopía pero que resuelva nuestras urgencias. Pero fracasaremos si pretendemos planificar el medio plazo. Pues el mesofuturo, el tramo que va del hoy -esa pequeña arruga del tiempo- a la Utopía, es el reino de la imprevisibilidad, el espacio del futuro inasequible, caótico por rendido al azar: allí surgen las crisis energéticas, las naciones se disgregan en luchas fratricidas, se hunden en la decrepitud los continentes mientras pueblos jóvenes emergen del hambre que aguza el ingenio... En treinta años Corea ha pasado del bambú a la High Tech, y París de centro mundial de la cultura y la intelligentsia a ciudad dormitorio de EuroDisney. 
En el siglo XVII, Bacon acertó en su Nueva Atlántida a señalar muchos de los avances técnicos y sociales del siglo XX. Acertó de lleno en la lejana utopía, mas no pudo prevenir ni su defenestración política como Lord Canciller -acusado de corrupción-, ni mucho menos imaginar la revuelta republicana de Cromwell que apenas veinte años después daría origen a la Revolución Burguesa y el parlamentarismo moderno. Y es que ya decía Herman Kahn, el gran prospectivista en el Hudson Institute que disfrutó imaginando los próximos 500 años, que cualquier modelo canónico de futuro proyectado a veinte o treinta años recoge casi únicamente "las esperanzas o los temores de algún grupo". Tenía razón: ¿qué han hecho los futurólogos, desde el Oráculo de Delfos a la Rand Corporation, sino (pre)decir a los príncipes lo que deben hacer... para continuar siendo príncipes?.
Diseñemos por tanto la Universidad que ahora mismo, en 1997, y no en el próximo siglo, necesita la región. Y hagámoslo teniendo presente no ese siglo XXI, que de seguro desbordará nuestras más locas fantasías, sino el mañana indeterminado de la utopía extremeña -entendida la utopía como una imagen estimulante e inspiradora de acciones concretas, capaces de modificar hacia mejor la realidad existente-. 
No busquemos que la Universidad se adapte a unas necesidades futuras de la sociedad a las que indefectiblamente llegará tarde, sino más bien una Universidad que capacite para la adaptación al cambio permanente, mediante una sólida base científica, cultural e incluso moral."

Referencia:
Baigorri, A. (1996), "La Universidad del siglo XXI no existe", Diario HOY, 3/4 de febrero de 1997, pag. 10

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5.27.1987

De lo que hay, y de lo que se podría (1987)


Este documento recoge los dos libritos que el desaparecido periódico EL DÍA de ARAGÓN editó en 1987, dentro de su colección de promoción de la lectura “Pensamiento y Cultura”. Los librillos (más bien panfletos, pues cada uno de ellos tenía apenas 60 páginas), en los que se recogían los artículos de opinión que publiqué en ese periódico entre 1982 y 1986. A ellos les pareció interesante publicar aquello, y a mí, que acababa de instalarme en Extremadura, me sirvió para mantener durante algo más de tiempo mi conexión ‘virtual’ con la que hace ya muchos años considero mi ex-tierra. En varios de los artículos incluí en el libro addendas, o bien comentando su impacto, o hechos posteriores relacionados.

La temática es muy diversa: medio ambiente, regionalismo, luchas por el agua, conflictos sociales, nacionalismo, identidad, cambio social, educación, etc.

Aún duró un poco más esa conexión virtual, y por eso he añadido como anexo algunos de los pocos artículos publicados en EL DÍA después de 1986 relacionados con Aragón.






Del Epílogo, del poeta y novelista (y obviamente amigo, Angel Delgado)

"Si yo fuese director general de Educación de Aragón -o de la ONU, mejor- pondría este libro (y otros' trabajos de Artemio, Gaviria, Silber, Borao, Labordeta, Guarc, Lucía, etc.) como área -ahora se dice así, creo-- obligatoria. La llamaríamos «Preparando un mundo más feliz», así de simple y dificil. Mientras llego, a ver qué consejero se atreve a empezar por alguna escuela de barrio o universidadpopular. ¿...ve usted, amigo lector?, Artemio crea sueños. Y el sueño es un radical, porque es libre, y como no tiene miedos ve que pueden ganarse todas las batallas. Habrá que decirle que no sea tan libre, porque encima de volvemos locos de tanto hacemos pensar, no podemos etiquetarlo ni criticarlo (acaso metemos la pata), y además nos da envidia. ¿O a lo mejor hay que darle las gracias, por esto...? Quizás es también un poco duro. Puede ser influencia del cierzo o de la boira. O de la soledad.Artemio Baigorri pertenece a los llamados (entre 1970-80) «ideólogos de la libertad », o «sociólogos de la base, los currantes y los militantes». Se hizo en la «Ebro's University» y perfeccionó técnicas en la «People's Luchas School».Enlazaría con los distintos movimientos o escuelas -machacadas a través de los siglos- de utópicos que harían suya aquella frase de Hegel: «la historia es el desarrollo de la idea de libertad». El quitaría lo de «idea». Debido a esta trayectoria, frente a los tecnócratas de poco ha que nos imponían la siesta o el «échate a dormir», o frente a los burócratas actuales que nos proponen la modorra, A. Baigorri termina siempre, aunque él no lo pretenda, sugiriéndonos la utopía, el sueño realizable y concreto. ¿Lo hacemos...?"
Referencia:
Baigorri, A. (1987), De lo que hay (y lo que se podría). Artículos 1982-1986, Tomos 1 y 2, Ediciones del Valle, Zaragoza

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12.14.1982

Rústico versus no urbanizable (1982)


Se trata de un artículo de opinión que escribí tras asistir a unas jornadas sobre planeamiento urbanístico en el espacio rural, en Palma de Mallorca en las que nos reunieron a una docena de expertos y de distintas regiones. Una de las particularidades que tiene este breve texto es que propone para la reforma de la Ley del Suelo una denominación, para los planes de Urbanismo, que terminó implantándose décadas más tarde: plan de desarrollo local. De esas jornadas, en las que coincidí con Ramón Fernández Durán, saldría el encargo de estudio sobre la agricultura periurbana de Madrid

 


RÚSTICO VS. NO URBANIZABLE

Artemio Baigorri

El Día de Aragón, 14/XII/1982


Hace tan sólo unos días, un pequeño grupo de profesionales del urbanismo y la ordenación territorial de casi todos los países del Estado nos hemos reunido en Palma para reflexionar juntos, durante varias jornadas, sobre los problemas que plantea la ordenación territorial y especialmente el planeamiento en “el rural”. La inquietud del Colegio de Arquitectos de Baleares por el tema y la voluntad de algunos de sus miembros han hecho posible este congreso.

 De entrada, si algo quedó claro y aceptado por todos fue precisamente la imposibilidad de encontrar fórmulas mágicas y remedios aplicables por igual en cualquier territorio. Las profundas diferencias entre los distintos países del Estado han impedido unas conclusiones globales generalizables a todos ellos. Cada uno de los ponentes pudimos extraer, con todo, conclusiones de interés para las diferentes áreas en que trabajamos. Y, por supuesto, unos cuantos puntos comunes,

Una ley del suelo incompleta 

La conclusión básica, punto de partida de nuestra reflexión, fue sin duda el olvido en que se ha dejado, en las últimas décadas, la ordenación del suelo rústico y, en general, de “el rural”. La propia Ley del Suelo de 1975 abandona, en su redacción definitiva, el concepto de suelo rústico de la Ley de 1956, para ser sustituido por el de suelo no urbanizable, con lo que se define a estos espacios en términos negativos, como lo que no es ciudad, lo que sobra y no se sabe muy bien qué hacer con ello. Por supuesto que también ha contribuido a este abandono un cierto espíritu panarquitectónico (del que no poca culpa tiene el hecho legal de que sean solo arquitectos e ingenieros de caminos quienes puedan firmar planes de ordenación, frente a la tradición más liberal de otros países desarrollados como los USA), por el cual lo único que interesaba durante estos años era qué, dónde, cómo y cuándo se podía construir. Y lo peor es que el complejo social ha terminado por convencerse de que eso es lo único que importa en el planeamiento. Con estos presupuestos, se desprende lógica la incapacidad de la Ley del Suelo para llevar a cabo una ordenación general de actividades en el suelo rústico, tal y como se hace en el urbano. Y, por extensión, la incapacidad de la Ley para abordar el planeamiento, tanto del suelo urbano como del rústico, en el medio rural. Salta a la vista la necesidad de una nueva Ley, sustitutoria o complementaria, que resuelva estas contradicciones, y que podría traducirse, en el medio rural, más que en planes puramente urbanísticos, en planes de ordenación y desarrollo local.

 Para la ordenación de estos territorios se convinieron como necesarias, de todo punto, normas de superior jerarquía con las que el poder local pueda evitar el desgaste que supone el continuo enfrentamiento, por problemas urbanísticos, con convecinos a los que están unidos por relaciones de vecindad, parentesco, laborales o incluso de tipo caciquil (baste recordar, a los conocedores del caso, las normas subsidiarias del Somontano Norte del Moncayo, donde pudo comprobarse en términos vivos esta problemática: las relaciones semi caciquiles existentes en algún núcleo hicieron caer a un equipo que intentó enfrentarse a una clara y grave infracción urbanística). Unas normas provinciales en permanente actualización, que delimiten muy estrictamente qué se puede y que no se puede hacer, como se está haciendo en Navarra y en el resto del País Vasco, o unas directrices de planeamiento del tipo de las elaboradas por COPLACO para el área metropolitana de Madrid, sería la pauta a seguir.

 Proteger el suelo cultivable

La necesidad de proteger, por los medios que sea, el suelo agrícola útil, sobre todo el regadío, parece asumida por todos. Frente a una “invasión urbana” que se manifiesta no sólo a través de la ocupación de suelo con fines residenciales (principal o secundaria), sino asimismo mediante salpicaduras de infraestructuras y dotaciones (autopistas, variantes, aeropuertos, líneas de alta tensión, cárceles, clubs recreativos, colegios, instalaciones y campos militares, grandes factorías, embalses, etcétera) siempre al servicio de ciudad. Más aun en una época, como la que se inicia, en que el sistema productivo se inclina hacia sectores (energía, alimentación...) y modelos (informatización y telecomunicación, producción subterránea domiciliaria...) que permiten y aun en ciertos casos precisan de la dispersión y la descentralización espacial, Fue general el criterio, en estas jornadas, de que la calificación de no urbanizable especialmente protegido debería ser norma de obligado cumplimiento en los planes de ordenación para el regadío, e incluso, en una región como la nuestra con tantos planes de riego pendientes, en los secanos “expectantes”, susceptibles de ser puestos en riego algún día. Y parece tambiền conveniente la elaboración, para el suelo rústico tal y como se hace para los casos históricos, de planes especiales que recojan toda su complejidad de usos.

 Pero la protección de las buenas tierras de cultivo no tiene por qué impedir, quedó claro, la satisfacción de ciertas necesidades sociales, típicamente aunque no exclusivamente urbanas, y profundamente sentidas, que en tantas ocasiones hemos defendido.

 De un lado está lo que pudiéramos llamar la segunda residencia popular, puesto que las clases pudientes ya gozan de la misma, o tienen medios para conseguirla.De no satisfacer esta necesidad, y además de encontrarnos a corto plazo con el campo plagado de parcelaciones ilegales y chalébolas, las clases populares sufrirían una vez más ese “coitus interruptus del obrero hispano” de que habla a menudo, en otro sentido, Gaviria. En una lectura demagógica pero real de los hechos, las gentes más humildes vienen a encontrarse con que ahora que por fin pueden imitar a su jefe, hacerse la casita, los propios gobernantes municipales a los que han votado se lo impiden.

 Parece que la solución pasa por la creación de suelo urbanizable (junto al suelo urbano cuando sea posible) de promoción pública, en malos terrenos y con una normativa muy detallada, así como un diseño e infraestructura extremadamente austeros. En todo caso, en contra del concepto de núcleo de población tan manido por culpa de la Ley del Suelo, siempre será mejor concentrar estas construcciones que dispersarlas por todo el territorio, contaminando el paisaje -y las aguas subterráneas- y haciendo desaparecer una mayor cantidad de suelo útil

 Por fin, los ya famosos huertos familiares, de los que tanto se habla en los últimos meses. Cada vez más necesarios, para aliviar no solo la asfixia psicológica de la ciudad, sino también la asfixia económica del paro. Hay dos vías interesantes para desarrollarlos sin que se conviertan en camuflaje de segunda residencia.

 La primera vía pasa indiscutiblemente por la promoción pública en terrenos de secano, transformables en regadío mediante pozos o elevaciones que para otras formas de explotación agrícola menos intensas no serían rentables. Los nuevos hortelanos ya se encargarían, con un poco de agua y tiempo, además de un breve cursillo en algunos casos, de convertir el erial en un vergel. Hay muchas fórmulas para la parcelación, adjudicación y control administrativo, y desde luego el Ayuntamiento puede incluso llegar a expropiar por fines sociales terrenos de secano de bajo precio, cuando no cuente con suelo público adecuado. Pero cabría incluso la promoción privada, con parcelaciones en base a la Ley de Reforma y Desarrollo Agrario, siempre que exista la posibilidad de mantener una adecuada vigilancia municipal para que las casetas de aperos de diez a quince metros cuadrados permisibles no se convirtieran en chalés. Convenios con los colegios notarial y de registradores de la propiedad permitirían que esas parcelas conservasen la vinculación a la prohibición de construir en ellas, con el fin de que el posible comprador conociese a la hora de la compra las cargas registrales, y no pudiera decirse engañado. 

Después de estas jornadas, y con independencia de la necesidad de grandes reformas legislativas en este sentido, estoy aún más convencido de que vamos contando ya con suficientes instrumentos de planeamiento como para permitir a los ciudadanos el goce de la naturaleza sin que ello suponga su destrucción. Pero corresponde ahora a los políticos el poner en marcha esas medidas, que tanto beneficiarían a sus administrados.





Referencia:
Baigorri, A. (1982), "Rústico versus no urbanizable", EL día de Aragón, 14/XII/82, pag. 4
Enlace

1.01.1982

Una sequía provocada. La otra cara del clima del Estado (1982)

 










"Los "aguólicos" industriales

Conviene diferenciar los dos tipos de problemas que la sequía ha venido causando en el territorio peninsular. Porque los efectos en el campo y en las ciudades son distintos, aunque parecidas sean las causas. Partamos primero de donde se dice: "Por turbia que esté,/no digas de esta agua/yo no beberé". Las dos ciudades que más problemas están teniendo con el agua en el Estado son sin duda Reus y Tarragona; problemas que no son específicos de la sequía, pero que se han agudizado con ésta. Huelva es otra de las ciudades que está con "alarma roja". Sin embargo, ¿puede culparse al cielo de que estas ciudades no tengan agua para beber? ¿O habrá que culpar al Estado, que permitió que junto a ellas se instalasen los complejos industriales más devoradores de agua que se conocen: las petroquímicas. En el Camp de Tarragona, la industria petroquímica consume tarta agua como todo el resto de la sociedad. Y se sigue soñando con ampliaciones, tanto en Tarragona como en Huelva, de un tipo de industrias que además son desastrosas y tercermundistas desde un punto de vista económico.

Hace un par de años tuve precisamente la oportunidad de estudiar detenidamente los efectos de las implantaciones petroquímicas en Huelva y el Camp de Tarragona, en el marco de una investigación para el CSIC sobre problemas medioambientales de las grandes ciudades (investigación cuyos resultados supongo que se cubren de polvo en algún sótano del CSIC o en los archivos de la Cátedra de Estructura Económica de la Universidad Autónoma de Madrid, con la que colaboramos en aquella ocasión un grupo de investigadores independientes). Implantaciones que han llevado a esos territorios la degradación espacial, urbana, ecológica, económica y humana, la tercermundización y ahora la sed.

La sed de las ciudades españolas no es únicamente producto de la sequía (aunque no digo que en todos los casos sea así) sino de la falta de previsión, planificación y escrúpulos. En unos casos, los ciudadanos no tienen agua porque se la chupan las industrias; que generalmente en España no se han localizado en función de la ubicación de recursos y materias primas, sino en función de caprichosos pareceres, compadreos políticos provincianos o disponibilidad de mano de obra servil y barata. En otras ocasiones, porque la periferia tercermundista del Estado no ha recibido el auxilio de los Gobiernos ni siquiera para asegurar el abastecimiento de agua potable. Este es el caso de tantos pueblos extremeños.

En cuanto a la sequía agrícola (creemos que la más grave desde todos los puntos de vista posibles), también tiene unas causas no meteorológicas. Unas causas y unos agentes provocadores; y para inte (...)"

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Referencia:  Baigorri, A. (1982). "Una sequía provocada. La otra cara del clima del Estado". El Viejo Topo. Num. 64. pp 16-19