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11.14.2015

Ruralía (2015)



"En tres siglos de Sociedad Industrial se haconsumado un proceso de urbanizacióngeneral del espacio, primero como crecimientodel número y tamaño de las ciudades, y luegocomo extensión de los hábitos culturales urbanos alconjunto del territorio. Hasta tal punto de que hoy, enlos países desarrollados, inmersos ya en la SociedadTelemática, la distinción entre espacios rurales y urbanoses meramente arbitraria. No es fácil percibir diferenciasen hábitos, actitudes y valores, y menos aúnen lo que se refiere a las estructuras y relaciones deproducción. Como vemos a diario en los noticiarios,lo rural y lo urbano sólo tienen peso específico cuandose ponen en juego las elevadas plusvalías que, enel planeamiento urbanístico, se derivan del trazado delas líneas de delimitación del suelo urbano o apto paraurbanizar.Y es que vivimos en una urbe global, cuyos intersticios(la Ruralia) ya no cumplen la función esencialde alimentarnos, sino un cúmulo de funcionesmucho más complejas; entre las cuales la de alimentarel espíritu es una de las más importantes; casi lamisma función que, en términos de micro-urbanismo,cumplieron los parques y las zonas verdes en la ciudadindustrial. De ahí la importancia que la conservacióndel patrimonio, primero biológico y paisajísticoy, ahora, también cultural (aunque en realidad tanto elpatrimonio biológico como paisajístico, mal llamadonatural, son productos culturales), ha adquirido en losúltimos tiempos.Hoy la supervivencia de esos mal llamados espaciosnaturales depende de que su entorno, lo que todavíallamamos espacio rural, esté habitado (vigiladoincluso, podríamos decir, a tenor del papel que alos rurales les toca hacer últimamente frente al desenfrenourbanizador de algunas promotoras inmobiliarias).Pero en la medida en que el omnipotente mercado,y la globalización, no permiten que la conservaciónde la población se base en la subsidiación de lasproducciones agroganaderas, se viene asumiendo laidea de que "el rural" debe ser un actor multisectorial:produciendo en el sector agrícola únicamente productosde alta calidad y con mucho valor añadido, eincorporando otras fuentes complementarias de ingresos,como las derivadas del turismo rural. En estemarco, la protección del patrimonio cultural (es decir,de los recursos heredados de las generaciones anteriores)deja de ser una imposición más "desde la ciudacl',para adquirir una dimensión mucho más compleja:una actitud esencial para la propia supervivenciade los rurales como grupo social."

Este artículo tiene su origen en otros trabajos
previos en los que he desarrollado más extensamente
(aunque quizás no tan sintéticamente) los conceptos
y planteamientos teóricos que aquí se exponen.
Particularmente los artículos "La urbanización del
mundo campesino" (1983); "Perspectivas globales.
Tendencias y desafíos planetarios entre los rurales "
(1992); "Delo rural a lo urbano " (1995); "De la terra ignota 
al jardin terrenal. Transformaciones en los usos y funciones del territorio
en la urbe global" (1998); "La naturaleza social de la naturaleza"
(1999), "De la cultura a las industrias culturales"
(1998) y "Modelos de desarrollo rural y sostenibilidad.
Enfoques para la Europa mediterránea" (2001). Así
como en alguno de mis libros: Agricultura periurba-
na (con Mario Gaviria, 1984) y Hacia la urbe global
(2001). 


REFERENCIA
Baigorri, A. (2015), "Ruralia: el jardín de la urbe global", en Luis Azurmendi, ed., Casas de Campesinos y pescadores, Litoral Atlántico, Santader, pp. 11-34

Acceso al texto completo



11.19.1998

De la Cultura y el Patrimonio a la Industria Cultural. Recogiendo frutos en forma de empleo y desarrollo socioeconómico...(1998)


El origen del texto estuvo en una ponencia, que luego se publicó en el Anuario de la Cultura de Extremadura 1998

    

"1.
Desde la constitución de los Estados nacionales modernos, la Cultura, y muy
especialmente el patrimonio histórico-artístico, se ha venido considerando como una
carga para la sociedad, que tendría asumida la necesidad de su generación,
mantenimiento y conservación sobre la base del sentimiento de identidad y la memoria
histórica de los pueblos. Si la Educación, componente esencial del producto cultural de
un pueblo, ha sido vista al menos desde la Revolución Industrial como una inversión
productiva, si bien a muy largo plazo, no ha ocurrido lo mismo con el complejo
cultural. Con independencia de su instrumentalización ideológica por parte de los
grupos sociales, lo que ha supuesto una rentabilidad política en muchas épocas, nunca
se ha esperado de ella una rentabilidad social de carácter económico.
Más aún, como hemos observado más detenidamente cuando hemos estudiado desde
esta perspectiva el patrimonio histórico-artístico(1), desde esta posición idealista,
organicista, de corte conservador (en todos los sentidos) se producía incluso un rechazo
a cualquier especie de consideración de tipo economicista sobre lo que se consideraba el alma de la patria.
De alguna forma se ha pretendido, en un mundo regido por las leyes de mercado, que la
Cultura se guiase por reglas morales, como si se tratase de una parcela aparte del mundo
material, como la religión o las buenas maneras. El propio consumo conspicuo de obras
de arte por parte de las clases altas, como muy bien señaló Thorstein Veblen hace un
siglo, no se ha hecho tradicionalmente sobre la base de cálculos económicos, sino como
una forma de despilfarro ofrecida como símbolo de riqueza y poder absolutos(2).
2.
Hoy, naturalmente a posteriori, podemos decir que sencillamente el mercado, en su
proceso expansivo por el que ha venido abarcando cada vez más facetas de la vida
humana, no había alcanzado todavía un nivel de diferenciación suficiente como para
introducirse, mercantilizándolo, en el universo cultural..."

Enlace al texto completo


Ref.: Baigorri, A. (1998), "De la Cultura y el Patrimonio a la Industria Cultural. Recogiendo frutos en forma de empleo y desarrollo socioeconómico",  Anuario Cultural de Extremadura 1998, Consejería de Cultura y Patrimonio, Mérida, pp. 80-83


1.27.1995

La Arqueología como factor de desarrollo socioeconómico: la creación de riqueza, creación de puestos de trabajo, incremento cultural (1995)

Ponencia para las Jornadas de Arqueología de Extremadura, Consejería de Cultura, Trujillo, 27 de enero, 1995


"La cuestión puede plantearse en lo sucesivo en los siguientes términos: el patrimonio histórico-artístico, en el caso que nos ocupa la arqueología, no constituye una carga social, sino por el contrario un recurso económico crecientemente valorado en el mercado. Y, como tal recurso, constituye un importante factor de desarrollo social y económico, especialmente en regiones de desarrollo lento como Extremadura. Puede discutirse si es factible esperar una rentabilidad económica de las inversiones en patrimonio, pero no parece discutible la conveniencia de buscarla, y sobre todo señalarla cuando se produce.
Lamentablemente, ni la Economía ni la Sociología se han ocupado todavía, en nuestro país, de estas cuestiones. La Sociología se aproxima a través de la Sociología del Consumo Cultural, pero hoy por hoy se centra casi exclusivamente en los bienes manufacturados y comercializados en el mercado (libros, música, cine, medios de comunicación, etc). En el caso de la economía no hay en España ni siquiera un acercamiento remoto a estos temas. Sin embargo, en los EEUU la industria de la cultura en su más amplio sentido ocupa a muchos economistas y sociólogos, y en algunos otros países, como Francia, son relativamente habituales incluso los estudios de impacto socioeconómico de las grandes inversiones en recuperación y/o conservación del patrimonio. Sólo la elaboración de este tipo de estudios de impacto positivo (a imagen, aunque en sentido inverso, de los estudios de impacto ambiental), para todas las actuaciones en este campo, permitiría de una parte justificar, jerarquizar y priorizar estas grandes inversiones en el sector público, y de otro lado promover las inversiones desde la iniciativa privada. Hoy sabemos al detalle el empleo directo e indirecto que genera una fábrica de coches, conocemos el proceso multiplicador de cada peseta invertida en el cultivo de patatas, pero -al menos en España, y particularmente en Extremadura- no conocemos los efectos económicos y sociales producidos en su entorno por cada peseta invertida en recuperación, restauración o gestión del patrimonio histórico-cultural. Desgraciadamente, como afirmaba recientemente Hernández-Gil, "no existe ningún organismo que se haya dedicado a sistematizar de forma global la información dispersa sobre el patrimonio cultural; tampoco se dispone de datos estadísticos fiables sobre el
funcionamiento del sector, ni de indicadores que permitan evaluar su incidencia social y las estrategias y políticas de actuación". En el caso de la Arqueología esta carencia está especialmente acentuada. (...)"
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