" Aunque no esté formulada una Sociología del Agua, o una Antropología del Agua, pese a las modestas aproximaciones que algunos hemos hecho, sin embargo una Política Hidraúlica (término que prefiero, por más exacto, al de planificación) no puede basarse, si quiere ser eficiente, justa y perdurable, exclusivamente en criterios técnicos, económicos o aún jurídicos, sino también, en criterios sociales. No en vano el agua ha sido, como he insistido en repetidas ocasiones, la causa de los primeros conflictos sociales conocidos en España, que datan de la época de la colonización romana1. Y sigue siendo la causa de algunos de los más agudos conflictos sociales de las últimas décadas, sea por la ubicación de embalses, sea por el reparto de agua entre pueblos, sea por los trasvases intercuencas (...)
Tal vez lo que voy a decir parezca injusto para con un documento que, en otros aspectos, hace notables aportaciones, pero da la impresión de que los regadíos se hayan utilizado única y exclusivamente como instrumento metodológico para justificar los trasvases1. Los tecnocráticos y antiagrarios Planes de Desarrollo, aún tratando una temática mucho más amplia, eran mucho más generosos con el regadío que este documento, monográficamente dedicado a un elemento del que, por casualidad, el regadío es el principal consumidor. Parece cual si los ingenieros del MOPT ahora lo fuesen sólo de Caminos y Puertos, y no de Canales, habida cuenta del poco aprecio que les tienen.
(...)la contradicción evidente en que se cae en la memoria del Plan. Pues de un lado se reconoce que "el regadío permite una mayor diversificación de cultivos, más capacidad de adaptación a los cambios en la demanda, y aumento en la garantía en la producción", es decir elementos claramente positivos desde una perspectiva ecosistémica; pero de otra parte, como ya empieza a ser aburridamente habitual, se utilizan argumentos bioecológicos como arma arrojadiza contra el regadío. Parece que el regadío, y no las industrias químicas, no las centrales nucleares, no los vertidos urbanos, fuese el principal culpable del lamentable estado en que se encuentran los ríos españoles. Se llega a decir, por ejemplo, que los acuíferos más degradados desde el punto de vista de la contaminación "se corresponden, como es lógico (cito textualmente), con sectores rurales de intensa explotación agrícola". Sin duda las petroquímicas, las explotaciones mineras, las grandes áreas metropolitanas, las parcelaciones de segunda residencia o las urbanizaciones del litoral no guardan relación con los acuíferos más contaminados, a juicio de los redactores de la memoria del Plan.(...)En primer lugar, las tendencias en la agricultura de los países ricos parecen ir ahora mismo hacia la concentración. Concentración en la gestión, pues los agricultores necesitan cada vez más tierra y mayores producciones brutas para sobrevivir, dado el valor decreciente de la unidad de producto; y concentración en el territorio, promocionándose tanto en la UE como en los EEUU el abandono de tierras marginales, pues simultáneamente y de forma contradictoria con lo anterior se exigen reducciones globales de la producción para evitar excedentes. El regadío es sin duda la mejor respuesta a este desafío, a esta reconversión, pues concentra in intenso, y no in extenso. Sólo sólo este tipo de concentración puede permitir la extensificación de la agricultura que hoy se desea: permite obtener más, y además sin aumentar proporcionalmente los inputs energéticos (salvo que el regadío se base en sistemas antiecológicos(...)en términos científicos no es sostenible el calificar de ecosistema natural a la dehesa, que es una tecnología productiva determinada por el latifundio y la baja densidad demográfica, y basada como todas las tecnologías agrarias en la selección artificial de especies, mientras se tacha de ecosistema artificial al regadío. Las huertas milenarias de los pequeños valles afluentes del Ebro, de muchos valles de Cataluña y el Levante, del Norte de Extremadura, de tantas otras zonas españolas, son ecológicamente mucho más ricas que algunos espacios supuestamente naturales mitificados por los que yo llamaría eco-4x4, en honor a los vehículos con los que les gusta patear el campo.(...)
En suma, se trata de encontrar un equilibrio entre los ecosistemas agrícolas tradicionales, más autorregulados, con menores necesidadades de energía externa, pero menos productivos, y los ecosistemas agrarios modernos, altamente productivos pero poco estables, poco autosostenibles, energéticamente poco eficientes y altamente contaminantes. Por ello he abogado repetidamente porque la transformación en regadío debe plantearse no sólo en términos productivos, sino asimismo ecológicos. Y no pienso tanto en los estudios de impacto ambiental, que van orientados a aspectos de conservación muy particulares, como en una concepción mucho más rica del diseño. Yo no hablaría más de transformación en regadío, sino de diseño de huertas. "
REFERENCIA:
Baigorri, A. (1993), Intervención en Jornadas de Planificación Hidrológica, Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, Madrid
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