Amigos
de otros tiempos, prima di la revoluzione, osea antes de la
década ligth, me miran sorprendidos. Denuncié los peligros
sociales de los ordenadores y hoy me rodeo de microchips, incluso he introducido
en sus misterios a las gentes de mi entorno. Esos amigos aún no
entienden el sentido último de la Revolución Informática.
Creíamos que acabaría
con la imaginación, la veíamos como una nueva arma de los cuadriculados. Pero los primeros desarrolladores
informáticos, constructores de imperios que hoy amenazan a corporaciones
paradigmáticas como la IBM, estaban más cercanos a los padres fundadores
que a los ideólogos de la Era Reagan, más cercanos del anarquismo que de la
tecnocracia. Sus máquinas y programas no atacan al pensamiento intuitivo y
creador, sino a la caverna neo-escolástica, cientifista más que científica.
En las Ciencias Sociales quienes
vivían de tabular datos son arrinconados por los ordenadores, que lo hacen más
rápido y sin errores. Torpes contables y sumadores, que durante décadas han
cercado, asediado, expulsado, marginado, a quienes se negaban a hacer del
cerebro una calculadora, sienten ya el frío de la venganza de la
imaginación. No saben dominar la máquina, y son dominados por ella.
Sabemos ya que los procesos físicos
más simples no se generan en una simple relación causa-efecto, sino en un
complejo juego de retroalimentaciones, con el caos y el azar como artistas
invitados. Del mismo modo el conocimiento surge por mecanismos en los que las
áreas menos conocidas (y menos mecanicistas) del cerebro juegan un papel
fundamental. Son limitadas las variables que podemos controlar conscientemente,
pero son ilimitadas las que es capaz de procesar esa caja negra y desconocida
del pensamiento: el ultrapensamiento inconsciente. ¿Tenemos idea
de cuántos datos suministramos incesantemente al cerebro, para ser devueltos, en
un feed-back inacabable, en actos creativos, en diagnósticos
intuitivos?.
Los grandes genios de la Informática
ven ahí el límite de los ordenadores, torpes máquinas, porque sólo podemos enseñarles
las reglas de razonamiento de nuestro cerebro pensante, mas no
las de nuestro cerebro ultrapensante: las reglas de la
imaginación, la intuición, el azar, la creación. La Informática es sólo un
instrumento más al servicio de la inteligencia, que alivia al cerebro de la
necesidad de procesar datos brutos. Y abre el paso a los creadores, a las mentes
abiertas e intuitivas.
Los otros quedarán, posiblemente,
como bedeles del Saber (para bedeles nacieron, con todo mi respeto para este
colectivo, aunque hayan alcanzado, en la Era de las Sumadoras, más altas
dignidades). Pero ya nunca serán detentadores. Por eso sólo los
creadores obtienen, al menos en las Ciencias Sociales, auténtico provecho del
uso de ordenadores. Los demás obtienen listados. Son un puro
listado.
Referencia:
Baigorri, A. (1993), "Informática y creación", Diario Extremadura, 28/1/1993
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