"En tres siglos de Sociedad Industrial se haconsumado un proceso de urbanizacióngeneral del espacio, primero como crecimientodel número y tamaño de las ciudades, y luegocomo extensión de los hábitos culturales urbanos alconjunto del territorio. Hasta tal punto de que hoy, enlos países desarrollados, inmersos ya en la SociedadTelemática, la distinción entre espacios rurales y urbanoses meramente arbitraria. No es fácil percibir diferenciasen hábitos, actitudes y valores, y menos aúnen lo que se refiere a las estructuras y relaciones deproducción. Como vemos a diario en los noticiarios,lo rural y lo urbano sólo tienen peso específico cuandose ponen en juego las elevadas plusvalías que, enel planeamiento urbanístico, se derivan del trazado delas líneas de delimitación del suelo urbano o apto paraurbanizar.Y es que vivimos en una urbe global, cuyos intersticios(la Ruralia) ya no cumplen la función esencialde alimentarnos, sino un cúmulo de funcionesmucho más complejas; entre las cuales la de alimentarel espíritu es una de las más importantes; casi lamisma función que, en términos de micro-urbanismo,cumplieron los parques y las zonas verdes en la ciudadindustrial. De ahí la importancia que la conservacióndel patrimonio, primero biológico y paisajísticoy, ahora, también cultural (aunque en realidad tanto elpatrimonio biológico como paisajístico, mal llamadonatural, son productos culturales), ha adquirido en losúltimos tiempos.Hoy la supervivencia de esos mal llamados espaciosnaturales depende de que su entorno, lo que todavíallamamos espacio rural, esté habitado (vigiladoincluso, podríamos decir, a tenor del papel que alos rurales les toca hacer últimamente frente al desenfrenourbanizador de algunas promotoras inmobiliarias).Pero en la medida en que el omnipotente mercado,y la globalización, no permiten que la conservaciónde la población se base en la subsidiación de lasproducciones agroganaderas, se viene asumiendo laidea de que "el rural" debe ser un actor multisectorial:produciendo en el sector agrícola únicamente productosde alta calidad y con mucho valor añadido, eincorporando otras fuentes complementarias de ingresos,como las derivadas del turismo rural. En estemarco, la protección del patrimonio cultural (es decir,de los recursos heredados de las generaciones anteriores)deja de ser una imposición más "desde la ciudacl',para adquirir una dimensión mucho más compleja:una actitud esencial para la propia supervivenciade los rurales como grupo social."
Este artículo tiene su origen en otros trabajos
previos en los que he desarrollado más extensamente
(aunque quizás no tan sintéticamente) los conceptos
y planteamientos teóricos que aquí se exponen.
Particularmente los artículos "La urbanización del
mundo campesino" (1983); "Perspectivas globales.
Tendencias y desafíos planetarios entre los rurales "
(1992); "Delo rural a lo urbano " (1995); "De la terra ignota
al jardin terrenal. Transformaciones en los usos y funciones del territorio
en la urbe global" (1998); "La naturaleza social de la naturaleza"
(1999), "De la cultura a las industrias culturales"
(1998) y "Modelos de desarrollo rural y sostenibilidad.
Enfoques para la Europa mediterránea" (2001). Así
como en alguno de mis libros: Agricultura periurba-
na (con Mario Gaviria, 1984) y Hacia la urbe global
(2001).
REFERENCIA
Baigorri, A. (2015), "Ruralia: el jardín de la urbe global", en Luis Azurmendi, ed., Casas de Campesinos y pescadores, Litoral Atlántico, Santader, pp. 11-34
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