2.24.1980

Guardad vuestros tractores, vivid del huerto y del corral, y que coman grava... (1980)

Con una ilustración de un clásico, Baiget, publicaba este artículo de opinión en Andalán en 1980


"1979 (la década para los megalómanos) se ha cerrado con una tasa de aumento de los precios al consumo (y extensivamente de inflación) notablemente inferior a 1978, aunque todavía superior al resto de los países capitalistas de Europa. Y el ministro de Economía, de digno pasado «felipista» (de FLP, no de Felipe), no ha tenido el menor recato en reconocer, en declaraciones a finales de diciembre, que la clave del frenazo inflacionista estaba en el «sacrificado comportamiento» de los agricultores, cuyos productos no han aumentado en todo el año más allá de un 8 %. Lo que supone un descenso real de sus rentas en relación con una tasa de inflación que en noviembre rozaba el 16 %. Y la traducción a la vida cotidiana del descenso global de la renta campesina empieza a notarse en nuestros pueblos. Se nota, aunque más lentamente, incluso en nuestras regiones agrícolas más ricas, como la Ribera, Cinco Villas o el Cinca.
La oligarquía española, con su secular falta de imaginación, ha decidido un vez más contribuir con el esfuerzo de los habitantes de su feudo a superar la crisis mundial. Y, también por enésima vez, ha decidido que la crisis interna la paguen los sectores sociales marginales: ejército laboral de reserva, jóvenes, viejos y agricultores. Que parados, jóvenes y viejos no se alcen ante tal determinación es explicable por su falta de organización como grupos homogéneos de intereses (los parados esperan
fallidamente que sus compañeros sindicalistas los defenderán, los viejos confían en sus descendientes y en los chantajes de los periodos electorales, y los jóvenes pasan dedicándose a ser usados ante la opinión pública como justificantes de gobiernos «fuertes»).
Pero los agricultores tienen, al menos en teoría, quienes les representan, quienes en caso de atentado flagrante contra sus intereses de grupo deben convocar movilizaciones y luchas. Tienen todo tipo de representantes: sindicatos de clase, limitados a algunas zonas del Sur del Estado (SOC, FTT, etc.); sindicatos interclasistas indefinidos (COAG, CNJA, etc.), y sindicatos interclasistas definidos al servicio de una clase, los terratenientes (CNAG, UFADE, etc.). Ninguno de estos grupos tiene en estos momentos conciencia exacta de lo que realmente está pasando. O quizá no quieren tener conciencia, para no tener que meterse en luchas de las que son poco amigos. Mientras sus representados aguanten, que todo siga. Y si un día las bases campesinas se desbocan, ya se encargarán los dirigentes de frenarlas, como ocurría en los últimos años del franquismo (cuando las primeras «guerras»), y como ha venido ocurriendo sistemáticamente en las últimas luchas, a pesar de ser otros los dirigentes. Porque hasta los campesinos se desbocan. Los pocos dirigentes progresistas y radicales que quedan por los sindicatos democráticos de Aragón, Navarra, Rioja, Catalunya, Extremadura... nos han reconocido en numerosas ocasiones: «Cuando las bases campesinas se calientan van mucho más allá no ya de los dirigentes establecidos e integrados, sino de nosotros mismos; pero entonces las direcciones se apresuran a echar jarros de agua fría».
El Gobierno se ríe ¿Hemos de pensar, pues, en el sindicato-sauna? Todo nos empuja en ese sentido, después de ver cómo hasta los sindicatos teóricamente más progresistas (¿quien no conserva todavía en lo más profundo de sus convicciones una lucecita de esperanza en la COAG o la FTT?) aguantan y aguantan todo to que se les eche. Después de la última subida de los combustibles, los pescadores amarran sus barcos, como en ocasiones anteriores, como protesta; los taxistas se lanzan a la huelga... y los sindicatos campesinos sacan tímidas notas de protesta. Sin embargo, los más perjudicados por la subida de los combustibles han sido los agricultores.


Como puede verse en el cuadro que hemos elaborado, en los últimos seis años (desde que los precios de la energía comenzaron a ponerse en el lugar que les correspondía) el combustible utilizado por los agricultores ha sido el que mayor aumento ha su frido, al multiplicarse casi por tres el precio de 1974. Y las subvenciones prometidas llegan para todos (incluidos pescadores y taxistas) menos para los agricultores, de los que el Gobierno se ríe a mandíbula suelta. Mientras a dos de los sectores más desastrosos para el país (cemento y acero) les está subvencionando el 30 % del fuel con bajo indice de azufre que consumen. La única subvención que pueden obtener los agricultores es el deprimente espectáculo que ofrecen, haciendo colas que duran 24 horas desde una semana antes de cada subida, para almacenar unos cientos de litros de gas-oil antes del día señalado y ahorrarse unas pesetas. Y eso en las gasolineras que les permiten hacerlo.
Y no es sólo en el gas-oil donde los agricultores pagan la prima de la crisis. La mayor parte de los inputs actuales más usuales proceden de derivados del petróleo. Los aumentos en insecticidas, herbicidas y demás porquerías asesinas del ecosistema son automáticos. En cuanto a los abonos, es uno de los sectores en el que Suárez no ha deshecho lo poco que Franco hizo bien, y el Estado subvenciona a las fábricas y las frena para que no aumenten los precios de sus productos. Pero realizan los aumentos con otros sistemas que llegan al fraude consentido, rebajando la calidad de las mezclas y en ocasiones incluso al peso de los sacos de abono.
Y desde luego son ilusos los que esperan que todos estos aumentos se reflejen en las negociaciones de precios agrarios que pronto se iniciarán. La mayoría de los agricultores son conscientes de que las organizaciones que cada año van a Madrid a «negociar», a lo que realmente van es a hacer la risa. Como son ilusos los que esperan que estas pérdidas del nivel de renta serán absorbidas por otras concesiones, como promete el Gobierno. Va para tres años que se prometieron 20.000 millones de
pesetas para los jóvenes agricultores, para mejora de explotaciones, ganadería y casas. Los jóvenes que esperaban casarse y hacerse la vivienda con esos créditos, podrán hacer la casa...cuando se casen sus hijos. Y mejor no meneamos la forma en que se comenzaron a distribuir tales créditos en ciertas agencias de Extensión Agraria. La Ley de Fincas Manifiestamente Mejorables, otra promesa, no está resultando ser en la práctica sino un cómodo sistema para que los latifundistas mejoren sus fincas con créditos baratos. Las promesas de regadíos, totalmente falsas; porque la ley de aguas que va a aprobar el Parlamento a no tardar va a convertirse en una barrera casi infranqueable para los nuevos regadíos. Y aunque se consiga saltar la barrera, no habrá dinero para hacerlos porque el Estado se lo está gastando en limosnear y subvencionar a sectores en crisis y a las multinacionales. Las promesas de apoyar en forma de ley la explotación familiar agraria, una ficción. Quizás el apoyo a tales explotaciones vaya a serlo la General Motors, que va a absorber a muchos de los agricultores que las cultivan; seguro que ese es el «apoyo», porque los agricultores de la Ribera sueñan con «el oro y el moro» y la UAGA no les abre los ojos. O quizás son apoyos el Estatuto de la Leche o la nueva Ley de Montaña, dirigidos precisamente a cargarse esas pequeñas explotaciones familiares para preparar nuestro ingreso en la CEE.
Pese a todas estas pedregadas que se les vienen encima, los agricultores siguen trabajando y produciendo alimentos baratos, en lugar de encerrar los tractores y las mulas mecánicas durante un año en la cochera, dejar de pagar letras y contribuciones y pasar ese año viviendo del hortal y de los bichos del corral. Y los sindicatos siguen negociando y apaciguando, y diciendo que si este año no arreglan lo de la Seguridad Social y lo de poder jubilarse a los 60, como los obreros industriales, otra vez será, en lugar de movilizar a sus bases contra un Estado que los está destrozando lentamente.
Hace unos pocos años, cuando las luchas campesinas infundían alguna esperanza, algunos comenzamos a pensar que ciertamente Lenin, Trotski y los demás se habían equivocado; que no sólo la vanguardia revolucionaria no siempre era el proletariado industrial, sino que además los agricultores podían llegar a ser algo más que unos aliados de la derecha y de la reacción. Hemos cambiado bastante de idea y, aunque seguimos sin dar la razón del todo a Lenin, sí que habrá que convenir al menos en que acertar no aciertan ni una los agricultores cada vez que eligen a alguien o algo para representarlos."



Referencia y acceso al fichero
Baigorri, A. (1980), "Guardad vuestros tractores...", Andalán, N° 259 , 29 de febrero al 6 de marzo,  pag. 4
Acceso al original


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