12.25.2017

Encuesta ESTUDES 2014-15 de Extremadura (2017)


La encuesta ESTUDES que tienen como objetivo conocer el consumo de drogas entre los estudiantes de 14-18 años que cursan Enseñanzas Secundarias.


Baigorri, A.,  Caballero, M. , Centella, M., Fernández, R. (2017) ESTUDES 2014-15. INFORME DE LA ENCUESTA SOBRE USO DE DROGAS EN ENSEÑANZA SECUNDARIA EN EXTREMADURA, Servicio Extremeño de salud.

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11.24.2017

Análisis de factores de riesgo de adicción vinculados a la extensión de las salas de juego en Extremadura (2017)

Otro de esos proyectos infaustos, para el CV de fracasos. Un esfuerzo intenso, idas y venidas, y finalmente el silencio de la parte demandante. Es muy habitual cuando las decisiones tienen algún tipo de componente político. A veces simplemente se olvida el tema, porque no hay dinero (aunque nunca falta para eventos y demás gastos espumosos). Otras termina desarrollando el proyecto (o algo parecido) otra gente con mejores contactos. C'est la vie.


(el fragmento no recoge los gráficos y mapas)

"Introducción
La presente propuesta deriva de la consulta realizada por la Secretaría Técnica de Drogodependencias de la Dirección General de Salud Pública de la Junta de Extremadura, referente a la preocupación por la extensión de salas de juego de diversa categoría por la región, su ubicación en algunos casos cerca de centros educativos, y su posible impacto en la aparición o extensión de fenómenos de adicción.
La propuesta presenta un análisis tentativo de la problemática, y plantea un programa de investigación-acción a corto y medio plazo.

El juego como problema social

El juego, constituyendo una actividad legal en España, como en la mayoría de los países democráticos, y siendo un componente importante de los ingresos fiscales del Estado (razón por la que progresivamente ha venido generalizándose su legalización y creciente permisividad en el mundo desarrollado), constituye también un problema social importante, dado que presenta la condición de poder constituirse en actividad adictiva. Sobre ello la investigación especializada es abrumadora desde mediados del siglo XX, en sus distintas perspectivas. Por un lado desde la perspectiva clínica (tanto psicológica como médico-psiquiátrica) desde los más tempranos trabajos de Duvoup y Chantagnon (1929)  a las abundantes investigaciones empíricas, también en España, realizadas por investigadores como Pereiro, Chóliz y Becoña, entre otros, y los consiguientes manuales de abordaje del problema, destacando los promovidos por la Junta de Andalucía o la Fundación Socidrogalcohol.
La perspectiva económica también es importante, pues es justamente en ella en la que descansa buena parte de la legitimación del juego, además de tener una estrecha relación a menudo con la economía irregular, como se puso de manifiesto muy tempranamente . Desde el último tercio del siglo XX la literatura anglosajona es abundante, destacando el volumen enciclopédico de (Vaugham y Siegel, 2013) . Aunque en España no abunda tanto la investigación sobre el tema, hay trabajos importantes (atendiendo tanto a los componentes de fiscalidad como a la propia generación de un sector económico con su impacto en el empleo, pero también con su posible vinculación con ámbitos grises de la economía).
Y finalmente por la dimensión global del fenómeno, normalmente abordada desde la Sociología pero también desde la Ciencia Política o la Antropología . Los primeros estudios sociológicos datan de mediados de siglo (Devereux, 1949) , conectando con  los abordajes de la problemática del juego ilegal por los sociólogos de la Escuela de Chicago, pasando por hitos como el monográfico de The Annals of the American Academy of Political and Social Science (Vol. 269, 1950). En España cabe destacar los trabajos Laespada y Estévez (2013)  y los que José Antonio Gómez Yáñez, y José Ignacio Cases vienen haciendo para la Fundación Codere, disponiendo de un panel de encuesta de ámbito nacional ; que si bien por el tamaño de la muestra no permite extraer datos regionales, ilustra muy bien sobre tendencias generales.
Otra dimensión social novedosa, que conecta también con los estudios de la Escuela de Chicago de Ecología Humana, hace referencia a la relación del juego problemático con determinadas áreas socio-espaciales . Un aspecto que, como veremos, sin duda es especialmente significativo respecto a la problematización presentada en el caso de Extremadura.
Disponemos, por tanto, cada vez de más literatura y más fuentes, empezando por las Estadísticas sobre Juego recopiladas por la Dirección General de Ordenación del Juego . 
Éstas nos muestran, en primer lugar, que el número de jugadores activos viene creciendo sistemáticamente, lo que sin duda alguna supone un primer factor de riesgo.
De hecho, las Estadísticas del Registro General de Interdicciones de Acceso al Juego no dejan de crecer, hasta acercarse a los 38.000 en España en 2016.
El mayor problema, no obstante, no es el crecimiento en sí mismo del número de sujetos registrados, sino que, además, el crecimiento se da fundamentalmente entre los más jóvenes. El número permanece estable entre los 26 y los 55 años, y desciende entre los mayores de esta edad. Sin embargo, entre los menores de 26 años, que suponían un 11,1% de los registrados en 2012, sólo cinco años más tarde han aumentado hasta suponer un 16,5% del total. Podemos decir, por tanto, que el peso de los jugadores adictos o en riesgo de adicción más jóvenes sobre el total ha crecido en este periodo en casi un 50%.
De hecho, para algunos autores el auténtico problema del juego estriba justamente en que se estaría convirtiendo en una epidemia entre los jóvenes, alimentado especialmente por los juegos on line pero también en relación con los juegos off line .
Y ciertamente, las cifras del juego son crecientes en cualquiera de las variables consideradas, evidenciándolo la cantidad jugada, que en apenas cuatro años (todavía sin terminar de salir de la crisis económica) se incrementó en un 20%, pasando de 25.000 a 30.000 millones desde el año 2011 al 2014.

Situación en Extremadura

Los estudios sobre prevalencia a nivel nacional más  completos (Gómez et al 2016) sostienen que en conjunto “la incidencia del juego problemático en España es muy baja. El porcentaje de población afectada, de los 18 a los 75 años se sitúa entre el 0,1% y el 0,3%, es decir, entre 34.200 y 102.000 individuos, según la metodología que se emplee como referencia”. La consideración de que sea una cifra importante o no es muy relativa, si tenemos en cuenta el número citado previamente de registrados en el RGIAJ. En cualquier caso, como se ha señalado la encuesta no permite extraer datos regionales, aunque contamos con algún referente que puede hacernos pensar en dos direcciones opuestas, y como veremos más adelante, las encuestas EDADES y ESTUDES, que recogen algunas variables sobre el tema, presentan algunos resultados cuando menos preocupantes. Por tanto, la situación es cuando menos ambivalente.
Vemos por un lado que el número total de máquinas tipo B existentes en la región viene decreciendo en los últimos años
La cantidad jugada en establecimientos también se ha reducido, sin duda por efecto de la crisis económica, si bien se está recuperando desde 2014, como se ve en el siguiente gráfico en lo que se refiere al bingo
Sin embargo la legalización a partir de 2014 de locales dedicados a las apuestas han supuesto la extensión del número de establecimientos, habiéndose incrementado de año en año en cantidades preocupantes desde la perspectiva de las adicciones. En el mapa que hemos elaborado con los datos suministrados por la propia Secretaría Técnica se recoge la distribución actual de las salas, incluidas las que están en proceso de aprobación y/o apertura.
Por otra parte, si atendemos a la siguiente tabla, que recoge el peso a nivel regional y su evolución de los jugadores on line, observamos dos hechos de nuevo contradictorios. Por un lado, el peso de los jugadores on line viene siendo en Extremadura muy inferior al peso de su población respecto al total nacional. Pero a la vez observamos cómo el último año analizado en la tabla se dispara, por encima incluso de su significación demográfica. 
En suma, puede observarse una situación ambivalente en la región que, más allá de lo que ya se sabe a nivel clínico sobre las dinámicas del juego problemático, conocimientos que son de naturaleza científica y por tanto generalizables respecto de lo que ya está investigado, requiere un análisis más sistemático en aquellos aspectos que se diferencian del conjunto nacional, esto es, de la dinámica económica y social que está en torno al juego, y más especialmente al juego problemático.
Finalmente, las encuestas ESTUDES y EDADES nos permiten conocer un poco mejor el impacto del juego en la región. Si bien no podemos en este punto hacer una explotación intensa de las mismas, nos muestran algunos datos de alcance.
Así, la encuesta EDADES nos muestra que un 15,2% de la población encuestada han jugado alguna vez fuera de internet en el último año, y en un 2,7% han jugado varias veces al mes. Aunque en ese lectura rápida observamos que los porcentajes son muy inferiores entre los jóvenes de entre 15 y 31 años (sólo un 9,9% ha jugado en el último año, no apareciendo jugadores habituales).
Sin embargo, la encuesta a escolares ESTUDES nos muestra datos más preocupantes, que habría que profundizar, según nos muestra la tabla siguiente, que recoge los porcentajes de estudiantes que han jugado dinero, y que según vemos alcanzan un 16% quienes han jugado dinero en alguna ocasión en el último año:

Abordaje del problema

Según se ha señalado, las problemáticas vinculadas al juego, y en particular al juego problemático, vienen siendo ampliamente estudiadas, en sus tres vertientes: económico-fiscal, social y clínica. Asimismo se han desarrollado programas de intervención cuyos resultados han sido evaluados, que pueden ser de aplicación en realidades distintas. 
En el caso de Extremadura, entendemos que el aspecto más urgentes e importante, para comprender tanto la dinámica y las posibilidades de acción, es la propia evaluación general del fenómeno, que está por hacer.  Especialmente en lo que se refiere al fenómeno concreto por el que se ha manifestado interés, esto es las salas de juego.
Cuando vemos la distribución de las salas en la región, es fácil deducir que no responden a un orden aleatorio, ni mucho menos, sino que su distribución es extremadamente racional, concentrándose en las principales ciudades y, sobre todo, en las zonas en las que se concentra la riqueza y aún más el dinamismo económico (el flujo de caja). Esto es las Vegas del Guadiana, el Tiétar y el Alagón y el corredor de Tierra de Barros. Son las zonas coincidentes con la mayor densidad de población de la región. Las salas saben bien por tanto dónde se ubican.
Sin embargo, hay otro aspecto de su ubicación que plantea otro tipo de problemáticas. La coincidencia de ubicación de algunas salas cerca de colegios debe llevarnos a prestar especial atención a las dinámicas que se están generando. 
En base a todas las consideraciones vistas se plantea esta propuesta de trabajo.

Objeto del estudio

Análisis general de la situación del Juego en la región, con especial atención al juego problemático, características ecológicas de su distribución en el territorio y dinámicas sociales en su entorno, y de sus situaciones de riesgo potencial en relación al juego adictivo.
Análisis del impacto de los locales de juego en los entornos educativos cercanos, mediante la selección de una muestra de locales.

Contenido del trabajo

1. Análisis sistemático de los estudios existentes que aporten información sobre el juego en la región
2. Explotación sistemática de las variables relacionadas con el juego de las submuestras de las encuestas EDADES y ESTUDES, atendiendo a edad, sexo, diferenciación rural/urbana, etc.
3. Análisis de los locales de juego existentes en las región, su ubicación y dinámica social.
4. Realización de entrevistas focalizadas y grupos de discusión en centros escolares cercanos a salones de juego, para hacer un abordaje aproximativo del impacto. Se realizará en una muestra de cuatro salones/localidades, dos de características urbanas (tentativamente Cáceres y Badajoz) y dos más vinculados a entornos rurales (tentativamente Miajadas y Montijo)
5. Colaboración en el diseño de un programa de investigación-acción de mayor envergadura "




Referencia:
Baigorri, A. : Propuesta de Asistencia técnica para el análisis de factores de riesgo de adicción vinculados a la extensión de las salas de juego en Extremadura, Grupo de Investigación ARS
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10.20.2017

Generaciones y alcohol (2017)




Intervención en el Seminario "Exceso y ocio juvenil. La extraña pareja", organizado por la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción, en el Centro Reina Sofía de Estudios de Juventud de Madrid.


Artemio Baigorri
Generaciones y alcohol. Una perspectiva evolucionaria en el análisis del consumo
Centro Reina Sofía, Madrid, 29/3/2017
(transcripción de la conferencia)




Buenos días:

En primer lugar he de agradecer a la FAD, y en particular a Miguel Angel Rodriguez, la invitación para participar en este seminario.

Aunque la propuesta me llegó un poco por sorpresa, en lo que a plazos se refiere, no me he podido resistir porque la invitación me ha servido para espolear en una tarea en la que llevamos un tiempo trabajando, pero que últimamente andaba un poco ralentizada.

En los últimos años hemos dedicado bastante esfuerzo al desarrollo del concepto de generaciones como herramienta para el análisis del cambio social. Lo hemos aplicado al estudio de las actitudes y hábitos proambientales, en una espléndida tesis doctoral de mi colega Manuela Caballero, que está por ahí.  Y queríamos aplicarlo ahora al consumo de alcohol y drogas. Estábamos empezando la redacción de un artículo cuando llegó la invitación, así que, pese a las prisas, preparar la exposición ha sido un acicate para avanzar.

Supongo que se me sugirió una aportación más cuantitativa para compensar un poco la parte netamente cualitativa de los informes, ambos estupendos, que se presentan a continuación. Pero eso me ha planteado un problema porque, si bien es cierto que en los últimos años hemos trabajado bastante analizando las encuestas ESTUDES y EDADES, lo cierto es que a mí eso de lo cuanti y lo cuali me desorienta, porque en mis investigaciones practicamos más bien la metodología del exceso, por empezar a centrarnos en el término que nos reúne. Le damos a todo, como los jóvenes al ponerse el sol.


Modestamente creo que nuestro libro Botellón. Un conflicto postmoderno, algo añoso ya pero por lo que sigo viendo por ahí bastante vigente (2004), utilizamos todo tipo de técnicas, cualitativas, cuantitativas, participativas, de análisis web, etc. Porque los problemas sociales deben abordarse así, y cuanto más complejos y graves son, con mayor exceso metodológico (digo exceso, que no anar
quía).

¿Cómo abordar problemas como los que abordamos aquí sin entender y reflexionar sobre la extensión de la placenta social, la dimisión parental, o el papel político del lobby del alcohol? ¿Pero también cómo abordarlo sin preguntar, medir, cuánto alcohol consumen las personas, más allá o más acá de cómo lo justifiquen? ¿O cómo abordarlo sin entender cómo funcionan los contenidos en Internet, los mecanismos de las redes sociales y el papel de las TICs en general?

¿Cómo ubicar lo que las etnografías nos cuentan del exceso, por ejemplo, si no escuchamos también a los clásicos, lo que ya está dicho? Por ejemplo, la refinada elaboración de Maffesoli. Hace casi una década coincidí con él en un seminario, precisamente sobre los excesos del alcohol, en Francia, y descubrí que era algo más que las tribus. Yo no conocía entonces su libro La orgía, pero se lo recomiendo encarecidamente a los cualitativistas.


Pero decía que también es importante la perspectiva cuanti. En realidad, sólo la falta de cualificación suele explicar la preferencia radical por una u otra perspectiva.

En este caso es especialmente importante. Porque a mi juicio, por ejemplo, el exceso no es descontrol. En absoluto. Puede ser discutible qué es el exceso, dónde empieza, cómo medimos en las encuestas el exceso. Porque tiene una fuerte carga de subjetividad, incluso de biología individual: uno sabe cuándo se ha excedido, sabe que se ha pasado con dos, tres, cuatro, cinco copas… Pero hay que objetivarlo, para poder medir. ¿Cómo? Pues aceptando lo que nos dicen, fundamentalmente, los médicos. Nos adaptamos a una mera convención, como hacemos para medir el tiempo. Cuando sacamos el exceso de la subjetividad para poder medir, comparar, entender cambios, estamos aplicando una mera convención (en este caso médica, y que como tal puede cambiar, como cambian de tanto en tanto las convenciones médicas sobre la leche materna o el aceite de oliva). Una convención que señala el punto a partir del cual la Medicina conviene en que se puede poner en riesgo la salud del individuo. El exceso es por tanto controlable, medible, contrastable… cuantificable en suma.

Sin embargo el descontrol va más allá del exceso, a un territorio desconocido, tanto en su recorrido (el viaje) como en sus consecuencias finales, por el sujeto. Uno puede incluso prever qué va a pasar cuando se exceda. Y por lo mismo podemos prever qué puede ocurrirle a una población al hacerse mayor, si de joven se excede. Pero uno no puede prever, en modo alguno, qué puede pasar cuando pierda el control. Como no podemos prever qué puede pasar en una sociedad descontrolada.


En este sentido, la perspectiva generacional, que quiero apenas presentar, es una perspectiva también mixta, que debe medir, pero también definir identidades, es por tanto cuali/cuanti.

Creemos que es interesante aplicar esta perspectiva porque complementa el modelo tradicional, que es el del Ciclo de Vida, que se estructura en cohortes de edad, y tiene un componente fuertemente biológico, según el modelo de la naturaleza de nacimiento, crecimiento, desarrollo, decadencia y muerte. A ver si soy capaz de explicarles el por qué.


Es evidente, y muy importante analizarlo así, que los jóvenes tienen unos hábitos de consumo distintos que los mayores. SI observamos esta tabla, del último informe nacional sobre la encuesta EDADES de 2013, vemos que la proporción de quienes se emborrachan es mayor entre los más jóvenes que entre los más mayores. Eso es una constante. Ocurría en 1997, y seguía ocurriendo en 2013, porque es casi una “ley social”.

Incluso se mantienen cercanas las proporciones, igual en hombres que en mujeres. Entre las mujeres de 15 a 34 años la prevalencia de borracheras prácticamente mantiene el mismo multiplicador respecto a los de 35 a 64: es cinco veces más alta en 2013, y lo era en 1997.

Sin embargo en la tabla siguiente (extraída del mismo informe), veremos cosas sorprendentes, que chocan con esa constante del ciclo de vida.


Veamos primero la prevalencia de consumo de cannabis (en rojo), que cubre la serie completa. Los jóvenes de 2013 siguen consumiendo más que los mayores, es cierto. Pero mientras en 1995 la proporción era de casi cuatro veces, en 2013 ni siquiera es el doble. La prevalencia es más alta en todos los casos, pero la de los mayores de 2013 es incluso mayor que la de los jóvenes de 1995. Y en el caso del alcohol el cambio es mucho más significativo: sencillamente se ha invertido la relación. En 1997 la prevalencia de consumo de alcohol de los jóvenes era ligeramente superior a la de los mayores, mientras que en 2013 es la prevalencia de los mayores la más elevada. Y lo mismo ocurre en el tabaco.



¿Qué ha pasado? Pues que tenemos jóvenes y mayores, pero son otros jóvenes, y otros mayores. De hecho, éstos mayores de hoy son aquellos jóvenes de ayer. Aquellos jóvenes que bebían mucho, y muchos de ellos ya fumaban cánnabis… que siguen fumando de mayores.

Y es que a medida que las sociedades evolucionan nuestro ciclo de vida parece el mismo, pero no lo es en realidad. Reproducimos patrones y hacemos las cosas que a las edades correspondientes hacían nuestros padres o nuestros hermanos más mayores, pero las hacemos de forma muy distinta, porque pertenecemos a generaciones distintas, y pertenecer a una generación distinta es casi como pertenecer a otro país. Yo nunca he creído en el concepto de subcultura juvenil, pero sí que subculturas generacionales, porque cada generación construye no sólo sus creencias, valores, sino su forma de producir y consumir, específicas. Las hierbas del campo, los árboles, la fauna silvestre, sigue reproduciendo ahora los mismos ciclos que hace 5000 años, pero el ser humano trastoca los ciclos de la Naturaleza. El ciclo de la vida humana actual no tiene nada que ver con el de hace apenas un siglo: la duración media (la esperanza de vida) era la mitad, de 40 años. Hoy con una esperanza de vida de casi 85 años vivimos en realidad dos ciclos, o más.

De ahí el interés que tiene, a nuestro juicio, el concepto de generaciones, que debemos ubicar en un sentido general dentro de ese campo semántico-conceptual más amplio que incorpora la cohorte demográfica, el curso de vida (o curso vital) y el Ciclo de Vida, y que hay que reconocer tiene un largo recorrido lleno de sinsabores epistemológicos, porque es complejo de operativizar. 

Pues habrá quien diga con razón que ya prestamos toda la atención debida a los jóvenes, al flujo de jóvenes que cada vez son o hacen más esto o lo otro. O empiezan a fumar antes, o a beber menos, o a emborracharse más… ¿No es lo mismo que hablar de generaciones?

No, pues lo que hacemos no es análisis generacional, sino estudios de juventud, de problemáticas vinculadas a la Juventud como categoría social definida y diferenciada del resto de la población que constituye las sociedades. De hecho sólo muy  recientemente la mal llamada literatura sobre generaciones (que era más bien de cohortes) ha incorporado a los mayores.

En una sesión de reflexión rápida y divulgación no podemos detenernos a profundizar en la teoría de las generaciones, pero apuntaré al menos algunas notas.


Además del curso de la vida, del ciclo eterno de la naturaleza, hay un curso de vida que define en sus variaciones la evolución social, marcado por las particulares identidades y el hacer de las generaciones. Ha estado presente en la historia del pensamiento desde Platón al primer sociólogo y fundador del positivismo, Auguste Comte. Pero su operativización ha sido (y de hecho lo es aún) complicada. Ortega y Gasset planteó la aproximación más rica e imaginativa a la española, y Karl Mannhein intentó sociologizarla a la alemana, pero lo cierto es que los logros prácticos son escasos, más allá de su aplicación a la Historia de la Literatura o el Arte.

Hasta que dos historiadores norteamericanos, William Strauss y Neil Howe, se lanzaron a la tarea titánica de intentar explicar toda la Historia de su país aplicando un modelo generacional. Lo interesante del modelo de Strauss y Howe es que, amplificando el de Ortega, plantean un proceso cíclico (lo que permitiría integrar el modelo en una perspectiva evolucionaria) que en una especie de espiral (más que círculo) genera unos arquetipos generacionales que, en sus variaciones evolutivas, se repetirían hasta el fin de la Historia. Complejizan la idea orteguiana de que hay generaciones que conservan y generaciones que rompen, y plantean un modelo de ciclo o saeculum, de 80 ó 90 años, dividido en cuatro etapas o giros más constructivos, o imaginativos de novedades, o destructores/renovadores, en suma generaciones que responden a una serie de arquetipos (el profeta, el nómada, el héroe y el artista) que se suceden ininterrumpidamente. En el esquema vemos la aplicación del modelo que hacen al siglo XX, en el que nacen las generaciones vivas que hoy son contemporáneas.


El modelo de Strauss y Howe es particularmente útil porque, más allá de que los factores que definen a una generación (los hitos históricos, culturales, tecnológicos, que la marcan ideológica, actitudinalmente), sirve para intentar predecir algunos comportamientos.

Naturalmente, dada la dinámica histórica no podemos esperar una similitud exacta entre las estructuras generacionales de todas las culturas y países, aunque probablemente sí se esté empezando a dar ya en las últimas generaciones, y debamos hablar de generaciones globales en el caso de la llamada Generación Z, no sé si tanto en el caso de los millenials. En Holanda el sociólogo Henk Becker ha intentado aplicar un modelo generacional para analizar las dinámicas y conflictos en la gestión de las organizaciones. En nuestro caso, nuestro se ha centrado inicialmente en el análisis de las actitudes proambientales, y ahora trabajamos en intentar desentrañar y comprender mejor, con ayuda del modelo generacional, algunos de los cambios observados.


Para hacerlo disponemos de una herramienta muy buena, la encuesta EDADES. En primer lugar porque empieza a ser una serie larga, dos décadas; en egundo lugar porque tiene un tamaño de muestra que permite cruces sin una pérdida de calidad estadística; y en tercer lugar por incluir como universo a gran parte de la población.

Por supuesto que tiene limitaciones importantes. Una que sin duda nos ha dado muchos quebraderos de cabeza a quienes nos ha tocado analizar todas las series es que la formulación de algunas preguntas ha cambiado en ocasiones, o incluso han desaparecido algunas (es lógico que aparezcan nuevas, como las referidas al botellón, pero no es lógico que desaparezcan variables de plena actualidad)[1]. Otra es el retraso en la disponibilidad de los datos (con la 215 ya se están pasando) y la poca transparencia para que los investigadores no “conectados” puedan obtenerlos como con las encuestas del CIS y tantas del INE: con algo tan simple como un enlace a un formulario que automáticamente permitiese descargarlos, puesto que están suficientemente anonimizados.


Esas son limitaciones digamos genéricas, pero hay otras que se hacen precisamente evidentes cuando intentamos un análisis generacional. Sin duda la más importante, el rango del universo. Quizás pudiera defenderse un mínimo de 15 años en 1995, pero no desde que la encuesta alterna, ESTUDES, nos muestra edición tras edición que la edad de inicio en determinados consumos viene descendiendo sistemáticamente; por lo que debería ampliarse el rango hasta los 12 años. En cuanto al límite superior, ya fue un error fijarlo en 65 años en 1995, cuando la esperanza de vida, y por tanto los problemas derivados del consumo superaba los 75 años. Pero mantenerlo hoy es un error ya enorme. Actualmente la esperanza de vida supera los 80, casi 86 en el caso de las mujeres, y asistimos a un envejecimiento de calidad y activo en todos los sentidos (se amplía la edad de jubilación, se posibilita el trabajo como jubilado, la movilidad es enorme, los estilos de vida extremadamente diversos, etc), por lo que es absurdo limitarnos a los 65. Con esos límites absurdos se nos quedan fuera un par de generaciones. Un rango racional debería recoger a la población en disposición de responder de entre 12 y 85 años.

Para entender la importancia de ese cambio basta tener en cuenta que estamos llegando a esas edades los babyboomers, y llegarán enseguida los hoy señores y señoras X, es decir las generaciones que empezaron a tontear alocadamente con todo tipo de drogas, personas que en algunos casos llevan tres y aún cuatro décadas tomando drogas, en algunos casos muy duras. ¿Qué pasa con ellos? ¿Cómo es su vejez? ¿Qué podemos aprender de eso que pueda ser útil a las nuevas generaciones?. ¿Qué queda de sus valores y actitudes ante el alcohol y las drogas en las generaciones sucesivas?
Veamos algunos botones de muestra, teniendo en cuenta la dificultad que, como decía, plantean algunas serie de preguntas, que en unos casos desaparecen, y en otros se modifican sus categorías de forma que se hace casi imposible la comparación. Inicialmente hemos trabajado sólo tres momentos de la serie histórica, y he traído alguna variable relacionada con el alcohol.

Veamos primero esa variable que tanta preocupación nos viene generando, la edad de inicio en el consumo. Aunque debemos partir de 1997 (en el banco de datos de 1995 no aparece esa pregunta) vemos cómo la edad de inicio en el consumo se viene reduciendo sistemáticamente. Lo sabemos, nos preocupa.

Pero hay más cosas. ¿Qué pasa cuando aplicamos un análisis generacional? Pues descubrimos en primer lugar que la población reconstruye su biografía, seguramente para adaptarla a lo políticamente correcto en el momento.


¿Cómo lo hace? Retrasando esa fecha de inicio. Salvo la generación que llamamos franquista (no porque esa fuese su ideología), y en la última década los babyboomers, las siguientes generaciones (paradójicamente aquellas que por ser más jóvenes, deberían recordar mejor por tener más cerca ese momento de inicio) corrigen sensiblemente el dato: los de la generación X que en 1997 decían haberse iniciado a los 16,36 de media, en 2013 dicen que lo hicieron a los 17. Aunque el “olvido” más intenso, como vemos en el gráfico inferior, es el de los millenials, la generación que ahora está accediendo a posiciones de poder, que consecuentemente digamos que “limpia” su biografía, aumentando en más de un año la media de inicio.

Había preparado un par de variables más, pero anoche terminando de preparar la intervención fui consciente de que cometía exceso en el tiempo, así que para no caer en el descontrol lo dejaré aquí. Colgaré la presentación en el blog de mi grupo de investigación, por si alguien quiere consultarlo, aunque como decía espero que pronto tengamos un artículo en el que desarrollemos más extensamente esta propuesta metodológica.

Por supuesto puede discutirse si los cambios señalados son simplemente una cuestión de edad, efecto del simple ciclo de la vida, o si como creemos corresponden a las distintas identidades generacionales. En cualquier caso es una perspectiva analítica complementaria. Cuando las generaciones pueden durar de promedio no 40 sino 85 años, estamos ante un hecho nuevo que exige instrumentos nuevos. Hay que estudiar a los niños y a los ancianos, y hay que hacerlo teniendo en cuenta que esos ancianos son los niños décadas atrás. Tenemos que ver si es posible a partir de este modelo construir modelos cíclicos que nos permitan de alguna forma prever no el futuro, que no es previsible, pero sí tendencias futuras.

Por otra parte la perspectiva generacional puede ser útil desde el punto de vista de la prevención, para el diseño de programas de intercambio de experiencias intergeneracional, como hemos visto que ocurre con los valores proambientales.

Muchas gracias por su atención





©Artemio Baigorri, 2017, por el texto


[1] Salen cosas muy distintas según que se pregunte. Por ejemplo en el caso de cuántas bebidas diarias, no tienen nada que ver los resultados (2005 y 2013), que oscilan entre 1,84 y 3,2. Y si lo hacemos a partir del número de elementos (vino, champán, cañas, sidra, copas diversas…, etc (1995), que oscila entre 0,6 y 0,8 (hemos sumados todas las de diario, todas las de fin de semana, y hemos dividido por 7 días). Obviamente algo no cuadra, hay que ver cómo se pregunta, qué se pregunta… y mantenerlo.

10.05.2017

Población, despoblación, ¿repoblación? (2017)

 Población, despoblación, ¿repoblación?

Artemio Baigorri
Población, despoblación, ¿repoblación? (indicadores y reflexiones)
Conferencia
Curso “Retos y oportunidades para la Extremadura del siglo XXI”
Consejo Económico y Social de Extremadura/ Universidad de Extremadura
Badajoz, 22/9/2017


Buenos días.


En primer lugar, agradecer la invitación a participar en este curso, y con un partenaire de tanto nivel como el profesor Gurría. Espero poder aportarles, más que datos (aunque con un tema como éste parezca que lo esencial son los datos, yo no estoy tan seguro), algunas reflexiones que puedan enriquecer su conocimiento de la región.

He de empezar advirtiendo que no tengo muy claro el objeto de incluir la población en este curso.




A ver si me explico. Por supuesto que hay una lógica, pues la población es uno de los tradicionales elementos estructurales de un territorio, el primer capítulo de toda Estructura Económica que se precie, y se considera un componente esencial del desarrollo.






Por tanto, y como componente estructural tradicional, se le atribuía cierta autonomía como elemento determinante: uno analizaba la población, los recursos naturales, las comunicaciones, etc., de un país, un territorio, para hacerse una idea de su potencial. Un país muy poblado era poderoso, y militarmente daba mucho más miedo que uno poco 

poblado.







Data de 1898 la novela de ciencia ficción apocalíptica que popularizó el término del “peligro amarillo”, justo cuando Occidente descubría lo grande que era China y lo poblada que estaba.






El sociólogo Kingsley Davis introdujo en los años 40 del siglo pasado el término “explosión demográfica”, referida a las peligrosas consecuencias de todo tipo que podrían derivarse de la extensión del proceso de transición demográfica a aquellos países menos desarrollados a los que empezaban a llegar los bienes de la salud pública y la satisfacción de las necesidades básicas.








Hemos vivido más de medio siglo con auténtico pavor a lo que los biólogos Paul y Anne Ehrlich llamaron la Bomba Población, en tonos apocalípticos.


Y sin embargo hoy da más miedo un país minúsculo como Israel, o pequeño como Corea del Norte, que por ejemplo la India, que en unas décadas será el país más poblado del mundo, superando a China.




La población de Japón lleva estancada lo que llevamos de siglo (como la nuestra, como veremos), y sin embargo ha dejado de promover la natalidad, porque es inútil, y a pesar de sus elevadas tasas de envejecimiento cierra la puerta a la inmigración. No quieren extranjeros. ¿Qué hacen? Robots. Es más fácil y más barato producir robots que niños…





Además es más fácil planificar una población futura de robots que una de niños. Es un lío, porque si hasta la Revolución Industrial, como decíamos, la población era factor de…, ahora es determinada por… Y determinada por demasiados factores, la mayor parte de los cuales son imprevisibles. Es decir, el stock de población de un territorio (que antes sólo se modificaba por guerras o catástrofes naturales como epidemias o sequías) pero hoy se ve afectado, a veces de forma repentina e imprevista, por numerosos factores. Las creencias religiosas y valores en general, las políticas, la economía, la mejora en los transportes, las modas incluso… Tantos, que no hay quién haga una proyección demográfica creíble.



Aquí pueden ver un conjunto de proyecciones de la población española…, y su evolución real (línea naranja más gruesa), realizadas a finales del siglo pasado por equipos e instituciones muy prestigiosas. No dieron una. Simplemente porque nadie imaginaba que de pronto se nos presentarían en España cuatro millones de inmigrantes legales, y al menos otro flotante de ilegales. Las proyecciones oscilaban entre unos 38 en la más negativa, esto es incluso perdiendo población porque llevábamos veinte años de caída a plomo de la natalidad, y 44 la más optimista, esa que se pone casi por un por si acaso, pero nadie se cree. Pues aún después de casi una década de crisis y retorno de muchos inmigrantes, y emigración de muchos españoles, somos todavía casi 47. Nadie lo pensaba. Dentro de un mes podríamos ser 7 millones menos, si Catalunya se independiza, y un par de años más tarde incrementar en dos millones de, por sin ir más lejos, refugiados xarnegos temerosos de sus pensiones. Y no hablemos de lo que puede pasar con el cambio climático a unas pocas décadas vista… Prever la evolución de la población es como jugar a juegos de azar.

Yo mismo con mi equipo hicimos una proyección en 1995 de la población de Badajoz, que entonces tenía 130.000 habitantes. Calculamos que a principios del siglo XXI tendría 150.000. Pero es que para 2014 según nuestras cuentas (metodológicamente según los estándares utilizados en las proyecciones) estimábamos que ya habría alcanzado los 200.000 habitantes. Y efectivamente en 2012 ya sobrepasaba los 150.000 habitantes, pero desde entonces ha venido perdiendo población. La crisis, la burbuja inmobiliaria que expulsó a muchos jóvenes a municipios del área mesopolitana, incluido el lado portugués… Hay muchas causas. Por ejemplo en aquella época Badajoz estaba recibiendo portugueses; dos décadas más tarde los pacenses se estaban yendo a vivir a Elvas al dispararse el precio de la vivienda…  Otras proyecciones pronosticaban hace tres décadas que los pequeños pueblos extremeños estaban condenados a desaparecer en pocos años.





Como puede verse en el noticia (obviamente el de la fotografía soy yo, cuando aún no era un señor mayor, y no el profesor Mora), yo no era tan pesimista, pero sobre todo la evidencia es que, a trancas y barrancas, ahí siguen estos pueblecitos, vivos, resistiéndose a cerrar.





Pero lo que a mí me interesa resaltar es que ya no me fío de ninguna proyección demográfica. Bastante es si podemos explicarlas a toro pasado.

Por ejemplo, en el caso de Extremadura tenemos claro, a toro pasado, por qué somos tan pocos, y además con una densidad tan baja: sencillamente se fue la mitad de la población.





Hace unos años, en una comparecencia en una Comisión creada en la Asamblea de Extremadura para el estudio de la Deuda Histórica, apunté los efectos de la sangría migratoria producida entre los años ’50 y ’80 del siglo pasado (lo que he llamado La Era del Olvido de Extremadura, y cómo dichas consecuencias constituían la gran losa de la región, y por tanto su restitución (imposible de hacer en la práctica, pero sí compensable) es la principal Deuda Histórica que España tiene con Extremadura. Porque es lo que fundamentalmente explica casi todo lo que ocurre en Extremadura. Es cierto que hay quien repite machaconamente, cada vez que se nombra la gran sangría migratoria, que algunos intentamos tapar con la referencia a la Gran Diáspora lo que se no habría hecho en cuatro décadas de democracia, tres de fondos europeos, etc. Pero hay que hacerlo, porque aquel proceso desangró la región precisamente de cohortes de edad esenciales, reduciendo la capacidad de resistencia de nuestras pequeñas ciudades y muchas zonas rurales. Y lo hizo además (como ocurre en todos los procesos migratorios, al contrario de lo que popularmente se cree) de la población más preparada de entre las capas populares.

Fíjense en el gráfico, que muestra sobre todo por lado la sangría en sí misma: cómo un territorio que en medio siglo (con una gripe española, una guerra civil y una postguerra, sin regadíos…) había casi doblado su población, en poco más de veinte años pierde un tercio, que en realidad es mucho más porque incluye a los ya no extremeños que durante esos veinte años nacieron en Madrid, Catalunya o País Vasco. Pero fíjense también en otro dato, que nos habla de ese otro aspecto a que me refería.

Observen cómo la tasa de analfabetismo (verde) viene cayendo a lo largo del siglo como en el resto del país, e incluso el diferencial (barra granate), a partir de mediados de siglo, se reduce. Todo eso lo parece. Fíjense en la línea roja, que mide ese diferencial en términos porcentuales. A finales del siglo XIX la tasa de analfabetismo en España era de un 65%. En Extremadura era mayor, sí, de casi un 71%. Pero en realidad hablamos de tasas muy cercanas: el diferencial es apenas un 9% superior a la media española. Sin embargo, un siglo después, en 1991, aunque las tasas en ambos casos son muy bajas (2,2% para España y 4,8% para Extremadura), la diferencia es brutal, de un 134%, casi el doble. Esa evolución expresa el empobrecimiento que la sangría migratoria supuso.

Por tanto, con las mimbres que quedaban aquí a finales de los ‘70, poco más se podía hacer, y aún se puede hacer hoy, en nuestras extensas zonas rurales, que asegurar su mera supervivencia con unos recursos y servicios dignos. Y gracias a que, aunque no se hizo todo lo que podía haberse hecho en lo que a infraestructura de riego se refiere, ni por supuesto se había hecho la política colonizadora que la región precisaba, coincidió la maduración de los regadíos del Plan Badajoz con el momento en que se cerraron las puertas de la emigración a las regiones industriales.








A ese impacto infraestructural se añadieron los dos hechos políticos que, junto a la propia democracia, más han impactado en España: la cuasifederalización como Estado de las Autonomías, lo que ha dotado de autogobierno y por tanto capacidad decisora en algunos aspectos a la región, y más aún el ingreso en la Unión Europea, que como saben muy bien ha supuesto un flujo de caja impresionante, ciertamente no siempre bien administrado pero que ha salvado de la quema a regiones moribundas como Extremadura.

Como ven en el segundo de los gráficos, incluso a pesar de que en los años de la crisis hemos vuelto a asistir a procesos migratorios, aún mantenemos unos miles de habitantes más de los que había en Extremadura en el peor momento de su historia demográfica, que fue el Censo de 2001.

En realidad, las cifras de la población extremeña son un poco engañosas, al contrario de las de otras regiones. Porque una cosa es la población “en Extremadura”, que es ciertamente con la que jugamos, y otra es la población extremeña, si entendemos por población extremeña aquella que ha nacido o reside en Extremadura.





Es algo anecdótico, pero no tanto. Pues como veremos es justamente el retorno de una pequeña parte de esa población extremeña que vive desde hace décadas en otras regiones y países lo que ha supuesto y supone aún nuestro oxígeno demográfico. Todavía hoy algo más de un tercio de la población nacida en Extremadura (más de 550.000 habitantes) viven fuera de la región: 202.000 en Madrid, 120.000 en Catalunya, casi 60.000 entre el País Vasco y Navarra, 57.000 en Andalucía y más de 30.000 en el País Valenciano. De los nacidos en Extremadura viven más fuera de la región que en provincia de Cáceres, y casi tantos como en la de Badajoz. Es interesante comparar estas cifras con otra región (de la que procedemos los dos ponentes casualmente), que a menudo utilizamos para comparar con Extremadura por su posición geográfica, incluso su forma y tamaño, población (aunque después de la General Motors ya no tienen la misma población), etc… Otra región en la que la emigración parece otra constante, y es muy llorona con ese tema, aunque en realidad poco tiene que ver con la sangría demográfica, y a la postre económica, que se produjo en Extremadura. Si no hubiese habido emigración en España, Extremadura tendría una población sensiblemente superior a la de Aragón.





Y aquí no suman los emigrantes al exterior, que se estimaron en unos 100.000 y en 2008 estimamos que había todavía unos 20.000.





Si tuviésemos en cuenta los hijos de emigrantes nacidos en las regiones y países de destino, las cuentas y la situación de esta región serían muy otros. En la investigación sobre emigración y retorno que realizamos en 2008 mediante concurso público, calculamos la población que habría en Extremadura sin sangría migratoria. Si tenemos en cuenta que en 1970 aún había más, había en España 1,7 millones de personas nacidas en Extremadura, y consideramos los no nacidos en Extremadura, aproximadamente ésta sería ahora la pirámide de edad de la región, que tendría ahora cerca de 2,5 millones de habitantes, más que el País Vasco.





No quiero hacer una ucronía, un qué hubiera pasado si…. Pero hay que saber de dónde venimos, pues ahora, por el contrario, tenemos un stock demográfico, en proceso de extinción.

La emigración en Extremadura es también importante por otra razón más actual. Y es que, aunque la población sigue (o vuelve) a emigrar, los saldos migratorios no son tan dramáticos como lo fueron por un factor relacionado con aquella sangría: el retorno. Al contrario que en otras regiones, con una población más dispersa en núcleos pequeños, la emigración en Extremadura no provocó el cierre de ningún pueblo (salvo el de Granadilla, que de nuevo ha vuelto a abrirse en cierta forma), al contrario de lo que ocurrió en Burgos, Navarra, La Rioja o Huesca. Eso permitió que los propios emigrantes no rompiesen su cordón umbilical identitario, manteniendo sus casas cuidadas, reconstruyéndolas más adelante cuando eso no fue posible, visitando los pueblos tanto como pueden. En el marco de la investigación sobre emigración y retorno citada, hicimos una encuesta a nivel nacional a una muestra de emigrantes de origen extremeño, y nada menos que un 75 % decían tener casa en Extremadura, la mayor parte en propiedad, de forma individual o compartida con hermanos o parientes.





Como pueden ver en el gráfico, sólo un 6% de los emigrantes decían no venir nunca a Extremadura, y otro 23% sólo en ocasiones. El resto viene de forma regular, se mantiene informado de la región, y además consume habitualmente productos extremeños.

Pues bien, muchos de esos emigrantes, que han mantenido el contacto y el sentimiento identitario, y sobre todo que mantienen sus casas habitadas. Emigrantes que no encuentran lo que esperaban en el destino migratorio, que fracasan, o que por el contrario tienen éxito y al jubilarse vuelven con sus ahorros a vivir en sus pueblos de origen o (lo más habitual) a las pequeñas ciudades cercanas a esos pueblos.






El retorno ha venido aportando un flujo constante no sólo de población (aunque en una parte importante ya mayor e incluso anciana), sino también y sobre todo (de ahí su auténtica importancia) de recursos económicos a la región, en forma de pensiones de jubilación o invalidez.


Pero es un retorno cuyos efectivos han venido decayendo. Y es que las consecuencias de la crisis económica en Extremadura van más allá del impacto directo en variables como el desempleo, impactando directamente en el flujo de retorno, y tienen otras implicaciones a las que no siempre se les presta atención: así, muchos de los antiguos emigrantes extremeños que de no haber habido crisis habrían seguido retornando o se estarían planteando hacerlo, no han podido permitírselo al tener a parte de sus descendientes, en las ciudades de destino, en paro u otras situaciones de precariedad. Y han tenido que asistirlos con sus propias pensiones, ayudarles cuidando a los nietos, o incluso en muchos casos vender la vivienda que tenían en Extremadura para ayudarles a salir del bache.




Además, ha aparecido un fenómeno nuevo, como es la re-emigración de parte de quienes retornaron tras su jubilación, cuya importancia descubrimos en nuestra investigación. Pusimos de manifiesto, al construir la pirámide de población de los saldos migratorios, cómo a partir de los 75 años, etapa vital en la que empiezan a aparecer procesos de dependencia física, el saldo migratorio es negativo. Muchos se han hecho demasiado mayores y dependientes como para mantenerse autónomos en sus pueblos de origen, y han re-emigrado a Bilbao, Madrid, Vitoria, Zaragoza, Barcelona, etc, cerca de sus hijos y de servicios de asistencia de más calidad.

Junto los retornados que cierran el ciclo migratorio, en los años de la crisis se ha reavivado un fenómeno que ya se produjo y analizamos en otras regiones como La Rioja o Aragón, a finales de la década de los ’70 y principios de los ’80 del pasado siglo, en el curso de la anterior Gran Crisis económica: el retorno en unos casos, migración en otros, de los ahora llamados “neorurales”, una etiqueta hoy excesivamente laxa pues incluye auténticos neorurales que emigran al campo para intentar vivir como vivían y de lo que vivían los antiguos rurales, retornados y sobre todo conmuters urbanitas que viven a caballo entre el campo y la ciudad. Es un fenómeno interesante, que desde hace décadas propongo potenciar, pero que hoy por hoy es muy minoritario, ni siquiera está adecuadamente evaluado en su impacto real.

Otro hecho novedoso que me parece importante destacar, algo que también observamos en el marco de nuestra investigación, y que seguimos analizando durante un tiempo y que me parece más sustancial, pues hace referencia a la propia naturaleza y dinámica de los procesos migratorios.




Y es que los procesos migratorios en Extremadura son ya plenamente convergentes con las dinámicas nacionales. Si hasta hace dos décadas, de Extremadura se producía emigración cuando había crecimiento en las zonas más desarrolladas, y retorno cuando la crisis afectaba a esos espacios, en la actualidad acabamos de ver cómo a pesar de la crisis se reducía el retorno, y además apenas se incrementa el número de emigrantes (que los sigue habiendo). Podría argumentarse que la emigración se retrae, como a finales de los ’70, porque la crisis hace que no haya a dónde emigrar. Pero la realidad es hoy más compleja.

Otra diferencia respecto a la situación pretérita es que la mayor parte de las salidas no han sido ahora extremeños de origen, sino población “móvil” que ha pasado un periodo de tiempo en la región; no sólo inmigrantes extranjeros (que son quienes constituyen el principal componente del mix de emigrantes desde el conjunto de España), sino también nacionales que vinieron a Extremadura por razón de destino, y por la misma razón salen ahora.

Tras estos datos está la evidencia de que las dinámicas migratorias de la población extremeña han cambiado. Según la hipótesis que desarrollamos más ampliamente en un artículo que publicamos en la Revista de Estudios Extremeños (Baigorri, Chaves, Fernández, 2012), se estarían produciendo en la actualidad, dos dinámicas claramente diferenciadas: de una parte la salida de muy pocos emigrantes en el sentido clásico, pero salida al fin, por cuanto Extremadura sigue estando en una posición débil en cuanto a capacidad de generación de empleo, sobre todo cualificado; pero también la inserción de la región en un nuevo modelo global de movilidad.

La causa fundamental de estos cambios se debe a la inserción de las sociedades avanzadas en la Sociedad Telemática, caracterizada en lo que a las migraciones se refiere por una serie de elementos que hacen la salida, normalmente provisional, mucho más fácil que antaño:
a)      Las facilidades que existen hoy en día para la movilidad geográfica
b)      El intenso contacto telemático que es posible mantener con la familia, amigos y seres queridos en general

La evidencia la vemos más claramente observando los datos agregados a nivel nacional. Según la EPA (la mejor fuente para percibir estos cambios), la proporción de la población que sigue viviendo en su municipio de nacimiento desciende de manera continua en los últimos doce años.

En suma, podemos decir que la estructura migratoria de la región ha cambiado sustancialmente. Si en las dos últimas décadas del siglo XX la región consiguió una cierta estabilidad, aun así nunca ha llegado a invertirse (como para el caso español se produjo) la tendencia migratoria de mediados del siglo, por una de inmigración. Sin embargo, con el siglo XXI la región entra en una dinámica nueva, que la acerca (como corresponde a la modernización general de la sociedad extremeña que se ha producido en las décadas anteriores) a las tendencias globales en los que a movilidad se refiere.

No voy a detenerme, pues aunque no hemos podido hablar supongo que se extenderá en ello el profesor Gurría, en aspectos descriptivos de las tendencias demográficas que, en la mayoría de sus variables, vienen acercándose a las tendencias nacionales:

Empezando por el tamaño de la familia, que podemos seguir a través de la variable tamaño del hogar[2], la formación de hogares, la edad media del matrimonio, edad del primer hijo, etc. (aunque en indicadores clave como la esperanza de vida no hay convergencia).




Es especialmente interesante ver cómo ha cambiado la distribución etaria de las madres extremeñas entre 1982 y 2011. La moda (la edad más repetida) estaba en 1982 en 23 años, y en 2011 en los 32.




Casi una década se ha retrasado en junto el tramo de edad de maternidad. Pero además del corrimiento hacia edades más avanzadas (la moda estadística pasa de 23 a 32 años), observamos cómo en la mayoría de los tramos de edad, salvo entre los de las jóvenes adultas (entre 30 y 40 años) se reduce el número de partos. Y es que, en lógica lo que venimos analizando tiene su corolario en la caída de la natalidad, que finalmente, cerrando el círculo, impacta directamente en el primer punto que tocábamos, el tamaño de las familias. Pero, siendo impresionante, no dejan de ser también tendencias nacionales.

Para no extenderme, querría terminar con algunos comentarios sobre una de las cuestiones a las que se da más importancia, y que a mi juicio (como ponía en evidencia al principio de mi exposición) no tienen tanta. Me refiero a los aspectos vegetativos, y a lo que normalmente se plantea como corolario, el envejecimiento. Suele insistirse, por ejemplo, en lo grave del saldo vegetativo es decir, es decir al hecho de haber más defunciones que nacimientos en tantas zonas de la región. Se vincula automáticamente con el envejecimiento, que es otra variable bien distinta.

El problema demográfico no está en el número de defunciones, sino en la falta de nacimientos. En realidad, a pesar de lo que algunos repiten una y otra vez, Extremadura no es de las regiones más envejecidas de España, especialmente en el caso de la provincia de Badajoz, como vemos en los mapas.





De hecho un reciente estudio del Centre de Estudis Demografics de la Universidad Autónoma de Barcelona sobre eso tan manido últimamente de la España vacía, hace una clasificación de los municipios españoles en tres categorías:



Por un lado espacios rurales de resiliencia demográfica, que serían aquellos bien preparados para sobrevivir; en segundo lugar espacios rurales de emigración, cuyos indicadores sugieren que van a seguir vaciándose; y finalmente los espacios rurales en riesgo de despoblación irreversible. Pues como pueden ver, abundan mucho más en Extremadura los municipios resilientes que los otros, frente a lo que ocurre en otras regiones.

Estamos muy lejos de imaginar los avances que la Sociedad Telemática va a desarrollar en las próximas dos décadas. Las posibilidades de medicina telemática, de generación dispersa de energía, de logística dispersa mediante drones cada vez más eficientes energéticamente, la inteligencia artificial para gestionar las interacciones rural-urbanas, y por supuesto la educación telemática. Creo que, en realidad como decía hace casi un cuarto de siglo, en el reportaje del periódico que citaba al principio, los pueblos extremeños, todos, se4 han salvado por la campana, pero se han salvado ya para siempre. Por eso es tan importante que se invierta en conexiones. Tanto en las ferroviarias, imprescindibles para sobrevivir, unidas a las autovías como arterias principales, como las telemáticas. Hay casos sangrantes de desatención en los equipamientos, como el que sufrimos en el pueblo en el que vivo la mitad del año, a sólo 20 kms de la capital pero perdido telemáticamente en la distancia. Por 20.000 euros.

Y termino haciendo una reflexión sobre otro aspecto que, como el stock de población residente en la región, apenas ha cambiado en tres décadas: la densidad de población.



Extremadura tiene poco más del 2% de la población española, y más del 8% del territorio, lo que plantea problemas de gestión de servicios, pero no tiene una repercusión en el crecimiento demográfico. Esa baja densidad de población es justamente una de las consecuencias de la despoblación y la baja natalidad, y no causa de la misma. Pero está en la base de lo que quiero que sea mi reflexión positiva.

Podemos debatir sobre políticas natalistas (de las que yo hace décadas era partidario, ahora ya no estoy tan seguro), políticas de desarrollo económico para sujetar e incluso atraer población, pues el auténtico crecimiento demográfico sólo puede ser exógeno.

Pero hay un aspecto que permanece como un hándicap brutal, y es también un efecto de la sangría migratoria, una deuda histórica que no podrán pagar (salvo que se independice Catalunya, y unos cientos de miles de extremeños decidan venirse, lo cual no es nada inverosímil tal y como están las cosas), y es que la región no tiene una ciudad media importante. Algo que sólo le ocurre también a Castilla la Mancha. Dicho en breve: si Badajoz alcanzase siquiera los 300.000 habitantes, Extremadura contaría con la musculatura necesaria para enfrentar su de nuevo progresiva desertificación. Parece una paradoja, pero no lo es.





Partiendo de una situación similar hace treinta años (una población parecida, una densidad parecida), Aragón ha visto incrementarse su población en los últimos años, mientras que en Extremadura se ha mantenido estable, e incluso desciende de nuevo. ¿Cuál es la diferencia?: que Aragón ya concentraba entonces en su capital, ubicada en la ciudad más grande de la región y no en la más pequeña, 500.000 habitantes. Claro que Zaragoza vació Aragón (con la ayuda de Barcelona o Bilbao), pero su propia densidad demográfica, económica, como ciudad, ha supuesto un incremento global de la población de la región, y de la calidad de vida de todos sus habitantes. A cambio, en Extremadura tenemos una red de pueblos de pequeñas ciudades y pueblos grandes que hace que el territorio se mantenga poblado, pero a costa de no tener una ciudad capaz de desarrollar economías de escala suficientes para provocar un chispazo de crecimiento. La conversión de Mérida en capital regional, el bloqueo de determinadas inversiones esenciales en Badajoz, no cabe duda de que ha permitido una estructura más difusa de la población y los recursos, y de los servicios, pero al precio de no contar con un centro neurálgico que toda región, toda nación, debe tener, no importa que sea céntrico o excéntrico. Paradójicamente, hoy en Aragón se dispone de más capacidad para mantener los servicios en municipios mucho menos poblados que en Extremadura. Lo mismo ocurrió con Barcelona, respecto del resto de Catalunya (en donde, no olvidemos, hay cientos de municipios mucho menos poblados que los más pequeños de los extremeños) a lo largo del siglo XX.

Hace ya muchos años que señalé, y muchos técnicos y políticos han seguido después el hilo de aquella reflexión, la importancia crucial que Badajoz podría tener en el centro del triángulo formado en Madrid, Sevilla y Lisboa, equidistante y equivalente a la posición de Zaragoza entre Madrid, Bilbao y Barcelona. Fíjense el vacío urbano que tenemos ahora mismo.

Creo que apostar por la concentración demográfica es, paradójicamente, apostar por la densidad global, lo que potencia el crecimiento. Pero cuando hablo de concentración yo no estoy hablando de desaparición de municipios, como absurda y alegremente se plantea en algunos foros. Extremadura es probablemente la región con menos densidad municipal de España; no he tenido tiempo de hacer el cálculo, pero probablemente sólo Murcia tenga menos. Yo hablo de concentración de población.

Decía antes que en 1995 nos equivocamos en las proyecciones demográficas de Badajoz. Pero yo no podía imaginar que dos décadas más tarde Badajoz seguiría sin estar totalmente circunvalada por autovía; que seguiríamos no ya sin AVE (que ni lo imaginábamos) sino sin vulgares trenes de esos que van a 200 por hora; o que se seguiría practicando en la región la discriminación positiva contra Badajoz; que la recuperación del casco antiguo iba a seguir dilatándose durante tanto tiempo; que no se llegaría a conseguir, para los espacios transfronterizos la anulación del roaming (se ha conseguido ya pero para toda Europa; hemos perdido veinte años en los espacios transfronterizos). Por citar sólo algunos de los elementos que han dificultado la atracción de población.

Yo creo que en términos territoriales Extremadura ha conseguido cuadrar el círculo, pero no lo ha completado. Ha mantenido población en el territorio, en las zonas rurales, con un nivel de servicios de calidad… Pero ha desatendido el otro extremo del asunto: la urbe motor de desarrollo, punto de concentración de la densidad moral (en el sentido inmaterial en que lo decía el sociólogo clásico Georges Simmel). Yo no me canso de decirlo desde hace un cuarto de siglo: mientras una ciudad (y si alguna tiene esa virtualidad hoy por hoy, es Badajoz) no alcance los 300.000 habitantes, Extremadura no despegará del todo. Muchas gracias.