2.28.2008

Convivencia 2.0 (2008)


NO me gusta mucho la palabra 'pacto', porque su campo semántico tiene mucha carga bélica, y porque a menudo los pactos se firman contra un tercero. Prefiero la palabra 'acuerdo', con un campo semántico más contractual, en correspondencia con una sociedad en la que prima la razón, el contrato social. Pues de lo que se trata es de renovar el contrato social entre todas las partes con responsabilidad en la producción, distribución, consumo y sufrimiento del ocio nocturno.
La Ley de Convivencia y Ocio estableció en Extremadura esa relación contractual entre administraciones, familias, vecinos y jóvenes, y aunque no sabemos muy bien qué efectos ha tenido en los propios jóvenes en aspectos como el consumo de alcohol y drogas o la presencia de menores en donde no deberían estar, o la dimisión parental (deberíamos estar ahora mismo repicando la encuesta a familias que hicimos en el 2002, en el marco del programa Futuro), la sensación general que transmiten los distintos actores sociales es que ha funcionado en sus aspectos convivenciales.
Tanto, que ha sido y está siendo copiada por otras comunidades y ciudades, y quienes participamos en aquel proceso germinal estamos «aburridos» de pasear conferencias por Universidades y centros de investigación de todo el país: Extremadura no sólo exporta jamones, sino también 'know how' social, tan importante como la tecnología aunque algunos no se enteren.
Ahora reaparecen los hosteleros, que estaban desaparecidos, felices mientras vecinos y moralistas dirigían toda la artillería pesada contra el botellón autogestionario. Fabuloso si también ellos se comprometen, seriamente, a gestionar unos espacios de ocio más convivenciales con su entorno, y más ambientalmente respetuosos con los usuarios (ruido, limpieza, etc).
No tengo claro que haya que premiarles por cumplir la Ley, pero también es cierto que en la Sociedad de 24 Horas habrá que acostumbrarse a horarios ilimitados de ocio. Echo a faltar, de nuevo, a las familias. Porque los problemas convivenciales del ocio nocturno están básicamente resueltos en la región, pero no así lo que descubrimos más grave en nuestra investigación: la presencia y consumo compulsivo de alcohol y drogas por parte de menores, casi niños a veces. Sólo el compromiso de las familias, y de los propios jóvenes, asumiendo su responsabilidad para con sus hermanos pequeños, como parte que son de las familias (¿cómo concretar ese compromiso?) puede frenar las crecientes tasas de consumos entre menores.

REFERENCIA:
Baigorri, A. (2008), "Convivencia y ocio 2.0", Diario HOY, 27.02.2008
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