1.29.1992

Reformar la Reforma. Apuntes para una Nueva Política Agraria en Extremadura (1992)






"(...)
Históricamente, cualquier RA ha perseguido fundamental­mente tres objetivos: mejorar el autoabas­tecimiento alimentario, adaptar las estructuras productivas a las estructuras sociales dominantes y mantener la paz social de resultas de una estructu­ra productiva más justa. 
(...)
Quien apruebe lo expuesto en las líneas precedentes coincidirá conmigo en la necesidad de plantear un nuevo modelo de Reforma Agraria para Extremadura, para la Extrema­dura de principios del siglo XXI, o si se quiere una 'reforma de la reforma'.        
La definición de ese modelo será compleja, y como todas las RAs posiblemente conflictiva, por lo que evito entrar en mayores detalles. Sin embargo, me permito apuntar lo que considero un elemento fundamental para su diseño: el núcleo simbólico que debe alentar dicho modelo, y que está siempre íntimamente relacionado con los paradigmas esenciales de cada estadio de la civilización. Las RA diseñadas por los romanos (primeras docu­mentadas) tuvieron como núcleo simbóli­co esencial el concepto de coloniza­ción. En el siglo XVIII, época de las primeras RA modernas, el núcleo simbólico es la liberaliza­ción ("remover los estorbos que retardan su progreso", decía Jovellanos). En el siglo XIX, fue la mecaniza­ción (las propias plantas se consideran artefactos mecánicos con la fertiliza­ción forzada), o al decir de Macías Picavea, "proveerse de máqui­nas, semillas y abonos". En fin, en el siglo XX asistimos a un primer bloque de RAs diseñadas a partir del núcleo simbólico del reparto ("la solución del problema, ya antiguo y en España tan agudizado, del latifundis­mo" escribía el padre de Peces-Barba en 1932), y a un segundo bloque cuyo núcleo era la produc­tividad (Ley de Reforma y Desarrollo Agrario, Ley de Fincas Mejorables, RAs regionales de los años '80, etc).

En el siglo XXI, y de acuerdo con el paradigma de equili­brio ecológico que va a caracterizar a este nuevo estadio de la Civiliza­ción (como lo social caracterizó el paradigma de justicia social en el siglo XX, o lo económico el paradigma de la productividad en el XX), el núcleo esencial que debe alentar las RAs será el de Ecolo­gía.
(...)
En más de una ocasión me he negado a emplazarme en la dicotomía conservacionismo vs. producción. Mi actitud procede tanto de convicciones ideológicas como de premisas científicas. Del productivismo y el crecimiento exponencial como motores sociales y económicos ya conocemos sus riesgos y limitaciones, y el conservacio­nismo a toda costa temo que nos llevaría a algo socialmente reprobable. Por otra parte, no considero que la quimicalización de la Agricultura deba analizarse en los términos esotéricos con que lo hacen algunos, ni siquiera únicamente como una degradación epistemológi­ca de la ciencia, en los términos en que lo hace mi buen amigo José Manuel Naredo (en su reciente libro sobre agricultura ecológica, compartido con Juan Serna, editado por el Banco de Crédito Agrícola). Me emplazo en un análisis más materialis­ta, y así considero que en el curso de la Civilización industrial los abonos químicos, los productos fitosani­tarios y la tecnología dura han ayudado a que la Agricultura cumpliese con la función que entonces le era esencial: alimentar a una población creciente en términos exponenciales. En ese estadio, no podía ser de otra manera, con una energía fósil abundante y barata.
Sin embargo, en la nueva Civilización en la que estamos entrando la Agricultura ha pasado a cumplir otras funciones incluso más esenciales, especialmente en los países ricos, como es la conservación del paisaje o, más radicalmente, de la Naturaleza. La mundialización de la Economía obliga a plantearse la cuestión del abastecimiento alimentario en términos más complejos que los derivados de las economías nacionales. Y las limitaciones energéti­cas convierten en una aventura descabellada la productividad para el excedente (el primer aniversario de la Guerra del Golfo debería ayudarnos a reflexionar sobre las consecuencias que puede tener una mala gestión energética mundial). Una de las contradicciones más sangrantes es justamente la existencia de excedentes en los países ricos, a costa de destruir su medio natural, mientras que los países pobres no pueden vender aquéllo que únicamente pueden ofrecer: alimentos. 
Esta contradicción puede resolverse de formas muy diversas, pero una de las vías de solución podría pasar por la radicalización de los conflictos Norte-Sur. Es decir, las condiciones materiales imperantes en el contexto mundial aconsejan la necesidad de modificar los esque­mas productivos de la Agricultura en los países ricos. Y cualquier modelo de RA local debe tener a la vista las interrelaciones con el sistema nacional, europeo y mundial.
Entrando en el fondo del asunto, la cuestión no sería por tanto enfren­tar las variables producción-conservación, sino alcanzar la máxima producción posible con la máxima eficiencia energética y absolutas garantías de conservación de un medio natural que, en Extremadura, constitu­ye ya un recurso en sí mismo que estructurará y dotará de contenido en las próximas décadas a un sector econó­mico nuevo.
En este marco, el modelo de RA extremeña del siglo XXI debe tener como motor esencial la agricultura y la ganadería ecológicas. Y si en el caso de la Ganadería el proceso se está dando de esa forma casi espontánea con que se dan algunas RAs, con la ayuda del mercado y de la propia Ley de la Dehesa (nadie apuesta ya en Extremadura por otro tipo de ganadería que la extensiva, combinada con una gestión eficiente de la dehesa), sin embargo en el caso de la Agricul­tu­ra va a ser necesaria la intervención desde la Administra­ción, ayudando a la adaptación de las estructuras y sistemas productivos a esas nuevas necesida­des sociales.
Tenemos, en Extremadura, las condiciones para abandonar el puesto de vagón de cola que hemos mantenido, también, en el sector Agrario, y pasar a convertir la región en la punta de lanza de ese nuevo modelo Agrario que va a extenderse en toda Europa durante las próximas décadas. Entre estas condiciones podemos citar:
·        La existencia de una enorme masa de población activa agraria que, en las actuales circunstancias, no halla acomodo en el sistema productivo (unos 25.000 de los cuales en permanente situación de paro y bajo riesgo de convertirse en parásitos sociales), y cuyo reciclaje hacia la agricultura ecológica no sería difícil.
·        Tierra abundante, no contami­nada por la agricultura química, susceptible de ser transforma­das en regadío (único input energético agrícola renovable, junto a la energía metabóli­ca)
·        Aguas poco contaminadas para atender los nuevos regadíos.
·        El más importante emporio de agricultura ecológica de España, y posiblemente de Europa.
·         Recursos científicos (Facultades de Biología y Química, Escuela de Ingenieros Agrícolas que deberá convertir­se a no tardar en superior, buen servicio de Investiga­ciones Agra­rias...) para el desarrollo y mejora de las viejas y nuevas técnicas (pues no se trata sólo de recuperar técnicas ancestrales de cultivo) tanto agronómicas como agroindus­triales.
Las cosas van en esta dirección. Que no es en absoluto una herencia de los 'hippies', como podría creer alguien al leer el delicioso ensayo de Serna que comparte libro con Naredo, sino la consecuencia directa de las transformaciones socioeco­nómicas y de la vida cotidiana (donde se inserta también la demanda de alimentos) en las últimas décadas. Podemos esperar a ver cómo nos lleva el mercado, a remol­que una vez más de otros territorios, pagando el precio de las contra­dicciones económicas y sociales que ello ha de generar (sin ir más lejos, la agricultura ecológica, por sus inferiores rendimientos, puede estar conculcan­do ahora mismo la vigente Ley del Regadío). Pero también podemos adelantar­nos, diseñan­do ya ese nuevo modelo de Reforma Agraria que Extrema­dura precisará en el siglo XXI. Este es, creo, uno de los próximos y más urgentes retos en la región, si queremos que el Sector Primario siga teniendo la importancia que, todavía, merece. "


Referencia:
Baigorri, A. (1992), "Reformar la Reforma. Apuntes para una Nueva Política Agraria en Extremadura", El Periódico de Extremadura, 28 y 29/1/1992, pags. 4



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