7.28.1993

¿Una generación engañada? (1993)

 




"Con treintaytantos y de pueblo, pertenezco a una generación que, en lo que a traumas y represiones se refiere, no tiene nada que envidiar a la generación que hoy controla el stablishment. Tomamos leche en polvo americana, fuimos monaguillos, y en una u otra ocasión todos levantamos el brazo. Estudiamos acogotados por curas, monjas, y profesores de FEN. Sin propina, crecimos a la vez que la riqueza del país, y descubrimos luego que esa riqueza surgía de la explotación -y autoexplotación- de nuestros padres, los niños de la Cruzada, la auténtica generación perdida del siglo XX español.

Llegamos a la Universidad y estaba en guerra. Los actuales cuarentones y cincuentones, entonces penenes a la búsqueda del puesto fijo, nos animaban a luchar, primero por su sueldo y -last but not least-contra el Régimen. Nos metimos a saco en la refriega, y a cambio nos trajeron algunas chucherías de sus viajes al extranjero: apenas la resaca del '68, pero nosotros va y nos la creímos. Ahí es nada con Pink Floyd, Sisa, la Dharma, los porros, las manís, el ecologismo (no la neo-tecnocracia pajarera) y el pensamiento libertario...

Hasta que la fiesta se dio por liquidada, una vez que hubieron recogido la antorcha del Poder, de manos de una generación que no llegó a ejercerlo. Habíamos abandonado familias, pueblos, carreras, trabajos, novias... Porque estábamos construyendo que sé yo qué transición, ayudados por un viejo topo que venía en bicicleta, y mientras tanto llegaba el triunfo comíamos ajoblanco integral con aperitivos de alfalfa (o userda en catalán) que trajo aquel ecologista, y también había quien construía alternativas distintas del mundo obrero que nos prometían, siempre temerosos de quienes nos miraban, amenazadores, desde los torreones de el alcázar.

Pero todo esto fue hasta que los cuarentones, una vez situados después de hacer el cambio, hicieron el país a su medida, que se abatió como una losa sobre nuestras ilusiones y utopías, y ni siquiera fue ya posible la liberación, que se ahogó en deudas. Así que muchos se fueron entonces a La luna, descubrieron que se podía vivir del cuento y allí se quedaron haciendo diseño. Otros se conformaron con colocarse de favor como aprendices, asistentes o secretarios de sus mayores, y el resto sobrevivimos como pudimos, rebeldes con causa y como tal incómodos en las recepciones. El caso es que hoy en día percibo entre las gentes de mi generación una sensación generalizada de haber sido estafados."

(Diario EXTREMADURA, 28 de julio de 1993)  





7.21.1993

Abjasia (1993)




Es un nombre hermoso, sonoro, luminoso, y dicen que así es esa tierra, en la orillas del mar Negro, en los confines de Europa. Suena a país de cuento fantástico, esos reinos de fábula donde los magos vuelan sobre alfombras, los príncipes se enfrentan a dragones, las doncellas se entregan a los corazones nobles, y los bienes de la tierra se derraman por doquier. Los georgianos dicen que Abjasia es así, más o menos, y hasta tal punto es así que durante décadas allí han afluído el resto de los georgianos, armenios, turcos, rusos... Tan sólo uno, de cada cinco de sus actuales habitantes, es abjaso de origen.
Pero Abjasia es mucho más que todo eso. Para mí es hoy, más que ningún otro lugar en el mundo, el símbolo de los nacionalismos modernos (la masacre yugoeslava es un símbolo de los nacionalismos antiguos, étnicos y religosos). 
De un lado está la cuestión de la escalada gregaria. Si Georgia reivindicó su independencia respecto del estado soviético (disgregado justo con la misma edad que tenía otro estado federal, los EEUU, cuando allí se plantearon diversos intentos secesionistas), ¿por qué razón no iba a hacerlo Abjasia respecto de Georgia, si tiene personalidad propia y considera que cuenta con recursos económicos que garantizan su independencia?. Y cuando Abjasia lo consiga, ¿no plantearán reivindicaciones similares sus principales comarcas? ¿Dónde termina la rueda?.
Y de otra parte, la cuestión de fondo. ¿Sería Abjasia la rica región que hoy es, sin el aporte de medios, de recursos económicos y humanos, suministrados tanto por el conjunto de Georgia como, sobre todo, por el conjunto de la ex-URSS?. ¿Le interesaría en tal caso su independencia?. Un periodista extrae la clave, de lo que hoy ocurre allí, de labios de un georgiano, para quien la única consecuencia lógica es la guerra: "¿Qué hacer cuando te quitan la mejor habitación?".
El nacionalismo moderno utiliza como arma ideológica los eslóganes del nacionalismo antiguo, porque el egoismo utilitarista no vende en los medios de comunicación (salvo que estén controlados por los propios nacionalistas); pero no persigue la pureza étnica, ni mucho menos el derecho de los pueblos a su identidad, sino la apropiación egoísta de una parte de los recursos limitados, osea la riqueza. En Abjasia tenemos un buen ejemplo de los nacionalismos modernos en acción. Más cerca de nosotros tenemos otros ejemplos agazapados, pero dispuestos a hacer, de forma más sutil, todo por la pasta.
14/VII/93

Referencia:
Baigorri, A. (1993), "Abjasia", EL Periódico de Extremadura, 21/7/1993, pag. 5

7.15.1993

La ambición del César francés (1993)




"Me da pena Mitterand, al que he admirado, porque sus últimos años, tras una vida de dedicación a sí mismo, al Estado y al socialismo, van a estar sin duda cargados de amargura. 
Su gran sueño, la presidencia de Francia, acaba en pesadilla. Mal soportado por una derecha que ha llegado al Gobierno con la mayoría más absoluta que soñarse pueda, y criticado desde la izquierda (incluyendo a su partido) por su soberbia y su insaciable ansia de sillón.
Su gran obra, la unificación de los socialistas franceses, amenaza con venirse abajo. En los Estados Generales, que más que refundación son confesión, arrepentimiento y penitencia del PSF, la mención del nombre de Mitterand provoca un gélido silencio. Sólo una petición expresa de Mauroy, el fiel Mauroy, quien ya en 1971 le allanó el camino en el congreso de Epinay-sur-Seine, consiguió arrancar un escuálido aplauso. Lo que era un partido joven, ideológicamente rico, y capaz de aglutinar, poco a poco, a toda la izquierda francesa, quedó reducido a marioneta en manos de las pesadillas, caprichos y obsesiones de quien siempre creyó haber llegado al Palacio presidencial exclusivamente por sus propios méritos. El debate ideológico quedó sustituído por el clientelismo y el delfinato. No hay dedos para contar el número de ambiciosos que en algún momento fueron tocados con la varita mágica, con la etiqueta de sucesor, pero ninguno tiene hoy prisa en recoger la pesada herencia.
Mauroy, de nuevo maestro de ceremonias, no extiende hoy la alfombra a los pies de Mitterand, como en el congreso de Epinay-sur-Seine, sino de Michel Rocard, el otro, su querido enemigo desde hace décadas. Es insustancial saber quién está a la izquierda de quién, porque cuando uno se aferra al poder todos quedan a su izquierda.
         Aunque quienes simpatizamos con el socialismo democrático tenemos esperanzas en que el PSF conseguirá sobrevivir a la dèbacle, habrá que ver si Rocard ha aprendido la gran lección: en democracia sobran los césares, los dioses, los seres providenciales. Va a ser complicado, pues ya se ha presentado como salvador, con el big-bang como Santo Grial.
Pero si quiere sobrevivir deberá aprender que la contienda democrática no es contienda de titanes, duelo al sol en el Olimpo, sino contraste de ideas, programas, capacidades de organización. Contraste en suma de intereses, que a veces se ven obligados a la conciliación. Pretender representarlos a todos simultáneamente como un dios, como un padre, es enfermizo. La enfermedad, social, se llama organicismo, degenera en democracia orgánica, y tiene muy mal pronóstico. Habría que enseñarlo en las escuelas."