2.20.1992

Apuntes para una Sociología del ruido (1992)

A veces ser segundo plato da para mucho. En 1992 me llamaron para preparar una conferencia sobre el ruido. Se reunía en Cáceres la Federación Española de Municipios y Provincias a hablar de actividades insalubres y peligrosas (aquel epígrafe de las ordenanzas de planeamiento) y querían contar con una reflexión sociológica sobre el ruido. Habían llamado a Gaviria, pero él les había dicho que mejor que me llamasen a mí que estaba ahí al lado. Y es que si hoy es una aventura venir a Extremadura, imagínense en 1992. O era venir para un mes como lo hicimos en los 70, o a quedarte como lo hice en los 80, o era un rollo... El caso es que ello me permitió dedicar dos semanas a elucubrar (que entonces no había Internet) y consultar las pocas fuentes consultables, para elaborar esa reflexión sobre el ruido como un hecho social. Aquella comunicación, que años después un poco castrada de aquí y de allá (eso es lo que hace la Academia) fue una comunicación en el Congreso de la FES en Granada (1995), tras la llegada de Internet fue difundiéndose y convirtiéndose en una referencia "obligada" (salvo para algunos sociólogos españoles) al hablar del ruido. Es de esos textos que te dan más satisfacciones cuanto más pasan los años.



"(...)
Pero a partir quizás de los años '50 se modifica la definición de ruido. Ahora lo entendemos como "un sonido carente de cualidades musicales agradables o un sonido que no es deseado por una persona determinada en un momento dado. Es un sonido irritante, perturbador, molesto y, algunas veces, en función de su intensidad, dañino para el oído". Era el boom de la Teoría de la Comunicación, y los semiólogos asimilaron al concepto de ruido todos aquéllos elementos que interfieren en la correcta transmisión del mensaje entre emisor y receptor. Incluso delimitaron dos conceptos distintos: el del ruido, en términos de interferencia, y el de redundancia, como exceso de elementos informacionales. Cuando hablemos de ruido, en lo sucesivo y en referencia a las ciudades, hablaremos por igual de ruido y de redundancia, unificando ambos conceptos al de ruido. De hecho, a menudo el ruido en las ciudades es más bien exceso de señales que interferencias. 
Ya no tenemos, o ya no únicamente, un problema de diseño industrial, sino un producto social; que cumple como tal una serie de funciones, y que genera conflictos que, por extensión, sólo pueden comprenderse, y resolverse, en el marco de la Acción Social. El ruido no es un efluente indeseado de la producción industrial, como la generalidad de los otros agentes contaminantes a que nos enfrentamos. Es un efluente de la propia vida social. 
Bien... Hasta aquí parecía claro el asunto, pero de pronto me encontré atrapado. Tras buscar a fondo, no he encontrado que los sociólogos se hayan ocupado de este asunto. Y observé que, en la práctica, aspectos fundamentales de la planificación social, como es el Urbanismo, no atienden a la problemática del ruido. Dedico buena parte de mi actividad profesional al Urbanismo, y desde luego, por muy minuciosamente que lean ustedes la Ley del Suelo o sus Reglamentos, instrumento fundamental del planeamiento urbanístico, no encontrarán ni una sola referencia al ruido. Hay, por supuesto, referencias genéricas a las Actividades Molestas y a las normativas que las regulan, y suelen incorporarse ciertos límites sonoros para actividades industriales en las Ordenanzas reguladoras. Pero rara vez se considera este importante problema en el análisis y el diseño urbano. 
Me encontré pues ante un dilema: o construir siquiera unos apuntes de Sociología del Ruido en sólo diez días, sin un andamiaje teórico previo en el que sustentarla, o ponerme enfermo. Un poco por sentido de la responsabilidad, y un poco por amor al riesgo, opté por aceptar el desafío. Espero que las reflexiones que he hilvanado, con toda la provisionalidad con que deben tomarse, les sean a ustedes de alguna utilidad en los próximos días. (...)"
Referencia
Baigorri, A. (1992), "Apuntes para una sociología del ruido",  I Jornadas sobre actividades molestas en los municipios. Federación española de Municipios y Provincias, Cáceres, 1992
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2.14.1992

Apuntes sobre un modelo de desarrollo para Extremadura (1992)

Este texto circuló a nivel interno entre profesores de la Universidad, técnicos, políticos y profesionales. No estoy seguro de si llegó a publicarse en prensa. Se plantean cuestiones tanto de política universitaria y de investigación, como metodológicas. El origen del texto es curioso, porque un (entonces joven) profesor de la Universidad de Extremadura, que casualmente estaba colaborando con todo su departamento en un proyecto liderado por nuestra empresa de consultoría (Estudio de Ordenación Territorial I), prácticamente venía a reivindicar que la Universidad era el único agente legítimo para hacer no ya investigación pura, sino investigación aplicada. El autor ha hecho ldesde entonces una gran carrera, ciertamente, en la investigación aplicada, con inmuerables convenios con distintas entidades públicas. Curiosamente unos años más tarde yo entraba en la Universidad, pero seguí, y sigo, pensando exactamente lo mismo que expresaba en este texto.


APUNTES SOBRE UN MODELO DE DESARROLLO PARA EXTREMADURA

Artemio Baigorri

Director del Taller de Estudios Sociales y Territoriales SL


El profesor de Geografía de la UNEX Julián Mora Aliseda acaba de publicar en estas páginas páginas un brillante trabajo sobre el desarrollo de Extremadura. No puedo por menos que estar de acuerdo en la mayor parte de sus planteamientos, aunque solo sea porque, esencialmente, coincide con lo que yo mismo vengo exponiendo desde hace bastantes años. Conceptos como desarrollo endógeno, iniciativas locales de empleo, desarrollo sostenido, economía social, etc, hoy de manejo corriente en el mundo académico, están bien asentados desde hace casi tres lustros en la materia gris tanto de la sociedad civil extremeña, como de los políticos que intentan llevarlos a la práctica (ver sin ir más lejos el reciente discurso de Rodriguez Ibarra).

No es menor la coincidencia (ahí están mis críticas públicas, desde hace años, a la escasez de medios que la mayor parte de los departamentos de la Junta de Extremadura asignan al análisis) en lo que hace a la necesidad de "conocer al más mínimo detalle la realidad (económica, social, ambiental, etc) del espacio sobre el que se pretende actuar". Quienes otrora hemos debido realizar análisis, de problemáticas esenciales de esa región, sin otra financiación que las suscripciones populares, sabemos bastante de estos problemas. Aunque

Tanta coincidencia no es casual, pues con el profesor Mora y sus compañeros del Departamento de Geografía coincidimos ahor amismo incluso en un interesante proyecto de planificación, y hasta coincidimos de vez en cuando tomando una copa, aunque luego no tengamos ocasión de coincidir en espacios de debate (y un servidor piensa, porque sigue siendo un hegeliano, que sólo de la contrastación dialéctica surgen las síntesis de acción que la sociedad precisa en cada momento).

Pero advertidas las coincidencias, quiero señalar, en esa línea de análisis dialéctico de la realidad, las contradicciones que detecto en el trabajo de Julián Mora. No tanto porque expresen su opinión (que sé que no es exactamente esa, aunque en el artículo se haya dejado llevar por la pasión juvenil), sino porque reflejan un cierto sentimiento que, en los últimos tiempos, se detecta aquí y allá en la Universidad de Extremadura.

Me refiero a dos cuestiones muy simples, que casi pasan desapercibidas pero que son de gran enjundia. De un lado, a su afirmación de que "es en la Universidad donde en mayor medida se concentra la materia gris de una sociedad; es decir, la gente altamente cualificada que trabaja para encontrar soluciones que desde la sociedad se le demandan". Y, de otra parte, al que con tales planteamientos resulta obligado (además de explícito) corolario: que sólo la Universidad puede, "de forma rigurosa, científica y objetiva, identificar tanto las potencialidades como los estrangulamientos".

En el primer enunciado considero que hay dos errores graves, que creo deben aclararse pronto porque de otro modo corremos el riesgo de que la Universidad acabe perdiendo los papeles (pues, insisto, la opinión expresada por Julián Mora está generalizándose demasiado en ciertos ámbitos universitarios). De un lado, si en general es indiscutible que en la Universidad se pule la materia gris de la sociedad, resulta un poco atrevido (e incluso insultante, si no supiera que no era esa la intención del autor) considerar que el millar de profesores de la UNEX concentra la materia gris del millón largo de extremeños. De otra parte, yo creía que "la gente altamente cualificada que trabaja para encontrar soluciones que desde la sociedad se le demandan" estaban en la Administración Pública (tanto en los ámbitos burocrático como político de la misma), y en el ejercicio libre de ciertas profesiones dedicadas justamente a eso (abogados, economistas, sociólogos, urbanistas, arquitectos, geógrafos, ingenieros, etc. Yo creía que en la Universidad estaba la gente altamente cualificada para solucionar la formación de cuadros y profesionales que desde la sociedad se le demandan (y que aún eso lo compartían con el cuerpo docente de Enseñanzas Medias). Por lo demás, también desde fuera de la UNEX se han construído en los últimos años grandes bases de datos, se han introducido en la investigación social y territorial tecnologías punta (obviamente, en este caso ello sólo ha sido posible detrayendo recursos exclusivamente de los beneficios empresariales), y se ha demostrado suficientemente la capacidad para analizar nuestra sociedad "de forma rigurosa, científica y objetiva"...y comprometida.

Me explico. Que yo sepa, la función de la Universidad es doble: formar al alumnado (sin duda la más importante, pues no existe otra institución que en niveles superiores pueda cumplir ese papel) e investigar (para lo cual, no obstante, además de la Universidad existen otro tipo de organismos públicos, vertebrados por el CSIC o integrados en otros ámbitos de la Administración, sin contar con la investigación privada). A esa doble función le conviene, qué duda cabe, que incluya formas mixtas de investigación aplicada, en las que la formación académica de los alumnos se complemente con proyectos de trabajo por encargo de empresas o instituciones, y que pueden realizarse bien directamente desde los Departamentos universitarios, bien en asociación con empresas especializadas (como es el caso de algunas experiencias interesantes que, en este sentido, se desarrollan ahora mismo). De esta forma los alumnos se preparan para aplicar luego, en su vida laboral, lo aprendido en la Universidad, y el profesorado refresca sus conocimientos y actualiza las teorías. Ello enriquece en todos los sentidos.

Sin embargo, si he entendido bien lo que el artículo de Julián Mora plantea (y creo haberlo entendido, pues esa es la impresión que detecto en algunos otros sectores de la UNEX), parecería que se estuviese proponiendo para la UNEX una función muy distinta, que perseguiría suplantar tanto a los órganos de análisis y reflexión de la propia Administración como, en lo que a otros nos toca, al libre mercado de la consultoría en casi todas las ramas del saber. Esto podría llevar (no digo que esté ocurriendo así, sino que es un riesgo, que perjudicaría sobre todo a la propia Universidad) a competir deslealmente con medios públicos, con alumnos utilizados como negros, utilizando como reclamo personal la competencia colectiva de la institución, y sobre todo rozando si no por lo legal sí por lo ilegítimo la legislación sobre incompatibilidades.

Y, vamos a ver si me explico con exactitud, no es que personalmente vea mal el aumento de la competencia, al contrario siempre bienvenida sea, y supongo que de forma similar pensarán cuantos en la región se dedican a lo que algunos llamamos el cuaternario. Lo que temo es que, tentados por la rentabilidad de unos encargos para los que no deben realizar inversiones (mano de obra barata, la infraestructura de la Universidad a plena disposición...), algunos de los pocos (pero no escasos) que han elegido la Universidad no tanto por vocación como por incapacidad para el desenvolvimiento en el libre mercado, desvíen sus esfuerzos tanto de la formación de sus alumnos como de la que debe ser la auténtica investigación universitaria: la investigación pura (que no inútil). Y ello, insisto, a quien únicamente perjudicaría sería a la propia Universidad (que supongo no esperará financiarse con el 10 ó el 15 % de peaje), y de rebote a la región (sabemos bastante en este país de lo que ocurre cuando se pretende cubrir, desde lo público, ámbitos para los que está capacitada la iniciativa privada).

En Extremadura no creo haya nadie a quien no interese potenciar la UNEX, de la que tienen que salir los futuros dirigentes, gestores, empresarios e intelectuales de la región. Personalmente creo que el cambio en el equipo rectoral se ha hecho notar positivamente, y la Universidad se ha lanzado de cabeza a implicarse más a fondo con la sociedad extremeña (naturalmente, para ese análisis previo necesario antes de diseñar su estrategia ha buscado una consultora independiente, como debe hacerse, y aún hubiese sido más perfecto si no se hubiese ido a buscarla fuera de Extremadura). En consecuencia, creo que la sociedad está respondiendo, si atendemos a la atención que le prestan los medios de comunicación, a las inyecciones económicas otorgadas por la Junta, y al compromiso de un número creciente de empresas locales. Pero, modestamente, creo que hay que traer a colación un dicho muy popular, que dice algo así como "¡Zapatero, a tus zapatos!".

No quiero terminar sin señalar un par de cuestiones de entidad menor con las que tampoco estoy de acuerdo, debo advertir que la necesidad del análisis de detalle (ese "pueblo a pueblo") no puede negar la validez del análisis comparativo. Sin duda Mora tendrá por cierto que, sin un marco de referencia nacional, continental o planetario, difícilmente puede construirse la teoría explicativa, y sin ella navegamos en la nada empírica.

La otra cuestión es también de ámbito teórico, en lo que se refiere a esa cierta insistencia en las disparidades intrarregionales, y epistemológico, en lo que hace al abuso que a veces hacemos de los índices. De un lado, salvo que partamos, si no de concepciones ideológicas colectivistas, al menos de 'ideas elemento' como la igualdad, no podemos plantearnos como objetivo, al diseñar un modelo de desarrollo territorial, la igualación en los niveles de desarrollo. Por otra parte, sabido es que los índices miden sólo ciertos aspectos de la realidad, es decir, en su acepción última, son tan sólo indicios, y no siempre parámetros. En suma, si para Extremadura estamos planteando un modelo, no de igualación con las regiones ricas en base a los índices económicos tradicionales (algo por otra parte imposible, fuera de la demagogia política), sino de nivelación en la calidad de vida de acuerdo con sus posibilidades objetivas; si estamos intentando utilizar para fijar la dirección del progreso, junto a los tradicionales, índices de bienestar que, como decía Jouvenel hace más de treinta años, no caben en el PNB, no vamos a pasar ahora a medir los índices de desarrollo (y aquí nuevamente habría que decir, ¿qué desarrollo?) intraregional nuevamente con el número de oficinas bancarias, kilómetros de carretera o licencias comerciales cada mil habitantes.

14/2/1992